Estimado tú:
No tengo ni idea del motivo por el que escribo esto, pero será que necesito hacerlo.
Contigo he pasado del amor al odio, y del odio a la apatía sobre todo lo que forma parte de ti.
Has estado más de veinte años manipulando, con éxito o no, mis pasos. Ahora que me he logrado alejar de ti lo tengo claro: no pienso en volver.
Ahora que he(mos) llegado a este punto, en el fondo nada va a cambiar ya. Irá a peor si acaso, pero por fin estoy libre de tu influjo. Libre de tus inseguridades y miedos estúpidos que acorazabas con bromas absurdas y juicios de valor que minaban mis actos, fueran grandes o pequeños.
"¿Qué haces en Madrid? Ven a verme que te quiero mucho"
"¿Tú has visto las pintas que llevas? Vistes de un modo muy desfasado.
"Hazme caso, eso no te conviene para nada"
Has querido controlar mi vida y yo te dejado. No niego mi parte de culpa en esta situación. Debí haberme dado cuenta antes de lo que estabas haciendo conmigo. En el fondo eres una víctima de ti mismo y cometes los mismos errores que has aprendido de otros pero eso no te da la bula (¿conoces ese término? porque nunca te has molestado en conocer mis creencias ni siquiera en leer más de un libro o dos por gusto) para actuar como has actuado conmigo.
En el fondo eres cruel y ruin a tu manera. Sé que no lo pretendías en muchos casos. Sé que lo hacías porque creías que era lo justo pero un hombre qué cree que cuando una mujer dice no quiere decir que sí, tendría que haber activado todas mis alarmas y haber visto lo que ibas a hacer en adelante (ya cuando dijiste eso llevábamos conociendo ocho años)
Y ahora que se ha caído la venda que tenía en los ojos y que tu control, que veías que se iba debilitando, se ha disipado, puedo decir que no eres ya nadie para mí.
Así es. Ese que se enfadó conmigo porque me iba a una feria con mis amigos y no con él, ese que se mofaba de mí cuando quise dedicarme a la actuación, ese que intenté dejar unas cuatro o cinco veces, ese que siempre quería la atención mía para contar cómo le había ido el día pero que, curiosamente, nunca preguntaba por mi día, ese que me presento a una compañera suya diciendo que era una calientapollas, justamente ese, ya no es nadie.
Por supuesto que tú podrías hacer la réplica y decir que yo he cometido este o aquel error, que yo he hecho aquello o lo de más allá, pero ya te encargabas constantemente de afearme todo lo que yo hacía, así que para mí estás desautorizado para intentar siquiera tener una defensa de los actos que acabo de relatar sin ningún ápice de odio y algunos que no he relatado por pudor más que otra cosa.
Puede que te parezca injusto, pero simplemente hago esto con el fin de sacármelo de dentro de las entrañas, porque ahora que estoy lejos de ti soy consciente de la gran verdad y es que lo que tú has tocado, de algún modo, se ha convertido en mierda pese a tu filosofía maniquea en la que solamente unos pocos se salvan, aquellos que te querían incondicionalmente, aquellos que te soportaban todas las tonterías y ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está esa gente?
Sé que me queda un gran recorrido hasta poder llegar al punto en el que yo vuelva a valorarme como me merezco pero lo voy a lograr porque valgo más de lo que tú nunca has creído. Porque cuando me despedí ti aquella vez dijiste que tú me habías apoyado a la hora escoger mi carrera y no es verdad. Es una idea qué te has esforzado en hacer verdad en tu cabeza. Te miraba entonces que miraba entonces y no te saque de su error porque ya empezó en ese momento a surgir la indiferencia hacia ti y era gastar energías como había hecho anteriormente para ser lo que tú esperabas y que tú en algún momento fue así lo que yo esperaba pero no éramos ninguno de los dos las personas que pensábamos.
Sé que de alguna manera enfermiza tú me has querido y yo te he querido pero, ya te he dicho que ahora ya no siento ningún tipo de cariño. No te deseo ningún mal pero queda un gran recorridos hasta poder llegar al punto en que seas consciente del mal que te haces a ti y a los demás, si es que algún día haces ese examen de conciencia y eres capaz de comprender que no se debe insultar a alguien porque no te quiere Cómo y cuándo quieres.
Soy consciente de que nunca leerás esto pero si en algún momento lo haces quiero desde lo más profundo de mi corazón que entiendas que esto no es en ningún momento un ataque hacia ti solo un modo de decirte No cuando tú entendías que sí.
Allá donde vayas espero que nuestros caminos no se lleguen a cruzar por el bien de ambos.
Mostrando entradas con la etiqueta mujeres. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mujeres. Mostrar todas las entradas
domingo, 14 de febrero de 2016
Sin valentía
sábado, 30 de enero de 2016
La cena
Ada se asomó a su ventana. Anocheció hace
más de dos horas y oyó como una moto de reparto de algún lugar zumbaba mientras
recorría su trayecto.
Se quitó su albornoz- acababa de
ducharse.-se puso su vestido de noche negro, se calzó los zapatos y salió de su
cuarto con paso pausado.
-Lidia, me voy ya.-Anunció a su compañera
de piso, quien leía Los Incursores en
el sofá, con las piernas recogidas y la mano apoyada en su mejilla.
-¿mmm?
-Que me voy.-Repitió Ada.
-Ah, bien.- Levantó la vista y
sonrío.-Estás muy guapa con eso.
-Me lo creería no lo dijeras con ese tono.
-Es que yo no entiendo eso de regalar una
cena. Vamos, en mi cumpleaños no me regales cosas así, por favor te lo pido.
-¡Mira que eres petarda!-Exclamo Ada tras reírse.
-Antes prefiero un huevo Kínder.
-Muy bien. No me esperes despierta. Te
quiero.
-Y yo, y yo…
Ada tomó el ascensor. Lidia y ella vivían en
un quinto y bajar con sus zapatos era algo que no deseaba hacer.
Llegó a la calle y notó una leve brisa.
Llamó a un taxi y una vez dentro, le dio al taxista (un tipo espigado, de
cabello castaño, rizado y sucio) la dirección del lugar donde había quedado con
Gabriel. Llevaban viéndose los últimos cuatro años y uno podría pensar que eso
era una relación de noviazgo, pero siempre dejaron claro que no eran novios,
que eran amigos especiales. Por esto mismo, Lidia los llamaba “los no-novios”.
-Ha llamado tu no-novio, que le llames
para lo de mañana.
-Se llama Gabriel, ya lo sabes.
-¿Pero a qué si te digo no-novio sabes que
hablo de él y no de otro Gabriel?
-Ninguna de las dos conoce otro Gabriel.
-No-novio.-Repetía solemne Lidia.
Tras un par de improperios y una o dos
preguntas rápidas del taxista, Ada llegó al lugar. Moore.
Entró y allí estaba él, sentado en una
mesa, leyendo la carta. La saludó al verla, se levantó y le dio un beso tierno
en los labios.
-¿Llevas mucho esperando?-Preguntó ella al
sentar.
-No. Hace unos veinte minutos que cerré la
tienda y vine hará como unos seis.
Gabriel era dependiente de una tienda de
comics. Bueno, en verdad era socio junto con otro amigo. Es así como conoció a
Ada. Por culpa de Lidia. Todo, bueno o malo, era siempre culpa de Lidia. Eso
decían los tres. Y con los tres, hablamos de Ada, Gabriel y Lidia.
-No sé qué hago yo aquí…-Confesó Ada al
entrar en la tienda por primera vez con Lidia.
-Te he convencido.
-Ya, lo sé, pero digo que… yo no entiendo
este sitio.
-Adita, por favor, no hablamos de un Sex
Shop… Este sitio es más luminoso, por lo menos.
-Hola, Lidia.-Saludó Gabriel a una de sus
clientes habituales.
-Hola, tipo de los tebeos. Te traigo una
nueva víctima. Víctima, tipo de los tebeos. Tipo de los tebeos, víctima.
-Me llamo Gabriel.
-Yo Ada.
-¿Tu primera vez?
-¿eh?
-Quiero decir… Que está es tu primera
visita a una tienda de comics.
-Ah, sí. Yo era más de Zipi y Zape cuando
era niña.
-He intentado explicarle un montón de
veces lo de Batman y sus Robins pero nada. No sale de las películas de Christian
Bale.
-Me gustó mucho el Joker de esas películas.-Comentó
Ada.
-¡Huy, eso es lo peor que le puedes decir
a Gabriel! Odia ese Joker.
-¿Por qué?
Y de ahí en adelante…
-Debías ver a todos preguntándome porque
llevaba chaqueta y corbata…
-Ay, pobre… te hubiera esperado si el
problema era cambiarse de ropa.
-No, no. Está bien.
Gabriel observó su tenedor y llamó a un
camarero.
-¿Sí?
-Este tenedor está sucio. ¿Me podría traer
otro?
-¿Sucio?
-Sí, como de huevo o no sé bien que.
-Lo siento, señor. Enseguida se lo cambio.
-Un descuido.-Sonrió Ada.
-Seguramente. En fin… ¿Qué tal todo?
-Bien, todo bien.
-Estás muy guapa.
-¿No te parece estúpido esto?
-¿El vestido? No, te queda genial.
-Digo que… Lidia piensa que es estúpido
regalar una cena.
-Lidia cree que es estúpido que los
humanos no tengamos pies de palmípedo.
-Sí, pero está empezando a convencerme… lo
cual me preocupa.
-Ada, me encanta esto, de verdad.
-Gracias. ¿Qué vas a pedir?
-Pues no lo tengo muy…
Un camarero corpulento, de cabello oscuro,
se acercó a la mesa.
-Perdonen, pero soy el jefe de camareros.
Me han indicado que su tenedor estaba sucio ¿No es así?
-Eh… sí, así es.
-Le pido disculpas.
-No importa, de verdad.
-Para mí si es importante. Esto es
intolerable ¿saben? Estos detalles hacen que un cliente regrese o no a nuestro
restaurante. Encontraré al responsable de esto y tomaré medidas.
-No, por favor. No deseo causar problemas.
-No los causa, señor. Hablaré con el dueño
sobre ello.
-Pero…
El hombre se marchó con cómicamente
marcial.
-¿Tú has visto eso?
-Y no me lo creo.-Respondió Ada sin dejar
de mirar como ese hombre entraba a la cocina y vociferaba al poco.-Pero, oye,
tal vez debiera comprarte algo, además de esto.
-No. ¿Por qué?
-No sé… puede que pienses que no te valoro
lo suficiente y no es así.
-Ya lo sé, lo sé, pero no debes
preocuparte tú por eso, de verdad que todo…
Un hombre trajeado, con la cabeza rapada y
una barbita fina y oscura, apareció.
-Buenas noches, señor. Buenas noches,
señorita. Soy el propietario del restaurante. Me han informado de lo sucedido.
¿Me permiten que me siente?
-Sí, es su restaurante.-Indicó Ada.
El hombre se sentó.
-Lo primero, lamento profundamente el
incidente del tenedor.
-Oiga, no es tan importante, de verdad que
no lo es.-El tono de Gabriel era de extrañeza e incomodidad ante el asunto.-Fue
un descuido. Lo entendemos.
-Lo agradezco, pero no puedo excusar algo así.
Es una deshonra para mí. He estado durante años intentando que mi restaurante
sea uno de los mejores.
Ada no pudo aguantar una risita nerviosa
ante las palabras de aquel hombre.
-Verán…-La actitud del dueño del restaurante
era la de un hombre que iba a desvelar un gran secreto.-No es solo el
restaurante. Atravieso una racha muy mala. Yo y todos, en verdad. El cocinero
está en trámites de separación de su esposa. Veinte años de matrimonio… imagínense.
No crean que no ponemos esfuerzo en nuestro trabajo. Tengo los mejores hombres
y mujeres que encontré. Son buenas personas.
Gabriel no sabía ni que decir.
-Por supuesto, todo lo que pidan corre a
cuenta de la casa.
-Gracias…
El dueño se levantó sonriente y regresó a
sus quehaceres.
-Mira, yo he perdido el apetito.
-Y yo. ¿Vamos a tu casa?
-Pero Lidia está…
-Ambos nos morimos por contarle esto.
-Es cierto.
Se sintieron aliviados al salir de aquel
local. De camino a casa de Ada, vieron a un adolescente sujetando por las
axilas a otro.
-Voy bien. Voy muy bien…
-Yo por si acaso no te suelto.
-No seas ridículo, tío.
-Y pensar que esto no es lo más raro de
esta noche.-Bromeó Gabriel.
Cuando llegaron, Lidia estaba cenando en
el salón.
-Hola, no-novios ¿Y vuestra increíble cena?
¡Lo que se rio Lidia ante el relato de lo
sucedido mientras los tres cenaban juntos! Hizo bromas sobre eso durante días.
Ada prometió a Gabriel que le compensaría
por lo del restaurante, que, por cierto, fue noticia días después pero eso no
viene al caso.
Y la noche no quedó en silencio en la
ciudad.
miércoles, 23 de diciembre de 2015
¡LÁNZATE!
Querida
Gloria, Clara, Maite, Inés, Lorena, Joana, Marina, Helena, Lola y Laura
tú:
No
me conoces, pero quiero pensar que yo algo te conozco, pero a decir verdad,
conforme pasa el tiempo, menos conozco a nadie.
Puede
que te preguntes porque te escribo justo a ti… Y es que he visto tu foto varias
veces en el día de hoy y he pensado que tal vez tú me fueras a entender un
poco, aunque, cada vez que he escrito una carta a alguien no he recibido la respuesta
deseada… y hay veces que ninguna respuesta posible.
Hoy
he sido víctima de esa sensación que sé que es pasajera. Es como una especie de
fiebre que nace como una alegría desmedida, un ímpetu de felicidad, un
sentimiento de poder desbordado, de creatividad brutal, de planes, de ideas, de
potenciales modos de demostrarme y demostrar a los demás que valgo algo.
Luego
se me pasa… en unas horas a decir verdad y empiezan a venir los fantasmas de
navidades pasadas a susurrarme cosas.
No vales ni para dar
por culo.
No llegarás a esas
cosas pues son absurdas.
¡Eres un caradura!
¡Te aprovechas del trabajo de los demás compañeros!
Y
desde dentro grito NO. No. Esto no me pasaría si alguien me dijera una sola
palabra: Lánzate.
Aquí
puede que te encuentres perdida y ese, en el fondo, es uno de los diversos
motivos por los que creo que la gente no me llega a entender cuando reciben
cartas mías y ya va siendo hora de hacer caso a ese grito. Me debo lanzar.
Primero a decirte a ti quien soy.
Una
vez fui el futuro de un país que aplaudía el descaro y la genialidad. Nací en
1983 y me críe con hombres disfrazados de mujeres, de creaciones e ideas estrambóticas,
con que la realidad era solo una voluta de humo que mis tíos cuando venían de
visita a nuestra casa echaban al fumar y al reírse. Yo una vez fui el futuro… y
ahora mírame.
Reconozco
que hay momentos, años de mi vida que no recuerdo nada más que como una
película de esas que pasan por la televisión y ves sin mucho interés. Recuerdo
que, desde niño, no era un alumno muy aplicado. Tenía carencias. No era rápido
ni con los pies no con las manos, no era hábil y de pronto mis padres hablaban
sobre mí cuando traía un dictado con un montón de correcciones en rojo y
palabras descorazonadoras que presagiaban lo que pudo ser.
-Ay,
Jose… el niño tiene sus límites.
-No,
lo que pasa es que le mimamos demasiado. Si fueras más dura con él. Si no le
mimases tanto.
¿Cómo
no hacerlo? Era el futuro. El futuro debe ser siempre cuidado.
Al
final, enfadados todos porque no tuviera algún tipo de retraso, me exigieron el
doble de lo que podía y sabía. Los malos hábitos no se van.
Tal
vez las lagunas en mis recuerdos sean un modo de protegerme, como cuando
alguien fallecido desaparece, sin quererlo, de los recuerdos que has compartido
con esa persona.
El
futuro… entonces de niño, el futuro era tener éxito, ser feliz, tener hijos… y
no tengo ya nada de eso y voy a cumplir un año más. El futuro. Me rio yo de
eso.
Pero en este viaje hasta aquí, he hecho muchas
cosas. Tú seguramente más, muchas más y más reseñables. Cuando uno es torpe, o
con problemas de coordinación, pues se basta con poco.
Siempre
me gustó el mito de Ícaro. Lo conoces, ¿Verdad? Pues hay gente, yo entre ellos,
que lo veía como una lección de humildad: uno vuela hasta donde puede y debe.
Pero no. No. La moraleja no es esa. La moraleja es Chaval, no vueles o te quemarás. Volar. Ícaro voló y se rompió
todos los huesos en la caída, pero lo logró. Voló. ¿Es por eso que tengo miedo?
Una vez me rompieron todos los huesos. No. Una vez no. Muchas. Los huesos y el
corazón.
Dicen
que los huesos, una vez rotos, se sanan pero los músculos se llegan a entumecer
un poco. Con el corazón, ay, es otra cosa. Hace unos pocos años se me hizo una
masa de sangre y dolor. Un dolor como una punzada sorda y que te cambia. Ese
día, Dios, ¡Qué orgulloso estaría mi padre! Ese día solo lloré una vez y con
permiso.
La
mujer que más amé. La mujer del chubasquero rojo, la mujer que hacía que la
realidad fuera un invento de los mayores, también se rompió. Una y otra vez. Una
y otra vez… hasta que no se pudo romper más. Ese día no lloré. La vi convertida
en un trozo amarillento de carne, con la lengua fuera como un perro apaleado… y
no lloré.
Leí
unas palabras y me atropellé, pero… no lloré. Mis hermanos estaban asombrados,
puede que asustados, pero estaba frío. Inerte ante los envites de ese día. Ni
el nudo de la corbata me molestaba. Solo ante su ataúd, cuando deposité un beso
en su helada frente… pude pedir permiso.
-Voy
a llorar. Llevo esperando este momento y espero que me lo permitáis.
-Hazlo.
No pidas permiso.
Y
lloré. Lloré sin poder desfogarme. No como esa vez que lloré de rodillas en la
nieve ¿Sabes qué es eso? No lo creo. Lloré… y no tenía motivo real. Y cuando lo
tenía… no pude.
Pero,
como te dije, me rompieron los huesos muchas veces y con ellos, algunas veces,
el alma. No pude recuperarme mucho de eso. Aun hoy renqueo y me doy cuenta que
de mí se hizo una mentira. Solamente sé que veré pasar el cadáver de mis
enemigos ante mi puerta y entonces, como cuando deposité ese beso en la frente
de la mujer que era mi todo, pediré permiso para alegrarme… pero no me lograré
desfogar.
¿Es
eso? ¿Es el miedo a caer, a que se me vuelvan a romper los huesos y el alma, lo
que me impide lanzarme? ¿Es, por otro lado, que no hay nadie que sepa fehacientemente
que me ayudará a levantarme y me diga, con la misma sonrisa que he visto hoy en
una de tus fotos, No salió como pensamos.
Lo volverás a intentar mañana? ¿Qué es?
Porque,
posiblemente, pido entelequias, pero creo que es tan humano como intentar volar.
Querer llegar a cotas donde antes no estuvieron… pero me da miedo la caída. Sé
que es un riesgo que se debe correr… y es duro. Me llevo cayendo mucho…
¿Conoces
esa historia de un escritor que le dijo a su mujer que estaba cansado de hacer
lo que otros esperaban de él y que su mujer le dijo ¿Vas a dejar que los demás decidan? ¡Lánzate!? Por hacer caso a su mujer, el mundo cambió y
nacieron el primer comic de héroes que marcaría un antes y un después: Fantastic Four. Sí, los mismos de esas
terribles y absurdas películas. Ese hombre era Stan Lee.
Tal
vez es sólo eso. Necesito alguien a quien contarle todo lo que pienso y siento…
-¡Quiero
hacer una nueva novela en donde...!
-¡Lánzate!
-He
pensado en escribir y dibujar un comic de…
-¡Lánzate!
Aunque…
no te conté algo más. Te dije que pasa cuando uno se sana los huesos pero
cuando a uno le licuan el corazón, ese corazón se recubre de un callo extraño,
de una coraza, de una armadura. Tanto dolor puede volver loco a alguien ¿Sabes?
Aquí estoy, aparentando ser normal cuando desearía gritar al mundo que yo era
el futuro, que yo pude volar, que no es
una pose ser como soy, tan despegado, tan frío, tan indiferente, tan tosco, tan
crítico, pues tengo miedo a que me
rompan otra vez el corazón pese a que esa coraza callosa está ahí… y, quizás
por eso, renuncié a escribir un tiempo porque me creía incapaz de poder
escribir con coherencia y algo de acierto… y casi pierdo esto. La capacidad, la
fuerza y el arrojo de escribir. Que, como dije una vez, no seré el mejor, pero
si el más trabajador. Pero tengo miedo y no tengo ese empuje. Ese empuje de un ¡Lánzate! dicho con el cariño justo y
necesario, con la sonrisa, con el cariño, sin pedirme que sea así o asá. Sé
bien quien no me dará eso. De ellos no espero nada, pero he cerrado la puerta a
muchos para decirme eso. Para decirme ese ¡Lánzate!
que necesito que me digan cuando me vean.
¿Pido
un imposible? Porque, entre nosotros, odio sentirme muchas veces como lo hago y
cuando hoy vi tu foto, ahí, sonriente pensé, necio de mí, Es preciosa. Ojala pudiera conocerla y demostrarle de lo que soy capaz.
Y entonces aparece ese miedo, esos fantasmas que te dije. Todo lo que oí
sobre mi persona y mis capacidades. Siempre estoy equivocado, pensando que
mañana… mañana algo hará que todo cambie… y los cambios son lentos. Solo los
necios creen que los cambios son instantáneos.
Y
ahora me paro a pensar que no sé porque te escribí a ti todo esto. Lo
necesitaba. Eso lo sé. Lo necesitaba.
Aun
así, gracias. Gracias por tu tiempo.
Recibe
mi cariño, aunque no te conozca bien:
Querido tú:
¡Lánzate!
Etiquetas:
Abandono,
almas,
Anodino,
Carta,
deseos,
escrito,
Ideas,
imaginación,
libertad,
literatura,
Madre,
Muerte,
mujeres,
Navidad,
Realidad,
respuestas,
Tú,
vida,
Yo
lunes, 13 de julio de 2015
Lo mejor de lo peor: Aquellos tebeos que alguien llamó "De niña a mujer"
Hace
unos doce años, ideé un tebeo para una revista de un centro donde yo estudiaba.
La verdad, no era un gran tebeo y yo pretendía que constase de una sola hoja
donde apareciera el crecimiento de una niña hasta su llegada a la adolescencia.
Pero el que era mi editor, Alejandro Valero, además de tener el atrevimiento de titular ese tebeo como De niña a mujer exigía que en el siguiente número, volviera a aparecer los susodichos personajes: la chica (de la que nunca se dice su nombre) y sus padres, mostrando algunos de lo9s problemas que la protagonista tenía con el mundo.
Ya pasado el tiempo, intenté plantear probar cosas nuevas y sacar a la chica de la casa. Así es como integré a un par de amigas. La técnica del dibujo mejoró ligeramente, pero todos sabemos que soy mejor escritor que dibujante de tebeos.
Y al final... acabó todo en este último chiste publicado en 2004, pero mi carpeta de dibujo aun guarda los intentos de otras páginas en donde iban a aparecer nuevos personajes como una hermana menor de la chica o el por qué decidió tirarlo todo por la borda y ser como es... pero así es nuestra amiga E... Ups! Casi se me escapa el nombre.
Etiquetas:
Historias por Entregas,
Ideas,
imaginación,
mujeres,
niña,
recuerdos,
respuestas,
Retrato,
Ser Humano,
tebeos,
tinta,
Yo
miércoles, 1 de julio de 2015
Verónica
VERÓNICA
Hoy es
su cumpleaños. Hoy es el cumpleaños de Verónica.
Ahora
mismo está difuso como la conocí. Yo tendría unos dieciocho o diecinueve años.
Yo era un iluso y ella una… no sé lo que era. Han pasado unos trece años - ¡Qué
mal número, por Dios!- y cada vez me importa menos, pero hoy es su cumpleaños.
Solo a ella se le hubiera
ocurrido nacer en Julio
Tenía
el cabello negro más magnífico que he visto en mi vida y una sonrisa que me
cautivó. Me pasaba las noches hablando con ella, y cuando no era así, habla de
ella.
Ahora
pienso que tal vez la agobiase, me tomé licencias con ella, me equivoqué antes
de enfilarme hacia un pequeño acierto y eso no va a cambiar.
Me pude
dar por vencido. Había muchas señales que me lo indicaban. Huye. Salta y tira
del paracaídas, pero ella fue como Circe y yo como Odiseo, salvo que nadie
esperaba mi regreso.
-Ven,
que toca que te folle.
-¿Eh?
-Sí,
coño, hoy te voy a hacer un hombre.
-Para un
momento, Verónica. ¿Te crees que me voy a acostar contigo tras cómo me has
tratado en estos meses?
Esos
ojos color café parecían hervir.
-¿Quieres
o no?
-Sí,
pero…
-Pues
te vienes conmigo.
Ahí mi paracaídas
solo fue una mochila llena de platos, cubiertos, un mantel… como esos dibujos
animados de toda la vida, pero nadie soltaba carcajadas ante mi descenso.
-Creo
que te puedo aprender a querer.-Me confesó unos días después de su arrebato.- A
fin de cuentas, tú dices que no pasa nada por quererse y decirse lo que se
siente. Ser libres para decir lo que queramos.
Y como
no, me dejé engañar por las palabras bien adornadas, pues las llamadas sin
responder a su móvil se multiplicaron, sus ausencias eran algo típico, y los
paseos hasta su portal eran un trayecto cotidiano. Hasta aquel día que me soltó
las diez palabras que equivalían a llegar al suelo y esparcirme en mil partes.
-Creo
que me he enamorado de una compañera de mi clase.
-¿Bromeas?
-No, yo
con el amor no bromeo.
No,
claro, pero con mis sentimientos sí. ¡Valiente cobarde estaba hecha!
-Pero…
¿Es por qué no te gustó hacerlo conmigo?
-¡Ay,
Dios! ¡Qué egocéntrico eres! No eres tan especial como te crees.
Va a
ser verdad es que me decían: Te va que te
den caña. Me atraían las chicas bordes, malvadas, con un punto de mujer
fatal de andar por casa… ¡pobre muchacho con tan mal autoestima!
Y un día
llegó el silencio.
Es
irónico pero yo siempre preferí esa canción que decía:
Vámonos de una vez,
puede que sea el último tren.
Como Tintín, como Phileas Fogg,
una vuelta al mundo, tal vez dos.
Un gran viaje que nos haga aún más grandes,
una aventura inolvidable.[1]
puede que sea el último tren.
Como Tintín, como Phileas Fogg,
una vuelta al mundo, tal vez dos.
Un gran viaje que nos haga aún más grandes,
una aventura inolvidable.[1]
Mientras Verónica cantaba claramente:
No va volver
a pasarnos esto
No quiero ya más de lo mismo
Y tú eres más de lo que puedo aguantar
No vas a volver a sentirte único
Algo especial algo importante
Búscate alguien que te pueda aguantar[2]
No quiero ya más de lo mismo
Y tú eres más de lo que puedo aguantar
No vas a volver a sentirte único
Algo especial algo importante
Búscate alguien que te pueda aguantar[2]
Pero
al final me dejó por un maldito informático. ¡Es de chiste! Soy de chiste.
Se
marchó de mi vida antes de que el antiguo régimen de amistades de mi época de
adolescencia se marchase o les despidiera sin finiquito, con cobardía, con
hartazgo. Pasarían años para que comprendiera lo que era estar al otro lado, en
el lado de Verónica y aprendes al final que todo termina por pasar y pocos se
quedan, pero esa es otra melodía.
Hoy
cumplirá treinta años y he pasado unos cinco o seis años persiguiendo su
recuerdo, como Alicia perseguía al Conejo blanco, pero, al final uno debe
despertar y dejarse de conejos y setas, de sueños, de maldecir la libertad que
te da el curarse de algunas fiebres que te dejaban delirando y diciendo
tonterías.
Maldito
calor que se me pega en los recuerdos. Malditos recuerdos que me calientan.
Etiquetas:
Amor,
Cumpleaños,
deseos,
mujeres,
Perdida,
recuerdos,
Retrato,
Ser Humano,
valor
domingo, 8 de marzo de 2015
Epílogo de un prólogo
Basta
con unos resquicios de luz para que la oscuridad de la noche se difumine.
Ciertamente, eso es lo que veo al despertarme. Hoy volví a tener ese sueño de
hace tantos años.
Una
mujer, que solo reconozco por instinto más que por certeza, se asoma a un
paisaje precioso. Sonríe involuntariamente y parece hablar con una voz dulce y
tranquilizadora. Creo que me dice que todo cambiará, que debe ser así. Camina
despacio por ese lugar verde y luminoso fuera de la enorme y acogedora
estancia. Va descalza. Sus ropas son vaporosas y a cada paso parece que levite.
La sigo. No deseo perderla. Algo me dice que no me lo puedo permitir. Temo que
eche a correr y le digo que no se marche, que no me deje solo. No sé bien
porque le pido eso, pero ríe con un tono infantil, lleno de inocencia. Me dice
que es hora de que despierte y es en ese momento cuando lo hago.
La
anterior vez que soñé eso, hace ya más de veinticinco años, me incorporé sobresaltado
y empapado en sudor, pero hoy no. Hoy simplemente abrí los ojos y vi esos
resquicios.
Oigo
la respiración de mi esposa y como musita palabras en sueños.
La
observo antes de levantarme despacio de la cama que comparto con ella. Su
cabello azabache recogido en dos coletas, su tenue sonrisa de labios rosados,
su nariz respingona… La pobre cree que está perdiendo su encanto. Lo sé de
buena tinta.
Hace
una semana se miraba al espejo atentamente, en silencio, mientras me vestía. Se
observaba con detalle y en cada ángulo posible. Me hacía el despistado, pero
era totalmente consciente de cada uno de sus gestos.
-Me
estoy haciendo vieja.
-Y
yo contigo, amor, y yo contigo.- Me acerqué y le besé el cuello.
-Pero
tú has vivido muchas cosas…
-No
tantas.
-Claro…
Y resulta que estás mitificado ¿no?
-Eso
es.
Sonrió
como me gustaba y me besó en la mejilla cuando apoyé mi barbilla en su hombro
izquierdo y la miré a través del espejo.
-¿Yo
por qué te quiero a ti?
-Ni
idea. Creo que tiene algo que ver con esos que dicen ser nuestros hijos.
-Míos
son. Ya que sean tuyos…
Salgo
de la habitación tras haberme vestido en silencio mientras mi esposa duerme.
Bostezo en el pasillo y por primera vez en mucho tiempo me doy cuenta del
silencio que hay en la casa.
Me
dirijo a la cocina y me preparo un café. Me estiro. Noto aun un pequeño sopor y
sé que si me hubiera forzado un poco más hubiera podido dormir cuarenta minutos
más, pero si lo hiciera me levantaría con dolor de cabeza.
Observo
el reloj mientras mi taza de leche se está calentando en el microondas. Las ocho
y veinte. Otro bostezo y al estirarme noto como mi vieja herida del hombro
derecho se despereza conmigo. Un balazo por intentar salvar la vida a una
amiga. Pensé que no lo contaba. No he notado en mi vida un dolor tan agudo y
horrible en mucho tiempo y pensé que cuando volviera a ver a la que sería mi
mujer, se horrorizaría pero lo que hizo al ver la cicatriz en forma de estrella
fue besarla.
El
pitido del microondas me saca de mis recuerdos. Tomó mi taza y echo un chorro
largo de café y un poco de edulcorante líquido. El primer sorbo me sabe acido.
Nunca haré un café como el que bebí en Oriente. Me resigno a ello.
Llevo
mi taza a mi estudio. A oscuras, subo la persiana de esa estancia y poco a poco
se ven las numerosas estanterías con mis libros, los marcos y recuerdos que
adornan las paredes. Mi mirada se detiene un buen rato en una foto donde se ve
a un hombre de cabello negro, aunque entrecano en las sienes y barba arreglada,
chaqueta de capitán con anclas doradas en las solapas. Sonreía a la cámara con
un gesto irónico.
-Capitán.-le
saludo con un movimiento leve de cabeza.
Acarició
maquinalmente y con las yemas de mis dedos una vitrina donde descansan una
maqueta de un viejo barco mercante, una muñeca de madera con un vestido verde y
una bala de rifle que aún conserva restos de sangre ya oscurecida.
Me
siento en mi mesa y la silla de oficina, como siempre, cruje levemente. Está ya
muy ajada pero me resisto a cambiarla. Terminará por pasarme lo que con las dos
anteriores. Crujirá, rugirá, será su canto de cisne y se terminará por romper
haciendo que caiga aparatosamente. Recuerdo bien que la última vez que pasó, mi
esposa entró acompañada por mi hija mayor. Me observaron extrañadas y yo rompí
a reír. Ellas se contagiaron de mis carcajadas y esa silla acabó a la noche
frente a los contenedores de basura.
Termino
mi café mientras enciendo mi PC. Cuando aparto la mirada del monitor, me fijo
en las manchas que se han formado en el plato que puse debajo de mi taza.
Parece un curioso mapa de zonas que creí olvidadas, pero que ocupan mis tardes
de reflexión.
Creo
que hoy va a ser el día. El día que tanto me pidieron mis hijos. Tal vez ya no
les importe que su padre les cuente que hizo en esos dos años que no estuvo con
su madre. Mi esposa, bendita sea ella, sabe bien todo. Me pidió encarecidamente
que le contase que pasó conmigo y tardé casi seis semanas en contárselo.
Me
sentó y me lo dejó claro.
-He
tenido paciencia contigo, pero sí te importo y me quieres, debes ser sincero
conmigo.
-Cierto.
¿Qué quieres saber?
-Todo.
No te dejes nada sin contarme.
Y
así lo hice. No fue en ese mismo día, fueron en varios y tras escucharme, noté
que nos quitamos un peso de encima, tanto ella como yo. Ahí decidí no ocultarle
lo importante nunca más. Claro que tengo mis secretos y a decir verdad, más de
una persona ha dicho de mí que soy frio y misterioso. No. Soy tímido, aunque no
lo parezca.
Y
llevo casado con ella más de veinte años. Veinte años y cinco hijos. Sí, cinco.
Se pueden sacar las conclusiones que se quiera. Un hombre como yo, egoísta, que
en muchos aspectos ha estado al margen de lo establecido por defecto, un pícaro
en algunos momentos, un inconsciente en otros, es un esposo y padre.
Mi
mirada va a las fotos de mi izquierda, en diversos marcos. Hay una foto de mis
tres hijas y mi hijo intentando mantener la compostura cuando les dije que
quería fotografiarles y así tenerlos en mi despacho en la facultad. Sí, soy
profesor de universidad. Allí, en esa foto, tenían catorce, trece diez y medio
y ocho. Me mata la sonrisa de la tercera de mis hijas. Sé lo que estaba
pensando. Su padre, ese hombre que le hacía las
señoritas van al paso y que se reía como loca, quería tenerla en el colegio de gente mayor, como llamaba a
la universidad.
Justamente
con ella tengo la única foto que me sacaron en la playa desde que regresé de
mis viajes, que hoy pensé que debería relatar. En esa foto, que está en una de
las estanterías, frente mis libros de consulta sobre filosofía, aparezco
sentado, con camisa de manga corta, con el brazo derecho rodeando a mi tercera
hija, que lleva un sombrero de paja que sujeta con su mano derecha. Mi segunda
hija aparece abrazada a mi cintura y pone morritos, cosa que nunca entendí. Los tres miramos a cámara y sonreímos. Allí
ellas tenían nueve y siete años.
La
más reciente de las fotos de mis hijas es la que nos hicimos al llegar mi
última hija a casa desde el hospital. Ahora esa niña tendrá dos años y mis
hijos, en esa fotografía, catorce, doce, diez y, mi hijo, ocho. Mi mujer sale
preciosa y yo... no soy muy fotogénico, así que dejémoslo.
Nunca
pensé que ser padre fuera algo que te cambie la forma de ver el mundo. Ahora
recuerdo lo que me contó mi mujer sobre algo que le pasó a mi tercera hija.
-Según
sus profesores, dos niñas mayores que ella, de la clase de Nuria, la empujaron
en el patio y la pobre soltó su bollo. Sabes cuánto le gustan los bollos. Pues
una de las niñas lo recogió y tu hija pidió que se lo devolvieran.
Da gracias, porque si
nos lo comemos es para que no te pongas mala y te mueras por comer cosas del
suelo.
Y
delante de sus narices se comieron el bollo.
-¿¡Robarle
la merienda a una niña de seis años!? ¿¡A que colegio estamos mandando a
nuestras hijas!?
-Pues
espérate que ahí no termina la cosa. Las descubrieron y las han abierto un
expediente. Pero tu hija está convencida de que le vas a echar la bronca por
dejar que le quitasen el bollo.
-¿Enserio
me lo estás diciendo?
-Cree
que fue su culpa.
Fui
a verla y cuando se fijó en mí, comenzó a llorar desconsoladamente y a pedirme
perdón.
-Corazón,
no pasa nada.-La abracé.
-Mamá
y tú trabajáis para que no nos falte de nada y yo he dejado que se lleven mi
bollo.
-Jimena,
por favor, es un bollo. ¡Qué se coman los bollos uno detrás de otro! Yo solo
quiero que no te pase nada. Debes ser fuerte ¿Me oyes? La gente hace cosas
malas, incluso la gente que es buena. Tú no eres culpable ni de eso ni de otras
cosas.
-No
quiero ir al colegio más.
-Pero
debes hacerlo. Si yo hubiera dejado que el miedo me hubiera vencido, no os
tendría a vosotros.
Fue
justo ese día cuando les conté mi primer gran viaje. No me arrepiento de
haberlo hecho.
Y
ahora estoy aquí, pensando en la herencia que les pienso dejar. Deben saber
esta historia. Me la piden – o me la pidieron mucho.- y me da que ahora, con mi
año sabático, debo hacerlo. Y lo haré solo. Solo empezó todo y fue entonces
cuando he llegado a donde llegué.
-¿Hace
cuánto que no escribes lo que quieres?-Me preguntó una buena amiga cuando me vi
hace unos días con ella.
-No
lo sé.-Me encogí de hombros.
-Pues
hazlo de una maldita vez.
-Llevo
un tiempo pensándolo. Hablé con un colega mío, pero le he llenado tanto la
cabeza con mis ideas que ya ni le hablo de eso.
-¿Ideas
sobre qué?
-Sobre
el segundo viaje.
-¿Es
enserio? ¿Vas a escribirlo?
-Puede…
no sé…
-Haz
lo que te salga del corazón.
-Pero
sí tú me has dicho mil veces que te daría vergüenza que cuente lo que te influye
a ti.
-Mira,
tengo cuarenta y siete años. Me da un poco igual que imagen tengan de mí gente
que apenas me conoce. Mi marido y mis hijos saben quién soy. Nada que salga de
tu pluma será con mala intención. Te mueres por escribirlo. Lo sé bien.
Sonrío
y contemplo la foto de mi amiga. En esa que cuelga cerca de la del capitán, ella
tiene veintidós o veintitrés –ahora no recuerdo muy bien.- y la sostengo en
brazos. Sonríe con mesura y sus brazos rodean mi cuello, levanta una pierna y
su pie desnudo apunta al cielo. Yo llevaba mi chaqueta de capitán que más tarde
lograría. Ella una blusa amplia de color blanco y pantalones oscuros. Su cabello
es corto, no mucho, pero más de lo que siempre llevó. Tiempos extraños esos.
Ya
son las nueve. El reloj de pared de mi estudio me lo anuncia con una suave
versión de la melodía de una canción que me recordaba tiempos mejores: bajo la lluvia.
-Va
por todos.-Musito y comienzo el viaje una vez más.
Hubo un tiempo en el
que todo era diferente a como es ahora, un tiempo en el que, yo, Guillermo Belmonte, alias Bichejo, alias el
escritor, había aprendido muchas cosas sobre el mundo y sobre mí mismo, aunque
aún me quedaban muchas más por conocer.
Había visto los
errores en ir tras mi novia Gloria, una mujer que me rompió el corazón. Había
descubierto que había mundos y seres más allá de los que cualquier hubiera
conocido antes.
Parecía mentira que
hubiera pasado tanto tiempo desde que conocí a Alicia, a Marina, al padre de
ambas… y hubiera cuidado de una niña venida de no sabía bien dónde. Linda.
Adoraba a esa niña inquieta. La quería con locura a pesar de saber la verdad
sobre ella.
Y sin saber cómo,
pensando todo aquello, decidí encaminarme de nuevo a la casilla donde empezaron
muchas cosas…
Etiquetas:
amistad,
Amor,
Anécdotas,
escrito,
escritor,
Fotografía,
Hijas,
mujeres,
Novelas,
Novia,
personajes,
recuerdos,
Ser Humano,
soledad,
tripulación
lunes, 23 de febrero de 2015
¿Cómo se chasquea una novela?
Mira la
ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.
Entre
la primera y la última vez que la vi llorar parece que han pasado un par de
líneas de un libro, y tal vez así fue. Es más que posible que exista una cuarta
pared, pero de lo que estoy seguro es que hay una ventana en la cafetería y
ella sonríe. Pasa un hombre con bigote negro y maletín. Se está mojando y la
gabardina que lleva me recuerda a las bolsas moteadas de grasa de las
churrerías que portan churros y porras los domingos. Se lo digo y ella se ríe
ante la ocurrencia. Esperamos a que escampe un poco.
Caminamos
hasta la Calle de Costanilla de Los Ángeles, bajando por la calle de las
conchas.
-A lo
mejor lo que te pasa es que estás sufriendo un bloqueo.-Me dice con cierta
tranquilidad.
Sé que
no sabe empíricamente lo que es un bloqueo del que escribe. Ella no lo hace
como yo. Me pregunto si alguien lo hará como yo o si hasta en eso soy un rara avis, un perro verde.
-No lo
sé, Clara, no lo sé…
-No te
preocupes. Todo pasa.
Me toma
de la mano con sus dedos finos y suaves.
No tardamos
en llegar a casa a pesar de habernos parado en mil lugares.
Ella se
pone cómoda, yo me siento frente al PC y me propongo escribir. La hoja en
blanco se llena de frases y descripciones diversas en cuestión de tres cuartos
de horas. Ninguna me convence.
Oigo
que Clara ha puesto música y reconozco ese tema.
Vivo
en un escenario del tamaño de dos lunas,
voy cuesta abajo por tu cuerpo y ya no tengo cura.
Soy músico de guardia desde la cuna a la tumba,
plantado como una farola al norte, al norte de mis dudas
voy cuesta abajo por tu cuerpo y ya no tengo cura.
Soy músico de guardia desde la cuna a la tumba,
plantado como una farola al norte, al norte de mis dudas
Prefiero
la seguridad que da lo incierto
saber
que el tiempo no será jamás mi amigo,
y
no me fío de los que a pecho descubierto me vacilan
con
una lista de consejos aprendidos.[1]
Me
giro y la veo bailando frente a mi puerta. Sé porque lo hace. Intenta animarme.
Me vio triste.
-Venga,
que estoy toda buena y no lo sabes aprovechar.
Es
inevitable que me ría. Me acerco y la beso.
-Habrá
días mejores que hoy.
Cuando
despierto a la mañana siguiente, la oigo respirar cerca de mí. Aun duerme tan
plácidamente que casi me da pena moverme, pero lo hago. Salió el sol entre las
negras nubes de un sábado plomizo. Me preparo un café y un par de tostadas.
Tengo un Wasap de Roberto. Me
pregunta cómo me va y si le acompaño a comprar tabaco al estanco que hay cerca
de casa.
Hace
cinco meses que terminó con Carolina. La pérdida del bebé que esperaban les
marcó mucho. Antes hacían vidas separadas aun viviendo en la misma casa y antes
de estar ella embarazada. Antes me rompía la cabeza intentando entenderlo. Hoy
no. Hoy intento vivir mi vida como me place y tener la relación que me plazca
con mi pareja. Carolina regresó a Valencia con sus padres y él, incapaz de
seguir viviendo en el piso donde estaban, regresó a casa de sus padres.
Le
respondo que lo más posiblemente es que sí le acompañe pero que hablaremos.
Ni
me molesto en encender el PC. No tengo ganas ni fuerzas para escribir. Me pongo
a repasar las mujeres que han pasado por mi vida y la relación que tuve con
algunos de mis amigos. Imagino que Daniel seguirá enganchado a la mariguana.
Casi me involucra en sus asuntos la última vez que lo vi, hace cosa de ocho
años. No pasé más miedo en mi vida pese a que a Clara se lo cuento con un tono
de humor y ella se ríe a carcajadas y algunas veces me pide que se lo cuente.
Se lo habrá contado unas cuarenta veces y siempre cambio algo de mi relato,
cosas que ella me corrige en forma de pregunta.
¿Pero
no fuisteis al cine? ¿Pero no estaba también Pedro, el amigo de Daniel? ¿Pero
al tipo que te reconoció no le llamaban el
pelos? ¿Pero la policía no buscaba a un hombre que había matado a su mujer
y a su amante? ¿Pero tú no tenías que tomar un tren a las doce de la mañana?
Clara
se levanta y en mitad de un bostezo disimulado me da los buenos días y me
pregunta que voy a hacer.
-Iré
a ver a Roberto.
-Pues
si sales compra pan y leche. Nos queda para ahora pero poco más.
-A
la tarde hemos quedado con mis hermanos.
-Lo
sé, lo sé. Te mueres por ver a tus sobrinos. Yo he quedado con mi alto y
apuesto amante para comer y para lo que se nos presente.
-Muy
graciosa, Clarita.
Me
da un beso en la mejilla.
Cuando
llego al estanco, Roberto ya está allí. Habla con alguien por el móvil y por el
tono me imagino con quien.
-Perdona.
Es que…
-Ni
te preocupes. ¿Entramos a por tu tabaco?
Asiente
y tras haber sido atendidos, me explica que no tiene muy claro quién es, que
tiene una crisis de identidad pronunciada. Que todo se le ha desmoronado en
poco tiempo. Yo solo le miro y me doy cuenta que él y yo, pese a habernos
conocido desde la niñez, nunca hemos hablado de literatura. Sé bien que él lee
poco o nada.
-La
echo mucho de menos, tío.
-Lo
sé.
-Me
hubiera casado con ella…
Eso
lo dijo con otras mujeres de su vida. Con Ángeles, con Lucia, con Natalia…
-Lo
sé.
No
tardamos en despedirnos a la altura de Galileo y de regreso a casa, me propongo
a describir lo que va pasando en mi paseo. Un señor mayor con bastón y gafas
ahumadas, unas chicas jóvenes riéndose de alguna ocurrencia, un hombre que
huele a alcohol y grita al hablar, un coche de policía que tiene la sirena
puesta por la calle San Leonardo…
Entro
en el portal de mi casa y noto que empieza a llover.
-Usted
siempre llegando a tiempo.-Bromea Crispín, el portero.
-Se
ve que sí.
Como
con Clara y a media tarde, ya estamos en un autobús camino a casa de mi
hermana.
-Lástima
que llovió. Me hubiera gustado ir en moto.
-Siempre te niegas a conducirla y optas por ir
de paquete.
-Copiloto.
Paquete suena tan feo…
Escoger
bien las palabras. Un misterio si esa lección te la daba el Doctor Guillermo
Sarmiento, uno de mis profesores en la facultad. Siempre decía que los autores
del Cid y el Lazarillo sabían usar con detalle el lenguaje y después nos decía
que nosotros no sabíamos redactar como Dios mandaba.
-Ahora
voy a tener que ser leísta y loísta porque este tío imbécil no sabe
escribir.-Clamaba algún compañero.
Llegamos
a casa de mi hermano. Sabemos que lo más seguro es que terminemos quedándonos a
cenar. Mis cuatro sobrinos me abordan de un modo desordenado y les veo correr y
soltar risas y gritos, cada poco tiempo, inventando juegos que yo no entiendo. Arturo,
uno de mis sobrinos, tira de la manga de Clara y le muestra un dibujo para
ella. Le explica que es y Clara lo abraza y le dice lo mucho que le gusta.
Hace
menos de dos meses les enseñé a él y a su hermano Alfonso como se chasquean los
dedos.
-Usando
tu mano dominante, presiona la yema del dedo pulgar firmemente contra la yema
del dedo medio. Debe haber suficiente presión como para hacer que las puntas de
tus dedos se pongan un poco rojas.
-¿Y
luego?
-Desliza
tu pulgar hacia tu dedo índice y al mismo tiempo desliza tu dedo medio hacia la
palma de la mano, manteniendo la misma cantidad de presión hasta que tu dedo
medio se deslice rápidamente pasando por todo el pulgar y choque con la palma
de la mano produciendo el sonido del chasquido. El dedo medio deberá golpear la
base carnosa del pulgar. Entonces suena.
¿Y cómo se escribe
una novela?
La
verdad es que eso, como chasquear los dedos, lo aprendí casi por instinto. Lo
aprendí con la práctica, con la lectura, con la investigación. Aun hoy me deben
corregir cosas de estilo y de construcción.
-Pones
un guion al empezar un dialogo, no al final a no ser que hagas una aclaración,
cosa que es muy común en los textos de literatura infantil o juvenil.
-Y
más si vienes del cómic.
-A
yo de eso poco sé. Soy experta en literatura femenina, ya sabes…
-Pero
algún cómic leíste, ¿no?
-Sí,
sí, el Maus.
-Yo
ese me lo leí en una tarde.
-¡Vaya
empacho!
-Odiaba
mi módulo de informática y deseaba retos intelectuales. No sé, programar en C++
es tan tedioso… y más cuando te lo da una profesora odiosa.
-¿Esa
que quedó tocada al romperse la cadera en un accidente doméstico?
-Sí,
esa misma. ¿Te he hablado alguna vez de mis teorías sobre el karma?
Allí,
cursando ese módulo, gané un concurso de relatos y empecé una primitiva versión
de mi segunda novela, que no la primera, la primera como primera que es, duerme
la siesta en un cajón. Traicioné mis
deseos conviviendo con aquellos compañeros que, de un modo irónico, se
asemejaban a los yahoo de Swift. Traicioné
mis ideales intelectuales por no aceptar la verdad. Tal vez fuera porque al
morir Manuel todo cambió. Era un aprendiz sin maestro y olvidé que yo estaba en
la vida para ser algún día maestro de alguien.
En
el autobús de regreso, Clara se duerme. Yo ni me molesto en ver a los viajeros
y describirlos como diversión. No. Me dedico a mirar el paisaje nocturno de ese
Madrid olvidado para muchos. Es una mujer. La cuidad es una mujer. Era mi novia
antes de mis novias. Ella era diferente a cada hora de los días, cada día de la
semana, cada mes del año… Ha refrescado.
Noto
un vuelco en el corazón cuando el domingo me entero de algo que Clara nunca me
dijo. Escribió una novela. Una novela… Ahora sí me he caído de mi caballo,
señores.
-Me
tomaste por tonta todo este tiempo y ya ves.
-Pero…
-No
haces algo tan difícil, corazón.
-Pero…
Me has mentido.
-¿Ah,
sí? ¿Me has preguntado si escribí novelas? Hola, soy escritor y me molas. ¿Quieres
salir conmigo? Ah, por cierto… ¿Has escrito novelas que yo no sepa?
-Pero…
Me
siento extrañamente dolido. ¿Qué soy yo ahora? Lo peor es que deseo leer su novela.
Una parte de mí desea leerla pero… ¡Clara ha escrito una novela!
Digo
que debo salir y tomar el aire.
-¿Ahora?
-Ahora.
-No,
no, no. ¡No huyas ahora así como así!
-No
huyo… solo…
-Sí
lo sé me lo callo.
Acabo
vagabundeando por Opera. Veo las tiendas llenas de turistas y es como si todos
fueran a cámara lenta. Clara… estoy acostumbrado a que otros me superen. Félix, Vicente, Julio, Almudena… Pero Clara no. Clara es Clara. Clara es el papel de
mi pluma, no a la inversa. La miraba y era la inspiración. Sabía que era
sentir, sabía que era ser humano, sabía… que no siempre era un bueno para nada.
Sé
que pasará cuando llegue a casa.
Entraré
y ella saldrá de donde esté al pasillo, me mirará y le devolveré la mirada.
-No
me pienso disculpar. No hice nada malo.
-Lo
sé, pero me has robado mi identidad.
-Ese
es tu problema. Mira, no soporto tus bajadas y subidas. Me agotas. Supera tus
inseguridades. Cuando lo hagas, me llamas.
-¿A
dónde te vas?
-Te
vas tú, yo me quedo aquí.
-Clara…
-¡Qué
te vayas! ¡Encima debo sentirme mal por tu culpa! ¡Anda ya! ¡Vete a donde te
apetezca pero olvídate de mí!
Sí…
Eso es muy probable.
¿Y
sí es como lo que Roberto me dijo un día? ¿Y si Clara, como él, quiso intentar
a escribir la novela que llevaba dentro? Aunque imagino que la de Clara no
hablará de un futuro extraño y con naves interestelares.
Entro
en el portal. El portero no se asoma. Seguro que estará en la sierra con su
familia.
Meto
la llave en mi cerradura, abro despacio y dejó mis llaves en el platillo que
porta ese Goofy de cartón piedra de
tamaño real y vestido de mayordomo.
Clara
me mira desde el umbral de la puerta del salón. Parece haber llorado. Bien,
aquí viene la tormenta…
No
dice nada, me abraza y noto el perfume de su champú en su cabello. La estrecho
contra mí.
Chasqueo
la lengua al hablar.
-No
importa. Ya sabes como soy. Perdóname. No has hecho nada malo, soy yo que soy imbécil.
Soy un desastre que escribe y si no puedo ni hacer eso bien…
Alza
la mirada y su gesto es de aquel que ve algo sin entenderlo.
-¿De
verdad crees que solo eres líneas y páginas? Yo no estoy contigo por eso. Estoy
contigo porque de todo lo que hay suelto por el mundo, eres de lo mejor. No
eres perfecto, pero mírame. Soy bajita, tengo escoliosis y alergia a los gatos.
Soy como cualquiera y tú igual, pero hoy día no te cambio por nada.
Me
propone ir al Rastro. Aún es pronto. Son las 12.46. Estará atestado pero quedándonos
por la Puerta de Toledo no pasará nada. A la tarde estamos tranquilos en casa.
Como
no, Clara se duerme en el sofá, con la manta enredada entre las piernas. Hace
mucho que terminó la película que pusimos y apagué la tele. Anochece y yo me
dirijo a mi PC, lo enciendo y comienzo a escribir sin saber bien a donde me
llevará lo que haga.
Mira la ciudad por la ventana de la
cafetería y sonríe.
[1] Músico
De Guardia de
Quique González canción incluida dentro de su disco de música titulado
Personal
Etiquetas:
escrito,
escritor,
Libros,
literatura,
Madrid,
mujeres,
Novelas,
Novia,
Retrato,
Ser Humano,
Yo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)







