En
las noches, yo no soy yo.
Cuando
era crío me quedaba dormido a las ocho de la tarde, estuviera donde estuviera.
Dormido como un bendito.
Así
que, soñar era algo normal en mí día a día.
Con
los años, me hice noctambulo. Ya había dormido mucho de niño. Creo que, algunas
veces pierdo los pies de la realidad y me voy, flotando a donde alguna vez,
durante el día estuve.
Por
esa regla de tres, me he casado cuatro veces. La última mujer me soporta
estoicamente, tal vez, porque lo merezca, tal vez porque me quiere más de lo
que me merezco. Pero, nadie como mi primera mujer. Con ella conocí lo que era
el Amor. Ahora, ella vive en París con mi hija mayor.
Sí,
tengo una hija de doce años, un hijo de ocho años, de mi tercer matrimonio, y
una hija de seis años, con la que hace unos días paseé por el mercado de San Antonio.
He estado con algunas actrices de mi país. No puedo decir nombre pues de hacerlo veríamos que no soy en verdad un caballero, cosa de la que me encanta presumir, sin serlo o siendo, y porque, en algún momento, mis hijos pueden leer lo que hoy escribo.
He escrito obras de éxito como Diana en Praga o Las Ranas no necesitan botines. Obras que la crítica ha adorado o apaleado. Es así esta vida.
Soy fundador junto con otros tres miembros más de La Casa Muda, un grupo de pop independiente del que, posiblemente veréis alguno de nuestros tres CDs, en algún lugar de segunda mano como la metralleta. No éramos malos en verdad.
He estado con algunas actrices de mi país. No puedo decir nombre pues de hacerlo veríamos que no soy en verdad un caballero, cosa de la que me encanta presumir, sin serlo o siendo, y porque, en algún momento, mis hijos pueden leer lo que hoy escribo.
He escrito obras de éxito como Diana en Praga o Las Ranas no necesitan botines. Obras que la crítica ha adorado o apaleado. Es así esta vida.
Soy fundador junto con otros tres miembros más de La Casa Muda, un grupo de pop independiente del que, posiblemente veréis alguno de nuestros tres CDs, en algún lugar de segunda mano como la metralleta. No éramos malos en verdad.
Entonces, es cuando los oigo, los saboreo, los veo.
El silencio, la soledad y la mentira. Son una triada tan dulce y bella. Son el
espejismo de una vida que puede que nunca viva.
Puedo ser infantil, soñador, obsesivo, crédulo,
mentiroso. Puedo querer lo que nunca me atreví a conseguir por no meter mojarme
el culo. Puedo haber llegado tarde a los andenes. Puedo haber bailado solo cuando
ya no hay música.
Me casé, tuve hijos, hice grandes cosas… Pero, incluso
la mentira es peor que ser yo en según que momentos. Aun puedo bailar con
alguien, aun puedo tomar el siguiente tren, aun puedo calarme hasta los huesos.
¿Qué tal si me voy hoy a dormir y veré con claridad
el mañana?
No hay comentarios:
Publicar un comentario