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martes, 31 de mayo de 2016

¿Y ahora qué te cuento?

Bien, prepárate…

Venga, dale

*Carraspeo* Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.

Entre la primera y la última vez que la vi llorar parece que…

Eso ya lo has contado.

¿De verdad?

Sí, de verdad.

Vale, vale, espera, ahora sí que sí… *Suspiro*

Mírame, fíjate, obsérvame en silencio
Esta vez te voy a abrir la puerta
Cálmate, pues tú también…

Perdona. ¡Eh! ¡Oye, para!

¿Qué?

Poesía no que eres muy mal poeta.

Va, como quieras… Es cierto que no soy un gran bailarín. Bailo igual que vivo: Improviso.

Soy de los que bailan en bodas, como creo que muchos, no obstante creo que bailar es un modo más de estar en armonía con otros.

Eh… Eso ya me lo dijiste hace un par de años.

Pues me estoy quedando sin ideas ¿Y una nueva aventura de Inés Molina?

Paso.

¿Súper héroes?

No, me aburren mucho. Tenían su gracia cuando lo de El otro traje. Eso fue muy divertido. Desnúdate.

¿Qué me desnude?

Claro. Cuéntame algo que nadie sepa.

¿Es acaso una entrevista?

Todos tus relatos lo son en algún momento y más tú, que llegas a ser un poco exhibicionista.

No sé cómo tomarme eso.

Como quieras, pero venga, que se nos hace tarde ya.

¿Tienes prisa?

Sí y no.

Pues, en fin… yo de pequeño quería ser policía.

Seguro que la gente hubiera pensado que querías ser dibujante.

Sí, y mira que me pasé mi adolescencia haciendo comics y ya ves donde están. Ahí, abandonados.

Ah, sí, leí esos de una chica rebelde de una sola página. No estaban del todo mal.

Pero un día perdí el interés y la ilusión por crear cómics. Ahora los veo y pienso en que ese era otro. Otro que tomaba una regla, hacía márgenes, viñetas, bocetaba… y ahora me da una pereza el solo pensar en hacer una sola página de un cómic...

Pero ilustraciones y dibujos sí que haces, que te vi hace poco hacer uno sobre… ¿Sobre qué era? ¡Ay, Dios! No lo recuerdo ahora.

Pues si no lo sabes tú, yo menos, que ya dibujo por dibujar, sobretodo garabatos y…

¡Ah, ya! ¡Un cowboy en una puesta de sol, era un dibujito pequeño, sin mucho misterio!

Así es como yo dibujo. Sin más. Cuando tengo el lápiz en la mano, pues me pongo a hacer monigotes, como cuando la gente habla por teléfono. ¿Aún hay gente que hace eso cuando habla por teléfono?

Yo creo que no. En los ochenta y en los noventa sí porque había libretas cerca de los teléfonos, pero ahora con los móviles y demás, somos más sosos, se nos seca la creatividad.

Cuando asimilé que no era buen dibujante, fue cuando conocí a Manuel. Hace poco analicé su poemario ¿sabes?

Ah, mira que bien. ¿Ese era el que te dio teatro en el instituto?

Pues sí, ese mismo. Yo creo que desde chaval escribí mucho, pero no lo reconocía o no lo vi como algo que se hace por necesidad ¿sabes cómo te digo?

Perfectamente.

Pues eso, que al final…

Sueles usar mucho la coletilla pues eso, pues sí, pues… mucho pues y poco contenido.

No me doy cuenta. Lo intentaré evitar. Antes era bueno o bien.

Tal vez bueno y bien sean cosas que involuntariamente estaban en ti. Te sobraba el bien y el bueno.

Es muy irónico eso.

Para nada. Pero prosigue, que te me dispersas, pierdes hilo y luego te queda todo sin explicar.

En fin… que al estar solo muchas veces, cultivé mi mundo personal, mi mundo interior. Por eso no comprendo a la gente que no sabe estar sola. ¡Estate sola y mira quién eres!

Ya, pero al final, aquí estás, hablando conmigo.

Tú no eres como los demás. Siempre, desde mi niñez y mi adolescencia, he intentado tener un igual. El otro día cuando salía a correr, hará cosa de un mes o así, me di cuenta que yo no tengo un igual. Siempre quise que mi mejor amigo se asemejase a mí, pero ahora ya tengo asumido que no iba a ser así. Me dejaron solo y ahora también lo estoy y… no pasa nada.

Y aún hay quien no te conoce y dice que eres un tipo duro y frío…

Yo antes no era así, bien lo sabes. Yo antes era cariñoso, pero se ve que, como a la gente que no tiene un bolígrafo y un block al lado del teléfono, se me seca algo, pero en mi caso no es la creatividad, si no el cariño. Antes me costaba mucho menos decir que quiero a la gente.  Es más, ahora que me distancio de la gente que antes me trataba a patadas, más me aprecian. Mundo de locos.

¿Por qué dejaste de querer ser policía?

Porque un vecino me dijo que a lo mejor algún maleante me pegaba un tiro y me mataba. Que podía pasar. Por eso desistí.

Preferí como dejaste de querer ser dibujante, la verdad.

Por eso no cuento estás cosas.

Pero oye, que es muy tierno eso, no te equivoques.

Hay gente que cuenta mejor las cosas que yo. Yo me bloqueo, me pongo nervioso y en vez de tartamudear, desordeno las palabras al hablar. Por eso casi no me dedico a hablar de verdad con nadie.

Y hay gente que es idiota perdida. Mucho contar cosas y no se creen ni quienes son ni lo que dicen. Llenan el aire de palabras pero no se las creen, no las asimilan. Leen y oyen sin saber nada.

Ahora te dispersas tú.

Puede ser. Venga, veamos, ¿Cómo ese poema que ibas a recitar?


No lo recuerdo, la verdad… creo que he perdido el hilo. 

domingo, 14 de febrero de 2016

Sin valentía

Estimado tú:

No tengo ni idea del motivo por el que escribo esto, pero será que necesito hacerlo.
Contigo he pasado del amor al odio, y del odio a la apatía sobre todo lo que forma parte de ti.
Has estado más de veinte años manipulando, con éxito o no, mis pasos. Ahora que me he logrado alejar de ti lo tengo claro: no pienso en volver.

Ahora que he(mos) llegado a este punto, en el fondo nada va a cambiar ya. Irá a peor si acaso, pero por fin estoy libre de tu influjo. Libre de tus inseguridades y miedos estúpidos que acorazabas con bromas absurdas y juicios de valor que minaban mis actos, fueran grandes o pequeños.

"¿Qué haces en Madrid? Ven a verme que te quiero mucho"

"¿Tú has visto las pintas que llevas? Vistes de un modo muy desfasado.

"Hazme caso, eso no te conviene para nada"

Has querido controlar mi vida y yo te dejado. No niego mi parte de culpa en esta situación. Debí haberme dado cuenta antes de lo que estabas haciendo conmigo. En el fondo eres una víctima de ti mismo y cometes los mismos errores que has aprendido de otros pero eso no te da la bula (¿conoces ese término? porque nunca te has molestado en conocer mis creencias ni siquiera en leer más de un libro o dos por gusto) para actuar como has actuado conmigo.

En el fondo eres cruel y ruin a tu manera. Sé que no lo pretendías en muchos casos. Sé que lo hacías porque creías que era lo justo pero un hombre qué cree que cuando una mujer dice no quiere decir que sí, tendría que haber activado todas mis alarmas y haber visto lo que ibas a hacer en adelante (ya cuando dijiste eso llevábamos conociendo ocho años)

Y ahora que se ha caído la venda que tenía en los ojos y que tu control, que veías que se iba debilitando, se ha disipado, puedo decir que no eres ya nadie para mí.

Así es. Ese que se enfadó conmigo porque me iba a una feria con mis amigos y no con él, ese que se mofaba de mí cuando quise dedicarme a la actuación, ese que intenté dejar unas cuatro o cinco veces, ese que siempre quería la atención mía para contar cómo le había ido el día pero que, curiosamente, nunca preguntaba por mi día, ese que me presento a una compañera suya diciendo que era una calientapollas, justamente ese, ya no es nadie.

Por supuesto que tú podrías hacer la réplica y decir que yo he cometido este o aquel error, que yo he hecho aquello o lo de más allá, pero ya te encargabas constantemente de afearme todo lo que yo hacía, así que para mí estás desautorizado para intentar siquiera tener una defensa de los actos que acabo de relatar sin ningún ápice de odio y algunos que no he relatado por pudor más que otra cosa.

Puede que te parezca injusto, pero simplemente hago esto con el fin de sacármelo de dentro de las entrañas, porque ahora que estoy lejos de ti soy consciente de la gran verdad y es que lo que tú has tocado, de algún modo, se ha convertido en mierda pese a tu filosofía maniquea en la que solamente unos pocos se salvan, aquellos que te querían incondicionalmente, aquellos que te soportaban todas las tonterías y ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está esa gente?
Sé que me queda un gran recorrido hasta poder llegar al punto en el que yo vuelva a valorarme como me merezco pero lo voy a lograr porque valgo más de lo que tú nunca has creído. Porque cuando me despedí ti aquella vez dijiste que tú me habías apoyado a la hora escoger mi carrera y no es verdad. Es una idea qué te has esforzado en hacer verdad en tu cabeza. Te miraba entonces que miraba entonces y no te saque de su error porque ya empezó en ese momento a surgir la indiferencia hacia ti y era gastar energías como había hecho anteriormente para ser lo que tú esperabas y que tú en algún momento fue así lo que yo esperaba pero no éramos ninguno de los dos las personas que pensábamos.

Sé que de alguna manera enfermiza tú me has querido y yo te he querido pero, ya te he dicho que ahora ya no siento ningún tipo de cariño. No te deseo ningún mal pero queda un gran recorridos hasta poder llegar al punto en que seas consciente del mal que te haces a ti y a los demás, si es que algún día haces ese examen de conciencia y eres capaz de comprender que no se debe insultar a alguien porque no te quiere Cómo y cuándo quieres.

Soy consciente de que nunca leerás esto pero si en algún momento lo haces quiero desde lo más profundo de mi corazón que entiendas que esto no es en ningún momento un ataque hacia ti solo un modo de decirte No cuando tú entendías que sí.

Allá donde vayas espero que nuestros caminos no se lleguen a cruzar por el bien de ambos.

lunes, 13 de julio de 2015

Lo mejor de lo peor: Aquellos tebeos que alguien llamó "De niña a mujer"

Hace unos doce años, ideé un tebeo para una revista de un centro donde yo estudiaba. La verdad, no era un gran tebeo y yo pretendía que constase de una sola hoja donde apareciera  el crecimiento de una niña hasta su llegada a la adolescencia. 

 

Pero el que era mi editor, Alejandro Valero,  además de tener el atrevimiento de titular ese tebeo como De niña a mujer exigía que en el siguiente número, volviera a aparecer los susodichos personajes: la chica (de la que nunca se dice su nombre) y sus padres, mostrando algunos de lo9s problemas que la protagonista tenía con el mundo.



Ya pasado el tiempo, intenté plantear probar cosas nuevas y sacar a la chica de la casa. Así es como integré a un par de amigas. La técnica del dibujo mejoró ligeramente, pero todos sabemos que soy mejor escritor que dibujante de tebeos. 



Y al final... acabó todo en este último chiste publicado en 2004, pero mi carpeta de dibujo aun guarda los intentos de otras páginas en donde iban a aparecer nuevos personajes como una hermana menor de la chica o el por qué decidió tirarlo todo por la borda y ser como es... pero así es nuestra amiga E... Ups! Casi se me escapa el nombre.

miércoles, 1 de julio de 2015

Verónica

VERÓNICA

Hoy es su cumpleaños. Hoy es el cumpleaños de Verónica.

Ahora mismo está difuso como la conocí. Yo tendría unos dieciocho o diecinueve años. Yo era un iluso y ella una… no sé lo que era. Han pasado unos trece años - ¡Qué mal número, por Dios!- y cada vez me importa menos, pero hoy es su cumpleaños. Solo a ella se le hubiera ocurrido nacer en Julio
Tenía el cabello negro más magnífico que he visto en mi vida y una sonrisa que me cautivó. Me pasaba las noches hablando con ella, y cuando no era así, habla de ella.  

Ahora pienso que tal vez la agobiase, me tomé licencias con ella, me equivoqué antes de enfilarme hacia un pequeño acierto y eso no va a cambiar.

Me pude dar por vencido. Había muchas señales que me lo indicaban. Huye. Salta y tira del paracaídas, pero ella fue como Circe y yo como Odiseo, salvo que nadie esperaba mi regreso.

-Ven, que toca que te folle.
-¿Eh?
-Sí, coño, hoy te voy a hacer un hombre.
-Para un momento, Verónica. ¿Te crees que me voy a acostar contigo tras cómo me has tratado en estos meses?

Esos ojos color café parecían hervir.

-¿Quieres o no?
-Sí, pero…
-Pues te vienes conmigo.

Ahí mi paracaídas solo fue una mochila llena de platos, cubiertos, un mantel… como esos dibujos animados de toda la vida, pero nadie soltaba carcajadas ante mi descenso.

-Creo que te puedo aprender a querer.-Me confesó unos días después de su arrebato.- A fin de cuentas, tú dices que no pasa nada por quererse y decirse lo que se siente. Ser libres para decir lo que queramos.

Y como no, me dejé engañar por las palabras bien adornadas, pues las llamadas sin responder a su móvil se multiplicaron, sus ausencias eran algo típico, y los paseos hasta su portal eran un trayecto cotidiano. Hasta aquel día que me soltó las diez palabras que equivalían a llegar al suelo y esparcirme en mil partes.

-Creo que me he enamorado de una compañera de mi clase.
-¿Bromeas?
-No, yo con el amor no bromeo.

No, claro, pero con mis sentimientos sí. ¡Valiente cobarde estaba hecha!

-Pero… ¿Es por qué no te gustó hacerlo conmigo?
-¡Ay, Dios! ¡Qué egocéntrico eres! No eres tan especial como te crees.

Va a ser verdad es que me decían: Te va que te den caña. Me atraían las chicas bordes, malvadas, con un punto de mujer fatal de andar por casa… ¡pobre muchacho con tan mal autoestima!

Y un día llegó el silencio.

Es irónico pero yo siempre preferí esa canción que decía:

Vámonos de una vez,
puede que sea el último tren.
Como Tintín, como Phileas Fogg,
una vuelta al mundo, tal vez dos.
Un gran viaje que nos haga aún más grandes,
una aventura inolvidable.[1]

Mientras Verónica cantaba claramente:

No va volver a pasarnos esto 
No quiero ya más de lo mismo 
Y tú eres más de lo que puedo aguantar 
No vas a volver a sentirte único 
Algo especial algo importante 
Búscate alguien que te pueda aguantar[2] 

Pero al final me dejó por un maldito informático. ¡Es de chiste! Soy de chiste.

Se marchó de mi vida antes de que el antiguo régimen de amistades de mi época de adolescencia se marchase o les despidiera sin finiquito, con cobardía, con hartazgo. Pasarían años para que comprendiera lo que era estar al otro lado, en el lado de Verónica y aprendes al final que todo termina por pasar y pocos se quedan, pero esa es otra melodía.

Hoy cumplirá treinta años y he pasado unos cinco o seis años persiguiendo su recuerdo, como Alicia perseguía al Conejo blanco, pero, al final uno debe despertar y dejarse de conejos y setas, de sueños, de maldecir la libertad que te da el curarse de algunas fiebres que te dejaban delirando y diciendo tonterías.  

Maldito calor que se me pega en los recuerdos. Malditos recuerdos que me calientan.







 



[1] Gran turismo de La Habitación Roja incluida en el álbum Nuevos tiempos.
[2] El eje del mal de La Habitación Roja incluida en el mismo álbum. 

domingo, 19 de abril de 2015

Problemas de actitud

Director: Bien, señor Maroto, me alegra ver que pudo venir. Sé que es usted un hombre terriblemente ocupado, pero este asunto no podía ser hablado por teléfono.

Señor Maroto: Es comprensible. Si Daniel está causando algún tipo de problema, me gustaría saberlo.

Director: Pues, verdaderamente, Daniel está teniendo una actitud nada recomendable ¿Sabe usted? Su comportamiento deja mucho que desear.

Señor Maroto: Lo lamento.

Director: ¡Y tanto que debería lamentarlo! Daniel no parece mostrar el interese que se busca en él. En absoluto. Se niega a hacer pellas, trae sus deberes hechos cada día, devuelve los libros a la biblioteca… ¡Y en óptimas condiciones!

Señor Maroto: Espere… ¿¡Qué!?

Director: Sí, en óptimas condiciones. Creo que va entendiendo la situación. Su hijo hace que sus compañeros lleguen a sentirse violentos. Imagínese… ¡Daniel está intentando prosperar a través del estudio y el esfuerzo! ¿Qué clase de persona hace eso? Yo se lo diré. Eso lo hace un intelectual, un individuo que piensa por sí mismo, y estará conmigo en que nadie aquí quiere eso.

Señor Maroto: ¿Está hablándome enserio?

Director: ¡Totalmente! Daniel intenta aprender cosas que el profesor de Lengua no le explicó. En su clase aun hoy, en Abril, están por el Mester de clerecía y por las oraciones simples... ¡Y su hijo ya ha leído la Regenta y sabe reconocer con exactitud una oración subordinada, y tengo oído que pensaba empezar con la casa de Bernarda Alba! ¡En vez de saberse la alineación del Real Madrid como todos sus compañeros!

Señor Maroto: No entiendo nada…

Director: Es comprensible. Nadie aquí entiende a su hijo. Nadie. Aunque, en mi opinión, esa actitud debió sacarla de alguien. No pretendía acusarle de nada, pero Daniel no puede haber adoptado este comportamiento de nadie de este centro, así que debió aprenderlo en casa. Y ya le advierto que así por la vida no se saca nada bueno. Es trabajador, educado y respetuoso. Así no va a lograr una posición de verdad, ni casarse con una chica que merezca la pena, y perdóneme si me meto donde no me llaman, pero le cuento todo esto por no expulsar a su hijo.

Señor Maroto: Es de locos…


Director: Puede verlo así, sí, pero si Daniel no cambia de actitud, le aseguro que no va a proseguir sus estudios en este centro. ¡Si hasta se sabe las tablas de multiplicar! ¡A su edad! Es una total aberración, sinceramente. Y si ahora me disculpa, me marcho a dar una clase de Wasap. Muy buenos días, ya sabe dónde está la puerta. 

lunes, 23 de marzo de 2015

La musa. Un relato para lectores y para informáticos.

INTRODUCCIÓN


Esto lo escribió alguien que antes creo que vivía en donde yo vivo, en el mismo tiempo, en el mismo país, la misma ciudad, la misma casa y el mismo cuarto, pero que ahora no soy exactamente yo. Tal vez fuera una mera invención de mí o yo sea una invención de él.

Hace unos años este texto me fue robado por gente que no tenía ni idea de literatura y distribuido por las redes de una pequeña clase que me robaba la ilusión y la alegría, si eso era posible que yo poco sé ya de eso. Fue distribuido, según supe, para hacer burla y mofa de mí, imagino que por querer plasmar mis sentimientos en un escrito, que ya se ve que es un delito muy ruin y cruel, más incluso que no saber quién era Rasputín o de donde viene eso de Ay, mísero de mí!, ay infelice… Porque, otra cosa que no les dije a ustedes, mis lectores, es yo pretendí ser informático y por no saber programar como muchos de mis “compañeros”, era considerado un ser horrible y necio.

Por ello, este texto de esa persona que una vez fue, va dedicado a ustedes y no a los primeros lectores que fueron primigenios en muchas cosas y que aún hoy, creo yo, programan con herramientas de la edad moderna y no de bronce y que me juzgaron con gran acierto desde el primer momento, pues es algo demostrado que por escribir tolerablemente se es un terrible criminal y un paria.

Solo espero que los que me van a leer sean más indulgentes que aquellos especialistas, tan similares a los que Friedrich Wilhelm Nietzsche retrato en Also sprach Zarathustra, pues de este texto a hoy han pasado unos seis años, si no me falla la memoria.

Gracias.
  

Las mayores obras de la humanidad las han inspirado personas de a pie. Eso es un hecho irrefutable.

Pero, ¿Cuántos pueden decir que casi su vida es otra gracias a una persona en particular? Sí, ya, completar la existencia con otra persona que quieres a tu lado en la cama es un placer que pone un antes o después en tu vida, pero me refiero a que la vida tome otro tono gracias a una persona y que cuando deje su huella en su lado de tu colchón, sigan notándose esos colores, esa luz que parece haber convertido una ciudad gris y triste en el maldito país de nunca jamás o el de las maravillas.

Creo que es ahí, en ese mismo punto donde la gente piensa que hay una historia que recordar, escribir, narrar

Y es ahí donde empezaría mi historia, aunque es más la historia de ella.

En aquella sala de usos múltiples, donde ahora adornaba la entrada una plaquita de metal en recuerdo a aquel excelente profesor, y que se usaba eventualmente para representar obras

Allí me senté, bromeando con los colegas, sin mucha conversación inteligente, pero era lo que había.

Y de repente, ella. Sí, ella. Cabello oscuro, ojos limpios, labios que parecían dibujados en un lienzo...
Allí estaba, en el escenario, como un espíritu luminoso. Como la musa para mis sueños. Era Ofelia, Wendy, Julieta, Dulcinea, Rosana, Artemisa...

-Es preciosa- Comenté a mis amigos.
-No está mal. Para mi gusto le falta tetas.-Respondió uno de ellos.
Tenía que conocerla. Hubiera dado mi alma al Diablo por ello.

Y la conocí, sin dar mi alma, claro.

Fue gracias a una tonta obra que hice. Decidí que uno de los papeles protagonistas fuera para ella. Así fue como nos conocimos y comenzamos una bella amistad. Era un principio.

Hicimos muy buenas migas, pero, no solo de migas come el corazón.

Aún recuerdo aquel día de Diciembre, con las compras de navidad por hacer, ella se ofreció a acompañarme para comprar las últimas cosas que me quedaban. Alicia- Que así se llamaba.- me hablaba de cómo desde muy joven quiso ser algo artístico. Un hombre del metro le dijo que tenía manos de violinista según me contó.

Nunca fui más feliz en mi vida que aquel día, y tal vez fue entonces cuando vi de verdad ese país de Nunca Jamás.

Pleno Julio. Estaba decidido a decirle a Alicia que la amaba con todo mí ser. Pero ella tenía otros planes. Había pasado tantas cosas malas en su casa que decidió irse sin mirar atrás. Irse a vivir con un cualquiera a otro lugar. Nunca supe bien dónde.

Así me quedé. Solo, sin musa pero con ese brillo casi manchado por la desilusión. No estaba triste. Lloré, claro, y maldije, también, pero nunca me rendí. Siempre pensé que ella volvería a mi vida, a fin de cuentas, ella la había transformado en algo. Volví a creer en mí gracias a ella y volví a escribir y a soñar gracias a ella ¿Se fue? Buen viaje. Ya regresarás.

Y sí, regresó, cuatro años después la volví a ver, y eso es hace unos meses.

Justo en el mismo lugar donde aquellas navidades pasé el mejor día de mi vida. Seguía siendo preciosa. Nunca dejó de serlo.

Me vio, la vi y sonreí.

-Hola, Alicia.- Le dije.
-Hola, señor escritor.- Me contestó ella tras un largo silencio.

Y allí nos quedamos, en silencio, mirándonos en mitad de la multitud que iba y venía.

Es increíble. Sería el perfecto final de cualquier obra. Un final abierto a todo los niveles, pero yo ya sé el principio y el final de nuestra historia. Siempre lo supe.


lunes, 23 de febrero de 2015

¿Cómo se chasquea una novela?

Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.

Entre la primera y la última vez que la vi llorar parece que han pasado un par de líneas de un libro, y tal vez así fue. Es más que posible que exista una cuarta pared, pero de lo que estoy seguro es que hay una ventana en la cafetería y ella sonríe. Pasa un hombre con bigote negro y maletín. Se está mojando y la gabardina que lleva me recuerda a las bolsas moteadas de grasa de las churrerías que portan churros y porras los domingos. Se lo digo y ella se ríe ante la ocurrencia. Esperamos a que escampe un poco.

Caminamos hasta la Calle de Costanilla de Los Ángeles, bajando por la calle de las conchas.

-A lo mejor lo que te pasa es que estás sufriendo un bloqueo.-Me dice con cierta tranquilidad.

Sé que no sabe empíricamente lo que es un bloqueo del que escribe. Ella no lo hace como yo. Me pregunto si alguien lo hará como yo o si hasta en eso soy un rara avis, un perro verde.

-No lo sé, Clara, no lo sé…
-No te preocupes. Todo pasa.

Me toma de la mano con sus dedos finos y suaves.

No tardamos en llegar a casa a pesar de habernos parado en mil lugares.

Ella se pone cómoda, yo me siento frente al PC y me propongo escribir. La hoja en blanco se llena de frases y descripciones diversas en cuestión de tres cuartos de horas. Ninguna me convence.

Oigo que Clara ha puesto música y reconozco ese tema.

Vivo en un escenario del tamaño de dos lunas,
voy cuesta abajo por tu cuerpo y ya no tengo cura.
Soy músico de guardia desde la cuna a la tumba,
plantado como una farola al norte, al norte de mis dudas

Prefiero la seguridad que da lo incierto
saber que el tiempo no será jamás mi amigo,
y no me fío de los que a pecho descubierto me vacilan
con una lista de consejos aprendidos.[1]

Me giro y la veo bailando frente a mi puerta. Sé porque lo hace. Intenta animarme. Me vio triste.

-Venga, que estoy toda buena y no lo sabes aprovechar.

Es inevitable que me ría. Me acerco y la beso.

-Habrá días mejores que hoy.

Cuando despierto a la mañana siguiente, la oigo respirar cerca de mí. Aun duerme tan plácidamente que casi me da pena moverme, pero lo hago. Salió el sol entre las negras nubes de un sábado plomizo. Me preparo un café y un par de tostadas. Tengo un Wasap de Roberto. Me pregunta cómo me va y si le acompaño a comprar tabaco al estanco que hay cerca de casa.
Hace cinco meses que terminó con Carolina. La pérdida del bebé que esperaban les marcó mucho. Antes hacían vidas separadas aun viviendo en la misma casa y antes de estar ella embarazada. Antes me rompía la cabeza intentando entenderlo. Hoy no. Hoy intento vivir mi vida como me place y tener la relación que me plazca con mi pareja. Carolina regresó a Valencia con sus padres y él, incapaz de seguir viviendo en el piso donde estaban, regresó a casa de sus padres.

Le respondo que lo más posiblemente es que sí le acompañe pero que hablaremos.

Ni me molesto en encender el PC. No tengo ganas ni fuerzas para escribir. Me pongo a repasar las mujeres que han pasado por mi vida y la relación que tuve con algunos de mis amigos. Imagino que Daniel seguirá enganchado a la mariguana. Casi me involucra en sus asuntos la última vez que lo vi, hace cosa de ocho años. No pasé más miedo en mi vida pese a que a Clara se lo cuento con un tono de humor y ella se ríe a carcajadas y algunas veces me pide que se lo cuente. Se lo habrá contado unas cuarenta veces y siempre cambio algo de mi relato, cosas que ella me corrige en forma de pregunta.

¿Pero no fuisteis al cine? ¿Pero no estaba también Pedro, el amigo de Daniel? ¿Pero al tipo que te reconoció no le llamaban el pelos? ¿Pero la policía no buscaba a un hombre que había matado a su mujer y a su amante? ¿Pero tú no tenías que tomar un tren a las doce de la mañana?

Clara se levanta y en mitad de un bostezo disimulado me da los buenos días y me pregunta que voy a hacer.

-Iré a ver a Roberto.
-Pues si sales compra pan y leche. Nos queda para ahora pero poco más.
-A la tarde hemos quedado con mis hermanos.
-Lo sé, lo sé. Te mueres por ver a tus sobrinos. Yo he quedado con mi alto y apuesto amante para comer y para lo que se nos presente.
-Muy graciosa, Clarita.

Me da un beso en la mejilla.

Cuando llego al estanco, Roberto ya está allí. Habla con alguien por el móvil y por el tono me imagino con quien.

-Perdona. Es que…
-Ni te preocupes. ¿Entramos a por tu tabaco?

Asiente y tras haber sido atendidos, me explica que no tiene muy claro quién es, que tiene una crisis de identidad pronunciada. Que todo se le ha desmoronado en poco tiempo. Yo solo le miro y me doy cuenta que él y yo, pese a habernos conocido desde la niñez, nunca hemos hablado de literatura. Sé bien que él lee poco o nada.

-La echo mucho de menos, tío.
-Lo sé.
-Me hubiera casado con ella…

Eso lo dijo con otras mujeres de su vida. Con Ángeles, con Lucia, con Natalia… 

-Lo sé.

No tardamos en despedirnos a la altura de Galileo y de regreso a casa, me propongo a describir lo que va pasando en mi paseo. Un señor mayor con bastón y gafas ahumadas, unas chicas jóvenes riéndose de alguna ocurrencia, un hombre que huele a alcohol y grita al hablar, un coche de policía que tiene la sirena puesta por la calle San Leonardo…

Entro en el portal de mi casa y noto que empieza a llover.

-Usted siempre llegando a tiempo.-Bromea Crispín, el portero.
-Se ve que sí.

Como con Clara y a media tarde, ya estamos en un autobús camino a casa de mi hermana.

-Lástima que llovió. Me hubiera gustado ir en moto.
 -Siempre te niegas a conducirla y optas por ir de paquete.
-Copiloto. Paquete suena tan feo…

Escoger bien las palabras. Un misterio si esa lección te la daba el Doctor Guillermo Sarmiento, uno de mis profesores en la facultad. Siempre decía que los autores del Cid y el Lazarillo sabían usar con detalle el lenguaje y después nos decía que nosotros no sabíamos redactar como Dios mandaba.

-Ahora voy a tener que ser leísta y loísta porque este tío imbécil no sabe escribir.-Clamaba algún compañero.  

Llegamos a casa de mi hermano. Sabemos que lo más seguro es que terminemos quedándonos a cenar. Mis cuatro sobrinos me abordan de un modo desordenado y les veo correr y soltar risas y gritos, cada poco tiempo, inventando juegos que yo no entiendo. Arturo, uno de mis sobrinos, tira de la manga de Clara y le muestra un dibujo para ella. Le explica que es y Clara lo abraza y le dice lo mucho que le gusta.

Hace menos de dos meses les enseñé a él y a su hermano Alfonso como se chasquean los dedos.

-Usando tu mano dominante, presiona la yema del dedo pulgar firmemente contra la yema del dedo medio. Debe haber suficiente presión como para hacer que las puntas de tus dedos se pongan un poco rojas.
-¿Y luego?
-Desliza tu pulgar hacia tu dedo índice y al mismo tiempo desliza tu dedo medio hacia la palma de la mano, manteniendo la misma cantidad de presión hasta que tu dedo medio se deslice rápidamente pasando por todo el pulgar y choque con la palma de la mano produciendo el sonido del chasquido. El dedo medio deberá golpear la base carnosa del pulgar. Entonces suena.

¿Y cómo se escribe una novela?

La verdad es que eso, como chasquear los dedos, lo aprendí casi por instinto. Lo aprendí con la práctica, con la lectura, con la investigación. Aun hoy me deben corregir cosas de estilo y de construcción.

-Pones un guion al empezar un dialogo, no al final a no ser que hagas una aclaración, cosa que es muy común en los textos de literatura infantil o juvenil.
-Y más si vienes del cómic.
-A yo de eso poco sé. Soy experta en literatura femenina, ya sabes…
-Pero algún cómic leíste, ¿no?
-Sí, sí, el Maus.
-Yo ese me lo leí en una tarde.
-¡Vaya empacho!
-Odiaba mi módulo de informática y deseaba retos intelectuales. No sé, programar en C++ es tan tedioso… y más cuando te lo da una profesora odiosa.
-¿Esa que quedó tocada al romperse la cadera en un accidente doméstico?
-Sí, esa misma. ¿Te he hablado alguna vez de mis teorías sobre el karma?

Allí, cursando ese módulo, gané un concurso de relatos y empecé una primitiva versión de mi segunda novela, que no la primera, la primera como primera que es, duerme la siesta en un cajón.  Traicioné mis deseos conviviendo con aquellos compañeros que, de un modo irónico, se asemejaban a los yahoo de Swift. Traicioné mis ideales intelectuales por no aceptar la verdad. Tal vez fuera porque al morir Manuel todo cambió. Era un aprendiz sin maestro y olvidé que yo estaba en la vida para ser algún día maestro de alguien.

En el autobús de regreso, Clara se duerme. Yo ni me molesto en ver a los viajeros y describirlos como diversión. No. Me dedico a mirar el paisaje nocturno de ese Madrid olvidado para muchos. Es una mujer. La cuidad es una mujer. Era mi novia antes de mis novias. Ella era diferente a cada hora de los días, cada día de la semana, cada mes del año… Ha refrescado.

Noto un vuelco en el corazón cuando el domingo me entero de algo que Clara nunca me dijo. Escribió una novela. Una novela… Ahora sí me he caído de mi caballo, señores.

-Me tomaste por tonta todo este tiempo y ya ves.
-Pero…
-No haces algo tan difícil, corazón.
-Pero… Me has mentido.
-¿Ah, sí? ¿Me has preguntado si escribí novelas? Hola, soy escritor y me molas. ¿Quieres salir conmigo? Ah, por cierto… ¿Has escrito novelas que yo no sepa?
-Pero…

Me siento extrañamente dolido. ¿Qué soy yo ahora? Lo peor es que deseo leer su novela. Una parte de mí desea leerla pero… ¡Clara ha escrito una novela! 

Digo que debo salir y tomar el aire.

-¿Ahora?
-Ahora.
-No, no, no. ¡No huyas ahora así como así!
-No huyo… solo…
-Sí lo sé me lo callo.

Acabo vagabundeando por Opera. Veo las tiendas llenas de turistas y es como si todos fueran a cámara lenta. Clara… estoy acostumbrado a que otros me superen. Félix, Vicente, Julio, Almudena… Pero Clara no. Clara es Clara. Clara es el papel de mi pluma, no a la inversa. La miraba y era la inspiración. Sabía que era sentir, sabía que era ser humano, sabía… que no siempre era un bueno para nada.

Sé que pasará cuando llegue a casa.

Entraré y ella saldrá de donde esté al pasillo, me mirará y le devolveré la mirada.

-No me pienso disculpar. No hice nada malo.
-Lo sé, pero me has robado mi identidad.
-Ese es tu problema. Mira, no soporto tus bajadas y subidas. Me agotas. Supera tus inseguridades. Cuando lo hagas, me llamas.
-¿A dónde te vas?
-Te vas tú, yo me quedo aquí.
-Clara…
-¡Qué te vayas! ¡Encima debo sentirme mal por tu culpa! ¡Anda ya! ¡Vete a donde te apetezca pero olvídate de mí!

Sí… Eso es muy probable.

¿Y sí es como lo que Roberto me dijo un día? ¿Y si Clara, como él, quiso intentar a escribir la novela que llevaba dentro? Aunque imagino que la de Clara no hablará de un futuro extraño y con naves interestelares.

Entro en el portal. El portero no se asoma. Seguro que estará en la sierra con su familia.

Meto la llave en mi cerradura, abro despacio y dejó mis llaves en el platillo que porta ese Goofy de cartón piedra de tamaño real y vestido de mayordomo.

Clara me mira desde el umbral de la puerta del salón. Parece haber llorado. Bien, aquí viene la tormenta…

No dice nada, me abraza y noto el perfume de su champú en su cabello. La estrecho contra mí.

Chasqueo la lengua al hablar.

-No importa. Ya sabes como soy. Perdóname. No has hecho nada malo, soy yo que soy imbécil. Soy un desastre que escribe y si no puedo ni hacer eso bien…

Alza la mirada y su gesto es de aquel que ve algo sin entenderlo.

-¿De verdad crees que solo eres líneas y páginas? Yo no estoy contigo por eso. Estoy contigo porque de todo lo que hay suelto por el mundo, eres de lo mejor. No eres perfecto, pero mírame. Soy bajita, tengo escoliosis y alergia a los gatos. Soy como cualquiera y tú igual, pero hoy día no te cambio por nada.

Me propone ir al Rastro. Aún es pronto. Son las 12.46. Estará atestado pero quedándonos por la Puerta de Toledo no pasará nada. A la tarde estamos tranquilos en casa.

Como no, Clara se duerme en el sofá, con la manta enredada entre las piernas. Hace mucho que terminó la película que pusimos y apagué la tele. Anochece y yo me dirijo a mi PC, lo enciendo y comienzo a escribir sin saber bien a donde me llevará lo que haga.

Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.





[1] Músico De Guardia de Quique González canción incluida dentro de su disco de música titulado Personal

martes, 19 de agosto de 2014

Y que ahora no pueda escribir…

El cuarto en tenue penumbra. Echo la cabeza atrás y me reclino en mi silla. Miro el techo y desde esa posición contemplo el cuarto. Es un curioso lugar para escribir, con muebles que simulan un camarote. Muebles de color cálido, de marrón pardo, con libros dejados en los estantes… No tengo yo uno de esos estudios que tanto me gustaría y que siempre se dicen que posee un buen escritor.
No es como aquel  despacho que visité trabajando como informático/ chico de los recados. Ese despacho en el piso en plena calle Princesa, con portero de esos que a la noche sacan los cubos de basura con paso pausado y ascensor viejo y elegante.

-Es el despacho de un cardiólogo.-Me explicó Pepón, aquel conductor de autobuses convertido en repartidor para la empresa.- Y es un cardiólogo de los buenos, con consulta en Arturo Soria.

No. Yo no tengo uno de esos despachos, pero al menos no es como el de otra gente que tiene esos muebles blancos que hacen que te sientas en una consultora. Si a ellos les sirve…

Debería escribir algo, pero de un tiempo a esta parte, no escribo nada y lo achaco al calor, pero no sé hasta qué punto es verdad.

Tengo desgana y parece que no llego a empatizar con nadie. Sin ir más lejos, ayer visité a mi amigo Héctor. Me contó que hoy venían unos amigos de Barcelona a estar con él y con su novia. Lo decía con cierta pesadez, como con la sensación de que aquello era un incordio ¿De verdad era feliz así? ¿Acatando las cosas que no le placen? Dice que se casará pronto y el pronto dio paso al año, y luego ese año a otro… Y también lo dice con pesadez.

Apuro el vaso de refresco y me pongo frente al cuaderno pues hoy no me apetece ni usar el PC.
Me paro ante la hoja en blanco y resoplo. ¿Y se me rompió la imaginación? Imposible.

Siempre que no sé qué escribir y me da por pensar que hay veces que parece que ni siento ni padezco, recuerdo a mi compañero David, quien busca el no sentir para escribir con objetividad. Lee, lee y lee pesados tomos y parece que esté buscando el modo de no sentir nada al escribir. Solamente exactitudes, solamente verdades… ¡Escribir no es decir la verdad! ¡Escribir es relatar, es crear! Si uno crea sin sentir nada lo que hace es tratados huecos sobre como se ve la calle en agosto a las siete de la tarde en un pueblecito donde a nadie se le ha perdido nada.

Creo que las musas están de cañas hoy. Seguro que es eso.

Cuando pasa eso, también divago. Miro a un punto y, de pronto, estoy en algún lugar del pasado próximo o lejano. Hay veces que recuerdo el viaje en tren de hace dos días a Getafe. Una hora y media de viaje para ver ancianos pasear y encontrarse con sus nietos, o los policías que vigilan el paseo peatonal con `paraguas a modo de techo.

Y vuelvo a mi cuarto y ya no oigo, en mi recuerdo, las risas animadas de los niños ni los gritos de la gente.

La última vez que me animé a escribir en un cuaderno  fue por consejo médico.

-Deberías escribir tu día a día. Me vendría bien ver lo que piensas y sientes.

A las dos páginas, el psicólogo deshecho esa medida y dijo que todos mis males eran culpa mía.

¿De verdad no comprendió nada? ¿Tan mal escribía entonces?

Siempre hay alguien que no te comprende y que ve el mal en todo gesto. Siempre hay quien se viste de blanca armadura y no se llega a percatar que el blanco termina por ensuciarse, por eso es blanco.

Luces y sombras. Luces y sombras en cada personaje. Esa es una de mis claves al escribir. Puedo crear personajes y darles forma, pero si ni ellos saben que me quieren contar ni yo a ellos…

Hace poco escribía hojas y más hojas. Me levantaba con ganas de escribir temprano, aunque solo fuera para escribir bobadas… y que ahora no pueda escribir…

Seguro que muchos de mis iguales escriben todos los días y muchas de sus páginas y cuartillas están salpicadas de reflexiones tan interesantes, tan eruditas, tan bellas… y que ahora no pueda escribir…

No os muestro mis páginas, pues os llegaríais a enamorar.

Me digo que esa frase es obra de la edad, como la de Yo sé que viviré de la literatura. Yo a esas edades era igual que ellos. Creía, al principio, que lo que yo hacía podía hacerlo cualquiera, pero luego pensé que cuando escribía creaba arte. Ni lo uno ni lo otro son cierto. Escribo porque algo me lo exige. Yo por los demás no lo hago, pero si gusta, bien está.

…os llegaríais a enamorar.

¡Ojala! El amor instantáneo es lo que es. Hoy sí, mañana puede, la semana siguiente no sé y el mes que viene, nada de nada. Muchos parecen no entender que Siempre se va y que Te quiero y eres mi alma gemela lleva años de forjado. Mañana aquella persona que estaba sentada en el césped, o montando una tienda de campaña o tomando un tren para visitarte y darse un baño en tu piscina puede volver a ser un extraño… y no pasa nada porque así sea. Los amores instantáneos, instantáneamente se disuelven.

Y que ahora no pueda escribir…

No sería mala idea quitarme el tedio dándome un paseo. Sí, pasear, caminar sin prisa y con cierto rumbo esbozado a lápiz en mi mente. Tal vez a la noche pueda escribir… ¿a quién quiero engañar? No tengo ganas de escribir ni de contar nada. Ya conozco todos mis trucos y por mucho que ponga un cuaderno, no logro escribir porque nada interesante pasa en agosto, a las siete de la tarde, en un pueblecito donde a nadie se le ha perdido nada.
Lo mejor es hacer como mis musas y marcharme de cañas (o de refrescos, que el alcohol y yo no somos viejos amigos y no me interesa a estas alturas que lo seamos)


Y que ahora no pueda escribir…