Pontevedra,
28 de Febrero de 2007
-Mi jefe estará muy contento con esta
pieza de arte.-Indicó Casandra Llanos.
Era una mujer alta, espectacular, de
formas sugerentes bajo su chaqueta color gris perla, su camisa blanca y su
corbata roja, y su falda oscura y corta. Usaba medias y tacones negros.
Su cabello oscuro y ondulado caía por
sus hombros, su mirada era don agujeros negros que devoraban cada detalle y sus
labios finos y rosados no parecían esconder una sonrisa.
Sujetaba aquella llave dorada, grande y
de estilo renacentista.
Inés Molina apuraba un cigarro y miraba
a una gaviota que con su vuelo bailaba con el aire marítimo de aquel puerto.
-¿Y el resto de mi pasta?
Casandra entregó una bolsa de cuero
marrón a la capitana Molina.
-Lo acordado más un pequeño extra. Mi
jefe paga generosamente el trabajo hecho con eficacia. Y ahora, si me disculpa,
tengo que tomar un avión a Madrid. Llevo un ritmo frenético de vida.
-Dígale a su patrón que es un gusto
hacer negocios con él, pero… tengo una pregunta.
-Pregunte, capitana.
-Es la quinta vez que hago negocios con
él y… siempre hago los tratos con usted… ¿puede saberse qué o quién es?
Por fin, Casandra dejó escapar esa
sonrisa de sus labios. Sincera, amplía y algo irónica.
-Digamos que si le conociera, se
llevaría muy bien con él. Ambos tienen intereses comunes.
-No me va a decir nada más, ¿Me
equivoco?
-No se equivoca ni lo más mínimo. Si la necesitásemos
sabemos cómo dar con usted.
-Nunca lo he dudado. Tenga buen viaje,
señorita Llanos.
Madrid,
28 de Febrero de 2007
Anochecía cuando Casandra entró en el
lujoso despacho de su jefe, de paredes blancas y un gran ventanal desde se veía
casi todo Madrid en la zona oeste. La planta veintitrés de un gran edificio
tenía esos pequeños placeres. Un cuadro de una mujer saltando al mar desnuda
adornaba una de las paredes, justo a la derecha de un gran televisor de plasma.
En el centro de la estancia había un gran sofá blanco de escay y una mesa de
cristal con un mueble bar adosado a ella. En la zona este, al fondo, había una
gran mesa de despacho de cristal, escoltada por una librería de grandes tomos
ya viejos y, tal vez, únicos.
-¿Todo en orden?-Preguntó la voz masculina
y grave de un hombre sentado en aquel increíble sofá, de espaldas a Casandra. Sujetaba
en su mano izquierda un vaso de whisky con dos cubitos de hielo a medio
consumir. Un anillo con una letra T de oro adornaba el dedo índice de esa mano.
Vestía un traje blanco y una camisa negra y se notaba como el cabello oscuro,
que ya se encanecía, empezaba a escasear en la coronilla
-Todo en orden, señor. La capitana
Molina ha cumplido como de costumbre. Me contó que apareció en escena quien
usted esperaba.
-¡Perfecto!- Rio la figura y extendió su
otra mano.-La llave, por favor, Casandra.
Casandra obedeció y depositó la pieza dorada. El hombre la cerró su mano en
un fuerte puño alrededor y la miró con cierto detalle.
-¿No es curioso?
-¿El qué, señor?
- Desde un tiempo me he dado cuenta de
algo. Detrás de la aventura siempre hay algo de conciencia.
-Me temo que es el único de los
implicados con esta llave que lo ven así.
-La llave solo es la meta y, en verdad,
la meta me aburre.
-“Yo no quiero una cabeza en mi pared,
quiero disfrutar con la caza”
-Correcto.-La figura dio un trago de su
vaso.-Puede irse a casa, señorita Llano. Descanse y disfrute.
-Gracias, señor.
-Ah, una cosa más.
-¿Sí?
-¿Sospechan mi hermano o Inés quién es el jefe detrás de la eficiente Casandra Llanos?
-No. Inés me preguntó pero no se huele
nada y su hermano… con su permiso, señor, ese hombre es un necio y un loco.
-Nunca subestimes a un loco, pues habrá
otros que le sigan, como así es. Buenas noches.
-Buenas noches.
La oscuridad de la noche fue posándose poco
a poco en aquella sala. Un chasquido de un encendedor, el resplandor de un
habano al encenderse y una risa apagada.
-La vida en esta orilla es
preciosa.