Dos
de las muchachas de aquel hostal de señoritas rieron discretamente, algo que
incomodó aún más a Lucas.
-Muchacho,
hoy va a ser uno de los mejores días de tu vida.- El capitán Hugo Toledano dio
una palmada en la espalda de su grumete.-Ya lo verás.
-No
sé si es una buena idea, capitán. El señor Pratt dijo que debería perder mi
virginidad con una novia o una chica que me guste, no con una meretriz.
-Pratt
se ha vuelto de un beato que marea.-Gruñó Toledano.-Bien que hace cuatro o
cinco años no le hacía ascos a visitar este lugar.
Una
mujer de unos cuarenta y tres años, de cabello largo y rojizo, que no
pelirrojo, ojos negros, nariz y labios finos, pálida, menuda y de senos
prominentes se acercó al grupo que formaban Toledano, Lucas, Aníbal, Rupérez y
los mellizos Merchán.
-Hugo,
cariño, me alegra verte.
-Y
yo a ti, Olvido.
-¿Vienes
por mí?- Olvido acarició el pecho del capitán.
-Me
temo que hoy no. Venimos por mi grumete.
Olvido
dedicó una ladina sonrisa a Lucas.
-¿Su
primera vez?
-Así
es.
-Chico
con suerte. La primera vez suele ser desastrosa, ¿sabes? Pero no con alguien
experimentado. ¿Cómo te gustan las mujeres, amor?
-Pues…
que huela bien…- Tartamudeó Lucas.
-Por
supuesto.-Rio Olvido.-Eres tan mono… ¡Chicas!
Seis
de aquellas mujeres se acercaron y se pusieron en una extraña formación, frente
al grupo de recién llegados.
-¿Cómo
te llamas?
-Lucas,
señora Olvido, señora, Lucas Hernando.
-Lucas,
te presento a Elisa, Candela, Clara,
Julia, Lucía y Paula. Ninguna de ellas llega a los treinta. Como ves la gama es
cuanto menos atrayente.
Y
así era. Elisa era bajita, cabello castaño corto, y de mirada dulce. Candela
era de largo cabello negro, cara redonda y sonrisa amplia. Clara era pecosa,
ojos color café y de cabello castaño oscuro y rizado. Julia tenía unos grandes
ojos azules, nariz respingona y cabello ondulado y color oro viejo. Lucía era
esbelta, pálida y de cabello castaño claro. Paula era la más alta, con ojos
verdes y cabello negro hasta los hombros.
-Todas
ellas harán lo que les pidas, cualquier fantasía. ¿Un tailandés? Sin problemas.
¿Dominación? Cualquiera puede ser la mejor dominatriz que te puedas imaginar.
¿Prefieres que sean dulces y amorosas? Sus caricias harán que te sientas el
único hombre del mundo que merece tenerlas. Elige y te prometo que no te
arrepentirás.
Lucas
observó a cada una de esas mujeres. La vergüenza hacía que notase su corazón
latir fuertemente.
-Muchacho,
es para hoy.-Instigó Aníbal.-Los demás también queremos escoger alguna.
-Pero
esas os las pagáis vosotros.-Aclaró Toledano.
-Pues…
en fin… Creo que… Candela
-¡Perfecto!
Candela, por favor, trata bien a nuestro intrépido grumete.
-Claro,
Olvido. Sí él así lo quiere, seré como la miel.
Candela
tomó a Lucas de la mano. Lucas nunca había tocado una mano tan suave y bella
como aquella.
Le
condujo a una de las habitaciones, con paredes rojas, techo blanco con moldura,
alumbrado por una tenue luz de un par de lamparitas que descansaban en dos
mesillas de noche, escoltando una gran cama de matrimonio con sábanas blancas
de reborde de hilo dorado y colcha roja carmesí.
-Te
noto algo cortado, cielo.
-No,
es que es mi primera vez y no pensé que sería con una… con una…
-¿Con
una prostituta?
Lucas
asintió con la cabeza muy deprisa.
-¿Qué
años tienes?
-Dieciocho
para diecinueve.
-Pues
cálmate, lo que vamos a hacer va a ser muy natural… a no ser que quieras alguna
rareza. Aviso que no deseo hacer nada escatológico ni que me lo hagas.
-No,
si a mí eso no me atrae… y me agrada como hueles a vainilla y a moras.
-Eres
un amor. Vete desvistiéndote en el baño si quieres.
Lucas
no dijo nada y se dirigió a aquel baño tan limpio y amplio, con bañera, bidet y
un espejo similar al de algunos camerinos de los teatros.
Se
quitó la camiseta e instintivamente se contempló en el espejo. Siempre le
dijeron que era bien parecido, con su cabello castaño oscuro corto, sus cejas
finas, sus ojos marrones y expresivos, su nariz romana, sus labios finos, su
barbilla redonda… También le dijeron que si hiciera pesas y abdominales,
llegaría a ser mucho más atrayente para las mujeres, pero… ¿Qué hombre joven en
su sano juicio se quitaría la camiseta para seducir a las mujeres?
Oyó
las carcajadas fanfarronas y graves de Rupérez, el estampado, que venían de
la habitación continua, así como palabras sueltas que se dedicaban la mujer
escogida por el tatuado marinero.
-Vueltita…
Verde… que seguro que te gusta… Distancia corta… visual para…
-Yegua…Tentación…Chillar
como una autentica…Ya lo vas a ver… mejor del mundo…
-Si
ellos pueden, yo no voy a ser menos.-Se dijo en voz baja él.-Se acabó ser el
niño de la tripulación.
Lucas
salió del cuarto de baño desnudo de cintura para arriba. Candela estaba tumbada
bocabajo en la cama, totalmente desnuda, con los pies moviendo lentamente en el
aire. Miraba a Lucas con una mezcla de incertidumbre e ilusión. Definitivamente
era preciosa.
-Veo
que me has salido tímido. Si quieres apago las luces.
-No,
no.
-¡Sí!
¡Venga, mi salvaje bucanero!-Gritó una voz femenina al otro lado de la pared.
-¡Dios!
Elisa es tan escandalosa…- Se quejó Candela.-Espero que eso no te distraiga.
-No,
claro que no… voy a ser un hombre, ya lo verás.
-Que
poco te pega hacerte el duro. Prefiero al chico dulce.
Lucas
se acercó a la cama y besó en la boca a Candela.
-¿Hay…
hay reglas sobre besos? Ya sabes, como en Pretty
Woman…
-No
si lo haces así. Besas muy bien.
-Lo
dices por complacerme.
-No
creo que lo sepas.
-Candela…
yo… yo… creo que no… creo que no puedo…
-Acabamos
de empezar… seguro que la cosa se vendrá arriba enseguida, en varios sentidos…
-¿Te
importa sí… sí no lo hacemos?
Lucas
estaba cabizbajo al formular esa pregunta.
-Mira,
sé que no te importa una mierda, pero… no soy bueno con las mujeres. Siempre
estropeo todo y me enamoro de cualquiera que me hace caso… ¡No es tu situación!
Quiero decir que, en fin… eres guapa y… ¡Dios! Tienes unos pechos perfectos, de
verdad…. Pero eres solo… quiero decir, está mal que me enamore de ti y por eso
creo que el señor Pratt tenía razón.
Candela
acarició los hombros de Lucas tras sentarse ella en la cama.
-No
pasa nada por sentirte así, Lucas.
-Ojala
fuera un hombre rudo y pudiera hacerlo contigo, pero no lo soy. Soy un cobarde,
un crio estúpido sin padres y sin que nadie le importe. Seguramente el capitán
Toledano prescindirá de mí cuando vea que no soy lo que esperaba. Soy un
estorbo.
Candela
sonrió.
-¡Ah!
¡Lucas, por Dios! ¡Sí, sí! ¡Menuda verga la tuya, cielo! ¡Ah! ¡Ah, Por favor,
con cuidado, no me hagas daño! ¡Ah! ¡Sí! ¡Sí! ¡Ah!
El
grumete no salía de su asombro.
-Ahora
tu hombría está a salvo delante de tus compañeros ¿Algo más?
-Bueno…
no me vendría mal que hablásemos ¿Te molesta eso?
-Toda
la noche si es lo que quieres.
Cuatro
horas después, y tras varios gritos y gemidos fingidos por ambos y alguna risa
sincera al contarse sus respectivas vidas, Lucas y Candela volvieron a la sala
donde se conocieron, donde en una mesa de comedor, Olvido y el Capitán Toledano
jugaban al póker, y al parecer Olvido iba ganando.
-¿Y
bien?-Preguntó Hugo al verlos.
-Pues…
verá, capitán, yo no…
Hugo
se levantó de su asiento y abrazó a Lucas.
-¡Ya
eres todo un hombre, Lucas, muchacho!
-Pero
si yo…
-Lo
sé. No te preocupes. Lo veo en tu cara.
Lucas
sonrió.
-Ten,
bombón.-Candela le entregó un papel blanco con un número de teléfono, un correo
electrónico y una dirección física.-Siempre que quieras y cuando quieras. No lo
pierdas ¿estamos?
-Estamos.
-Y
cuando tengas tu propio barco, ven a buscarme, claro está si me aceptas.
-Sí,
lo haré.
-Ah,
y esto no es ni por asomo amor.
-Claro.
-¡Escalera
de color!-Clamó Olvido.
-¡Qué
suerte la tuya, mujer!