sábado, 30 de enero de 2016

La cena

Ada se asomó a su ventana. Anocheció hace más de dos horas y oyó como una moto de reparto de algún lugar zumbaba mientras recorría su trayecto.

Se quitó su albornoz- acababa de ducharse.-se puso su vestido de noche negro, se calzó los zapatos y salió de su cuarto con paso pausado.

-Lidia, me voy ya.-Anunció a su compañera de piso, quien leía Los Incursores en el sofá, con las piernas recogidas y la mano apoyada en su mejilla.
-¿mmm?
-Que me voy.-Repitió Ada.
-Ah, bien.- Levantó la vista y sonrío.-Estás muy guapa con eso.
-Me lo creería no lo dijeras con ese tono.
-Es que yo no entiendo eso de regalar una cena. Vamos, en mi cumpleaños no me regales cosas así, por favor te lo pido.
-¡Mira que eres petarda!-Exclamo Ada tras reírse.
-Antes prefiero un huevo Kínder.
-Muy bien. No me esperes despierta. Te quiero.
-Y yo, y yo…

Ada tomó el ascensor. Lidia y ella vivían en un quinto y bajar con sus zapatos era algo que no deseaba hacer.

Llegó a la calle y notó una leve brisa. Llamó a un taxi y una vez dentro, le dio al taxista (un tipo espigado, de cabello castaño, rizado y sucio) la dirección del lugar donde había quedado con Gabriel. Llevaban viéndose los últimos cuatro años y uno podría pensar que eso era una relación de noviazgo, pero siempre dejaron claro que no eran novios, que eran amigos especiales. Por esto mismo, Lidia los llamaba “los no-novios”.

-Ha llamado tu no-novio, que le llames para lo de mañana.
-Se llama Gabriel, ya lo sabes.
-¿Pero a qué si te digo no-novio sabes que hablo de él y no de otro Gabriel?
-Ninguna de las dos conoce otro Gabriel.
-No-novio.-Repetía solemne Lidia.

Tras un par de improperios y una o dos preguntas rápidas del taxista, Ada llegó al lugar. Moore.

Entró y allí estaba él, sentado en una mesa, leyendo la carta. La saludó al verla, se levantó y le dio un beso tierno en los labios.

-¿Llevas mucho esperando?-Preguntó ella al sentar.
-No. Hace unos veinte minutos que cerré la tienda y vine hará como unos seis.

Gabriel era dependiente de una tienda de comics. Bueno, en verdad era socio junto con otro amigo. Es así como conoció a Ada. Por culpa de Lidia. Todo, bueno o malo, era siempre culpa de Lidia. Eso decían los tres. Y con los tres, hablamos de Ada, Gabriel y Lidia.

-No sé qué hago yo aquí…-Confesó Ada al entrar en la tienda por primera vez con Lidia.
-Te he convencido.
-Ya, lo sé, pero digo que… yo no entiendo este sitio.
-Adita, por favor, no hablamos de un Sex Shop… Este sitio es más luminoso, por lo menos.
-Hola, Lidia.-Saludó Gabriel a una de sus clientes habituales.
-Hola, tipo de los tebeos. Te traigo una nueva víctima. Víctima, tipo de los tebeos. Tipo de los tebeos, víctima.
-Me llamo Gabriel.
-Yo Ada.
-¿Tu primera vez?
-¿eh?
-Quiero decir… Que está es tu primera visita a una tienda de comics.
-Ah, sí. Yo era más de Zipi y Zape cuando era niña.
-He intentado explicarle un montón de veces lo de Batman y sus Robins pero nada. No sale de las películas de Christian Bale.
-Me gustó mucho el Joker de esas películas.-Comentó Ada.
-¡Huy, eso es lo peor que le puedes decir a Gabriel! Odia ese Joker.
-¿Por qué?

Y de ahí en adelante…

-Debías ver a todos preguntándome porque llevaba chaqueta y corbata…
-Ay, pobre… te hubiera esperado si el problema era cambiarse de ropa.
-No, no. Está bien.

Gabriel observó su tenedor y llamó a un camarero.

-¿Sí?
-Este tenedor está sucio. ¿Me podría traer otro?
-¿Sucio?
-Sí, como de huevo o no sé bien que.
-Lo siento, señor. Enseguida se lo cambio.

-Un descuido.-Sonrió Ada.
-Seguramente. En fin… ¿Qué tal todo?
-Bien, todo bien.
-Estás muy guapa.
-¿No te parece estúpido esto?
-¿El vestido? No, te queda genial.
-Digo que… Lidia piensa que es estúpido regalar una cena.
-Lidia cree que es estúpido que los humanos no tengamos pies de palmípedo.
-Sí, pero está empezando a convencerme… lo cual me preocupa.
-Ada, me encanta esto, de verdad.
-Gracias. ¿Qué vas a pedir?
-Pues no lo tengo muy…

Un camarero corpulento, de cabello oscuro, se acercó a la mesa.

-Perdonen, pero soy el jefe de camareros. Me han indicado que su tenedor estaba sucio ¿No es así?
-Eh… sí, así es.
-Le pido disculpas.
-No importa, de verdad.
-Para mí si es importante. Esto es intolerable ¿saben? Estos detalles hacen que un cliente regrese o no a nuestro restaurante. Encontraré al responsable de esto y tomaré medidas.
-No, por favor. No deseo causar problemas.
-No los causa, señor. Hablaré con el dueño sobre ello.
-Pero…

El hombre se marchó con cómicamente marcial.

-¿Tú has visto eso?
-Y no me lo creo.-Respondió Ada sin dejar de mirar como ese hombre entraba a la cocina y vociferaba al poco.-Pero, oye, tal vez debiera comprarte algo, además de esto.
-No. ¿Por qué?
-No sé… puede que pienses que no te valoro lo suficiente y no es así.
-Ya lo sé, lo sé, pero no debes preocuparte tú por eso, de verdad que todo…

Un hombre trajeado, con la cabeza rapada y una barbita fina y oscura, apareció.

-Buenas noches, señor. Buenas noches, señorita. Soy el propietario del restaurante. Me han informado de lo sucedido. ¿Me permiten que me siente?
-Sí, es su restaurante.-Indicó Ada.

El hombre se sentó.

-Lo primero, lamento profundamente el incidente del tenedor.
-Oiga, no es tan importante, de verdad que no lo es.-El tono de Gabriel era de extrañeza e incomodidad ante el asunto.-Fue un descuido. Lo entendemos.
-Lo agradezco, pero no puedo excusar algo así. Es una deshonra para mí. He estado durante años intentando que mi restaurante sea uno de los mejores.

Ada no pudo aguantar una risita nerviosa ante las palabras de aquel hombre.

-Verán…-La actitud del dueño del restaurante era la de un hombre que iba a desvelar un gran secreto.-No es solo el restaurante. Atravieso una racha muy mala. Yo y todos, en verdad. El cocinero está en trámites de separación de su esposa. Veinte años de matrimonio… imagínense. No crean que no ponemos esfuerzo en nuestro trabajo. Tengo los mejores hombres y mujeres que encontré. Son buenas personas.

Gabriel no sabía ni que decir.

-Por supuesto, todo lo que pidan corre a cuenta de la casa.
-Gracias…

El dueño se levantó sonriente y regresó a sus quehaceres.  
-Mira, yo he perdido el apetito.
-Y yo. ¿Vamos a tu casa?
-Pero Lidia está…
-Ambos nos morimos por contarle esto.
-Es cierto.

Se sintieron aliviados al salir de aquel local. De camino a casa de Ada, vieron a un adolescente sujetando por las axilas a otro.

-Voy bien. Voy muy bien…
-Yo por si acaso no te suelto.
-No seas ridículo, tío.

-Y pensar que esto no es lo más raro de esta noche.-Bromeó Gabriel.

Cuando llegaron, Lidia estaba cenando en el salón.

-Hola, no-novios ¿Y vuestra increíble cena?

¡Lo que se rio Lidia ante el relato de lo sucedido mientras los tres cenaban juntos! Hizo bromas sobre eso durante días.

Ada prometió a Gabriel que le compensaría por lo del restaurante, que, por cierto, fue noticia días después pero eso no viene al caso.


Y la noche no quedó en silencio en la ciudad. 

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