martes, 31 de diciembre de 2013

Una llave en Venecia


Venecia, 31 de Diciembre de 2006

El capitán Hugo Toledano mascaba su puro habano mientras observaba aquella escena con su mirada de ojos glaucos.

Era un hombre de cabello negro, aunque entrecano en las sienes y barba arreglada. Debía de rondar los cuarenta y muchos o cincuenta y pocos.

El cuello de su chaqueta de capitán con anclas doradas en las solapas, estaba subido y su mano izquierda apretaba su bastón, pues cojeaba de la pierna izquierda, mientras analizaba todo aquello.

-¿Y bien, capitán?-Preguntó con voz tenue Gustavo Pratt, su contramaestre. Un hombre nervudo, de mirada nítida, mandíbula cuadrada, cabello negro revuelto y un frondoso mostacho perfilado como aquellos forzudos de antaño. Su mano izquierda había sido sustituida por una de madera, similar a la de algunos maniquíes de los escaparates de las tiendas o de las que se usan de modelo para dibujar.

La verdad es que no esperaba encontrarse tanta seguridad alrededor de Adamo Sanguinetti. Empresario conocido en Venecia, coleccionista de antigüedades, dueño de la llave que Toledano y sus hombres deseaban.

-Podríamos asaltarles y llevarnos la llave.-Propuso Lucas, el grumete de diecisiete años.
-Imposible. Antes de poder si quiera pensar en echarle el guante a ese objeto, estaríamos muertos.-Sentenció el capitán.-Habrá que trazar un plan que…

Toledano y sus tres hombres se quedaron expectantes ante el hecho de ver salir de la gran casa a Sanguinetti y a sus tres guardaespaldas. Adamo iba de esmoquin. Iba a una fiesta privada, lo más seguro. Y la llave colgaba de su cuello como adorno.

-¿Ve? El muchacho tiene razón.-Indicó Rupérez, un hombre grandote y calvo tatuado de cabeza a pies. No en balde le apodaban el estampado.-Les ganamos en número.
-¡He dicho que no!-Gruñó Toledano.-No vamos a entablar un combate físico con esos gorilas. Tal vez si nos hiciéramos con disfraces y les siguiéramos…

-Buona sera, signori.-Dijo una melosa voz femenina abordando a Sanguinetti y su sequito. Seis mujeres aparecieron de un callejón cercano. Toledano reconoció claramente la figura femenina, esbelta, de busto menudo, cabello liso, corto y castaño oscuro. Esa sonrisa grande y traviesa…

-¿¡Qué **ño hace ella aquí!?
-Imagino que irán tras la llave.

Y es que, si Hugo Toledano era persistente, más lo era Inés Molina, a sus treinta y dos,  y su correspondiente tripulación.

-A lo mejor ve algo que le agrade. Mi sbaglio? Hai capito mio maldestro italiano?

Inés se acercó al empresario, quien mantenía una sonrisa boba en sus labios. Acarició su pecho con la punta de los dedos, rozando la llave dorada y menuda.

-Mis chicas y yo estamos a su disposición.
-La verità es que  las mujeres spagnole me encantan.
-Ah, veo que es un hombre culto que conoce lenguas. Fascinante.

-¡Maldita mujer!

Toledano se acercó a Inés y a su numerito de fingidas meretrices.  Había entregado su abrigo a Pratt y ahora llevaba una sucia gabardina que había salido de no se sabía bien dónde. Sujetaba una botella vacía de licor en su mano derecha.

-Llevo esperándote en el piso desde hace horas. ¿Dónde está mi recaudación del día?
-¡Hugo!-Rio Inés fingiendo que la inoportuna aparición de Toledano le molestaba menos de lo  esperado.- ¡Cariño! ¿Por qué has venido a verme? Sabes que volveré a casa contigo en unas horas.

Ella sujetó por el brazo a Toledano y apretó los dientes fingiendo una sonrisa.

-¿Qué **ño haces aquí?
-Eso mismo me preguntaba yo, mujer. Te imaginé en Berlín.
-Eso es lo que me gusta de ti:Tienes una gran imaginación.
-Eres una vil arpía.
-¿Qué planeas para cuando den las doce? 

-Un minuto! Mia chiave. Dov'è la mia chiave?... si!
-¡**erda!-Exclamó Inés con cierto gesto de pánico.
-Atrapad esso! per lei, il resto delle puttane ed è cojo ubriaco!
-Sé que esto sonará mal, pero puedo explicárselo.

Los guardaespaldas hicieron el amago de sacar sus pistolas.

-Alba, Carla, Sezar, Lola.

cuatro mujeres de las que acompañaban a Inés golpearon con gran rapidez y certeramente a aquellos hombres, incluido Sanguinetti, dejándoles sin sentido.

-No me podrás decir que mis chicas no son útiles, Hugo.
-No lo niego. Ahora, la llave.
-¿La llave? ¿Qué llave?
-Mujer, tengo tres razones para convencerte.

Los hombres de Toledano se acercaron a su capitán.

-Ah, ya veo… Hola, Pratt, ¿aun sigues soportando las locuras y manías de Hugo?
-Rendíos ahora, por favor.-Pidió el contramaestre.
-¿Rendirnos? Creo que no.

Inés golpeó con una potente patada el bastón de Toledano, haciéndole caer. Los hombres de Toledano se abalanzaron sobre Inés, quien logró huir de ellos saltando sobre ellos y corriendo por una calle cercana.

-Chicas, nos vamos ya. Recogiendo.

Las seis mujeres siguieron el ejemplo de su capitana. Treparon por el muro cercano y recorrieron los tejados de las casas.

-Capitán, ¿está bien?-Preguntó Pratt ayudando a Toledano a levarse.
-¡Atrapadlas! ¡No pueden huir!
-Lucas, atrapa a Inés y trae la llave.
-Sí, señor Pratt. Lleven al capitán al barco y en un periquete estoy allí con la llave.

Lucas trepó y las siguió apresurado.

Y en efecto, Lucas llegó al barco en un periquete, pero amordazado y atado de pies y manos.

-Lo intenté, capitán. Juro que lo intenté.- Fue lo primero que el joven dijo al quitársele la mordaza.

Toledano arrancó una nota que estaba pegada a la espalda de Lucas:



La próxima vez envíame alguien más curtido o voy a pensar que no me tomas enserio.

Me quedaría ver como la desilusión  te domina hasta los huesos, pero tengo sitios a los que ir.

Nos veremos cuando quieras perder contra mí:

Inés Molina

P.D: Feliz año, Hugo 


-Odio a esa mujer, señor Pratt. De veras que la odio con todo mi ser.
-Lo sé, capitán.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Una pequeña locura




Dedicado a Carolina Aparicio Couso

Yo siempre quise chicas de bolsillo, no novias, no amigas, que también están bien, si no chicas de bolsillo.

Estaría bien que las chicas, algunas y no todas, tuviera un botón de encogido, similar a un lunar si se quiere, para poder llevarlas en el bolsillo siempre...

-Ana, ¿y esto?
-No, no lo… toques eso
-¡Anda! Pues ale, al bolsillo.
-¡Eh, no!

O incluso que veas a una que te guste y digas: bebe a lo Alicia en el país de las Maravillas.

-Carolina, ten, te va a gustar.
-¿Sí? Veamos… sabe algo raro
-Venga, tú y yo nos vamos a dar un paseo.
-¡Eh, no! ¡Al bolsillo no!


También podría ser que se usase lo que tantas y tantas veces se vio: una pistola de rayos.

-Elena, mira que tengo.
-¡No me apuntes con eso! ¡Esto no tiene gracia! ¡Eh, no! ¡Suéltame!


Y ya en el extremo más extraño y rocambolesco de todo esto, una gripe que haga eso a las chicas.

-Creo que me he pillado un buen… res…friaaaa… ACHUUUUS!!! ¡Oh, no!

Aunque claro, ¿Quién soy yo para pedir eso? ¿No pueden ellas pedir eso mismo con los chicos?

-Cariño, déjame a mí que te alcance eso, que como eres tan bajita….
-¿Ah, sí? Pues lo vamos a ver… si aprieto este lunar…
-¡Muy graciosa!
-Ten cuidado, que te voy a pisar sin querer.
-¡Eh, aparta tus pies de mí!

Y, Oye, sería útil…

-¿Esther, te apetece ir al cine?
-Sí, pero esta vez pago yo.
-Vale, me bebo ese líquido y solo pagas una entrada.

 Dedicado a Carolina Aparicio Couso 

¡Ah, qué mundo sería ese en el que pudiéramos jugar con la realidad y con las dimensiones!  Pues todo es relativo. Desde que empecé a escribir, me di cuenta que nadie es grande o pequeño, nadie es malo o bueno, nada es absoluto, la verdad.

Por poner un ejemplo, si tomo a Carolina, que es la primera de las chicas que en mi texto he encogido y la devuelvo su tamaño original…

-¡Ah, mucho mejor! ¡Ahora sí!

No es una chica muy alta, es normal… tal vez un poco más baja que otras.

-¡Eh, no te pases!

Bueno, perdona. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Si yo ahora decido llevarme a  Carolina a Liliput.

-Eso no me disgusta tanto

Automáticamente, para la gente de allí sería enorme. ¿Qué pasó? ¿Deja de ser Carolina normal? No. Para nosotros no, así que, todo es relativo.

De eso va mi filosofía en muchos aspectos. Es casi un hecho metafísico.

-Y pretencioso.

¡Ejem!

-¡No le des otra vez al botón!

Aunque, tal vez todo esto que digo son locuras de alguien que mata su tiempo imaginando, creando, soñando, deseando y  volcándolo en hojas blancas y sin vida. Son cosas que tal vez otro tiraría a la basura, no obstante, alguien más compartirá mis locos sueños y mis ideas extrañas, aunque sea porque tenemos la misma numeración en las páginas del imaginario colectivo.

-Ale, al bolsillo.
-¡Eh, no! ¡Otra vez no!