Tu
silueta está fundida en la oscuridad del balcón de noche, con un perfil fino
recortado por las furtivas luces de alguna casa y el resplandor de la llama de
tu cigarrillo. Sientes una tristeza grande.
Ahora
no puedes dejar de pensar en que tenías deudas pendientes con Ana, con esa ex
novia que te hizo perder el norte en tu adolescencia, con la que habías hecho
el amor en cada rincón de la casa de tus padres. Era muy tierno y sensual a su
manera. Por eso cuando la volviste a ver, años después, decidiste remediar como
acabaron las cosas. Ella te dejó por un cantante de un grupo amateur de música
rock y acabasteis muy mal.
Era
mejor perjudicar tu presente por arreglar un pasado al que solo querías
regresar tú, no Ana. Dejaste a tu novia en casa y te decidiste a acompañar a
Ana a su casa solo por el egoísta regocijo de pedirle perdón, pero Ana ya no
era Ana. No era tú Ana.
Esa
noche al volver a casa, tu novia te dijo que tú dormías en el sofá. Nunca la
viste tan enfadada. Pensaste que era una rabieta estúpida que se arreglaría con
un ramo de flores y un peluche. Nunca tuviste mucha clase, pero ¿Qué esperaban?
Tú siempre viste eso de la familia, de la lealtad a los hermanos y a los padres
como algo cercano a una secta y así, delante de la prima de tu novia, le
soltaste eso a tu mejor amigo.
-Deberías
desprenderte de esa secta que te chupa el seso, Álvaro.
Cecilia,
la prima de tu novia, miró a tu amigo con una mezcla de compasión y lástima y a
ti, aunque no te diste cuenta, con odio y asco. No entendías porque, desde ese
día, Cecilia fue más distante contigo y nadie se molestó en explicártelo.
Exhalas
el humo de tu cigarro y notas un extraño picor en la garganta. Intentas
reprimir ese recuerdo que muchas veces te vuelve a visitar. Lara. Lara era la
mujer de tu vida. Lara cometió el insultante atrevimiento de casarse con un
joven informático francés. Aun te duele eso. No porque se casase, sino porque
no se casó contigo, que hubieras dado todo por ella. De eso se aprovechó
Claudia, la hermana de Lara. La llevabas a todos sitios y le prestabas dinero
porque ella fuera tu alcahueta y creías ciegamente que Lara volvería a ti, pensando
que esa estúpida filosofía sobre la lealtad familiar que tenías y que hacía que
te ganases el odio y el desprecio, germinaría en Claudia. Pero no. ¡Qué sandez!
¿Qué era la familia, los lazos de sangre, frente a tus sentimientos?
Y ya
puestos, ¿Dónde estaban los sentimientos de las diversas chicas a las que
prometiste fidelidad para poder saciar tus instintos físicos? ¿Dónde quedan las
artimañas para ligar que leíste en una revista? Pues donde deben estar, en tu
historial personal, mordiéndote el trasero como un sabueso sin dientes. Tú lo
hacías porque estaba en tu naturaleza. Siempre te quisiste asemejar a un lobo,
a un depredador, a un cazador… y lo eras. Pero para combatir a los lobos la
gente usó cepos. Cepos que cuando tú los veías, huías. ¡Ah, qué malos cazadores
son los demás! Solo buscan una presa y cuando la tienen no la sueltan en busca
de otra como tú hacías.
De
pronto recuerdas a Blanca, esa chica con la que saliste solo cuatro meses y que
tú, por todos los medios, querías que te presentase a sus padres y ella se
negaba. Se negaba porque presentarte a sus padres significaba algo distinto al
miedo al compromiso que tú concluiste. Era porque nadie mete a un lobo en un
corral, ni presenta a alguien como tú a sus padres y familiares. Las sectas
tienen normas bastante estrictas ¿No lo sabías? Al final Blanca te dejó por un
neo nazi, o eso es lo que te dices y les dices a quien se molesta a oírte. No
era un neo nazi, era un chico formal y que nunca se quiso comparar con un
depredador con mala fama.
¡Ah, la
fama! La tuya era de un conquistador, de un hombre que deseaba tocar cuantos
más palos mejor y nunca te paraste en ninguno el tiempo suficiente para
llamarte aprendiz de… Otros
objetivos, otras presas, otros palos que tocar. Quisiste ser músico porque Ana
amó a uno, quisiste ser poeta, porque el actual marido francés de Lara escribía
poesía, querías ser actor, porque… porque alguien en algún momento lo quiso
ser. Olvidaste que uno en la vida debe ser maestro de algo y no puede ser
eternamente aprendiz momentáneo de todo, pero claro, no entendiste de qué iba
eso de la constancia.
Oyes un
perro ladrar a lo lejos y apuras tu cigarrillo. ¿Dónde se torció la cosa? Todos
debían adorarte, pero es todo lo contrario. Eras simpático, pero cometiste el
terrible error de olvidarte del nombre de la gente que mostraba un repentino
interés en ti. Ellos no son tú, claro. Tú puedes llamar a la familia secta,
catalogar a las chicas por el culo y las tetas que tienen y como has encontrado
a Santiago que actúa como tú…
-¡Mira
que culos!
-Yo el
otro día soñé que me lo montaba con la vecina de mi bloque, la del 2ºE.
-No me
extraña, está que se rompe por los cuatro costados. Como en el País Vasco, que
las tías están buenísimas. Estuve los ocho días de un salido…
-¿Qué
tal tu novia, Santiago?
-¡Joder,
que corta rollos eres, Álvaro!
Sí, es así como un hombre sano actúa, los
demás están errados. Santiago y tú, por lo tanto, sois unos tipos que sabéis
disfrutar de la vida.
Y sin
embargo, Ana ya no está, ni Lara, ni Blanca… ni ya puestos la vecina del 2ºE.
Tu novia sí, o mejor dicho, aún está, pero no sabes ni quieres saber hasta
cuándo, porque eso te agobia y te hace pensar en todos tus verdaderos fallos.
¿Importa mucho? No la quieres pero eso solo lo ves tú, los demás no poseen esa
intuición que les dice que las cosas no fluyen como deben, pero claro, nadie
pensaría eso de un hombre sano como tú.
Notas
un escalofrío y decides meterte ya en casa. No sabes porque pero sientes una
tristeza grande. ¿O solamente es que estás cansado? No te vas a parar a
averiguarlo.