domingo, 2 de junio de 2013

La viuda de mi funeral


Llegaste tarde a mi funeral, haciéndote de rogar
Con ese vestido que tanto me gustaba verte
Y no te extrañe si me fui por cruzar sin mirar. 
Había veces que era demasiado bueno para ti.

Si me hubieras plantado en una maceta
Y tal vez regado con tus lágrimas secas
Hubiera visto muchas más primaveras.
Dudabas de mis buenos propósitos.

Me declaré con un abrazo en mitad de la multitud
Pero sabes que no tengo el don de la oportunidad
Por ti siempre tenía la cabeza en un punto inerte.
Quería estar donde estabas tú o incluso más lejos.

Me dejaste sólo cuando te necesitaba.
Hay veces que creo que fue al contrario.
Ojala hubiera tenido el corazón contenido.
Tenía la espalda para llevarte a cuestas.

Contigo descubrí el imperio de la tormenta
Y vi que el trueno también te echaba de menos
Entonces tú y yo corríamos entre los charcos.
Había empezado a creer en nosotros dos.

No es que estuvieras lejos, más bien en una nube
En la que dejaste tendida tu ropa con ternura
Era entonces cuando existió el tiempo perdido.
Me llegué a creer más humilde y menos Dios.

Todo lo que no hubo, acabó por unirnos
Estaba claro que no íbamos a formar un hogar
Que el tiempo fue la fragua donde cree mis ojeras.
Me temó que solo pude dibujar a nuestros hijos.

Sé que quemaste los miedos con los pecados
Que el pasado fue muchas veces nuestro respaldo
Que decías que al final no te parecía tan peculiar.
Y es que yo nunca fui de esos en los que tú confías.

No tengo claro si besarás mi frente y así te aseguraras
De si hay flores en plena calle de mis cuatro latitudes
Y si se me acomodó mi amor antes de llegar a estallar.
No me importaba mucho si te acordabas de mí.

Sé que como poeta dejaré mucho que desear
Sé que por mí nadie aplaudirá en oleadas
Que mi legado será más ruido que palabras.
Son mejores tus labios tristes que cien epitafios.