Aun guardo esa foto ¿No la recuerdas?
Sí, esa en la que tú estás mirándome anonadada y yo te sujeto por la cintura
¿Te acuerdas ahora? No hace tanto… ¿O sí?
Muchos dicen que no eras la más guapa
pero a mí me atraías. ¡Cuántas veces nos hemos pateado Madrid! Aun, cuando paso
por el Intercambiador de Moncloa, veo escuetamente aquella cafetería. Aún
recuerdo el ruido hueco de la gente y las tazas y como llorabas en silencio
cerca de mí. No sabes cuantas veces he lamentado que te sintieras así.
Si te sirve de algo, aún recuerdo como
sabían tus labios y resuena en mi cabeza tu voz musitándome Eres un cobarde. No te atreves a buscar una
habitación y a que lo hagamos. Cobarde.
Y no era cobardía, era un vano respeto a
ti. Un saber esperar y disfrutar el viaje. La meta estaba si uno la quiere,
pero hoy muchos parecen olvidar el viaje.
Observo la foto y aun creo que estoy
recibiendo esa mirada oscura, brillante, pulida, bella, inocente… Tu mirada. No
me mirabas a mí. Intentabas mirar en mí.
Aun no sé porque me abrazabas y me
decías que detestabas no estar a mi altura. ¡Dios del Cielo! ¡Hasta descalza
llegabas a mi altura! ¿No lo veías? Con esa mirada tuya, ¿no eras conocedora de
lo asustado que estaba? ¿De cómo me sudaban las manos? Me parecía tan obvio.
Y esa gran sonrisa que gastabas entonces
dio paso a los ojos rojos de llorar, a la mueca de dolor, a la rabia
descontrolada…
-¡Tú
no quieres a nadie! ¡Me has utilizado! ¡Daba la vida por ti, cabrón! ¡Te quería
y tú me has utilizado!
Y yo no quise ni pude reaccionar. Me
gustabas. Eso no lo podía negar. Me gustabas aunque no estuviera enamorado de
ti. Por eso llorabas tantas veces delante de mí. Pocas veces reías conmigo.
Sonreír siempre lo hacías.
Llegamos a un punto muerto. Sentías que
te había utilizado y yo me sentía difamado, dolido, asqueado por no sentirme
como tú.
Y hoy me paro en tu mano que, como
muchas veces, toma la mía. Te mofabas de las chicas que habían quedado conmigo
y no me volvían a llamar. Pensaba y aun pienso que el problema era yo. Podía
echar balones fuera pero cuando te vi ahogar los gritos de rabia, con los ojos enjuagados
en lágrimas, me convencí.
Tú te ilusionabas cuando yo lo hacía y
tardé en entender que solo querías verme sonreír y que por fin me diera cuenta
que eras la mujer de mi vida. No lo eras. No lo ibas a ser y, aunque me lo
negase, nunca pasaría nada distinto a lo que al final sucedió.
Si tumbase la foto que tengo en un
marco, en mi estantería, dejaría de ver tu mirada anonadada y mi sonrisa
forzada, pero seguiría oyendo tu voz susurrando que te llevase a la cama, vería
tu rabia, tu llanto, tu suave y menuda mano entrelazando los dedos con la mía,
tus intenciones… y lamento aun el daño que te hice pues nadie lo merece. Aun
con todo y eso, no puedo ni sé entender tu dolor hoy, solo puedo entender que
tengo esa foto que tal vez recuerdes. Eso y que no pude ni supe cambiar lo que
al final nos pasó.
Solo perdóname.
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