Había una vez un joven, ni muy pobre ni
muy rico, que se dedicaba a trabajar en
un molino de papel. No tenía ni esposa ni hijas, ni grandes fortunas. Solo su
discreta casa y un burro para ir de un pueblo a otro.
Un buen día, un mercader de especias
llegó a su pueblo contando que había conocido a un anciano que vivía cerca de
un bosque y tenía fantásticos poderes mágicos y que, a quien creía el anciano
que era digno, le concedía lo que deseara.
El joven que deseaba sobre todas las
cosas una esposa y una digna herencia que dejar a alguien, partió el día de
descanso de su trabajo y llegó a la cueva donde aquel anciano vivía, quien le
recibió sonriente.
-He oído que concedéis lo que desee a
quien veías digno.-Así habló el muchacho.
-Puede ser, ¿Y que deseas tú?
-Veréis, estoy enamorado de la hija de
un sastre desde hace años y ella no me hace caso alguno.
-¿Y que gano yo con ayudarte?
-Pedid lo que queráis.
-Eso haré. Un día iré a verte y no deberás
rechazarme, si no darme lo que yo te pida.
-Así lo haré, prometido queda.
-Pues vete, que ya loca por ti esa chica
está.
Y así fue. Nada más posar la hija de
aquel sastre los ojos en el joven molinero de papel, se enamoró de él y a los
pocos meses se casaron.
Una semana o dos después de casarse el
joven, el viejo apareció en su puerta.
-¿Estás contento con lo que
tienes?-Preguntó el anciano.
-Sí, más quisiera otra cosa.
- ¿Y que deseas tú?
- Veréis, al tener hermosa mujer temo
que poco sea para ella la vida que le pueda dar un molinero de papel y quisiera
una gran fortuna para que a ella no le falte lo necesario.
-¿Y que gano yo con ayudarte?
-Pedid lo que queráis.
-Eso haré. Un día iré a verte y no
deberás rechazarme, si no darme lo que yo te pida.
-Así lo haré, prometido queda.
-Pues vete a tu casa, que riquezas ya
tienes.
Al llegar a su hogar, la mujer le dijo
al joven molinero que de los cajones de todos los muebles salieron a rebosar
monedas de oro y plata y diamantes.
Gracias a ello, se compraron una casa más
grande, el molino donde trabajaba como asalariado el joven, dos caballos, ropas
bellas y elegantes…
El molinero de papel era feliz con su
esposa y pronto tuvo dos hijas, tan hermosas y buenas como lo era la mujer.
Al séptimo día del nacimiento de la
segunda hija, el anciano se presentó en la puerta de la casa del molinero de
papel.
-¿Estás contento con lo que tienes?
-Sí,
más quisiera otra cosa.
- ¿Y que deseas tú?
- Veréis, ahora que tengo hijas a las
que puedo casar bien, me parece muy triste dejarles como dote y herencia un mísero
molino y dos caballos. Tal vez si pudiera dejarle un título y tierras, sería
mejor.
-¿Y que gano yo con ayudarte?
-Pedid lo que queráis.
-Eso haré. Un día iré a verte y no
deberás rechazarme, si no darme lo que yo te pida.
-Así lo haré, prometido queda.
-Pues cuando despiertes mañana, título y
tierras ya tendrás.
Y así sucedió. El molinero se despertó y
vio que su casa ahora era mucho más grande y que al asomarse a la ventana de su
dormitorio, los campos llenos de viñas y cebada que descubrió eran suyos.
El molinero era ya un hombre noble, con
criados, siervos, carruajes y todo lo que deseara él y su familia.
A los tres días apareció en su puerta el
anciano.
-¿Estás contento con lo que tienes?
-Sí, más quisiera otra cosa.
-¿Y que deseas tú?
-Veréis, ahora que tengo tierras y
nobleza, casar a mis hijas no cuesta mucho, más, quiero que mi dinastía sea
recordada como ninguna otra y sé que siendo rey lo lograría.
-¿Y que gano yo con ayudarte?
-Pedid lo que queráis.
-Eso haré. Un día iré a verte y no
deberás rechazarme, si no darme lo que yo te pida.
-Así lo haré, prometido queda.
-Pues cuando despiertes mañana, en rey
te convertirás.
Y como no, así fue. Despertó el molinero
en un lujoso castillo de torreones bellos y altos y alfombras y tapices,
rodeados de diversos miembros que conformaban su corte y estuvo entonces pletórico
y lleno de felicidad.
Fue entonces cuando el anciano apareció
en la sala del trono.
-¿Estás contento con lo que
tienes?-Preguntó el anciano.
-Sí, ya no querría nada más.
-Pues entonces, cumple tu palabra y dame
lo que yo te pida.
-Veréis, ahora siendo rey, no tengo
porque cumplir esa promesa.
El rey ordenó apresar al anciano para
que le ejecutaran y al dar la tercera
palmada para llamar a sus guardias. Se encontró de nuevo frente la
cueva. Era ni muy pobre ni muy rico y seguía con su burro y su paupérrima casa.
-Como ves, no eres digno.-Indicó el
anciano, quien había hecho ver cómo serían las cosas si de verdad accediera a
darle lo que pedía al joven.-Vuelve a tu casa, que en ella todo lo que te mereces
tienes.
Y el joven molinero se quedó muy
apenado. Ni mujer, ni riquezas, ni hijas, ni tierras, ni reino… nada.
Sin embargo, al llegar al pueblo, tuvo
la firme convicción de intentar casarse con la hija del sastre y ser alguien
mejor.
Tardó más que si el anciano le hubiera
ayudado, pero os aseguro que se casó con la hija del sastre, siguió con su trabajo, tuvo dos hijas y, a la
muerte de su patrón, fue el heredero de aquel molino de papel.
Y fue entonces cuando no pudo pedir más.
MORALEJA
Lo que se consigue sin labor
No tiene tan grato y dulce sabor
Pues cada uno en su destino
Debemos ver que ser mezquino
Es tan malo como la avaricia
Y cambia al que no tenía malicia
Que no tener riquezas, títulos, ni
criados
Y sí administrar los dones de los hados
Es tan noble como tener el alma calmada
Que en la vida uno errará y no pasa nada
Pues humanos somos y hacer bien podemos
Si como humildes y agradecidos florecemos