Llegaste tarde a mi funeral, haciéndote de rogar
Con
ese vestido que tanto me gustaba verte
Y
no te extrañe si me fui por cruzar sin mirar.
Había
veces que era demasiado bueno para ti.
Si
me hubieras plantado en una maceta
Y
tal vez regado con tus lágrimas secas
Hubiera
visto muchas más primaveras.
Dudabas
de mis buenos propósitos.
Me
declaré con un abrazo en mitad de la multitud
Pero
sabes que no tengo el don de la oportunidad
Por
ti siempre tenía la cabeza en un punto inerte.
Quería
estar donde estabas tú o incluso más lejos.
Me
dejaste sólo cuando te necesitaba.
Hay
veces que creo que fue al contrario.
Ojala
hubiera tenido el corazón contenido.
Tenía
la espalda para llevarte a cuestas.
Contigo
descubrí el imperio de la tormenta
Y
vi que el trueno también te echaba de menos
Entonces
tú y yo corríamos entre los charcos.
Había
empezado a creer en nosotros dos.
No
es que estuvieras lejos, más bien en una nube
En
la que dejaste tendida tu ropa con ternura
Era
entonces cuando existió el tiempo perdido.
Me
llegué a creer más humilde y menos Dios.
Todo
lo que no hubo, acabó por unirnos
Estaba
claro que no íbamos a formar un hogar
Que
el tiempo fue la fragua donde cree mis ojeras.
Me
temó que solo pude dibujar a nuestros hijos.
Sé
que quemaste los miedos con los pecados
Que
el pasado fue muchas veces nuestro respaldo
Que
decías que al final no te parecía tan peculiar.
Y
es que yo nunca fui de esos en los que tú confías.
No
tengo claro si besarás mi frente y así te aseguraras
De
si hay flores en plena calle de mis cuatro latitudes
Y
si se me acomodó mi amor antes de llegar a estallar.
No
me importaba mucho si te acordabas de mí.
Sé
que como poeta dejaré mucho que desear
Sé
que por mí nadie aplaudirá en oleadas
Que
mi legado será más ruido que palabras.
Son
mejores tus labios tristes que cien epitafios.
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