martes, 15 de mayo de 2012

Cementerio de San Isidro un dos de mayo


Y tú, amigo mío, caminas
donde los pájaros del tráfico
claman un poema sin palabras
y no captas el sabor de lo trágico

Y tú, amigo mío, observas
el hogar donde el silencio domina
agradeciendo en sus moradas
que la vida sea ya doctrina

Y tú, amigo mío, oirás
las historias que allí se juegan
en un ajedrez sin reyes ni reinas
no les tienes pena, logras que sonrían

Y tú, amigo mío, conocías
la verdad que nada espera
a aquellas almas dichosas
carentes de la dulce música

Y tú, amigo mío, piensas
En la masa, eres fuerte
En la intimidad, tiemblas
Pero sigues, sigues, coherente.


martes, 1 de mayo de 2012

Réquiem por una compañera

Muchas veces, como Jonás, nos hemos sentido solos y en el peor sitio del Mundo. Perdidos en una oscuridad enorme. Con mi madre, no pasaba eso. Ella era, y aún es, la luz que iluminaba nuestros senderos. De ella, no solo yo, muchos otros también, hemos aprendido su fortaleza, su bondad y su energía.

 Ella no tuvo las cosas siempre a su favor, y aun así, ha sido la mujer más valiente y decidida que conozco. La tiraban al barro una y mil veces y seguía levantándose para continuar.

 Su máxima siempre fue hacer bien a los que estaban cerca de ella y dormir tranquila cada noche, sabiendo que su conciencia estaba en paz. Su voz, uno de los primeros recuerdos que tengo, era sabiduría y bondad. Vivía por y para su familia.

Vivía para enseñarnos y querernos a todos. Daba igual el fallo, el error o las consecuencias de nuestros actos, en ella solo había compresión y cariño.

Su amor, único, está en nuestras almas y las ha colmado. Nunca la perderemos, si recordamos su bondad, sus lecciones y su luz. Es así como nunca seremos Jonás. Seremos dichosos por haber compartido tanto con alguien que fue compañera, amiga, madre y maestra. Su luz va donde yo voy y por ello, vive en mí eternamente.