sábado, 18 de octubre de 2014

Un caso de más

Al detective James Weber no le entusiasmaba hacerse cargo de un caso de asesinato como en el que se veía envuelto. Admiraba a otros compañeros que tenían una tremenda pasión cuando se les presentaba una oportunidad como aquella, pero él no era los demás. Él era un hombre rechoncho, de pelo corto y oscuro, ojos color alquitrán, mandíbula cuadrada y rasurada, además de tener de principios sencillos.

Incansable y vehementemente, observaba a los sospechosos de haber asesinado a la señora Agatha Monroe, viuda de Charles L. Monroe, hombre que hizo su fortuna en África. Agatha fue la tercera esposa de Charles y le dejo al morir este, una enorme y bien cuidada fortuna, motivo más que suficiente para que alguien le asestase a la pobre mujer diecisiete puñaladas de las que solo las últimas cinco eran mortales.

Como ya se dijo, James entró en el gran salón donde los cinco sospechosos estaban presentes. Allí estaba el Coronel Albert Anderson, héroe de guerra en oriente y hombre fornido, de grandes bigotes grises,  cabeza exenta de pelo, Constanza Campbell, sobrina de la víctima y de belleza helénica y cabello oscuro, Lord Rupert Richards, joven, bien parecido y esbelto esposo de Constanza, el ama de llaves Margaret Miller, mujer enjuta y poco agraciada, y Stephan Swift, mayordomo de la casa y hombre repeinado y entrado en años. Todos miraban al Detective como quien veía una representación callejera, o así se sintió por un instante el policía.

-¿Y bien?-Preguntó Constanza.- ¿Por qué nos ha reunido aquí?
-Pues… creo que ya sé quién mató a la señora Monroe.
-Será interesante oírlo.-Sonrió el Coronel mientras daba una calada a su cigarro habano.
-Uno de ustedes asesino vilmente a la señora Monroe aquí presente… 

El detective sintió una gran desazón al ver que nadie, desde que encontraron el cuerpo de la víctima, nadie se molestó en moverlo. Agatha Monroe estaba allí, con sus sesenta y seis años, tendida en el suelo y con el gesto de asombro, los ojos fijos en la puerta de la estancia y la boca entreabierta. Sí se molestaron en limpiar la sangre, pero nada más.

-¿Y es…?-El ama de llaves parecía inquieta por la parsimonia del detective.
-Paso a paso. Lo primero es señalar que el asesino esperó en esta estancia a la señora Monroe a partir de las doce de la noche, puesto que no hay en el mercado nada que marque mejor el estilo y la hora como los relojes Eternity.

Los presentes se sintieron extrañados ante las palabras del investigador. James se paró en seco y simplemente carraspeó.

-Lo que quiero decir es que el asesino fue una persona que conocía bien esta casa y las costumbres de la víctima, luego debía ser alguien familiarizado con este entorno y, por tanto, estar informado del viaje que hacía cinco días hizo la señora Monroe, ya que disfrutó de los Cruceros de Holiday group desde 324 libras, tasas de embarque, vuelo y todo incluido gratis, reservables hasta el 30 de noviembre…

Weber se tapó la boca de golpe y sus ojos miraban nerviosamente todo. No entendía lo que le sucedía. Era algo involuntario lo que iba diciendo ¿serían los nervios?

-Mire, detective, si se está quedando con nosotros le aseguro que…-Amenazó Lord Richards.
-No, no, discúlpenme. Debí comer algo en mal estado… ¿Por dónde iba? Sí, ya, ya… El asesino… ¡El asesino no era ajeno a esta casa, luego debía ser alguien que además, odiase profundamente a la señora Monroe! ¡Usted, Coronel, era amigo de su esposo desde hacía más de 30 años de garantía en la compra de las nuevas lavadoras Crystal Washer…! ¡30 años! ¡30 años!... ¡Y ustedes, señora Campbell y Lord Richards, ansiaban su fortuna y un sueño único que se convierte en un gran perfume. Arc’ en’ ciel ¡No! ¡Solo su fortuna! ¡Y la señora Miller y el señor Swift tampoco están libres de sospecha! No soportaban el trato despótico que recibían de su señora puesto que debían encontrar su propia libertad con el nuevo Overlord B3, equipado al más alto nivel, máxima seguridad y un consumo extraordinariamente bajo con ABS, 6 airbags y control de tracción SWD… Eh… quiero decir, que… En fin… que tras analizar todo esto descubrí que nada refresca más que los Minty extra fresh... ¡Diablos! ¡Que el móvil del asesino era el nuevo HeavySoul  42D con su pantalla de ángulo variable y sus funciones Cosmic+!  Comunicación y entretenimiento lleno de vida- ¡Ah! ¡No lo entiendo! perdónenme pero…

-¡Bueno, basta ya!-Clamó una voz de mujer.

Ante el asombro de los presentes, Agatha Monroe, viuda de Charles L. Monroe, se levantó del suelo donde estaba. Ciertamente pálida, pero en mejor forma de lo que nunca les pareció a los cinco sospechosos, se acercó a aquel agente de la ley.

-Pe… pero… ¿¡Señora Monroe!?
-¡Joven, es usted un desastre! ¡No soporto más cuñas de ningún tipo! ¡Que aburre usted a los muertos y una pierde el hilo de quien me mató!
-No… verá… es que su caso…
-¿Mi caso? Mi caso es que si lo sé no me caso, con tal, para el caso… ¡y ahora, cada cual a sus cosas! ¡Que nadie se queda hoy con mi herencia y  yo no pienso estar más tiempo sin cenar! ¡Ale! ¡Ale! ¡Stephan, vaya a la cocina de una santa vez y hágame aunque sea un sándwich de pepino y un té! ¡Venga!
-Enseguida, señora. Como usted mande, señora.  

Y aquella difunta que no lo estaba ya, caminó detrás de su mayordomo hasta la cocina como aquellos cowboys de los que alguna vez el detective Weber oyó hablar.


Al detective James Weber no le entusiasmaba hacerse cargo de un caso de asesinato como en el que se veía envuelto y, con cosas como aquella, estaba más convencido.  

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