lunes, 30 de septiembre de 2013

Los domingos



Él: Hoy es Domingo.

Ella: Ya… ¿Y?

Él: Pues que los domingos en mi casa, mi madre nos hacía chocolate y mi padre me mandaba a por churros, porras y a por el periódico.

Ella: Si tanto te apetece, nos vestimos y vamos a una cafetería donde tengan churros y desayunamos.

Él: No, son tonterías mías. Solo era un recuerdo. Me gustaría poder ir a misa hoy.

Ella: ¿Qué dices? ¿He oído bien? ¿Ir a misa? Pero si tú solo pisas una iglesia para bodas, bautizos y comuniones.

Él: Sí. No. ¡Yo que sé! Solo fue una ocurrencia, otro recuerdo. Dije que me gustaría poder ir, no que quiera.

Ella: ¡Menudo peligro tienes tú con las ocurrencias!

Él: Es que ahora me siento como si me faltaran los domingos. Mejor dicho, las mañanas de los domingos.

Ella: Sí, porque la verdad que las tardes de los domingos siempre me han parecido muy grises.

Él: Eso es por que precede al lunes y odiamos los lunes.

Ella: No sé, será como dices. ¿Te vas a levantar?

Él: No lo creo. ¿Para qué?

Ella: Oye, si te da tan fuerte, pues vete a por el periódico y a por esos churros y porras, como hacías antes, Y luego vete a misa… ¡O al Rastro, como hacías muchas veces antes de empezar conmigo!

Él: Sí, tal vez  me vaya a por periódicos, los churros, las porras y preparo chocolate.

Ella: Muy bien. Vete a misa o a donde te plazca, pero yo quiero dormir, que luego dices que estoy intratable.

Él: ¿A dónde voy a ir?

Ella: No me tires de la lengua que te mando a un lugar muy incómodo y me quedo tan ancha.

Él: Es que antes parecía que hasta los domingos tenían un centro. Había días especiales.

Ella: Si con esto me dejas dormir, lo haré: Todos los días contigo son especiales, mi vida. Anda, ven aquí mimosos, que eres un mimoso.

Él: ¿Te parece que esta tarde, para combatir la tristeza, tú y yo veamos Desayuno con diamantes con un enorme cuenco de palomitas?

Ella: ¡Pero si tú detestas esa película!

Él: Y los lunes, pero así son las cosas. 


sábado, 21 de septiembre de 2013

El Napoleón del Crimen


Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad.-Sir Arthur Conan Doyle.

El problema final al que se enfrentó no ya Sherlock Holmes, si no su creador, Sir Conan Doyle, fue el de encontrar un némesis a la altura de su detective consultor.

Curiosamente, Holmes, en sus primeros diez años de colaboración con el doctor John H. Watson, se había enfrentado a la venganza, al despecho o a la codicia en forma de criminales de poca monta.

Cierto es que en 1887 se las había visto con la única persona que, en el Escándalo en Bohemia,  fue capaz de salirse con la suya y a la que, en esa época victoriana que ya queda lejos del prisma  de la sociedad que hoy tenemos, se le apodó como La mujer.

¿Estaba ahí su némesis?  No es tan descabellado pensar algo así. A fin de cuentas el hombre que dijo que hay instintos más profundos que la razón había sido vencido por una mujer que se dedicaba a practicar chantajes y se había aprovechado de la inocencia de ciertos hombres para lograr lo que deseaba. Irene Adler.

Irene Adler, la mujer, nacida Clara Steephens en 1858 en Nueva Jersey, había logrado dejar en Sherlock Holmes una gran huella, pero lamentablemente, no puede ser el némesis de nuestro detective consultor ubicado en el 221B de Baker Street. 

Irene Adler



Claro está que incluso aquellos que no han leído ningún relato realizado por Conan Doyle les es familiar el nombre de James Moriarty, supuesto profesor de matemáticas y ciencias que en el verano de 1872 dio clases particulares a un joven y convaleciente Sherlock Holmes.
Poco más sabemos de la vida de este Napoleón del crimen. No obstante, estamos ante un innovador modelo de criminal, pues, como bien apuntaba Fernando Savater, no es ni mucho un criminal corriente, sino un genio del delito que dirige en la sombra a una multitud de sicarios.

Ha nacido el antepasado de aquellos cerebros criminales que en tantas novelas, series de televisión o comics, se han encontrado. Un modo de entender el crimen casi como una ecuación o una sonata de violín.

Pero, ¿Y si Moriarty no hubiera existido en realidad? Si uno lee el problema final, ve que, según John Watson nos relata, nadie salvo el propio Sherlock Holmes ve cara a cara a Moriarty. Previamente, Watson no ha oído el nombre de este siniestro profesor salvo una mención en el caso llamado el valle del terror. Cuando Sherlock le desvela a Watson lo peligroso que es Moriarty, junto a su intuitivo amigo, John Watson ha vivido ya más de treinta y un casos, entre ellos el del famoso Sabueso fantasmal, ha conocido al hermano mayor de Sherlock, Mycroft Holmes, y, si no me equivoco, se había casado ya dos veces. Sin embargo, él no ve cara a cara a James Moriarty, solo tiene los testimonios y la sucesiva nota de Sherlock Holmes justo antes de caer junto a su némesis en las Cataratas de Reichenbach. 



James Moriarty


Este último acto, el de la aparente muerte de Sherlock Holmes, provocó un aluvión de quejas y reclamaciones de los lectores a Arthur Conan Doyle, pero el final del problema se había ejecutado. Conan Doyle es libre y ya no debe ser esclavo de su criatura… durante un tiempo, claro está.

Hubo lectoras vestidas de luto y lectores con crespones negros en sus mangas y sombreros tras la publicación del problema final. Diez años después, Holmes volvería de la tumba.

Ahora bien, volviendo a la premisa antes expuesta, solo Sherlock Holmes se ve cara a cara con James Moriarty. Sólo él sabe que  Moriarty, en palabras del detective consultor, es una araña en el centro de una gigantesca red del crimen. Pero, ¿De veras estamos ante un intelecto a la altura de Sherlock Holmes?
Cierto es que el siempre pasivo e indolente Mycroft Holmes, siete años mayor que Sherlock, tiene un poder de deducción muy superiores al de su hermano, pero sin embargo no se dedica al trabajo de detective porque es incapaz de hacer el esfuerzo físico necesario para llegar a la conclusión de los casos. ¿Es capaz él de crear una red del crimen? Recordemos que el propio Conan Doyle nos hace ver que Mycroft ostenta un cargo de gran importancia en el Ministerio de asuntos Exteriores inglés, por tanto, tiene intelecto y una mente ágil, no así su cuerpo, con los que ser un digno rival para su hermano menor, pero carece de los motivos y del ímpetu para ser el supuesto Napoleón del crimen.

Lo que pocos saben es que hay un tercer hermano Holmes. Sherrinford, el hermano mayor del trio, del que solamente sabemos que posee un intelecto aún más superior que el de Mycroft, pero con un carácter débil, lo que nos hace automáticamente descartarle como posible James Moriarty.

Todo esto nos hace ver dos premisas: O bien existe alguien no consanguíneo de Sherlock Holmes que posea un intelecto a la altura de rivalizar con la del detective de Baker Street, o bien las dotes para la interpretación y el engaño que posee del menor de los Holmes han permitido que James Moriarty sea un ardil para lograr un cometido.

En el primer caso, tomaríamos por real todo lo que Holmes cuenta de Moriarty a su amigo y colega desde cómo se cruzaron los caminos el detective consultor y el Napoleón del crimen hasta su milagroso regreso al mundo de los vivos, el cual nunca abandonó según se nos cuenta magistralmente en el caso titulado la aventura de la casa vacía.

En el segundo caso, se podría conjeturar lo siguiente y es que Sherlock Holmes utilizó el nombre de su antiguo profesor particular de la juventud para crear a un ser capaz de manejar todos los asuntos turbios y criminales de Londres, cosa que sería más fantasía que verdad, con el fin de, creándose un némesis a la altura, fingir su propia muerte en las cataratas de los Alpes, alejando a John Watson del lugar donde se dará su supuesta muerte gracias a un muchacho al que previamente pagó.

¿Con qué fin haría alguien tan racional algo como esto? Tal vez el problema final al que el propio Holmes no supo enfrentarse fue uno con nombre y apellido: Irene Adler.

Algunas personas, entre ellas W. S Baring-Gould, autor de Sherlock Holmes de Baker Street, señalan que Holmes queda prendado de Irene y que tras su supuesta muerte en  las Cataratas de Reichenbach, este se reencuentra con ella en  Montenegro y París para entablar un relación sentimental que acabaría en 1892. Al poco, según se postula, nacería en EEUU el hijo de Sherlock Holmes e Irene Adler.
¿Y si Holmes decide dejar aparcada su vida en Londres para probar lo único que en esos años no ha probado científicamente? ¿Y si decide que debe probar empíricamente lo que es el Amor? ¿Y si de verdad el hombre más metódico y racional que el doctor John Watson conoció nunca es capaz de amar, dejando así atrás las teorías que postulan que Sherlock Holmes es un hombre misógino?

Sea como fuere, Si es cierto que James Moriarty manejaba en las sombras el crimen en el Londres de la era victoriana o si Holmes planeó su muerte, inventándose a un némesis que le pudiera dar credibilidad a su supuesto final, ninguna de ambas hipótesis desprestigia que pudiera haber un reencuentro entre Sherlock Holmes e Irene Adler, cosa que le da un factor más humano al hombre que resolvió el caso del signo de los cuatro.

Luego, si la teoría aquí expuesta puede ser factible, se podría entonces afirmar que el gran némesis de Sherlock Holmes, el Napoleón del crimen, la araña en el centro de una gigantesca red del crimen, sería el propio Sherlock o, en su defecto, James Moriarty sería Irene Adler, quien supo vencer al detective consultor en un terreno en el que era un advenedizo. 

jueves, 19 de septiembre de 2013

El caso del ladrón de niños


Basado en Peter Pan, de J.M Barrie y en los comics del mismo título de Loisel
 

-1906, Londres. Comisaría de Scotland Yard. Interrogatorio al sospechoso.-


Inspector B. Morrison: Siéntese.

Sospechoso: ¡Tú no me das órdenes, adulto!

Detective C. Parker: ¡El inspector te ha dicho que te sientes!

Inspector B. Morrison: Se te vio anoche en la casa de los Lane a eso de las doce de la noche. Estabas entrando por la ventana del piso superior, al dormitorio de su hija, según sabemos. ¿Qué pretendías?

Sospechoso: No tengo porque decir nada.

Detective C. Parker: ¡Confiesa de una vez! Eres el ladrón de niños, el que se llevó a los hijos de los Darling hace cuatro años y pretendías volver a actuar llevándote a la hija de los Lane.

Sospechoso:

Inspector B. Morrison: Según han declarado la hija mayor de los Darling, te los llevaste a un lugar llamado Nunca Jamás ¿Dónde está ese sitio?

Sospechoso: A usted no le voy a decir nada. Uno no se puede fiar de los adultos, sois crueles y mentirosos.

Detective C. Parker: Y tú eres un psicópata, niño. Y a los psicópatas no les esperan cosas agradables.

Inspector B. Morrison: Peter… ¿Te llamas así? Peter. Mira, sé lo de tu madre. Sé lo que te hacía, pero nosotros no queremos que te pase nada. Solo necesitamos respuestas. Han desaparecido muchos niños y creo que tú tienes algo que ver… o tenía, porque todos vuelven a aparecer.

Sospechoso: Yo no los robo. Solo…

Inspector B. Morrison: Solo ¿Qué?

Sospechoso: Solo me llevaba a los niños que caían de sus cochecitos y sus niñeras no se daban cuenta. Los llevaba a un lugar que me mostró Campanilla.

Detective C. Parker: ¿Campanilla?

Sospechoso: Sí, es un hada. Es casi del tamaño de un pulgar y tiene mucho genio… ella me mostró el camino a Nunca Jamás.

Detective C. Parker: ¿Nos tomas el pelo?

Sospechoso: No, lo prometo.

Inspector B. Morrison: ¿Y dónde está tu hada?

Sospechoso: No lo sé. Huyó antes de que me trajeran aquí. Ella… me enseñó a volar.

Detective C. Parker: Así que el señorito ladrón puede volar.

Sospechoso: ¡Es cierto!

Inspector B. Morrison: Eso, aunque difícil de creer, explicaría como llegabas al dormitorio de los hijos de los Darling y al de la hija de los Lane… Pero, ¿Por qué los Darling?

Sospechoso: Me agradaban. Sobretodo Wendy. Sabía contar cuentos y me cosió mi sombra…

Detective C. Parker: ¿Sombras? ¿Cosió tu sombra?

Sospechoso: Sí, la cosió.

Inspector B. Morrison: El caso es que los Darling regresaron a su casa después de estar en Nunca Jamás… Además del resto de niños desaparecidos.

Sospechoso: Niños perdidos.

Inspector B. Morrison: ¿Perdón?

Sospechoso: Se llaman niños perdidos, no desaparecidos.

Inspector B. Morrison: De acuerdo. Entonces, si devolviste a los niños que te llevaste, ¿Por qué la hija de los Lane?

Sospechoso: Fácil. Necesitaba una mamá.

Inspector B. Morrison: Me temo, Peter, que necesitas ayuda. Tal vez un orfanato y un psiquiatra amigo mío te puedan ser de ayuda.

Sospechoso: ¡No! ¡Me escaparé! ¡Campanilla vendrá a buscarme! ¡Sé que desean hacerme! ¡Quieren que crezca! ¡Todos lo quieren, pero yo nunca voy a crecer!

Detective B. Morrison: En un buen correccional, te aseguro que sí.

Sospechoso: ¡No pueden impedírmelo! ¡Soy Peter Pan! ¡Yo maté al Capitán Garfio y volveré a volar!

Inspector B. Morrison: Guardias, llévense al muchacho a una celda hasta que el orfanato venga a por él.
 

Orfanato del sur de Londres. Medianoche.
  
Inspector B. Morrison: Señor Fisher, soy el inspector Basil Morrison, de Scortalnd Yard. Y él es el detective Charles Parker. ¿Por qué nos llamó?

W. Fisher: Es el chico que trajeron hace seis días. Se esfumó.

Detective C. Parker: ¿Cómo que se esfumó?

W. Fisher: Pues eso, que ya no está. Hace unas horas que desapareció.

Inspector B. Morrison: ¿Y nadie vio nada?

W. Fisher: Algunos chicos dicen que una luz extraña llegó a la habitación donde dormían. El chico, ese Peter, se pasaba las horas mirando por la ventana y apenas comía ¿Saben? Pero el caso es que esa luz entró en el cuarto y se oían tintineos.

Detective C. Parker: Tintineos…

W. Fisher: Sí.

Detective C. Parker: Como si se tratase de una campanilla o algo así ¿No?

W. Fisher: Sí, supongo yo.    

Inspector B. Morrison: ¿Y después?

W. Fisher: El chico habló con esa luz y, según los chavales, el chico comenzó a levitar y salió volando por la ventana, cacareando.

Inspector B. Morrison: ¿Volando?

W. Fisher: Sí, ni yo me lo puedo creer.

Detective C. Parker: ¡Diantres! ¡Así que era verdad! Inspector, el chico…

Inspector B. Morrison: Lo sé, Charles.

W. Fisher: ¿Sabían que volaba?

Inspector B. Morrison: No hasta hoy, señor Fisher.

Detective C. Parker: ¿Damos una orden de busca y captura?

Inspector B. Morrison: Sería inútil. Peter ya estará en ese sitio… ¿Nunca Jamás?

Detective C. Parker: Sí, creo que así se llamaba el lugar que nos contó el chico.

W. Fisher: Pero es que, ahí no termina el asunto, inspector Morrison.

Inspector B. Morrison: No me lo diga, se llevó a varios chicos del orfanato con él.

W. Fisher: Sí, exactamente cuatro, que eran los que se creían sus alucinaciones.

Detective C. Parker: Lo está volviendo a hacer.

Inspector B. Morrison: Sí. Ese pequeño truhán ha sido más listo que nosotros.

Detective C. Parker: Le volveremos a atrapar.

Inspector B. Morrison: No estoy tan seguro de ello. Puede que tardemos otros cuatro años, como mínimo. Le aconsejo, señor Fisher, que ponga barrotes en las ventanas. Si volvemos a detener a ese muchacho, no quiero que se esfume como esta noche.

W. Fisher: ¿Y ya está? ¿No van a hacer nada?

Inspector B. Morrison: Sí, claro. Esperaremos que vuelva a las andadas y  veremos que hacer, pero algo me dice que Peter tiene todo el tiempo del mundo a su favor. Buenas noches, señor Fisher.

-1922, Londres. Comisaría de Scotland Yard.-  


Basil Morrison miraba su lugar de trabajo desde hacía más de treinta años con nostalgia.

-Inspector Morrison.-Le llamó el hombre que iba a ocupar su lugar en pocos días, el subinspector Leonard Gibson.
-Ah, buenos días, Leonard.-Sonrió Basil.- ¿Qué desea?
-Pues… vera… me ha dejado un informe muy raro en mi mesa sobre ese caso que nunca resolvió.
-¿Y?
-Que no es posible.

Basil Morrison miró a Leonard con parsimonia.

-Le aseguro que es verdad lo que ahí se cuenta. El detective Parker y yo lo vimos con nuestros propios ojos. Lastima que Chales ya no pueda corroborar mi historia.
-Pero… ¿Un chico que vuela?
-No solo eso, Leonard.
-Ya, ya, se lleva a otros niños con él y eso es monstruoso.
-Nunca le conté esto a nadie pero… Peter Pan no es lo que se cree de él. Cuatro años después de escaparse del orfanato, le volví a ver.
-¿En serio?

Fue en 1910. Volvía a casa tras capturar a un tipo que robaba cuadros en casas de gente con dinero. Eran las doce, más o menos. Mi mujer, Rose, me esperaba levantada. Emma, nuestra criada, ya estaba durmiendo y Rose se ofreció a calentarme la cena y darme conversación. Cuando nos disponíamos a dormir, oí un ruido en la habitación de mi hija Sophie. En esa época debía tener ocho o nueve años. Entré con mi viejo revolver en la mano al volver a oír un nuevo ruido.

Al entrar, allí estaba, parado frente la cama de mi hija. No había cambiado ni un poco.

Le apunté con el revolver. Mi mujer estaba nerviosa ante aquella escena. Permanecía a mi espalda, quieta como una estatua, pero presentía su nerviosismo.

Peter me miró empuñando su daga. Sophie aun dormía, inconsciente de lo que pasaba allí.

-Suelta la daga, Peter.- Le ordené.
-¿Nos conocemos?- Preguntaba extrañado. De veras no me reconoció. No recordaba nada de lo sucedido la última vez que le detuve.
-Suelta la daga.-Le repetí.
-Yo… no quiero hacerla daño.-Me dijo observando a Sophie.
-Lo sé.
-Solo es que… los niños Perdidos y yo necesitamos una mamá.
-Voy a bajar el arma, Peter.-Le avisé.-La voy a soltar y tú vas a soltar tu daga ¿De acuerdo, Peter?

Asintió y yo hice lo prometido, al igual que él puso su daga en su lugar.   

-¿Es su hija?-Me preguntó.
-Sí, Peter, es mi hija.
-Es muy bonita.
-Gracias.
-Necesito una mamá. Los niños Perdidos y yo no sabemos cuentos.
-Sophie no es muy de cuentos, Peter.
-Sophie… ¿Y conocen a alguna mamá que sepa cuentos?
-No, Peter.
-Lastima. Buscaré a otra.
-No puedo dejarte.
-¿Y va a tomar su arma otra vez y me va a matar?
-No. Solo quiero que te vayas y no vuelvas por aquí.
-Usted no me entiende. Ningún adulto lo hace.
-Necesitas una mamá. Eso lo puedo entender, pero no así…
-Y quiere que me quede en un lugar donde crecer ¿No?
-Yo solo quiero que dejes de llevarte gente volando a Nunca Jamás, pero sé que no puedo detenerte mucho tiempo. Nadie podrá.

Entonces me miró con cierta vehemencia infantil y se elevó. Delante de mis ojos y los de mi mujer, se elevó dirigiéndose a la ventana.

-No volveré a su casa, pero seguiré haciendo lo que me plazca. Soy Peter Pan y usted solo un adulto.
-Pues si es así, espero que no te topes con otra persona menos benévola que yo, Peter Pan.
-No se apure. Vencí a Garfio y luché con los indios.- Sonrió y se marchó volando tan rápido como le era posible.

Abracé a mi esposa y cerré bien la ventana del dormitorio de Sophie. Nunca más le volví a ver.

-Inspector…
-Lo sé, es increíble, pero es cierto, Leonard. Así que si oyes un caso similar al que te dije, hazme un favor: No le mates, solo es un chico perdido. Y ahora, si no te importa, tengo que recoger mis cosas y regresar a casa, con mi esposa. Hoy mi hija me va a presentar a su pretendiente y ardo en deseos de conocerle.

Basil Morrison, anteriormente inspector de Scotland Yard, se sentía satisfecho con su labor, incluso en los fracasos más extraños que nunca se conocieron, que si uno lo piensa bien, no son del todo para preocupar a un hombre bueno.  

Monumento a Peter Pan en el Parque de Kensington, cercano a la puerta de Lancaster Gate, en Londres
 *El inspector Basil Morrison y el Detective Charles Parker son creación de Gonzalo Álvarez-Alija García.