miércoles, 21 de junio de 2017

LA MUERTE EN Y PARA EL (SÚPER) HÉROE

A la hora de realizar historias sobre un súper héroe, todo el mundo recurre a esa persona para plantear, de un modo más o menos disimulado, cuál es su teoría filosófica sobre varios temas de distinta índole y uno de los que más se repite es el de si el héroe mata o no. ¿Está justificado? ¿Es lógico?

Si nos remontásemos a los héroes de los cantares de gesta, es posible que veamos factible que mate a sus rivales ya que van a la guerra, luchan contra gente terriblemente cruel y el maniqueísmo es muy difuso aún en según qué cosas y muy claro en otras.

Pero, si nos fijamos en la figura del súper héroe, Habría que plantear muchas cosas y verlas con detalle.

En 1938 empieza lo que muchos podemos llamar “La creación del súper héroe” cuando aparece el Action Comics número 1 con ese hombre levantando un automóvil ante la aterrada mirada de otros individuos. Ha nacido Superman, pero aún está en súper pañales y no se dedica a partirse la cara contra Lex Luthor o cualquier otro de sus villanos (que los tiene y puedo nombraros hasta seis así de pronto, doce si me esfuerzo mucho), este Superman surge para detener maltratadores y criminales de a pie usando los medios que sean necesarios y por esto hablo darles palizas terribles o incluso llegar a soltarles desde varios metros de altura.


Un año después, en 1939, aparecería el que muchos han considerado su héroe favorito. En el Detective comics número 27 aparece un hombre enmascarado que no dudará en (ojo a esto) disparar a los criminales y acribillarlos. Batman viene en busca de venganza. ¡Batman mataba!



Esto va variando al gusto de sus autores. Aparecen las primeras amenazas para ambos héroes, se plantea la idea de que la primera vez que aparece el Joker, Batman lo mate (No bromeo, es así), se nos presenta a un criminal calvo y maquiavélico que toma el nombre de… No, no es Lex Luthor. Hablo de Ultrahumanita… en fin, se suceden los años, los héroes son un hecho en las páginas de los cómics, cada niño tiene su favorito, se sacan todo sobre estos nuevos enmascarados con capa o sin ella, llegan Flash, Wonder Woman, Capitán Ámerica, Namor, la primera Antorcha humana… estalla la segunda guerra mundial… y llega la Seducción del inocente del Doctor Frederic Wertham, donde este psiquiatra expone que tras la guerra, crece la delincuencia juvenil (Cosa que pasa en muchos casos tras un periodo de posguerra) y que estos elementos rebeldes de la sociedad leen cómics, ergo los cómics corrompen a los niños, maten a los cómics ¿¡Es que nadie piensa en los niños!?... cuando a lo mejor era lógico pensar, a mi parecer, que los cómics estaban al alcance de cualquier chico por solo cinco o diez centavos y que algunos se los iban dejando a otros.
El caso es que este ensayo destrozó los cimientos del cómic, pero no el de los súper héroes exactamente, si no las historietas de terror y crímenes más que otra cosa. Si es cierto que se crea un sello de censura que deben pasar todas las publicaciones de cómics (salvo algunos casos que no expondré por no desviarme del tema), y esta censura no permite que los súper héroes maten. Perfecto. Ya está. El héroe no mata por no dar un mal ejemplo a sus lectores. Aquí podría dejar de escribir e irme a hacer otra cosa, pero claro, quien hace la ley, hace la trampa y así, bordeando la línea, en los 70 del siglo XX surge un tipo de héroe que poco o nada tiene que ver con aquel que viste su capa y detiene criminales. Surge lo que algunos llaman el anti héroe, y este es el que llega a gustar más.

Si en los 60, Spiderman, los cuatro fantásticos o Hulk saben adaptarse a su tiempo y mostrar un héroe con ciertas debilidades y taras, que en algunos casos maldicen tener sus poderes y ser lo que son, los años 70, con el Vietnam de fondo y los movimientos sociales, traen un desengaño frente a las autoridades. El presidente Nixon estaba pringado en asuntos muy oscuros y oscuros iban a ser muchos héroes de aquel momento. Así vemos que, off de record (Solo sucedido por una onomatopeya), se intuye que Wolverine mata a un guardia ante el horror de sus compañeros mutantes de equipo, los X-Men, o como un justiciero que mata por igual a un narcotraficante que a un transeúnte que cruza la calle en rojo, acapara las páginas de algunos cómics para castigar a los criminales sin importarle otra cosa que limpiar las calles del crimen. Si eres culpable, estás muerto y eso hace que Punisher (Castigador) tenga un cometido tras el asesinato de su familia… Es decir, Batman podía haber sido Punisher y en los 30 y los 40 lo fue.

¿Acaso el lector necesita que le muestren que el mal se paga con todas las consecuencias? No, no tiene porque. Aún está vigente un Spiderman que ha sufrido pérdidas importantes en su vida y sigue adelante. No olvida a su tío Ben, ni al capitán Stacy, ni a Gwen Stacy… Esta es mi vida, la voy a seguir. Voy a hacer lo que creía mi tío: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Responsabilidad. Esa es la clave. Un poder, grande o pequeño, merece una responsabilidad para con el mundo. Spiderman podía haber matado al ladrón que asaltó su casa, al Doctor Octopus, al Duende Verde… y no lo hace porque entonces se convertiría en todos ellos.

Igual pasa con Batman o Superman. Batman podía haber matado a Joker. Se lo merece. ¿Cuánta gente ha muerto por culpa de sus actos? ¿Dos? ¿Seis? ¿Ciento veinticuatro? Pero si le mata, ¿Es mejor que el asesino de sus padres? ¿Y Superman? ¿Es justo matar cuando tus padres adoptivos te han enseñado unos valores que van más allá de si eres capaz de volar o lanzar rayos por los ojos? ¿Matar a Luthor hubiera hecho que Clark Kent fuera mejor hombre que el megalómano calvo que desea vengar que Superboy le hiciera perder su cabellera pelirroja? (No es broma, eso pasó)

Está claro que matar va contra la naturaleza de los actos de ciertos héroes pero… ¡Eh! ¡Oye! ¿Y lo del Batman de Miller en el regreso del caballero oscuro donde deja a Bruce Wayne? Bien, eso es algo a revisar, sin duda.

En esa magistral serie donde Frank Miller crea un increíble ocaso del caballero oscuro de Gotham, Batman acribilla a un adolescente de una banda llamada los mutantes para salvar a una niña. No hablamos de un Batman de veinte o treinta años, hablamos de un Batman que ya roza los sesenta y que está desengañado con el mundo, que sabe que está en el ocaso de su vida, que si desea hacer algo por el mundo que le rodea, por esa ciudad que grita de dolor, debe pasar esa línea aunque eso signifique perder su moral y su ética personal, cosa que el Joker termina arrebatándole del todo con los actos de esa historia. Batman se ha perdido y no le importa. Miró al abismo y se convirtió en parte de él.



Si vemos los sucesos de la película de 1989 de Batman, dirigida por Tim Burton, vemos algo que ya se hará vigente en casi todas las cintas de Súper héroes: Matar está permitido. Sí, venimos de Bruce Willis y sus Died Hard (La Jungla de cristal en España), donde matar a los enemigos es algo cotidiano y vigente. Por eso Batman no se detiene ni le importa si mueren criminales de todo tipo por su mano, ya sea en esta cinta o en la de Batman Vuelve. Así pues, Batman mata, Tormenta en X-Men mata, Lobezno también (por supuesto, si lo hace en el cómic…), pero llegamos a Batman Begins (2005) y vemos algo que cambia y rompe esa tónica de Matar está permitido. Duncan (Ras Al Ghul) va en un tren que va a explotar. Batman ha salvado la ciudad y detenido el plan del hombre que ha quemado su casa e iba a destruir Gotham y crear el caos. La lucha idealogica está en que, aunque ambos creen en que pueden salvar el mundo, Ras piensa claramente que se debe matar para preservar el orden, Bruce Wayne no… y eso no impide que Batman a la hora de la verdad no mate a su rival, si no que no le salve de su propia muerte. Ahí está la clave. No voy a matar pero nada ni nadie me obliga a salvarte cuando tú no lo hubieras hecho. La línea es difusa pero no se ha pasado, a mi parecer. Ras parece aceptar su destino. Morirá pero sabe que no ha arrastrado a su rival a ser un asesino. 

Por lo tanto, ¿Es posible decir sin error alguno que un súper héroe se define en verdad por sus principios y su responsabilidad para con los demás? No siempre. Si nos situamos a principios de los años 2000, surge una nueva corriente que nada tiene que ver con el héroe de antes y que viene de la mano de autores como Grant Morrison y Mark Millar: The Authority y The Ultimates.

El primer grupo de héroes mencionado, es capaz de ver la línea que antes decíamos y mearse en ella. Matar es algo que viene con el traje y si además podemos torturar a nuestros enemigos de alguna manera, mejor. Llega el momento en que el Súper héroe se convierte en un soldado que mata para preservar el orden, en un modelo de autoridad (de ahí el nombre del grupo) que se emborracha de su poder. Ya entonces el sello de censura que trajo Frederic Wertham ha sido aniquilado también. Ahora está permitido todo. Authority se burla de alguna manera del héroe clásico y se proclama defensor de la figura del nuevo súper hombre. Joe Kelly, guionista de Superman, haría una saga en el hombre de la enorme S en el pecho donde mostraría que pasaría si se cruzase con un grupo (llamado esta vez la Elite) que hace y deshace a su antojo y se ocupa de proteger el mundo con las mismas armas que los criminales. El problema no es si pasar la línea es lo que hace más real al héroe, es si puede ser capaz de mantenerse firme y adaptarse a que lucha por un cometido mayor que el del ojo por ojo. Es seguir firme a unos valores pese a que eso no le haga tan popular como quisiéramos. Me gustaría decir que los que leyeron y fliparon con The Authority son aquellos que no tienen idea de lo que es un súper héroe, pero eso no es cierto pues era (y uso el pasado porque me da que esta época del héroe que traspasa esa línea moral ya llegó a su fin) un producto nuevo y atrevido hecho por gente que sabe de lo que escribe. Grant Morrison supo calar bien a Superman en su All-Star Superman (a mi juicio, uno de los mejores cómics del primer súper héroe) y Mark Millar ha logrado un gran número de cómics memorables donde no hay ni una muerte por parte de los héroes y que han hecho que pase un rato muy grato (Sus números en Cuatro fantásticos son sensacionales), no obstante, este autor, Mark Millar, es el encargado de dar forma al que muchos han denominado los Vengadores del siglo XXI: The Ultimates.

Estos Vengadores no dudan en hacer lo que sea necesario por el bien común de EEUU y eso mismo, les explota en la cara en forma de un complot que les causa una profunda crisis y les hace replantearse su papel en el mundo. Vale, sí, matan y mucho, pero también debemos admitir que Millar (Autor escoces como también lo es Grant Morrison), da una visión filosófica sobre si un héroe que escoge el camino de matar puede redimirse de sus actos o no.



Ahora bien, alguien tras leer hasta aquí, se puede señalar que pese a todo hoy día tenemos que en la pantalla de cine un héroe como Superman ha matado en películas como El hombre de acero. Bien, cierto, y aquí llega algo que he llegado a discutir con gente que parecía desencantada con el modelo clásico del súper héroe (por llamarlo de alguna manera), y es el hecho de que en esa película no existe Clark Kent como tal. Clark Kent es la parte humana de Superman y sin esa parte y esos valores que debe aplicar a su día a día, solo es Kal El, hijo de Jor El y Lara. Un exiliado, un hombre que está por encima del bien y el mal y que no se va a someter a los principios morales de los demás. Que sí, que Clark Kent es un disfraz para ocultar sus poderes, pero Superman no es el que importa en esa duplicidad (No así pasa con Batman donde Bruce Wayne es sólo el cascarón vacío de alguien que desea que nadie sufra), es Clark, el hombre que desea ser aceptado, pasar desapercibido, tener una vida tranquila y normal pero que cree que debe ayudar a los demás a que todo esté en un cierto orden. Matar no es algo natural en alguien que desea ser uno más pese a no serlo. No es normal. Nadie en verdad lo es y cuando Zod le “obliga” a matar, escoge la opción fácil (Aunque claro, estos hechos suceden porque tenemos a un Superman que no es humano o no tan humano como debiera ser).

Entonces, ¿Un súper héroe debe matar o no? A mi juicio, no y explicaré mi postura: Un súper héroe ya por si surge y hace la justicia que él cree conveniente. No es un policía, no ha hecho el juramento de proteger y servir, simplemente se ha puesto un disfraz y ha decidido hacer lo que cree correcto. Veamos el caso de Rorschach en Watchmen (ya sea el cómic o la película). Rorschach es totalmente el modelo de lo que yo llamaría anti héroe. Viene de una infancia dura, es un hombre desequilibrado pero hasta que no es testigo de un hecho cruel y desalmado como es el que se da con el secuestro de una pobre niña, no opta por perderse y convertirse en un asesino, en un criminal a ojos de muchos. Hizo su justicia y al final perdió el norte, por decirlo de algún modo. Luego es un criminal. Pero es un criminal desde el principio. Obstruye la labor de la justicia, de la policía, de los jueces, de todos… y cuando mata ya se ve que es un verdadero criminal.

Si pensamos que un enmascarado es ya per se un criminal, lo único coherente que le queda a este héroe es no pasar ciertas líneas. No matar es una. Si mata una sola vez ya no es distinto a los criminales que desea detener. No es mejor que el ladrón, el violador o el criminal con máscara verde y planeador que desea hacerse con el control de los bajos fondos o el terrible payaso que da algodón de azúcar envenenado a unos niños para que todos sean testigos de una broma mortal y perversa. Lo único que separa al héroe de sus enemigos es su ética y sus principios. Cuando J.J. Jameson dice que Spiderman es una amenaza, puede que no esté desencaminado, ya que es un hombre disfrazado que decide atrapar maleantes y se las ve con villanos tan extraños como peligrosos, pero que si un día decide robar un banco porque está harto de tener problemas con el alquiler, se convertirá en lo que siempre combatió. De ahí que su poder tenga una responsabilidad, como el poder de muchos otros héroes. Por tanto, el héroe, sin él quererlo, es un modelo de conducta para otros. Si un día alguien descubre que, por ejemplo, Barry Allen es Flash, seguramente alguien dirá que debe ser detenido por los daños que ha causado a la propiedad o por que ha obstruido el trabajo de la policía. Por mucho que James Gordon se resista, Batman será alguna vez perseguido y detenido si se llega a tener la certeza de que es Bruce Wayne.



Por lo tanto, si el héroe mata ya no es en sí un héroe. Una cosa es que no quiera salvar a alguien o no pueda. Spiderman no pudo salvar a Gwen Stacy y lo intentó. Daredevil no pudo salvar a Karen Paige y lo intentó. Batman no quiso salvar a Ras Al Ghul en Batman Begins y ahí se nos mostró una faceta que se puede juzgar y analizar con detalle, pero que hace humano al héroe. “No tengo porque salvar a un criminal”. Lo mismo puede pasarle con Joker. “No voy a salvar a la persona que mató a palazos a mi compañero, dejó paralitica a una amiga y asesinó a cientos de inocentes… pero no va a morir por mi mano”


Tal vez llegue el momento en que alguien vea coherente y necesario que un héroe mate, pero yo a mi juicio el que llegue a asesinar no le convierte en absoluto en un héroe, porque la fuerza está en mirar a ese abismo y devolverle nosotros la mirada y estar firmes ante un hecho: No hay héroe que tome una vida para hacer justicia, pues entonces la justicia habrá abandonado la sala por la ventana.    

viernes, 14 de abril de 2017

AMALGAMA

Amalgama.
Del b. lat. amalgama.

1. f. Unión o mezcla de cosas de naturaleza contraria o distinta.

2. f. Quím. Aleación de mercurio con otro u otros metales, como oro, plata, etc., generalmente sólida o casi líquida.


Comisaría de Policía DE CHARMARTÍN, Madrid, ABRIL DE 1996

Orlando no tenía una vida sencilla. Era algo que se veía a la legua. Con sólo trece años era carterista, ladrón de poca monta que había dado algún golpe en joyerías, todo un perla como se dice comúnmente. Tenía cierto encanto innato y algo más…

Pero ahí estaba, con varios moratones, con un algodón en la nariz y esposado en aquella sala de interrogatorios. Nunca entendió como dejaron a aquel hombre entrar en esa sala. Era un hombre de cabello castaño oscuro, ojos pardos, mentón romano y bien vestido. No era un policía. Algo le decía que no.

-Hola. En menudo lío te has metido.

Orlando no dijo nada. Sólo observaba a aquel hombre que portaba una sonrisa fraternal.

-Te llamas Orlando ¿No es así?
-Sí…
-¿Tienes padres? ¿Hermanos?
-No…
-Así que te cuidas tú sólo.
-Tengo amigos.
-Cómplices.
-Llámelos como le salga del cu…
-¡Cuida tu lenguaje, jovencito!
-¿O qué? ¿Me dará unos azotes? ¿Me lavará la boca con jabón?
-¿Desde cuándo los tienes?

Orlando no respondió.

-Sabes bien de lo que te hablo. No creo que un chaval de trece años pueda escapar de la policía tan rápido… ni romper tres costillas a un agente así como así. Por lo tanto, te lo voy a preguntar otra vez: ¿Desde cuándo los tienes?
-Desde hace ocho meses…-Respondió tras unos minutos en absoluto silencio
-Y no los comprendes ¿Cierto? Claro que no. Muy pocos los comprenden.
-¡Yo puedo comprender más cosas de las que piensa usted!
-¿De verdad? Por eso tienes moratones y golpes por todo el cuerpo.
-Esto me lo hicieron los puñeteros pitufos de mierda.
-¡Ya te dije que controles tu lengua!
-¡No me sale de los huevos!

Aquel hombre le propinó un bofetón a Orlando que le dejó enrojecida la cara.

-Escúchame bien. Para el resto eres un maldito ladrón, un joven delincuente que acabará sus días en un correccional o en la cárcel. ¿Quieres eso, chico listo? ¿Eso buscas?
-Tal vez es lo que merezco.
-¿Y desaprovechar tu potencial?
-A nadie le importa eso.
-A mí sí, pero si deseas ser alguien, debes prepararte.
-¿Qué es usted? ¿Una especie de mecenas de los niños de la calle?
-Soy tu esperanza de ser algo más, Orlando. De poder hacer algo mejor con lo que se te ha dado.
-¿Y cómo sabe que me interesa su propuesta?    
-Porque veo el miedo en tus ojos.
-¿Qué pasa? ¿Qué no le funciona el pito para engendrar hijos?
-No es eso. Tengo una hija de doce años y hace poco me he casado.
-Enhorabuena. Perdóneme, pero me he dejado mi vajilla de plata para regalar en mi casa de campo.

El hombre rompió a reír.

-¿Te interesa entonces?
-¿Qué me adopte? No sé…
-Es eso o el correccional.

Orlando miró sus muñecas esposadas y asintió.

-Si me puede ayudar a entender mis poderes, sí…
-Perfecto. Me llamo Rodrigo Calatayud.

UNIVERSIDAD M. CAMARERO, MADRID, JUNIO DE 2009

-Enhorabuena, muchacho.-Rodrigo Calatayud estrechó entre sus brazos a Orlando por su reciente graduación en la universidad.-Estoy tan orgulloso de ti…
-Gracias, señor. Todo se lo debo a usted.

Clara se acercó a él. Era una chica de unos veinticuatro, de cabello castaño oscuro y ondulado y ojos pardos.

-Pecosa.-La abrazó.
-Doctora pecosa, para ti.
-¡Huy, sí! ¡Que se nos doctora la niña hermosa! No podía ser menos que su papaíto.
-Juntos haréis grandes cosas.-Indicó Rodrigo.-Mientras tanto, lo mejor es que celebremos este momento.

Sandra, la esposa de Rodrigo, sonrió al verlos acercarse a donde ella y Sofía, una niña de 11 años, les esperaban. Sofía corrió hacia Orlando.

-¡Estás muy guapo con ese traje!
-Gracias, Sofí.
-Ah, ¿Y yo no estoy guapo?-Sonrió Rodrigo.
-Tú llevas traje muchas veces, él no.
-No, él lleva esas horribles camisetas con superhéroes musculados y tías siliconadas.-Apuntó Clara.
-Y las cazadoras raídas.-añadió Sofía.
-Tampoco te olvides de los pantalones…
-Vale, ya sé que no soy un tipo elegante, pero soy muy atractivo.

Clara soltó una carcajada.

-¿Lo dudas?

Sandra también abrazó a Orlando para luego felicitarle.

-No es tan importante terminar una carrera con veintiséis años.
-Para nosotros es más que eso.-el señor Calatayud posó su mano en el hombro de su ahijado.-Es el momento en el que tú y Clara por fin estáis a punto de lograr algo muy digno por esta ciudad.
-Ni que la fuéramos a salvar de todo mal…
-Tiempo al tiempo.-Sonrió Clara.

Orlando recordó entonces la suerte que tuvo. Tenía una familia. Una de verdad. Que le apoyaba, que le quería, que le respaldaba. Haber crecido con Clara y con Sofía era en sí un regalo.

Aún recordaba cuando conoció a Clara…

-¿De verdad eras de los malos?
-¿De los malos?
-Sí, de los que atracan, roban, pegan a la gente…

Esa niña de pecas y trenzas le observaba con esos ojos pardos, llenos de miedo.

-Pues ya no lo deberás hacer. Voy a ser tu hermana y te voy a ayudar a ser buen chico…. Si quieres, claro.

Orlando pensaba que aquellas palabras eran ridículas y cursis, pero evitó ofender a esa niña.

-Gracias.
-Tengo Boomers de manzana acida ¿Quieres?
-Sí. Me encantan.

Y esa tarde se graduó… hacía una vida de aquello. De los chicles de manzana acida, de acceder a jugar a cosas absurdas con Clara, de aprender a no decir tacos y a usar bien sus poderes, de velar por Clara y de Sofía, quien dio sus primeros pasos al intentar llegar a él…

Era parte de aquello.

-¿Qué piensas?-Preguntó Clara cuando se acercó al balcón de la casa familiar donde estaba Orlando apoyado en la balaustrada.
-En que le debo mucho a tu padre, a Sandra… a ti.
-A mí no me debes nada, Orlando. Lo hice porque quería y porque me caías bien. Siempre con el ceño fruncido, taciturno y preocupado de no soltar una palabrota.
-Y ya me ves…
-Ya te veo. Eres otro.
-Sí, otro al que se le viene una encima…
-No seas tan negativo. Esto puede ser cojonudo.

Orlando no pudo evitar reírse al oír a Clara decir aquello.

HOGAR DE LOS CALATAYUD, MADRID, SEPTIEMBRE DE 2010

-Pude haberlo evitado.-Se lamentó Orlando.

Llevaba cuatro meses siendo un héroe. Siendo el Aviador. Salvando gente. Deteniendo a criminales… y dejó que unos atracadores pegasen tres tiros a Rodrigo. No estaba. No le pudo salvar, pero no paraba de decírselo. Debió haberlo evitado.

Clara no habló en todo el día. Sólo respondía con monosílabos y lloraba en silencio. Héctor, su novio, no se separaba de ella, pero allí, a solas, sentada en un sofá tras enterrar a su padre, Clara oyó las palabras de Orlando y no dijo nada… solo negó.

-No. No pudiste evitarlo.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque no puedes salvar a todos, Orlando. Por eso.
-Pero debí…
-¡No!-Rugió.- ¡No te atrevas a decirlo otra vez!
-Clara…

Clara se abrazó a Orlando y lloró. Lloró amargamente.

-Le dije que me presionaba mucho, que yo no era él… y ahora está muerto. Si le hubiera dicho que valoraba tanto lo que hacía por mí…
-Ya lo sabía. Sabía que lo querías y él te adoraba. Eras su debilidad. Tú y Sofía. Atraparemos a esos indeseables.
-Cuando lo hagas… quiero que sufran.
-Pecosa, no te dejes llevar por la rabia.
-Quiero que sufran, Orlando. Y mucho.

Justo en esa habitación donde estaban, apareció de modo temeroso una chica negra de unos veinticinco años, de pelo rizado y negro, ojos color café y aspecto alegre, pese a que en ese momento parecía verdaderamente triste.

-Perdonad que os moleste, pero…
-No pasa nada.-Esbozó una sonrisa Orlando.- ¿Qué pasa?
-Pues… eh… bueno… yo… eh… lo primero, daros el pésame. Vuestro padre era un gran hombre, el mejor y… eh… lo segundo que… que… en fin, con la muerte de mi jefe, del señor Calatayud, pues…

Clara parecía atravesar con la mirada a la pobre chica.

-Eh… que… Quiero ayudaros. Quiero formar parte del equipo Aviador. Os voy a ayudar en todo. De verdad. Cien por cien leal y de fiar.
-Por mí bien.-Accedió Orlando.

Clara sólo asintió. Antes le hubiera dado las gracias y hubiera sonreído, pero desde aquel día, sonreía muy poco. Se murió la sonrisa y el atrevimiento entonces.

Algún lugar de Madrid, enero de 2011

Orlando, con su traje de Aviador, sujetaba por el cuello a aquel hombre que había estado meses persiguiendo. Jerónimo Aldanza. Un hombre de cincuenta y seis años, de cabello castaño oscuro, ojos azules tras esas lentes redondas… El hombre que ordenó que asesinaran a Rodrigo Calatayud.  

-¿Y ahora qué? ¿Me vas a matar?
-Es tentador.
-¡Hazlo!-Ordenó Clara por el comunicador.- ¡Me prometiste que sufriría!
-Pobre muchacho huérfano. Matarme no va a devolver a tu padre adoptivo. Sí… lo sé todo. Sé más de lo que crees. Tu alma se perdería si me matases y si me mandas a prisión, todos lo sabrán. Sabrán quién eres y no podrás proteger a quienes quieres.
-Eres un maniaco.
-¿De verdad? ¿Y me lo dice un tipo disfrazado de piloto antiguo? Yo soy un mal necesario.

Orlando observó a aquel individuo. Meses buscándolo. Meses y ahora… podía vengar a su padre adoptivo. Podría darle su merecido a ese hombre que sólo deseaba castigar al padre de Clara y Sofía por no acceder a sus exigencias. No colaborar con él para crear algo que Orlando ni quiso ni supo entender.

-Te equivocas conmigo.-Dijo al fin soltando a Jerónimo.-No me importas.
-¿¡Qué!? ¡No, Orlando! ¡Debes…!-Protestó Clara.
-No vas a arrastrarme a mí ni a los que me importan a tu juego. Matarte no es justicia. Quédate afónico diciendo quién soy… no eres nada para mí.

Jerónimo no dijo nada, pero su rostro se descompuso al oír a Orlando.

-¡Soy tu mayor antagonista! ¡Te he vencido! ¡Soy Jerónimo Aldanza! ¡El mayor genio criminal!
-Menuda mierda de antagonista eres. Nadie te recordará. Yo no te recordaré. Mi padre adoptivo se sacrificó por protegerme. Eso sí es digno de recordar.

Jerónimo tomó una pistola y apuntó a Orlando.

-¡No te atrevas a ridiculizarme! ¡Rodrigo también lo hizo! ¡Por eso lo tuve que matar!

Orlando mantuvo la mirada a su rival y escupió en el suelo antes de salir  del despacho de Aldanza. No tardó en oír un disparo. Había matado las esperanzas de un hombre y ese era el único crimen del que pensaba responder.

-Ahí tienes tu venganza, pecosa… ¿Mereció la pena?

Clara no respondió.

Parroquia San Antonio de Cuatro Caminos, MADRID, Marzo DE 2011

-Hacía mucho que no te veía por aquí.-Dijo a modo de saludo aquel cura menudo de sesenta y dos años, de cabello gris, ojos verdes y nariz chata al ver a Orlando, allí, de pie, observando el recinto que visitó alguna vez de niño.
-He estado muy lejos de Dios. No me extrañaría que no fuera su hijo predilecto, padre Orfeo.
-El Amor no es envidioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.-Respondió el cura.-Tal vez te vendría bien hablar con alguien que pueda entenderte.
-Sí, me vendría de lujo, sobretodo porque he perdido mi fe en mí mismo.
-¿Y cómo es posible eso, hijo mío?
-Pude salvar a la persona que más hizo por mí en este mundo y no lo logré. Mis actos trajeron daño a los que me importan.
-Me temo que si no te perdonas tú primero, nadie más podrá. Recuerda que el débil nunca puede perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes.
-¿Eso es de San Juan?
-No. Gandhi.
-¿Y si fue yo un débil?
-¿Alguien cómo tú débil? No, Orlando. No lo eres. Has logrado tantas cosas, que me extraña que el chico que intentó robar el cepillo de esta casa tantas veces no pueda ver al buen hombre que hoy es. Tienes una familia, gente que igual que tú ha perdido algo muy valioso. Necesitan tu amor tanto como tú necesitas el suyo. No les abandones. Respeta lo que has logrado y lo que haces por los demás.
-Gracias, padre.
-Sabes que mi puerta está abierta siempre que necesites hablar.

Orlando suspiró y echó un último vistazo al Cristo que había allí antes de retirarse.

A la noche le dolía la cabeza de tanto pensar, pero tenía muy claras ciertas cosas. Clara y él apenas hablaban de lo que sucedió con Aldanza, pero igual que le prometió a ella que haría sufrir al culpable, prometió otra cosa más importante a Sandra y a Sofía: Les diría quién lo hizo y le demostraría que ellos eran mejores.

-Ahora ya se acabó.-Confesó Sandra al recibir la noticia.
-Así es…
-Gracias, Orlando. Gracias por cumplir tu palabra. Rodrigo estaría muy orgulloso de ti. Yo lo estoy.
-¿Estarás bien? -Preguntó Sofía.

Orlando no respondió, simplemente le depositó un suave beso en la frente.

Pero con Clara no fue tan sencillo… tal vez porque ella se sentía culpable por pedir venganza, tal vez porque al tener lo que en cierto modo esperaba, descubrió que la herida seguía abierta. Le importaba. Era muchas cosas para Orlando. Muchas y muy transcendentales en su vida.

Así que no era de extrañar que alguien diera unos suaves golpes al cristal de la ventana que daba al salón del piso de Clara. Esta no tardó en abrir y ahí estaba él. Orlando llevaba en su mano derecha una bolsa de papel con comida que traía de uno de los lugares favoritos de Clara.

-Hola, ¿Sale Clara a cenar?
-¿Qué haces aquí?
-Ya lo dije: Cenar contigo.
-No estoy de humor…

Él descendió y abrazó a su hermana adoptiva.

-Orlando, ¿Qué se supone que haces ahora?
-Pegar los trocitos que tienes rotos, como hacías tú conmigo de niños.
-No, por favor… no me hagas esto…
-A mí tampoco me agradaba, pero luego te acostumbras.
-Eres idiota.-Sonrió ella tras caérsele dos grandes lágrimas de sus ojos.
-Por eso estás tú en mi vida, para velar por mí.
-No soy muy de fiar.

-Nadie lo es siempre, Clara. Nadie. No importa lo demás, sólo el aquí y el ahora, así que vamos a cenar y después, veremos que nos depara la Fortuna.  



martes, 28 de marzo de 2017

Amo de mi castillo

Cae esta tarde de marzo con añadida diligencia
Más la tímida luz que solicita mi sorda audiencia
hace que recuerde que la inocencia del lugar
vestirá tu bello cuerpo y tus pasos al llegar

Me muero por verte sonreír en este rincón
Serás bienvenida a esta casa tuya, corazón
Será alto el precio de esperar tu figura
Feroz huella que me marca y me fulgura

Me hablarás del jadeo del viejo pavimento
Y de cómo y cuándo te fue tan y tan lento
tu día lejos de este hogar y cuatro paredes
y las formas de olvidar sucias maldades

Dan las ocho de la lenta tarde de espera
Contándote cómo puse, como prometiera,
lavadoras y me duché con los juramentos
para poder abandonar el olor de lamentos

Bailaba el agua a lo que debía ser y no parece
Amo de mi castillo en el aire que se desvanece
Es pequeña y humilde esta ilusión de esplendor
donde el polvo de hadas duerme a mí alrededor

Nadie osó jamás pararse a pensar en este hecho
Nadie preguntó nunca sí bajo el prestado techo
extraño lo que no tuve y que ya no conquiste

que es saber que ese hogar al que llegas existe  

viernes, 13 de enero de 2017

Querida mía

Cada año desde que empecé este blog, he escrito algo para mi cumpleaños, por eso hoy os traigo algo que encontré en una estación de metro de Madrid[1],  dentro un sobre, esta carta que guardé durante mucho tiempo en una de mis carpetas. Hoy la encontré y me pareció tan bonita, que decidí transcribirla:   






Querida mía:

Sé que no te escribo desde… nunca. Nunca te he escrito. Es así. No te escribí nunca pero veo el montón de papeles de distinto tamaño y color en mi lado derecho de la mesa de estudio y me acuerdo de las veces que me prometí comenzar una novela o un cuento incluso, y sin embargo, te estoy escribiendo esta carta.

¿Te dije que hoy paseé por Madrid? No, sé que no. Pues lo hice, pero ¿Y eso que importa? Tal vez para decirte que hoy vi atardecer en plena Plaza de España y me pareció algo bello. Mírame, siendo cursi cuando no soy nada natural. ¿Te acuerdas cuando me pasaba la vida sonriendo? Pues ya no lo hago y lo sé por como la gente observa mi gesto. Mi rostro debe transmitir esa inconformidad. La inconformidad de alguien que ve poco viable que hoy día alguien me vea de otro modo que como un transeúnte que pasa por una calle.

Y es acojonante increíble, pero aún recuerdo aquel día gris donde el frio se nos metía hasta el tuétano, y te prometí que no te pensaba dejar sola. Fue antes de Sofía. Recuerdo bien que no parabas de hablarme y de decirme las cosas más dispares que se te pasaban por la cabeza. Sigo pensando que tú estabas más enamorada de mí que yo de ti… y pese a eso, has sido tú la que te fuiste, tal vez harta de mí, tal vez harta de Sofía.

Con que claridad te veo discutiendo conmigo en la cama sobre la educación de Sofía.  Tú me reprendías sobre lo duro que era con ella, que solo tenía siete años, que yo no veía normal que escuchase música que hablaba de felaciones, de sodomía, de violencia… Tú reías y decías que ella no entendía nada más que las palabrotas, pero eso no me calmaba…. Y hoy no estás.

Me costó mucho explicar a Sofía – y a mí también.- que una buena mañana habías vaciado tus cajones y te fuiste. ¿Era culpa mía? Sofía estaba convencida de que era culpa de ella y me juró que nunca más me disgustaría para que yo tampoco me fuera. Me quedé con ella siempre. Siempre que me necesitó. No la dejé cuando la pillaron robando en un centro comercial, no la dejé cuando le tuve que explicar que le pasaba cada cierto tiempo y que eso era parte de ser mujer, no la dejé cuando llegaba tarde a casa tarde y sin avisarme. No la dejé, la eduqué.

¿Y sabes qué es lo que peor llevo? Que se parezca tanto físicamente a ti, que algunas veces no pare de hablar y de decirme las cosas más dispares que se le pasaban por la cabeza.

Dentro de muy poco, nuestra Sofía va a terminar su carrera. Este ha sido uno de sus peores años a nivel personal, pues ha roto con ese novio tan chulito que se echó hace cosa de tres años. La dejó por otra chica, según sé. Para postre, vino llorando hace cosa de tres meses, jurándome que te vio en pleno Antón Martín, que se acercó a ti y te dijo quién era… y tú dijiste que no conocías a ninguna Sofía. Tal vez no fueras tú o tal vez seas una cobarde que niega las cosas cuando son muy evidentes. Me dijo que era como si le hubieran arrancado el corazón de golpe, que se volvía a replantear si de verdad no te fuiste por su culpa. Yo no le dije nada, solo la abracé. Fue después cuando hablamos hasta altas horas de la noche, sobre ella, sobre mí, sobre ti, sobre la vida misma…

Y mira que cosas, el tipo duro, el que no estaba tan enamorado, el que mira de mala manera a la gente en la calle, pierde el culo se desvive por Sofía. Es lo que me queda de ti. Desde el primer llanto hasta aquí, hay una vida que he visto poco a poco.

Ella es mi obra. Nuestra obra si lo prefieres.

Allí donde estés, sea Antón Martín, Franco Rodríguez o Reina Victoria, sea donde sea… espero que estés bien y seas feliz, porque yo ya lo soy.

Tuyo siempre:
Tu esposo y padre de Sofía.  

[1] Yo siempre pensé que la encontré en la estación de metro de Puerta de Toledo, pero como la carta habla de Antón Martín o Reina Victoria, he de suponer que debí encontrarla en alguna de las estaciones de línea 1, 2 o la circular.