Mira la
ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.
Entre
la primera y la última vez que la vi llorar parece que han pasado un par de
líneas de un libro, y tal vez así fue. Es más que posible que exista una cuarta
pared, pero de lo que estoy seguro es que hay una ventana en la cafetería y
ella sonríe. Pasa un hombre con bigote negro y maletín. Se está mojando y la
gabardina que lleva me recuerda a las bolsas moteadas de grasa de las
churrerías que portan churros y porras los domingos. Se lo digo y ella se ríe
ante la ocurrencia. Esperamos a que escampe un poco.
Caminamos
hasta la Calle de Costanilla de Los Ángeles, bajando por la calle de las
conchas.
-A lo
mejor lo que te pasa es que estás sufriendo un bloqueo.-Me dice con cierta
tranquilidad.
Sé que
no sabe empíricamente lo que es un bloqueo del que escribe. Ella no lo hace
como yo. Me pregunto si alguien lo hará como yo o si hasta en eso soy un rara avis, un perro verde.
-No lo
sé, Clara, no lo sé…
-No te
preocupes. Todo pasa.
Me toma
de la mano con sus dedos finos y suaves.
No tardamos
en llegar a casa a pesar de habernos parado en mil lugares.
Ella se
pone cómoda, yo me siento frente al PC y me propongo escribir. La hoja en
blanco se llena de frases y descripciones diversas en cuestión de tres cuartos
de horas. Ninguna me convence.
Oigo
que Clara ha puesto música y reconozco ese tema.
Vivo
en un escenario del tamaño de dos lunas,
voy cuesta abajo por tu cuerpo y ya no tengo cura.
Soy músico de guardia desde la cuna a la tumba,
plantado como una farola al norte, al norte de mis dudas
voy cuesta abajo por tu cuerpo y ya no tengo cura.
Soy músico de guardia desde la cuna a la tumba,
plantado como una farola al norte, al norte de mis dudas
Prefiero
la seguridad que da lo incierto
saber
que el tiempo no será jamás mi amigo,
y
no me fío de los que a pecho descubierto me vacilan
con
una lista de consejos aprendidos.[1]
Me
giro y la veo bailando frente a mi puerta. Sé porque lo hace. Intenta animarme.
Me vio triste.
-Venga,
que estoy toda buena y no lo sabes aprovechar.
Es
inevitable que me ría. Me acerco y la beso.
-Habrá
días mejores que hoy.
Cuando
despierto a la mañana siguiente, la oigo respirar cerca de mí. Aun duerme tan
plácidamente que casi me da pena moverme, pero lo hago. Salió el sol entre las
negras nubes de un sábado plomizo. Me preparo un café y un par de tostadas.
Tengo un Wasap de Roberto. Me
pregunta cómo me va y si le acompaño a comprar tabaco al estanco que hay cerca
de casa.
Hace
cinco meses que terminó con Carolina. La pérdida del bebé que esperaban les
marcó mucho. Antes hacían vidas separadas aun viviendo en la misma casa y antes
de estar ella embarazada. Antes me rompía la cabeza intentando entenderlo. Hoy
no. Hoy intento vivir mi vida como me place y tener la relación que me plazca
con mi pareja. Carolina regresó a Valencia con sus padres y él, incapaz de
seguir viviendo en el piso donde estaban, regresó a casa de sus padres.
Le
respondo que lo más posiblemente es que sí le acompañe pero que hablaremos.
Ni
me molesto en encender el PC. No tengo ganas ni fuerzas para escribir. Me pongo
a repasar las mujeres que han pasado por mi vida y la relación que tuve con
algunos de mis amigos. Imagino que Daniel seguirá enganchado a la mariguana.
Casi me involucra en sus asuntos la última vez que lo vi, hace cosa de ocho
años. No pasé más miedo en mi vida pese a que a Clara se lo cuento con un tono
de humor y ella se ríe a carcajadas y algunas veces me pide que se lo cuente.
Se lo habrá contado unas cuarenta veces y siempre cambio algo de mi relato,
cosas que ella me corrige en forma de pregunta.
¿Pero
no fuisteis al cine? ¿Pero no estaba también Pedro, el amigo de Daniel? ¿Pero
al tipo que te reconoció no le llamaban el
pelos? ¿Pero la policía no buscaba a un hombre que había matado a su mujer
y a su amante? ¿Pero tú no tenías que tomar un tren a las doce de la mañana?
Clara
se levanta y en mitad de un bostezo disimulado me da los buenos días y me
pregunta que voy a hacer.
-Iré
a ver a Roberto.
-Pues
si sales compra pan y leche. Nos queda para ahora pero poco más.
-A
la tarde hemos quedado con mis hermanos.
-Lo
sé, lo sé. Te mueres por ver a tus sobrinos. Yo he quedado con mi alto y
apuesto amante para comer y para lo que se nos presente.
-Muy
graciosa, Clarita.
Me
da un beso en la mejilla.
Cuando
llego al estanco, Roberto ya está allí. Habla con alguien por el móvil y por el
tono me imagino con quien.
-Perdona.
Es que…
-Ni
te preocupes. ¿Entramos a por tu tabaco?
Asiente
y tras haber sido atendidos, me explica que no tiene muy claro quién es, que
tiene una crisis de identidad pronunciada. Que todo se le ha desmoronado en
poco tiempo. Yo solo le miro y me doy cuenta que él y yo, pese a habernos
conocido desde la niñez, nunca hemos hablado de literatura. Sé bien que él lee
poco o nada.
-La
echo mucho de menos, tío.
-Lo
sé.
-Me
hubiera casado con ella…
Eso
lo dijo con otras mujeres de su vida. Con Ángeles, con Lucia, con Natalia…
-Lo
sé.
No
tardamos en despedirnos a la altura de Galileo y de regreso a casa, me propongo
a describir lo que va pasando en mi paseo. Un señor mayor con bastón y gafas
ahumadas, unas chicas jóvenes riéndose de alguna ocurrencia, un hombre que
huele a alcohol y grita al hablar, un coche de policía que tiene la sirena
puesta por la calle San Leonardo…
Entro
en el portal de mi casa y noto que empieza a llover.
-Usted
siempre llegando a tiempo.-Bromea Crispín, el portero.
-Se
ve que sí.
Como
con Clara y a media tarde, ya estamos en un autobús camino a casa de mi
hermana.
-Lástima
que llovió. Me hubiera gustado ir en moto.
-Siempre te niegas a conducirla y optas por ir
de paquete.
-Copiloto.
Paquete suena tan feo…
Escoger
bien las palabras. Un misterio si esa lección te la daba el Doctor Guillermo
Sarmiento, uno de mis profesores en la facultad. Siempre decía que los autores
del Cid y el Lazarillo sabían usar con detalle el lenguaje y después nos decía
que nosotros no sabíamos redactar como Dios mandaba.
-Ahora
voy a tener que ser leísta y loísta porque este tío imbécil no sabe
escribir.-Clamaba algún compañero.
Llegamos
a casa de mi hermano. Sabemos que lo más seguro es que terminemos quedándonos a
cenar. Mis cuatro sobrinos me abordan de un modo desordenado y les veo correr y
soltar risas y gritos, cada poco tiempo, inventando juegos que yo no entiendo. Arturo,
uno de mis sobrinos, tira de la manga de Clara y le muestra un dibujo para
ella. Le explica que es y Clara lo abraza y le dice lo mucho que le gusta.
Hace
menos de dos meses les enseñé a él y a su hermano Alfonso como se chasquean los
dedos.
-Usando
tu mano dominante, presiona la yema del dedo pulgar firmemente contra la yema
del dedo medio. Debe haber suficiente presión como para hacer que las puntas de
tus dedos se pongan un poco rojas.
-¿Y
luego?
-Desliza
tu pulgar hacia tu dedo índice y al mismo tiempo desliza tu dedo medio hacia la
palma de la mano, manteniendo la misma cantidad de presión hasta que tu dedo
medio se deslice rápidamente pasando por todo el pulgar y choque con la palma
de la mano produciendo el sonido del chasquido. El dedo medio deberá golpear la
base carnosa del pulgar. Entonces suena.
¿Y cómo se escribe
una novela?
La
verdad es que eso, como chasquear los dedos, lo aprendí casi por instinto. Lo
aprendí con la práctica, con la lectura, con la investigación. Aun hoy me deben
corregir cosas de estilo y de construcción.
-Pones
un guion al empezar un dialogo, no al final a no ser que hagas una aclaración,
cosa que es muy común en los textos de literatura infantil o juvenil.
-Y
más si vienes del cómic.
-A
yo de eso poco sé. Soy experta en literatura femenina, ya sabes…
-Pero
algún cómic leíste, ¿no?
-Sí,
sí, el Maus.
-Yo
ese me lo leí en una tarde.
-¡Vaya
empacho!
-Odiaba
mi módulo de informática y deseaba retos intelectuales. No sé, programar en C++
es tan tedioso… y más cuando te lo da una profesora odiosa.
-¿Esa
que quedó tocada al romperse la cadera en un accidente doméstico?
-Sí,
esa misma. ¿Te he hablado alguna vez de mis teorías sobre el karma?
Allí,
cursando ese módulo, gané un concurso de relatos y empecé una primitiva versión
de mi segunda novela, que no la primera, la primera como primera que es, duerme
la siesta en un cajón. Traicioné mis
deseos conviviendo con aquellos compañeros que, de un modo irónico, se
asemejaban a los yahoo de Swift. Traicioné
mis ideales intelectuales por no aceptar la verdad. Tal vez fuera porque al
morir Manuel todo cambió. Era un aprendiz sin maestro y olvidé que yo estaba en
la vida para ser algún día maestro de alguien.
En
el autobús de regreso, Clara se duerme. Yo ni me molesto en ver a los viajeros
y describirlos como diversión. No. Me dedico a mirar el paisaje nocturno de ese
Madrid olvidado para muchos. Es una mujer. La cuidad es una mujer. Era mi novia
antes de mis novias. Ella era diferente a cada hora de los días, cada día de la
semana, cada mes del año… Ha refrescado.
Noto
un vuelco en el corazón cuando el domingo me entero de algo que Clara nunca me
dijo. Escribió una novela. Una novela… Ahora sí me he caído de mi caballo,
señores.
-Me
tomaste por tonta todo este tiempo y ya ves.
-Pero…
-No
haces algo tan difícil, corazón.
-Pero…
Me has mentido.
-¿Ah,
sí? ¿Me has preguntado si escribí novelas? Hola, soy escritor y me molas. ¿Quieres
salir conmigo? Ah, por cierto… ¿Has escrito novelas que yo no sepa?
-Pero…
Me
siento extrañamente dolido. ¿Qué soy yo ahora? Lo peor es que deseo leer su novela.
Una parte de mí desea leerla pero… ¡Clara ha escrito una novela!
Digo
que debo salir y tomar el aire.
-¿Ahora?
-Ahora.
-No,
no, no. ¡No huyas ahora así como así!
-No
huyo… solo…
-Sí
lo sé me lo callo.
Acabo
vagabundeando por Opera. Veo las tiendas llenas de turistas y es como si todos
fueran a cámara lenta. Clara… estoy acostumbrado a que otros me superen. Félix, Vicente, Julio, Almudena… Pero Clara no. Clara es Clara. Clara es el papel de
mi pluma, no a la inversa. La miraba y era la inspiración. Sabía que era
sentir, sabía que era ser humano, sabía… que no siempre era un bueno para nada.
Sé
que pasará cuando llegue a casa.
Entraré
y ella saldrá de donde esté al pasillo, me mirará y le devolveré la mirada.
-No
me pienso disculpar. No hice nada malo.
-Lo
sé, pero me has robado mi identidad.
-Ese
es tu problema. Mira, no soporto tus bajadas y subidas. Me agotas. Supera tus
inseguridades. Cuando lo hagas, me llamas.
-¿A
dónde te vas?
-Te
vas tú, yo me quedo aquí.
-Clara…
-¡Qué
te vayas! ¡Encima debo sentirme mal por tu culpa! ¡Anda ya! ¡Vete a donde te
apetezca pero olvídate de mí!
Sí…
Eso es muy probable.
¿Y
sí es como lo que Roberto me dijo un día? ¿Y si Clara, como él, quiso intentar
a escribir la novela que llevaba dentro? Aunque imagino que la de Clara no
hablará de un futuro extraño y con naves interestelares.
Entro
en el portal. El portero no se asoma. Seguro que estará en la sierra con su
familia.
Meto
la llave en mi cerradura, abro despacio y dejó mis llaves en el platillo que
porta ese Goofy de cartón piedra de
tamaño real y vestido de mayordomo.
Clara
me mira desde el umbral de la puerta del salón. Parece haber llorado. Bien,
aquí viene la tormenta…
No
dice nada, me abraza y noto el perfume de su champú en su cabello. La estrecho
contra mí.
Chasqueo
la lengua al hablar.
-No
importa. Ya sabes como soy. Perdóname. No has hecho nada malo, soy yo que soy imbécil.
Soy un desastre que escribe y si no puedo ni hacer eso bien…
Alza
la mirada y su gesto es de aquel que ve algo sin entenderlo.
-¿De
verdad crees que solo eres líneas y páginas? Yo no estoy contigo por eso. Estoy
contigo porque de todo lo que hay suelto por el mundo, eres de lo mejor. No
eres perfecto, pero mírame. Soy bajita, tengo escoliosis y alergia a los gatos.
Soy como cualquiera y tú igual, pero hoy día no te cambio por nada.
Me
propone ir al Rastro. Aún es pronto. Son las 12.46. Estará atestado pero quedándonos
por la Puerta de Toledo no pasará nada. A la tarde estamos tranquilos en casa.
Como
no, Clara se duerme en el sofá, con la manta enredada entre las piernas. Hace
mucho que terminó la película que pusimos y apagué la tele. Anochece y yo me
dirijo a mi PC, lo enciendo y comienzo a escribir sin saber bien a donde me
llevará lo que haga.
Mira la ciudad por la ventana de la
cafetería y sonríe.
[1] Músico
De Guardia de
Quique González canción incluida dentro de su disco de música titulado
Personal