A
la hora de realizar historias sobre un súper héroe, todo el mundo recurre a esa
persona para plantear, de un modo más o menos disimulado, cuál es su teoría
filosófica sobre varios temas de distinta índole y uno de los que más se repite
es el de si el héroe mata o no. ¿Está justificado? ¿Es lógico?
Si
nos remontásemos a los héroes de los cantares de gesta, es posible que veamos
factible que mate a sus rivales ya que van a la guerra, luchan contra gente
terriblemente cruel y el maniqueísmo es muy difuso aún en según qué cosas y muy
claro en otras.
Pero,
si nos fijamos en la figura del súper héroe, Habría que plantear muchas cosas y
verlas con detalle.
En
1938 empieza lo que muchos podemos llamar “La creación del súper héroe” cuando
aparece el Action Comics número 1 con
ese hombre levantando un automóvil ante la aterrada mirada de otros individuos.
Ha nacido Superman, pero aún está en súper pañales y no se dedica a partirse la
cara contra Lex Luthor o cualquier otro de sus villanos (que los tiene y puedo
nombraros hasta seis así de pronto, doce si me esfuerzo mucho), este Superman
surge para detener maltratadores y criminales de a pie usando los medios que
sean necesarios y por esto hablo darles palizas terribles o incluso llegar a
soltarles desde varios metros de altura.
Un
año después, en 1939, aparecería el que muchos han considerado su héroe
favorito. En el Detective comics número 27 aparece un hombre enmascarado que no
dudará en (ojo a esto) disparar a los criminales y acribillarlos. Batman viene
en busca de venganza. ¡Batman mataba!
Esto
va variando al gusto de sus autores. Aparecen las primeras amenazas para ambos
héroes, se plantea la idea de que la primera vez que aparece el Joker, Batman
lo mate (No bromeo, es así), se nos presenta a un criminal calvo y maquiavélico
que toma el nombre de… No, no es Lex Luthor. Hablo de Ultrahumanita… en fin, se
suceden los años, los héroes son un hecho en las páginas de los cómics, cada
niño tiene su favorito, se sacan todo sobre estos nuevos enmascarados con capa
o sin ella, llegan Flash, Wonder Woman, Capitán Ámerica, Namor, la primera Antorcha
humana… estalla la segunda guerra mundial… y llega la Seducción del inocente del Doctor Frederic Wertham, donde este
psiquiatra expone que tras la guerra, crece la delincuencia juvenil (Cosa que
pasa en muchos casos tras un periodo de posguerra) y que estos elementos
rebeldes de la sociedad leen cómics, ergo los cómics corrompen a los niños,
maten a los cómics ¿¡Es que nadie piensa en los niños!?... cuando a lo mejor
era lógico pensar, a mi parecer, que los cómics estaban al alcance de cualquier
chico por solo cinco o diez centavos y que algunos se los iban dejando a otros.
El
caso es que este ensayo destrozó los cimientos del cómic, pero no el de los
súper héroes exactamente, si no las historietas de terror y crímenes más que
otra cosa. Si es cierto que se crea un sello de censura que deben pasar todas
las publicaciones de cómics (salvo algunos casos que no expondré por no
desviarme del tema), y esta censura no permite que los súper héroes maten.
Perfecto. Ya está. El héroe no mata por no dar un mal ejemplo a sus lectores.
Aquí podría dejar de escribir e irme a hacer otra cosa, pero claro, quien hace
la ley, hace la trampa y así, bordeando la línea, en los 70 del siglo XX surge
un tipo de héroe que poco o nada tiene que ver con aquel que viste su capa y
detiene criminales. Surge lo que algunos llaman el anti héroe, y este es el que
llega a gustar más.
Si
en los 60, Spiderman, los cuatro fantásticos o Hulk saben adaptarse a su tiempo
y mostrar un héroe con ciertas debilidades y taras, que en algunos casos
maldicen tener sus poderes y ser lo que son, los años 70, con el Vietnam de fondo
y los movimientos sociales, traen un desengaño frente a las autoridades. El
presidente Nixon estaba pringado en asuntos muy oscuros y oscuros iban a ser
muchos héroes de aquel momento. Así vemos que, off de record (Solo sucedido por
una onomatopeya), se intuye que Wolverine mata a un guardia ante el horror de
sus compañeros mutantes de equipo, los X-Men, o como un justiciero que mata por
igual a un narcotraficante que a un transeúnte que cruza la calle en rojo,
acapara las páginas de algunos cómics para castigar a los criminales sin
importarle otra cosa que limpiar las calles del crimen. Si eres culpable, estás
muerto y eso hace que Punisher (Castigador) tenga un cometido tras el asesinato
de su familia… Es decir, Batman podía haber sido Punisher y en los 30 y los 40
lo fue.
¿Acaso
el lector necesita que le muestren que el mal se paga con todas las
consecuencias? No, no tiene porque. Aún está vigente un Spiderman que ha
sufrido pérdidas importantes en su vida y sigue adelante. No olvida a su tío
Ben, ni al capitán Stacy, ni a Gwen Stacy… Esta es mi vida, la voy a seguir.
Voy a hacer lo que creía mi tío: Un gran
poder conlleva una gran responsabilidad.
Responsabilidad.
Esa es la clave. Un poder, grande o pequeño, merece una responsabilidad para
con el mundo. Spiderman podía haber matado al ladrón que asaltó su casa, al
Doctor Octopus, al Duende Verde… y no lo hace porque entonces se convertiría en
todos ellos.
Igual
pasa con Batman o Superman. Batman podía haber matado a Joker. Se lo merece.
¿Cuánta gente ha muerto por culpa de sus actos? ¿Dos? ¿Seis? ¿Ciento
veinticuatro? Pero si le mata, ¿Es mejor que el asesino de sus padres? ¿Y
Superman? ¿Es justo matar cuando tus padres adoptivos te han enseñado unos
valores que van más allá de si eres capaz de volar o lanzar rayos por los ojos?
¿Matar a Luthor hubiera hecho que Clark Kent fuera mejor hombre que el
megalómano calvo que desea vengar que Superboy le hiciera perder su cabellera
pelirroja? (No es broma, eso pasó)
Está
claro que matar va contra la naturaleza de los actos de ciertos héroes pero…
¡Eh! ¡Oye! ¿Y lo del Batman de Miller en el
regreso del caballero oscuro donde deja a Bruce Wayne? Bien, eso es algo a
revisar, sin duda.
En
esa magistral serie donde Frank Miller crea un increíble ocaso del caballero
oscuro de Gotham, Batman acribilla a un adolescente de una banda llamada los
mutantes para salvar a una niña. No hablamos de un Batman de veinte o treinta
años, hablamos de un Batman que ya roza los sesenta y que está desengañado con
el mundo, que sabe que está en el ocaso de su vida, que si desea hacer algo por
el mundo que le rodea, por esa ciudad que grita de dolor, debe pasar esa línea
aunque eso signifique perder su moral y su ética personal, cosa que el Joker
termina arrebatándole del todo con los actos de esa historia. Batman se ha
perdido y no le importa. Miró al abismo y se convirtió en parte de él.
Si
vemos los sucesos de la película de 1989 de Batman, dirigida por Tim Burton,
vemos algo que ya se hará vigente en casi todas las cintas de Súper héroes:
Matar está permitido. Sí, venimos de Bruce Willis y sus Died Hard (La Jungla de
cristal en España), donde matar a los enemigos es algo cotidiano y vigente.
Por eso Batman no se detiene ni le importa si mueren criminales de todo tipo
por su mano, ya sea en esta cinta o en la de Batman Vuelve. Así pues, Batman mata, Tormenta en X-Men mata, Lobezno también (por
supuesto, si lo hace en el cómic…), pero llegamos a Batman Begins (2005) y vemos algo que cambia y rompe esa tónica de Matar está permitido. Duncan (Ras Al
Ghul) va en un tren que va a explotar. Batman ha salvado la ciudad y detenido
el plan del hombre que ha quemado su casa e iba a destruir Gotham y crear el
caos. La lucha idealogica está en que, aunque ambos creen en que pueden salvar
el mundo, Ras piensa claramente que se debe matar para preservar el orden,
Bruce Wayne no… y eso no impide que Batman a la hora de la verdad no mate a su
rival, si no que no le salve de su propia muerte. Ahí está la clave. No voy a
matar pero nada ni nadie me obliga a salvarte cuando tú no lo hubieras hecho.
La línea es difusa pero no se ha pasado, a mi parecer. Ras parece aceptar su
destino. Morirá pero sabe que no ha arrastrado a su rival a ser un
asesino.
Por
lo tanto, ¿Es posible decir sin error alguno que un súper héroe se define en
verdad por sus principios y su responsabilidad para con los demás? No siempre.
Si nos situamos a principios de los años 2000, surge una nueva corriente que
nada tiene que ver con el héroe de antes y que viene de la mano de autores como
Grant Morrison y Mark Millar: The
Authority y The Ultimates.
El
primer grupo de héroes mencionado, es capaz de ver la línea que antes decíamos
y mearse en ella. Matar es algo que viene con el traje y si además podemos
torturar a nuestros enemigos de alguna manera, mejor. Llega el momento en que
el Súper héroe se convierte en un soldado que mata para preservar el orden, en
un modelo de autoridad (de ahí el nombre del grupo) que se emborracha de su
poder. Ya entonces el sello de censura que trajo Frederic Wertham ha sido
aniquilado también. Ahora está permitido todo. Authority se burla de alguna
manera del héroe clásico y se proclama defensor de la figura del nuevo súper
hombre. Joe Kelly, guionista de Superman, haría una saga en el hombre de la
enorme S en el pecho donde mostraría que pasaría si se cruzase con un grupo
(llamado esta vez la Elite) que hace y deshace a su antojo y se ocupa de
proteger el mundo con las mismas armas que los criminales. El problema no es si
pasar la línea es lo que hace más real al héroe, es si puede ser capaz de
mantenerse firme y adaptarse a que lucha por un cometido mayor que el del ojo
por ojo. Es seguir firme a unos valores pese a que eso no le haga tan popular
como quisiéramos. Me gustaría decir que los que leyeron y fliparon con The Authority son aquellos que no tienen
idea de lo que es un súper héroe, pero eso no es cierto pues era (y uso el
pasado porque me da que esta época del héroe que traspasa esa línea moral ya
llegó a su fin) un producto nuevo y atrevido hecho por gente que sabe de lo que
escribe. Grant Morrison supo calar bien a Superman en su All-Star Superman (a mi juicio, uno de los mejores cómics del
primer súper héroe) y Mark Millar ha logrado un gran número de cómics
memorables donde no hay ni una muerte por parte de los héroes y que han hecho
que pase un rato muy grato (Sus números en Cuatro fantásticos son sensacionales),
no obstante, este autor, Mark Millar, es el encargado de dar forma al que
muchos han denominado los Vengadores del siglo XXI: The Ultimates.
Estos
Vengadores no dudan en hacer lo que sea necesario por el bien común de EEUU y
eso mismo, les explota en la cara en forma de un complot que les causa una
profunda crisis y les hace replantearse su papel en el mundo. Vale, sí, matan y
mucho, pero también debemos admitir que Millar (Autor escoces como también lo es
Grant Morrison), da una visión filosófica sobre si un héroe que escoge el
camino de matar puede redimirse de sus actos o no.
Ahora
bien, alguien tras leer hasta aquí, se puede señalar que pese a todo hoy día
tenemos que en la pantalla de cine un héroe como Superman ha matado en
películas como El hombre de acero.
Bien, cierto, y aquí llega algo que he llegado a discutir con gente que parecía
desencantada con el modelo clásico del súper héroe (por llamarlo de alguna
manera), y es el hecho de que en esa película no existe Clark Kent como tal.
Clark Kent es la parte humana de Superman y sin esa parte y esos valores que
debe aplicar a su día a día, solo es Kal El, hijo de Jor El y Lara. Un
exiliado, un hombre que está por encima del bien y el mal y que no se va a
someter a los principios morales de los demás. Que sí, que Clark Kent es un
disfraz para ocultar sus poderes, pero Superman no es el que importa en esa
duplicidad (No así pasa con Batman donde Bruce Wayne es sólo el cascarón vacío
de alguien que desea que nadie sufra), es Clark, el hombre que desea ser
aceptado, pasar desapercibido, tener una vida tranquila y normal pero que cree
que debe ayudar a los demás a que todo esté en un cierto orden. Matar no es
algo natural en alguien que desea ser uno más pese a no serlo. No es normal.
Nadie en verdad lo es y cuando Zod le “obliga” a matar, escoge la opción fácil
(Aunque claro, estos hechos suceden porque tenemos a un Superman que no es
humano o no tan humano como debiera ser).
Entonces,
¿Un súper héroe debe matar o no? A mi juicio, no y explicaré mi postura: Un
súper héroe ya por si surge y hace la justicia que él cree conveniente. No es
un policía, no ha hecho el juramento de proteger y servir, simplemente se ha
puesto un disfraz y ha decidido hacer lo que cree correcto. Veamos el caso de
Rorschach en Watchmen (ya sea el
cómic o la película). Rorschach es totalmente el modelo de lo que yo llamaría
anti héroe. Viene de una infancia dura, es un hombre desequilibrado pero hasta
que no es testigo de un hecho cruel y desalmado como es el que se da con el
secuestro de una pobre niña, no opta por perderse y convertirse en un asesino,
en un criminal a ojos de muchos. Hizo su justicia y al final perdió el norte,
por decirlo de algún modo. Luego es un criminal. Pero es un criminal desde el
principio. Obstruye la labor de la justicia, de la policía, de los jueces, de
todos… y cuando mata ya se ve que es un verdadero criminal.
Si
pensamos que un enmascarado es ya per se
un criminal, lo único coherente que le queda a este héroe es no pasar ciertas
líneas. No matar es una. Si mata una sola vez ya no es distinto a los
criminales que desea detener. No es mejor que el ladrón, el violador o el
criminal con máscara verde y planeador que desea hacerse con el control de los
bajos fondos o el terrible payaso que da algodón de azúcar envenenado a unos
niños para que todos sean testigos de una broma mortal y perversa. Lo único que
separa al héroe de sus enemigos es su ética y sus principios. Cuando J.J.
Jameson dice que Spiderman es una amenaza, puede que no esté desencaminado, ya
que es un hombre disfrazado que decide atrapar maleantes y se las ve con
villanos tan extraños como peligrosos, pero que si un día decide robar un banco
porque está harto de tener problemas con el alquiler, se convertirá en lo que
siempre combatió. De ahí que su poder tenga una responsabilidad, como el poder
de muchos otros héroes. Por tanto, el héroe, sin él quererlo, es un modelo de
conducta para otros. Si un día alguien descubre que, por ejemplo, Barry Allen
es Flash, seguramente alguien dirá que debe ser detenido por los daños que ha
causado a la propiedad o por que ha obstruido el trabajo de la policía. Por
mucho que James Gordon se resista, Batman será alguna vez perseguido y detenido
si se llega a tener la certeza de que es Bruce Wayne.
Por
lo tanto, si el héroe mata ya no es en sí un héroe. Una cosa es que no quiera
salvar a alguien o no pueda. Spiderman no pudo salvar a Gwen Stacy y lo
intentó. Daredevil no pudo salvar a Karen Paige y lo intentó. Batman no quiso
salvar a Ras Al Ghul en Batman Begins
y ahí se nos mostró una faceta que se puede juzgar y analizar con detalle, pero
que hace humano al héroe. “No tengo porque salvar a un criminal”. Lo mismo
puede pasarle con Joker. “No voy a salvar a la persona que mató a palazos a mi
compañero, dejó paralitica a una amiga y asesinó a cientos de inocentes… pero
no va a morir por mi mano”
Tal
vez llegue el momento en que alguien vea coherente y necesario que un héroe
mate, pero yo a mi juicio el que llegue a asesinar no le convierte en absoluto
en un héroe, porque la fuerza está en mirar a ese abismo y devolverle nosotros
la mirada y estar firmes ante un hecho: No hay héroe que tome una vida para
hacer justicia, pues entonces la justicia habrá abandonado la sala por la
ventana.
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