lunes, 25 de junio de 2012

Gracias.


Gracias.

A Irene, por mostrarme lo maravilloso de perseguir a los conejos con reloj de bolsillo.

A Jenny, por  su sonrisa y sencillez en la ilusión.

A Borja, por ser capaz de hacerme la topografía de lo desconocido.

A Amanda, por dar la importancia que se merece a la palabra némesis.

A Cristina Pardo, por vestirse con un arte bohemio que toma café negro con Frida.

A Ana Menéndez, por relatarme las historias de la niña que detrás de las sonrisas vive.

A Pablo Segura, por cambiar la definición de lo que es la camaradería.

A Laura Seminario, por intentar conocer a aquellos que dejan sin merendar a otros.

A María Panadero, por su serio encanto con el que hace que sonría.

A Cristina Mateos, por centenares de cosas que nos unen en un solo guiño.   

A Cristina Fuentes, por su tímida presencia que dio color a la paleta del día a día.

A Rubén, por darle un significado molón al ser humano.

A Sandra, por enseñarme que querer a los demás es reírse de los virtuosos defectos.

A Andrea, por  hacerme viajar al vetusto planeta donde los niños dibujan los ojos de un buey.

A Ana de la Mata, por ese cariño de barrios bajos que sabe a castizo y típico como pocos.

A Sara, por señalar que en la simpleza de seguir viviendo existe mucho encanto.

A Daniel, por ser el aliado irónico que hace que ría de corazón.

A Vanesa, por las escasas palabras de color de lápiz.

A Diego, por enseñarme la gran lección de ser nosotros mismos, con todo y con nada.  

A Rebeca, por esa inseguridad que hace creer que todos somos perfectos en nuestra fragilidad.

A Nieves, por su  inocente inconsciencia que hace que crezca.

A Jorge Mora, por su lealtad al nexo de un pasado en declive pero con magia.

A Lucia, por esas ganas de estrangular el conocimiento para que nos enseñe lo que no se ve.

A Laura, por  las risas de cuento de hadas que hace que los duendes de la grafía salten.

A Ana Carabias, por ser ese fresco que nos hace ver que lo normal es extraordinario.

A Alejandra, por  descubrirme que la brusquedad de una lengua no significa la de un sentimiento.

A Isabel, por dar a la palabra aldeana un toque con aires del sur de su corazón.

A Marta, por proporcional la elegancia que casi toca los cielos de un Madrid vulgar.

A Javier Igea, por la faena que despierta  las avalanchas de hojas en los libros.

A María Arribas, por la sensatez en las mañanas previas a las agujas del reloj.

A María Martínez, por engrasas los mecanismos que mueven la belleza de ser parcos.

A Laia, por recordarme que dulce no significa débil.

A Jorge García, por las dosis de literatura que dan voz a la conciencia.

A Victoria, por reinar entre las hadas con voz de música melodiosa.

A Cristina Valverde, por sus simpáticos saludos donde imperan los buenos días.

A Pablo Portillo, por aterrizar cada mañana rodeado de serenidad.

A Javier Gordillo, por quitar el tono monocronico a cada momento estúpido.

A Sergio, por ser cómplice de las estrategias de vida.

A María Jesús, por su juicio y su mesura a la hora de analizar el entorno.

A Pilar, por su modesta disposición a seguir los rumbos de los tiempos inevitables.

Gracias.

domingo, 17 de junio de 2012

De noche

En las noches, yo no soy yo.

Cuando era crío me quedaba dormido a las ocho de la tarde, estuviera donde estuviera. Dormido como un bendito.

Así que, soñar era algo normal en mí día a día.

Con los años, me hice noctambulo. Ya había dormido mucho de niño. Creo que, algunas veces pierdo los pies de la realidad y me voy, flotando a donde alguna vez, durante el día estuve.

Por esa regla de tres, me he casado cuatro veces. La última mujer me soporta estoicamente, tal vez, porque lo merezca, tal vez porque me quiere más de lo que me merezco. Pero, nadie como mi primera mujer. Con ella conocí lo que era el Amor. Ahora, ella vive en París con mi hija mayor.

Sí, tengo una hija de doce años, un hijo de ocho años, de mi tercer matrimonio, y una hija de seis años, con la que hace unos días paseé por el mercado de San Antonio.

He estado con algunas actrices de mi país. No puedo decir nombre pues de hacerlo veríamos que no soy en verdad un caballero, cosa de la que me encanta presumir, sin serlo o siendo, y porque, en algún momento, mis hijos pueden leer lo que hoy escribo.

He escrito obras de éxito como Diana en Praga o Las Ranas no necesitan botines. Obras que la crítica ha adorado o apaleado. Es así esta vida.  

Soy fundador junto con otros tres miembros más de La Casa Muda, un grupo de pop independiente del que, posiblemente veréis alguno de nuestros tres CDs, en algún lugar de segunda mano como la metralleta. No éramos malos en verdad.

Entonces, es cuando los oigo, los saboreo, los veo. El silencio, la soledad y la mentira. Son una triada tan dulce y bella. Son el espejismo de una vida que puede que nunca viva.

Puedo ser infantil, soñador, obsesivo, crédulo, mentiroso. Puedo querer lo que nunca me atreví a conseguir por no meter mojarme el culo. Puedo haber llegado tarde a los andenes. Puedo haber bailado solo cuando ya no hay música.

Me casé, tuve hijos, hice grandes cosas… Pero, incluso la mentira es peor que ser yo en según que momentos. Aun puedo bailar con alguien, aun puedo tomar el siguiente tren, aun puedo calarme hasta los huesos.

¿Qué tal si me voy hoy a dormir y veré con claridad el mañana?