¿A cuantos he mentido? ¿Me lo dices?
Nunca me has preguntado ¿Por qué? En verdad, nunca me has preguntado nada que merezca una respuesta de las que me gusta dar. Y si lo pienso, ya no doy esas respuestas a nadie.
¿Cuántas veces he mentido? ¿Me lo dices?
He llenado mis páginas, apiladas en mi mesa y mi cama, con la nostalgia de lo que me hubiera gustado que hubiera pasado. Sin embargo, no hablo de ello. No hablo de como aquella tarde de diciembre, junto a lo que hoy no es nada, en la boca de un metro donde las calles son grandes, me sonreíste. Con ilusión de niña, manos de violinista, mente firme pero suave, como la pluma que escribe en el papel de mi vida, y la mirada que hoy, inmóvil, en mi memoria, ya no me dice que soy uno con el latir de la ciudad, de la historia, de la esencia.
¿Cuándo te fuiste? ¿Me lo dices?
Podía sacar tu nombre de mí, pero él es dueño del tiempo. Dueño de las cristaleras de una terraza que da a una plaza. Dueño de una colección de poemas que nunca me hacen mención. Dueño de mi imaginación que me arranca de esta realidad en tonos grises, de luz sucia, de vidas anodinas. Dueño de lo que significo. ¡Qué tremendista soy! ¿No? Si solo son seis letras... Numero par. ¡Qué idóneo!
¿Dónde di el paso en falso? ¿Me lo dices?
Tal vez, ya no hay nada donde antes estaba tu rastro. Tal vez, el tiempo lo borró y solo yo veía esos espectros de aquella tarde. Los ecos de tu risa, el reflejo del abrazo que te di. ¡Fui tan necio! ¡Me asustó tanto verte ahí, junto a mí! El sombrero de copa se lo llevó el aire frío. No hay nada. Un silencio sordo.
¿Por qué no hablas ya? ¿Me lo dices?
Ahora no tengo nada. Ni chispa de ilusión por enamorarme. Todo después de esa tarde, era de plástico. ¡Pobre francesa que se fue sin tener ni la mitad que te di y edifiqué en ti!
¿Te acuerdas? Era la alta torre y no pudo ser… Ni guardo besos como aquel, ni citas que me hagan ser feliz, ni silencio entre momentos tiernos que nunca estuvieron. Solo fueron lo que yo mentí.
¿Qué me queda? ¿Me lo dices?
¡Qué bonito sería si la vida fuera como la literatura! ¡Qué bonito sería huir contigo! ¡Qué bonito sería que te importase responder a tantas de mis preguntas! Tú nunca preguntabas nada. Yo nunca respondí como quería. Tú nunca veías lo que yo. Yo nunca veo a otras como a ti te vi. Nunca hay tardes doradas. Nunca hay eco tras mis preguntas.
¿Y ahora a donde? ¿Me lo dices?