domingo, 1 de septiembre de 2013

Carta a todas mis reflexiones



Quise escribir sobre cómo te fueron las cosas y no te dejaste domar, o yo no supe orquestarlo. Fue un divorcio literario mudo, callado y que dejó secuelas en mí. Ni mis verdaderos desamores habían hecho tanta mella en mí.

Caminaba por aquellas calles, viendo gente ir y venir, resonando en algún momento mis pensamientos en mi cabeza. Las calles, iluminadas, parecían llamar a la gente para que las habitasen. No parecía nunca que la vida se acallase, en las venas de un gran corazón de cemento e historia. Un corazón herido y sanado mil veces. Si ella pudo, si esta ciudad pudo, yo también podría, pero en vez de eso, hay días que me vuelvo gris, taciturno y plomizo.

Te vi con el pijama de los botones rosa palo, con tu cabello de oscuros días, recogido en esas dulces coletas, sentada con las piernas pegadas a la ventana, sentada en un taburete, agarrando con cierta firmeza tu taza de café. Aun me pregunto cómo mantienes esa sonrisa queda de años de ausencia. Sé que sigues siendo sólo una que pasa y que mis llaves nunca son las de tu casa.

Aun no sé a qué diablos se debe este llamado de tu presencia en mis recuerdos. Doy por hecho que eso fue sin querer, porque al fin de cuentas soplaste más de una vez mis cenizas. Ya me largué al ver que ni te escondías y es que estoy cansado de fingir media vida que no te vi. Fue tanto daño que se siente cuando me enseñabas los dientes.

Pensando puede pasarme que vea cómo voy a terminar y que si contase hasta tres, puede que despertases y te dieras cuenta de que hay algo más que tú y estoy cansado de romperme el corazón. Para quererte nunca te he necesitado,  que hoy es mi gran oportunidad y la de mi complejo de superioridad en lata.

Es el mejor momento para volver a las aventuras que me gustaron y no descarto en quedar con alguien con una vida tan distinta a la tuya e irme a casa sin preguntarme en donde estarás, pues soy un tipo calmo como los mares en los que no te gusta meterte ni nadar, discreto a mi modo y que trata de  guardar las maneras, un vino aguado de los que te tragabas y te terminaba doliendo. Entre tú y yo, que sepas que todo esto no es un farol, pues me servías malos gestos en vez de un abanico de alegrías.


1 comentario:

  1. Un texto muy bonito a pesar de lo melancólico que es. Me ha gustado :)

    Un beso!

    ResponderEliminar