"Dicen que soy un gran escritor.
Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos
lúcidos la refutaran fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de
ambas cosas a la vez."
- Jorge Luis Borges, escritor argentino
"La
mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar
a los demás es un defecto relativamente vano."
-
Friedrich Nietzsche, filósofo alemán
Lo que debería hacer es dormirme. Estoy cansado. El caso es que debería dormir, estoy cansado pero no logro dejar de dar vueltas a la almohada. La abrazo, la sobo, la aprieto, la pongo bajo mi costado derecho. Nada. Solo me resta pensar en cosas y tarde o temprano me quedaré frito. Recordar, crear historias en mi cabeza...
Hay veces que un recuerdo es como esas
entradas de cine que dejas durante años en la cartera. La tinta ya es solo un
fantasma de lo que allí estaba, dejando un trozo de papel que una vez fue un
buen momento de nuestras asiduas vidas ociosas. Sabemos que estuvo allí, pero
no sabemos bien que era exactamente lo que allí había. ¿Vi la última de ese
director que expone tanta violencia? ¿Aquella de esa actriz que idolatro tanto
y que debe decidirse entre uno u otro pretendiente? ¿De veras se fue sin
siquiera decirme adiós? ¿Tantos años de aguantarnos y se ha ido? ¿Ella y
cuantas? ¿Por qué lloro si lo tengo superado?
Guardaba su foto en aquel cajón, en la
mesa de estudio, bajo un montón de hojas con apuntes sobre historias que no he
llegado a terminar y a dar forma. La quité del marco en el que antes la puse.
Yo con mi gran S de Superman en esa camiseta que ahora ya solo es un trapo para
limpiar el polvo. La abrazaba y ella, con su cabello oscuro, negro como la
oscuridad donde ahora me tumbo a intentar dormirme, con esa pequeña naricilla,
con esos ojos de pupila llena de vida, me sonríe con cierto sarcasmo, como lo
hacía ella.
¿De verdad la vi hoy caminando por la
calle de la mano de un chico y no me
reconoció? ¿Tanto he cambiado desde ese Me
encanta tu nombre?
Tal vez el problema es que nunca he
dejado de ser lo que se esperaba de mí. Si me levantase de esta cama mañana
sería lo que los demás desean que sea.
El lunes seré un hombre viajado, que
tiene millones de fotos haciendo cosas interesantes con su pareja en Nueva
York, en Venecia, en Praga, en Francia, en Inglaterra…
El martes seré un informático que vive en
el extrarradio, o tal vez en Lavapiés, que se consuela de su vida sabiendo que
hay quien está peor.
El miércoles seré un ilustrador que hace
tiempo que pierde horas de sueño para ganar cuatro duros y pagar el alquiler de
su pequeño piso que comparte con una novia que le ignora siempre que le es
necesario.
El jueves seré el más leído y más
estudioso de los jóvenes eruditos, que usa los sentimientos que tiene como marca
páginas de frases interesantes y con aliento de ser profusas.
El viernes finalmente me dejarán ser
ella. No tenerla, no vivir con ella, no regalarle un gato, no irme de viaje con
ella. Ser ella y no por un deseo freudiano de homosexualidad reprimida, si no
como gesto absoluto de amor, de empatía, de comprensión única. Mi cuerpo
cambiará místicamente, sin romperse ni mancharse y seré ella. Mi perilla se
irá, mi cabello se tornará más oscuro y copioso, mis labios serán más finos, mi
voz más delicada, mi madurez e inteligencia emocional más notable…
Seré ella hasta el domingo cuando me
levante y sea yo. No más mascaras. Yo, el tipo que tiene un montón de ropa
sucia en el suelo, un vaso en su mesa de estudio con restos de coca cola en el
fondo, junto a bolígrafos, lápices, gomas, un papel con la frase se me resiste el monologo interior. Trabajarlo
más.
Seré yo, el que la única vez que viajó a
otro continente fue en la niñez, a Estados Unidos para no aprender casi nada.
El que solo con pensar en arreglar un problema en su Pc se pone histérico, el
que dibuja con trazos inconstantes figuras poco reales y que creé que las capas
son para cuando a uno le cortan el pelo. El que ha leído a muchos menos autores
de los que se creen los demás y no ha pretendido entender muchos de los símbolos,
figuras ni profundidades por respeto a que yo no soy ellos. Tal vez lo sea un sábado
impar. Sí, el próximo sábado tal vez sea Cervantes, el siguiente Bécquer, al
otro Jonathan Swift, el siguiente a ese Alas Clarín, al mes que sigue Lewis
Carroll…
Mi vida y mis relaciones entonces serían
como una obrita que alguien se molestará en ojear y en releer aquel párrafo
que reza:
Tal vez sí vi que en el colegio anterior no
se me enseñó a los nueve años a multiplicar ni a dividir, a ser alguien con una
evolución perfectamente coherente para mi edad, época, país, mundo y momento histórico
pues yo era el niño cuyos algodones en los que me tenían hasta la fecha están ya
sucios y no lo entenderán esto los que vivieron los cambios de vida como si se
abriera una ventana para que el aire moviera sus alas sin hacer esfuerzo.
Y ese alguien asentirá despacio y
anotará esa idea para él, para el futuro, para ejemplificar lo que es la
cobardía en los tiempos que no se vivieron en directo.
Un resquicio de luz da silueta a mi
cuarto. ¿Me dormí? ¿Cuándo? ¿En qué pregunta o en que reflexión?
Suelto un quejido de desgana al
despertarme, me destapo y rompo mi crisálida de sabanas revueltas y mantas
arrugadas con mayor agilidad que antes. Un impulso y ya me siento en la cama.
Me
froto la cara y noto la piel suave. Un estiramiento, me pongo de pie y me
deshago las coletas en las que recogí mi cabello oscuro para dormir. Un día más
en la vida. Hoy es viernes y por tanto, no puede ser un mal día del todo.