Si quieres que un secreto se sepa, escríbelo. Nadie lo
sabrá jamás.
Álvaro González, escritor español.
Todo gran amor no es posible sin pena.
Proverbio italiano
Hoy
también se ha vuelto a ir. Esta vez no me dijo nada de que se marchaba, y eso
que lo acordamos al poco de empezar a vivir juntos en este piso.
-Yo
necesito irme. Evadirme y no deseo que me preguntes nada.
-Está
bien… solo te pido que me digas que te vas. No deseo preocuparme.
-Lo
intentaré.
Cuando
regresa, se acerca a mí y sin decir nada, o me besa en la mejilla o se me queda
mirando, como un extraño y yo observo sus ojos pardos. Su padre era japonés, su
madre creo que era mejicana. Era muy exótica a mi juicio, y la mujer más
inteligente que conozco. Fue en un viaje a México cuando la conocí y pasaron
meses, creo yo, hasta que nos dijimos que lo nuestro no podía ser solo una mera
amistad. No era raro en mí pensar eso, puesto que era proclive al
enamoramiento, que no significa para nada ser mujeriego.
Pero
fue ella la que me besó y quien me contó algunas cosas de su vida, antes
incluso de que yo lo hiciera. En las mujeres que me había cruzado, ninguna era
así. Era yo quien se abría en canal ante ellas. Pero… Paola era Paola.
Así,
en uno de sus ataques de sinceridad, me relató que hizo algo terrible. Casi
asesina a un compañero de trabajo, allá, en México. Carlota, una amiga suya, me
explicó muy bien todo, Pero Paola no podía. Solamente se centraba en que era
malvada, que casi mata a ese hombre, que no pudo controlarse.
Según
Paola:
-¿Sabes
cuándo el Demonio te indica que debes defenderte? No creo en Dios. No puede
haber creado gente como yo. Ya lo decía mi madre y su esposo. Yo debo estar
escuchando al Demonio, porque dejé en coma a ese tipo. Lo dejé medio muerto y
fue cuando mi madre y todos me dijeron que era una mala persona. Y abracé esa
idea. Soy mala… pero no… no contigo. Perdóname si te asusté.
-No,
tranquila…
Según
Carlota:
-Claro
que lo hizo… Pero el otro era un pinche cabrón Intentó forzarla en la oficina.
La empujó hasta los baños y por suerte, entró un compañero y no hubo más… pero
ella… Paola tenía rabia. No quería ser más una víctima. Usó el café de él…
bueno, te imaginas el resto. Y claro, ¿Denunciar en este país? Imposible.
Hubieran dicho que algo habría hecho ella, ya sabes…
Nunca
le dije a Paola lo que Carlota me explicó… no creí que la ayudase remover
aquello, pero algo me dijo que ella intuía que yo supe la verdad.
Por
eso, tal vez, no le ponía barreras a que se fuera y no me dijera nada más. Era
un silencio necesario.
-¿Otra
vez se fue? ¡Tío, de verdad!
-Volverá.
Siempre regresa. Es así.
-¡Ponle
claras las cosas! Esta tía no te quiere. Es muy rara y no lo quieres ver. ¡Tu
madre te hubiera dicho lo mismo que te digo yo!
Mi
madre… Al poco de morir mi madre, apareció Paola. Mi madre me hubiera dicho
otra cosa a lo que Roberto argumentaba.
-¿Eres
feliz?
-Sí,
mamá.
-Pues
entonces, adelante.
Mi
madre… ¡Qué mal lo pasó! Me prometí escribir su vida. Me compré un cuaderno
para ello y, en la cama de su hospital, un domingo, sonreí y mostré el
cuaderno.
-Estoy
listo para que me cuentes tu vida, mamá. Así pues… ¿empezamos?
-Yo…
estoy muy cansada, hijo. No tengo ganas.
Mi
madre…
Observé
a Roberto. Era el amigo más antiguo que tenía. Desde los ocho años que nos
conocíamos… Conocía a todas sus novias y algunas me agradaban… Tenía una
filosofía muy extraña de las relaciones que, imagino, fue ampliando y mutando,
pero supongo que alguien que tiene frases como cuando dicen que no, es que sí, debe entender las relaciones como
algo muy retorcido y poco sano.
Acababa
de tener un hijo con su pareja porque era lo que los demás esperaban de él…. Y
él, pese a ser tan grande, tan aparentemente feliz siempre… teme la soledad y
abraza el espejismo que ha creado con Carmen. No sé bien quién me dijo que
cuando uno se pasa la vida haciendo bromas e intentando agradar a todos, algo
oculta. Algo no funciona bien en su vida. Roberto puede ser un ejemplo claro si
me importase una santa mierda lo que dijera. Sus consejos hace tiempo que no
tienen una utilidad en mi día a día.
-¿Has
visto el culo de esa?
-No.
La verdad es que no…
-Ese
es tu problema. Es por eso que las tías te toman el pelo.
Sí,
mi problema con Paola está en no decir que una mujer tiene una buena delantera
o si me la follaría o no… Es de cajón, vamos.
-Yo
no quiero tener hijos.-Me dijo una vez Paola.- ¿Quién soy yo para dar ejemplo a
nadie? Tendría niños malcriados. Es una responsabilidad que no quiero tener.
¿Te molesta eso?
-No.
Puede que con el tiempo…
-Con
el tiempo pensaré lo mismo. El tiempo es una variante sobrevalorada.
Así
que lo más posible es que fuéramos solo ella y yo, lo cual no me parece tan
mal… pero tener una hija… no sé, me ilusionaba eso…
-Yo
puedo ser toda la niña que desees. ¿Me hago coletas? Quieres eso. No me
importa. Por ti, lo que quieras. Eres tan bueno conmigo…
-¿Y
no eres tú buena conmigo?
Entonces…
silencio. Me mira con cierta extrañeza, a mi juicio, y me habla de los últimos
estudios de cálculo que leyó. Eso me alejaba un poco de ella…. Eso y que al
decirla que la quería, me diera las gracias, pero entendía que siempre quiere
cambiar de tema cuando el foco de una conversación se pone sobre ella. En
Morelia hacía igual, cuando me pidió que nos fuéramos lo más lejos de su madre
y de su pareja, de sus hermanastros… de ese ambiente.
Al
poco de mudarnos al piso, hicimos una especie de recorrido por todos los
restaurantes de comida japonesa de la ciudad. Por suerte, yo era de esos que
les agrada el Sushi, porque ya conocía yo gente que lo odiaba con todo su ser,
que ya ves…
Era
muy tierno que Paola hablase a los camareros en japonés… parecía una niña
tímida y sonreía ampliamente… pero también lo hacía cuando fuimos hace tres
semanas a un restaurante chino y el camarero la miraba como si eso formase
parte de una broma que no alcanzaba a entender.
-Cariño,
es chino, no japonés…
-Oh…
Pues debería aprender japonés…
-Bastante
tener yo con aprender español, señorita.-Replicó el camarero soltando una risa
amigable.
Y
suena el teléfono.
-Sí,
Dígame
-¿Es
usted el marido de Paola Mariko Morales?
-Eh…
Sí soy su pareja, pero no su ma…
-Le
llamo de la comisaría.
Al
parecer, Paola se sintió agredida por un comentario de esos que tanto le gusta
usar a gente como Roberto y actuó de un modo desmedido, según dijo el policía
que me acompañó hasta la habitación donde estaba Paola.
Tenía
la mirada perdida y cuando se dio cuenta de mi presencia, me abrazó. El hombre
no presentó cargos puesto que, ¡Casualidades de la vida!, era un ratero de tres
al cuarto que la policía conocía muy bien.
No
hubo un regreso a casa más tenso que aquel.
-¿Estás
enfadado conmigo?-Preguntó tras llegar, junto conmigo, al salón de la casa.
-No…
-Ya
te dije que soy mala persona y…
-Paola…
No. No eres mala persona, sólo que… no te entiendo algunas veces.
-Ya,
me lo dices mucho cuando hablo de cálculo y de…
-No.
No te entiendo cuando te vas, cuando te obligas a decirte que eres mala…
-¡Lo
soy!
-No
lo eres. Tienes miedo.
-¿De
ti?
-De
todos.
Silencio.
-Estoy
cansada. Me voy a la cama ¿Te importa?
-¿Por
qué te torturas así?
-¡Porque
es lo que muchos esperan! ¡Esperan que caiga y tengan que recogerme del suelo!
¡Por eso! ¿¡Eso es lo que deseas oír!? ¡No soporto que la gente sea
condescendiente conmigo! ¡No soporto que no seas capaz de enfadarte conmigo!
¡Soy mala para ti!
-¿¡Quieres
que me enfade contigo porque un gilipollas te intentó violar!? ¡No lo hare! ¡Te
adoro! ¿Entiendes eso? ¡Te-Adoro!
El
gesto de Paola era el de alguien que acabase de descubrirse una profunda herida
tras un accidente.
Se
fue del salón y oí como la puerta del dormitorio se cerraba y después…
silencio.
Me
quedé dormido en el sofá. No recuerdo bien cuando fue. Al despertarme era de
día y me dirigí al dormitorio. La puerta estaba abierta y la cama hecha. Paola
no estaba. La busqué en las demás habitaciones y vi un sobre en la mesa de té
de nuestro salón de la que antes no me di cuenta. Lo abrí.
Te
desgajas alma mía
Sobre
un foso de torpeza
Oquedad
sin compañía
Un
sagrario de tristeza
¿Cómo
vuelvo a edificarte?
Si
eres polvo y finos granos
Y
por más quiera juntarte
Te
me escapas de las manos
Y
tú, llanto traicionero
Que
a mis ojos te caucionas
Si
te alojo pasajero
Sin
aviso me abandonas
¿Cómo
impido este tormento?
¿Cómo
suspendo la aflicción?
Si
me quedo sin aliento
Al
tener roto el corazón
Y
el amor que tanto afano
Y
que no existe en un lugar
A
mi mente hago el engaño
Y
no le dejo de soñar
Sin
fortuna y abatida
O
un anhelo que obtener
Sin
su amor vago perdida
Y
me sustento del ayer
Del
fracaso que es mi vida
Que
entre versos veo abjurar
Fragmentada,
adolorida
La
quisiera terminar…
Y
así se volvió a ir... y no regresó. Se llevó su ropa, un par de libros y poco
más. Se fue, seguramente, en plena madrugada y pese a que la busqué, no la
encontré. No quiso que la encontrase esta vez. Posiblemente vuelva, pero nunca
se sabe con Paola.
-Lo
bueno es que ya por fin eres libre.-Señaló Roberto con un gesto burlón.
Yo
preferí guardar silencio.
-¡Va!
¡Anímate! Seguro que esto te sirve para aprender. ¿Qué sueles decir tú? Que lo
que sucede, conviene.
¿Por
qué sigo viendo a este idiota? ¿Qué tiene que ver conmigo? Somos dos extraños.
Parece que sepa más de Paola que de este tipo que prefiere esconderse de sus
temores tras una máscara de falsa felicidad… y pocas veces lo logra.
Llego
a casa y noto que todas las puertas siguen cerradas, como las dejé desde que
ella no estaba. Todo está en orden, envuelto en una quietud ciega.
Hoy
también espero que alguien se acerque a mí y sin decir nada me bese en la
mejilla o se me quede mirando, como un extraño y yo observo sus ojos pardos.
Pero
solo recibo una cosa.
Silencio.
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