Quise escribir sobre cómo te fueron las
cosas y no te dejaste domar, o yo no supe orquestarlo. Fue un divorcio
literario mudo, callado y que dejó secuelas en mí. Ni mis verdaderos desamores
habían hecho tanta mella en mí.
Caminaba por aquellas calles, viendo
gente ir y venir, resonando en algún momento mis pensamientos en mi cabeza. Las
calles, iluminadas, parecían llamar a la gente para que las habitasen. No
parecía nunca que la vida se acallase, en las venas de un gran corazón de
cemento e historia. Un corazón herido y sanado mil veces. Si ella pudo, si esta
ciudad pudo, yo también podría, pero en vez de eso, hay días que me vuelvo
gris, taciturno y plomizo.
Te vi con el pijama de los botones rosa
palo, con tu cabello de oscuros días, recogido en esas dulces coletas, sentada
con las piernas pegadas a la ventana, sentada en un taburete, agarrando con
cierta firmeza tu taza de café. Aun me pregunto cómo mantienes esa sonrisa queda
de años de ausencia. Sé que sigues siendo sólo una que pasa y que mis llaves
nunca son las de tu casa.
Aun no sé a qué diablos se debe este llamado
de tu presencia en mis recuerdos. Doy por hecho que eso fue sin querer, porque
al fin de cuentas soplaste más de una vez mis cenizas. Ya me largué al ver que
ni te escondías y es que estoy cansado de fingir media vida que no te vi. Fue
tanto daño que se siente cuando me enseñabas los dientes.
Pensando puede pasarme que vea cómo voy
a terminar y que si contase hasta tres, puede que despertases y te dieras
cuenta de que hay algo más que tú y estoy cansado de romperme el corazón. Para
quererte nunca te he necesitado, que hoy
es mi gran oportunidad y la de mi complejo de superioridad en lata.
Es el mejor momento para volver a las
aventuras que me gustaron y no descarto en quedar con alguien con una vida tan
distinta a la tuya e irme a casa sin preguntarme en
donde estarás, pues soy un tipo calmo como los mares en los que no te gusta
meterte ni nadar, discreto a mi modo y que trata de guardar las maneras, un vino aguado de los que
te tragabas y te terminaba doliendo. Entre tú y yo, que sepas que todo esto no
es un farol, pues me servías malos gestos en vez de un abanico de
alegrías.
Un texto muy bonito a pesar de lo melancólico que es. Me ha gustado :)
ResponderEliminarUn beso!