miércoles, 29 de junio de 2016

Aquel lugar que llaman Conciencia.

Tu silueta está fundida en la oscuridad del balcón de noche, con un perfil fino recortado por las furtivas luces de alguna casa y el resplandor de la llama de tu cigarrillo. Sientes una tristeza grande.

Ahora no puedes dejar de pensar en que tenías deudas pendientes con Ana, con esa ex novia que te hizo perder el norte en tu adolescencia, con la que habías hecho el amor en cada rincón de la casa de tus padres. Era muy tierno y sensual a su manera. Por eso cuando la volviste a ver, años después, decidiste remediar como acabaron las cosas. Ella te dejó por un cantante de un grupo amateur de música rock y acabasteis muy mal.
Era mejor perjudicar tu presente por arreglar un pasado al que solo querías regresar tú, no Ana. Dejaste a tu novia en casa y te decidiste a acompañar a Ana a su casa solo por el egoísta regocijo de pedirle perdón, pero Ana ya no era Ana. No era tú Ana.

Esa noche al volver a casa, tu novia te dijo que tú dormías en el sofá. Nunca la viste tan enfadada. Pensaste que era una rabieta estúpida que se arreglaría con un ramo de flores y un peluche. Nunca tuviste mucha clase, pero ¿Qué esperaban? Tú siempre viste eso de la familia, de la lealtad a los hermanos y a los padres como algo cercano a una secta y así, delante de la prima de tu novia, le soltaste eso a tu mejor amigo.

-Deberías desprenderte de esa secta que te chupa el seso, Álvaro.

Cecilia, la prima de tu novia, miró a tu amigo con una mezcla de compasión y lástima y a ti, aunque no te diste cuenta, con odio y asco. No entendías porque, desde ese día, Cecilia fue más distante contigo y nadie se molestó en explicártelo.

Exhalas el humo de tu cigarro y notas un extraño picor en la garganta. Intentas reprimir ese recuerdo que muchas veces te vuelve a visitar. Lara. Lara era la mujer de tu vida. Lara cometió el insultante atrevimiento de casarse con un joven informático francés. Aun te duele eso. No porque se casase, sino porque no se casó contigo, que hubieras dado todo por ella. De eso se aprovechó Claudia, la hermana de Lara. La llevabas a todos sitios y le prestabas dinero porque ella fuera tu alcahueta y creías ciegamente que Lara volvería a ti, pensando que esa estúpida filosofía sobre la lealtad familiar que tenías y que hacía que te ganases el odio y el desprecio, germinaría en Claudia. Pero no. ¡Qué sandez! ¿Qué era la familia, los lazos de sangre, frente a tus sentimientos?

Y ya puestos, ¿Dónde estaban los sentimientos de las diversas chicas a las que prometiste fidelidad para poder saciar tus instintos físicos? ¿Dónde quedan las artimañas para ligar que leíste en una revista? Pues donde deben estar, en tu historial personal, mordiéndote el trasero como un sabueso sin dientes. Tú lo hacías porque estaba en tu naturaleza. Siempre te quisiste asemejar a un lobo, a un depredador, a un cazador… y lo eras. Pero para combatir a los lobos la gente usó cepos. Cepos que cuando tú los veías, huías. ¡Ah, qué malos cazadores son los demás! Solo buscan una presa y cuando la tienen no la sueltan en busca de otra como tú hacías.

De pronto recuerdas a Blanca, esa chica con la que saliste solo cuatro meses y que tú, por todos los medios, querías que te presentase a sus padres y ella se negaba. Se negaba porque presentarte a sus padres significaba algo distinto al miedo al compromiso que tú concluiste. Era porque nadie mete a un lobo en un corral, ni presenta a alguien como tú a sus padres y familiares. Las sectas tienen normas bastante estrictas ¿No lo sabías? Al final Blanca te dejó por un neo nazi, o eso es lo que te dices y les dices a quien se molesta a oírte. No era un neo nazi, era un chico formal y que nunca se quiso comparar con un depredador con mala fama.

¡Ah, la fama! La tuya era de un conquistador, de un hombre que deseaba tocar cuantos más palos mejor y nunca te paraste en ninguno el tiempo suficiente para llamarte aprendiz de… Otros objetivos, otras presas, otros palos que tocar. Quisiste ser músico porque Ana amó a uno, quisiste ser poeta, porque el actual marido francés de Lara escribía poesía, querías ser actor, porque… porque alguien en algún momento lo quiso ser. Olvidaste que uno en la vida debe ser maestro de algo y no puede ser eternamente aprendiz momentáneo de todo, pero claro, no entendiste de qué iba eso de la constancia.

Oyes un perro ladrar a lo lejos y apuras tu cigarrillo. ¿Dónde se torció la cosa? Todos debían adorarte, pero es todo lo contrario. Eras simpático, pero cometiste el terrible error de olvidarte del nombre de la gente que mostraba un repentino interés en ti. Ellos no son tú, claro. Tú puedes llamar a la familia secta, catalogar a las chicas por el culo y las tetas que tienen y como has encontrado a Santiago que actúa como tú…

-¡Mira que culos!
-Yo el otro día soñé que me lo montaba con la vecina de mi bloque, la del 2ºE.
-No me extraña, está que se rompe por los cuatro costados. Como en el País Vasco, que las tías están buenísimas. Estuve los ocho días de un salido…
-¿Qué tal tu novia, Santiago?
-¡Joder, que corta rollos eres, Álvaro!

 Sí, es así como un hombre sano actúa, los demás están errados. Santiago y tú, por lo tanto, sois unos tipos que sabéis disfrutar de la vida.

Y sin embargo, Ana ya no está, ni Lara, ni Blanca… ni ya puestos la vecina del 2ºE. Tu novia sí, o mejor dicho, aún está, pero no sabes ni quieres saber hasta cuándo, porque eso te agobia y te hace pensar en todos tus verdaderos fallos. ¿Importa mucho? No la quieres pero eso solo lo ves tú, los demás no poseen esa intuición que les dice que las cosas no fluyen como deben, pero claro, nadie pensaría eso de un hombre sano como tú.


Notas un escalofrío y decides meterte ya en casa. No sabes porque pero sientes una tristeza grande. ¿O solamente es que estás cansado? No te vas a parar a averiguarlo.