viernes, 30 de diciembre de 2016

EL IDIOTA QUE SE PUSO A ESCRIBIR ESTO

QUERIDA TÚ:

No espero que esta carta te llegue, puesto que ni te la estoy mandando en verdad. Es un vomito en un papel. Eso es.

Hace mucho que no sé nada de ti y la verdad es que eso es así porque pusiste muros alrededor de lo que es tu propia vida, tu ciudad de esmeraldas.

Yo por mi parte, aquí estoy. Me sigo preguntando muchas cosas, no como antes. No con un tono de deseo de ser aceptado por alguien que ya ni conozco. Es así. Antes te conocí un poco, solo un poco y ahora somos las sombras de dos extraños.

Quise por todos los medios enamorarme de ti y logre enemistarme contigo. Enemistarme no por mi parte, porque ya ves tú… no te deseo mal alguno, ni propio ni ajeno. Enemistados porque es lo que pensaste que podía salvarte de mí y de mis sobrecargados actos de cariño. Sí, fui cargante y ahora soy lo que hoy soy.

No me extraña el hecho de que nos hubiéramos visto en algún lugar. Yo no paro quieto de un punto a otro de Madrid explorando, viendo, conociendo. Seguro que o bien me has visto y me has evitado y yo no te he visto porque estaba en mi proceso eterno de reconstruirme después de los golpes recibidos por eso o aquello, o bien ni te has percatado que debajo de esa gorra de color verde amarronado (Pongamos que ese color existe), no me has reconocido. En ambos casos, mejor es, pues lo violento que sería darme cuenta de tu presencia sería como perderme en dos aguas: la del yo pasado que deseaba hablar siempre que podía contigo, y la del yo actual que no desea mucho de nadie porque no desea mucho de sí mismo.

Sé bastante bien (o lo quiero creer así) que tuviste hartazgo de mí y no te culpo. Era muy cargante siempre y a todas horas y más contigo que venías de paso. No hice bien nada en lo que se refería a tratarte adecuadamente. Sí te apoyé, sí creí en ti, pero ya eso lo pueden hacer y lo hacen otros.

Me hubiera gustado que las cosas no hubieran terminado así, te lo juro. Que hubiera sido menos inteligente y más listo, que hoy vieras lo que estoy creando y fueras mi fan incondicional con tus propias condiciones al respecto, como sólo tú sabes hacerlo.

¿Y por qué te escribo esto? Porque no te lo puedo hacer llegar y no quiero que ahora, en este momento en que no hay ni un puto puente de cristal que pueda atravesar, lo leas y pienses que otra vez he regresado a ser tu incordio de costumbre.

He cimentado muchas cosas en mentiras burdas y satisfactorias para un ego de juguete que era el que tengo, pero bueno, hecho lo hecho, echemos las redes y veamos que sale de todo esta verborrea escrita que se asemeja cada vez más a cuando uno prueba un bolígrafo nuevo para saber cómo escribe o uno viejo para ver si escribe algo más.

En esta soledad en la que me estoy recomponiendo me doy cuenta que el horizonte que mirábamos era este y no otro. Que sí, que te he dedicado páginas y páginas de amor, alegría, sueños y fantasías, ¿pero para qué? Era un Quijote sin caballo ni lanza. Esto es lo que yo era y ni así logré enfrentar a los molinos de tu indiferencia, porque ni los vi ni los esperaba.

En fin… divago y no quiero.

Sólo quiero que esto conste en el acta de mis gestos perdidos y me sienta mañana un nuevo hombre, cosa que entre nosotros, no es cierto ni lo será. Sólo decirte, para acabar, que tenías razón, no conmigo, conmigo no acertaste ya que una vez me dijiste que no era tan especial y eso, a las pruebas me remito, es un hecho que, para bien y para mal, lo soy.
Tenías razón, querida mía, en que de algún modo somos y seremos el día y la noche pero si Dios o la Fortuna, nos hacen cruzarnos en algún momento, deseo de corazón que no me veas como antes ni yo como después, porque si ahora somos extraños, de la extrañeza puede surgir un conocimiento moderado, pero de lo otro, de lo otro poco surge ni resurge.

Tuyo siempre:


El idiota que se puso a escribir esto.