Director: Bien, señor Maroto, me alegra ver
que pudo venir. Sé que es usted un hombre terriblemente ocupado, pero este
asunto no podía ser hablado por teléfono.
Señor Maroto: Es comprensible. Si Daniel está
causando algún tipo de problema, me gustaría saberlo.
Director: Pues, verdaderamente, Daniel está
teniendo una actitud nada recomendable ¿Sabe usted? Su comportamiento deja
mucho que desear.
Señor Maroto: Lo lamento.
Director: ¡Y tanto que debería lamentarlo! Daniel no
parece mostrar el interese que se busca en él. En absoluto. Se niega a hacer
pellas, trae sus deberes hechos cada día, devuelve los libros a la biblioteca…
¡Y en óptimas condiciones!
Señor Maroto: Espere… ¿¡Qué!?
Director: Sí, en óptimas condiciones. Creo que
va entendiendo la situación. Su hijo hace que sus compañeros lleguen a sentirse
violentos. Imagínese… ¡Daniel está intentando prosperar a través del estudio y
el esfuerzo! ¿Qué clase de persona hace eso? Yo se lo diré. Eso lo hace un
intelectual, un individuo que piensa por sí mismo, y estará conmigo en que
nadie aquí quiere eso.
Señor Maroto: ¿Está hablándome enserio?
Director: ¡Totalmente! Daniel intenta
aprender cosas que el profesor de Lengua no le explicó. En su clase aun hoy, en
Abril, están por el Mester de clerecía y por las oraciones simples... ¡Y su hijo ya
ha leído la Regenta y sabe reconocer
con exactitud una oración subordinada, y tengo oído que pensaba empezar con la casa de Bernarda Alba! ¡En vez de
saberse la alineación del Real Madrid como todos sus compañeros!
Señor Maroto: No entiendo nada…
Director: Es comprensible. Nadie aquí
entiende a su hijo. Nadie. Aunque, en mi opinión, esa actitud debió sacarla de
alguien. No pretendía acusarle de nada, pero Daniel no puede haber adoptado
este comportamiento de nadie de este centro, así que debió aprenderlo en casa. Y
ya le advierto que así por la vida no se saca nada bueno. Es trabajador,
educado y respetuoso. Así no va a lograr una posición de verdad, ni casarse con
una chica que merezca la pena, y perdóneme si me meto donde no me llaman, pero le
cuento todo esto por no expulsar a su hijo.
Señor Maroto: Es de locos…
Director: Puede verlo así, sí, pero si Daniel
no cambia de actitud, le aseguro que no va a proseguir sus estudios en este centro.
¡Si hasta se sabe las tablas de multiplicar! ¡A su edad! Es una total aberración,
sinceramente. Y si ahora me disculpa, me marcho a dar una clase de Wasap. Muy buenos días, ya sabe dónde
está la puerta.