Yo, Gonzalo Álvarez-Alija García, escribo porque lo necesito.
Y quiero dejar constancia de lo siguiente:
Siempre, por raro que parezca, uno posee a quien le agradan. Les fagocita espiritualmente en algunos planos muy reducidos de la existencia. A fin de cuentas, el escritor es eso: un ser que se asemeja a un Dios, crea y destruye a su antojo. Hoy vives, hoy mueres. Lo que pasa es que hay Escritores que no miran a los ojos de sus personajes y los que si lo hacen. Los de la primera clase, son casi dioses vengativos. Matarían a sus “actores” si con eso lograsen llamar a atención del lector. Para ellos, los personajes son casi rameras, y perdonen por esto las rameras, personajes y los escritores.
En el segundo caso, de los que creo que yo estoy, que miran a esos ojos y ven sus Almas de papel y tinta. Son héroes con pies de barro, lo sé, pero son dignos del aprecio y devoción del autor de sus vidas. Sus vidas, por raro que parezca, merecen ser respetadas.
Luego hay un nivel intermedio entre ambos modelos de escritor, pero ese es muy normal. Un escritor que suelta a sus personajes en un papel, que los vomita y los deja que se muevan solos y sin observar cómo son sus almas o sus personalidades.
Creo que el misterio del segundo caso, lo que hace que sean personajes con almas de papel y tinta es que se basaron antaño en alguien. Son parte de un trozo de la costilla del espíritu de una persona de carne y hueso. Pueden que nos decepcionen esas personas, pero siempre podemos hacer en los personajes que esa decepción no exista. Esa como cuando, de niños, jugábamos con muñecos y manejábamos sus actos. Ser escritor es jugar con muñecos hechos por nosotros, articulados, bonitos, siempre a nuestra disposición.
Tal vez, por eso no juzgo duramente al Ser Humano que he querido o apreciado. Ellos no son mis personajes, ni espero que lo sean. Solo he robado una fracción minúscula de su esencia para crear vida perfilada con letras. No soy un Dios, ni aunque escriba. Ni un escritor es siempre un Dios al cien por cien, porque, creerse que lo es, es caer en un error muy grande. Es ser un vanidoso y no se debe nunca pecar de vanidad, pero no importa tener vanidades. No debe tomarse enserio, pero tampoco creerse que es una burla del mundo que le conforma.
Ahora, te hablo a ti, léeme bien. Sí, tú. Sabes quién eres y yo lo sé. ¿Estás atendiendo? Bien. A ti te digo esto: Gracias. Por ese trocito de alma minúsculo que te robé cuando te abracé en la calle en invierno. Gracias por los ánimos que me das de sorpresa cuando no miraba. Gracias por apreciarme, que no quererme, una décima de segundo en tu tiempo. Gracias por volverte Titán, Gigante, Coloso en mi pluma de emoción fácil. Gracias en general. De tus costillas no ha surgido una Eva, si no un mundo, un universo. Yo solo fui un mero catalizador de tanta energía.
Y mira, si no me has leído bien cuando te lo pedí, tampoco es grave. Solo que en esa décima de segundo, no mirabas al lado donde me encuentro. Ya volverás tu vista a este Dios menor, señor de personajes de tinta y letras, mero creador de vidas en papel. En definitiva, un Ser que es capaz de escribir con un sentido y sentimiento.
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