lunes, 23 de febrero de 2015

¿Cómo se chasquea una novela?

Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.

Entre la primera y la última vez que la vi llorar parece que han pasado un par de líneas de un libro, y tal vez así fue. Es más que posible que exista una cuarta pared, pero de lo que estoy seguro es que hay una ventana en la cafetería y ella sonríe. Pasa un hombre con bigote negro y maletín. Se está mojando y la gabardina que lleva me recuerda a las bolsas moteadas de grasa de las churrerías que portan churros y porras los domingos. Se lo digo y ella se ríe ante la ocurrencia. Esperamos a que escampe un poco.

Caminamos hasta la Calle de Costanilla de Los Ángeles, bajando por la calle de las conchas.

-A lo mejor lo que te pasa es que estás sufriendo un bloqueo.-Me dice con cierta tranquilidad.

Sé que no sabe empíricamente lo que es un bloqueo del que escribe. Ella no lo hace como yo. Me pregunto si alguien lo hará como yo o si hasta en eso soy un rara avis, un perro verde.

-No lo sé, Clara, no lo sé…
-No te preocupes. Todo pasa.

Me toma de la mano con sus dedos finos y suaves.

No tardamos en llegar a casa a pesar de habernos parado en mil lugares.

Ella se pone cómoda, yo me siento frente al PC y me propongo escribir. La hoja en blanco se llena de frases y descripciones diversas en cuestión de tres cuartos de horas. Ninguna me convence.

Oigo que Clara ha puesto música y reconozco ese tema.

Vivo en un escenario del tamaño de dos lunas,
voy cuesta abajo por tu cuerpo y ya no tengo cura.
Soy músico de guardia desde la cuna a la tumba,
plantado como una farola al norte, al norte de mis dudas

Prefiero la seguridad que da lo incierto
saber que el tiempo no será jamás mi amigo,
y no me fío de los que a pecho descubierto me vacilan
con una lista de consejos aprendidos.[1]

Me giro y la veo bailando frente a mi puerta. Sé porque lo hace. Intenta animarme. Me vio triste.

-Venga, que estoy toda buena y no lo sabes aprovechar.

Es inevitable que me ría. Me acerco y la beso.

-Habrá días mejores que hoy.

Cuando despierto a la mañana siguiente, la oigo respirar cerca de mí. Aun duerme tan plácidamente que casi me da pena moverme, pero lo hago. Salió el sol entre las negras nubes de un sábado plomizo. Me preparo un café y un par de tostadas. Tengo un Wasap de Roberto. Me pregunta cómo me va y si le acompaño a comprar tabaco al estanco que hay cerca de casa.
Hace cinco meses que terminó con Carolina. La pérdida del bebé que esperaban les marcó mucho. Antes hacían vidas separadas aun viviendo en la misma casa y antes de estar ella embarazada. Antes me rompía la cabeza intentando entenderlo. Hoy no. Hoy intento vivir mi vida como me place y tener la relación que me plazca con mi pareja. Carolina regresó a Valencia con sus padres y él, incapaz de seguir viviendo en el piso donde estaban, regresó a casa de sus padres.

Le respondo que lo más posiblemente es que sí le acompañe pero que hablaremos.

Ni me molesto en encender el PC. No tengo ganas ni fuerzas para escribir. Me pongo a repasar las mujeres que han pasado por mi vida y la relación que tuve con algunos de mis amigos. Imagino que Daniel seguirá enganchado a la mariguana. Casi me involucra en sus asuntos la última vez que lo vi, hace cosa de ocho años. No pasé más miedo en mi vida pese a que a Clara se lo cuento con un tono de humor y ella se ríe a carcajadas y algunas veces me pide que se lo cuente. Se lo habrá contado unas cuarenta veces y siempre cambio algo de mi relato, cosas que ella me corrige en forma de pregunta.

¿Pero no fuisteis al cine? ¿Pero no estaba también Pedro, el amigo de Daniel? ¿Pero al tipo que te reconoció no le llamaban el pelos? ¿Pero la policía no buscaba a un hombre que había matado a su mujer y a su amante? ¿Pero tú no tenías que tomar un tren a las doce de la mañana?

Clara se levanta y en mitad de un bostezo disimulado me da los buenos días y me pregunta que voy a hacer.

-Iré a ver a Roberto.
-Pues si sales compra pan y leche. Nos queda para ahora pero poco más.
-A la tarde hemos quedado con mis hermanos.
-Lo sé, lo sé. Te mueres por ver a tus sobrinos. Yo he quedado con mi alto y apuesto amante para comer y para lo que se nos presente.
-Muy graciosa, Clarita.

Me da un beso en la mejilla.

Cuando llego al estanco, Roberto ya está allí. Habla con alguien por el móvil y por el tono me imagino con quien.

-Perdona. Es que…
-Ni te preocupes. ¿Entramos a por tu tabaco?

Asiente y tras haber sido atendidos, me explica que no tiene muy claro quién es, que tiene una crisis de identidad pronunciada. Que todo se le ha desmoronado en poco tiempo. Yo solo le miro y me doy cuenta que él y yo, pese a habernos conocido desde la niñez, nunca hemos hablado de literatura. Sé bien que él lee poco o nada.

-La echo mucho de menos, tío.
-Lo sé.
-Me hubiera casado con ella…

Eso lo dijo con otras mujeres de su vida. Con Ángeles, con Lucia, con Natalia… 

-Lo sé.

No tardamos en despedirnos a la altura de Galileo y de regreso a casa, me propongo a describir lo que va pasando en mi paseo. Un señor mayor con bastón y gafas ahumadas, unas chicas jóvenes riéndose de alguna ocurrencia, un hombre que huele a alcohol y grita al hablar, un coche de policía que tiene la sirena puesta por la calle San Leonardo…

Entro en el portal de mi casa y noto que empieza a llover.

-Usted siempre llegando a tiempo.-Bromea Crispín, el portero.
-Se ve que sí.

Como con Clara y a media tarde, ya estamos en un autobús camino a casa de mi hermana.

-Lástima que llovió. Me hubiera gustado ir en moto.
 -Siempre te niegas a conducirla y optas por ir de paquete.
-Copiloto. Paquete suena tan feo…

Escoger bien las palabras. Un misterio si esa lección te la daba el Doctor Guillermo Sarmiento, uno de mis profesores en la facultad. Siempre decía que los autores del Cid y el Lazarillo sabían usar con detalle el lenguaje y después nos decía que nosotros no sabíamos redactar como Dios mandaba.

-Ahora voy a tener que ser leísta y loísta porque este tío imbécil no sabe escribir.-Clamaba algún compañero.  

Llegamos a casa de mi hermano. Sabemos que lo más seguro es que terminemos quedándonos a cenar. Mis cuatro sobrinos me abordan de un modo desordenado y les veo correr y soltar risas y gritos, cada poco tiempo, inventando juegos que yo no entiendo. Arturo, uno de mis sobrinos, tira de la manga de Clara y le muestra un dibujo para ella. Le explica que es y Clara lo abraza y le dice lo mucho que le gusta.

Hace menos de dos meses les enseñé a él y a su hermano Alfonso como se chasquean los dedos.

-Usando tu mano dominante, presiona la yema del dedo pulgar firmemente contra la yema del dedo medio. Debe haber suficiente presión como para hacer que las puntas de tus dedos se pongan un poco rojas.
-¿Y luego?
-Desliza tu pulgar hacia tu dedo índice y al mismo tiempo desliza tu dedo medio hacia la palma de la mano, manteniendo la misma cantidad de presión hasta que tu dedo medio se deslice rápidamente pasando por todo el pulgar y choque con la palma de la mano produciendo el sonido del chasquido. El dedo medio deberá golpear la base carnosa del pulgar. Entonces suena.

¿Y cómo se escribe una novela?

La verdad es que eso, como chasquear los dedos, lo aprendí casi por instinto. Lo aprendí con la práctica, con la lectura, con la investigación. Aun hoy me deben corregir cosas de estilo y de construcción.

-Pones un guion al empezar un dialogo, no al final a no ser que hagas una aclaración, cosa que es muy común en los textos de literatura infantil o juvenil.
-Y más si vienes del cómic.
-A yo de eso poco sé. Soy experta en literatura femenina, ya sabes…
-Pero algún cómic leíste, ¿no?
-Sí, sí, el Maus.
-Yo ese me lo leí en una tarde.
-¡Vaya empacho!
-Odiaba mi módulo de informática y deseaba retos intelectuales. No sé, programar en C++ es tan tedioso… y más cuando te lo da una profesora odiosa.
-¿Esa que quedó tocada al romperse la cadera en un accidente doméstico?
-Sí, esa misma. ¿Te he hablado alguna vez de mis teorías sobre el karma?

Allí, cursando ese módulo, gané un concurso de relatos y empecé una primitiva versión de mi segunda novela, que no la primera, la primera como primera que es, duerme la siesta en un cajón.  Traicioné mis deseos conviviendo con aquellos compañeros que, de un modo irónico, se asemejaban a los yahoo de Swift. Traicioné mis ideales intelectuales por no aceptar la verdad. Tal vez fuera porque al morir Manuel todo cambió. Era un aprendiz sin maestro y olvidé que yo estaba en la vida para ser algún día maestro de alguien.

En el autobús de regreso, Clara se duerme. Yo ni me molesto en ver a los viajeros y describirlos como diversión. No. Me dedico a mirar el paisaje nocturno de ese Madrid olvidado para muchos. Es una mujer. La cuidad es una mujer. Era mi novia antes de mis novias. Ella era diferente a cada hora de los días, cada día de la semana, cada mes del año… Ha refrescado.

Noto un vuelco en el corazón cuando el domingo me entero de algo que Clara nunca me dijo. Escribió una novela. Una novela… Ahora sí me he caído de mi caballo, señores.

-Me tomaste por tonta todo este tiempo y ya ves.
-Pero…
-No haces algo tan difícil, corazón.
-Pero… Me has mentido.
-¿Ah, sí? ¿Me has preguntado si escribí novelas? Hola, soy escritor y me molas. ¿Quieres salir conmigo? Ah, por cierto… ¿Has escrito novelas que yo no sepa?
-Pero…

Me siento extrañamente dolido. ¿Qué soy yo ahora? Lo peor es que deseo leer su novela. Una parte de mí desea leerla pero… ¡Clara ha escrito una novela! 

Digo que debo salir y tomar el aire.

-¿Ahora?
-Ahora.
-No, no, no. ¡No huyas ahora así como así!
-No huyo… solo…
-Sí lo sé me lo callo.

Acabo vagabundeando por Opera. Veo las tiendas llenas de turistas y es como si todos fueran a cámara lenta. Clara… estoy acostumbrado a que otros me superen. Félix, Vicente, Julio, Almudena… Pero Clara no. Clara es Clara. Clara es el papel de mi pluma, no a la inversa. La miraba y era la inspiración. Sabía que era sentir, sabía que era ser humano, sabía… que no siempre era un bueno para nada.

Sé que pasará cuando llegue a casa.

Entraré y ella saldrá de donde esté al pasillo, me mirará y le devolveré la mirada.

-No me pienso disculpar. No hice nada malo.
-Lo sé, pero me has robado mi identidad.
-Ese es tu problema. Mira, no soporto tus bajadas y subidas. Me agotas. Supera tus inseguridades. Cuando lo hagas, me llamas.
-¿A dónde te vas?
-Te vas tú, yo me quedo aquí.
-Clara…
-¡Qué te vayas! ¡Encima debo sentirme mal por tu culpa! ¡Anda ya! ¡Vete a donde te apetezca pero olvídate de mí!

Sí… Eso es muy probable.

¿Y sí es como lo que Roberto me dijo un día? ¿Y si Clara, como él, quiso intentar a escribir la novela que llevaba dentro? Aunque imagino que la de Clara no hablará de un futuro extraño y con naves interestelares.

Entro en el portal. El portero no se asoma. Seguro que estará en la sierra con su familia.

Meto la llave en mi cerradura, abro despacio y dejó mis llaves en el platillo que porta ese Goofy de cartón piedra de tamaño real y vestido de mayordomo.

Clara me mira desde el umbral de la puerta del salón. Parece haber llorado. Bien, aquí viene la tormenta…

No dice nada, me abraza y noto el perfume de su champú en su cabello. La estrecho contra mí.

Chasqueo la lengua al hablar.

-No importa. Ya sabes como soy. Perdóname. No has hecho nada malo, soy yo que soy imbécil. Soy un desastre que escribe y si no puedo ni hacer eso bien…

Alza la mirada y su gesto es de aquel que ve algo sin entenderlo.

-¿De verdad crees que solo eres líneas y páginas? Yo no estoy contigo por eso. Estoy contigo porque de todo lo que hay suelto por el mundo, eres de lo mejor. No eres perfecto, pero mírame. Soy bajita, tengo escoliosis y alergia a los gatos. Soy como cualquiera y tú igual, pero hoy día no te cambio por nada.

Me propone ir al Rastro. Aún es pronto. Son las 12.46. Estará atestado pero quedándonos por la Puerta de Toledo no pasará nada. A la tarde estamos tranquilos en casa.

Como no, Clara se duerme en el sofá, con la manta enredada entre las piernas. Hace mucho que terminó la película que pusimos y apagué la tele. Anochece y yo me dirijo a mi PC, lo enciendo y comienzo a escribir sin saber bien a donde me llevará lo que haga.

Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.





[1] Músico De Guardia de Quique González canción incluida dentro de su disco de música titulado Personal