Mostrando entradas con la etiqueta Yo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Yo. Mostrar todas las entradas

martes, 28 de marzo de 2017

Amo de mi castillo

Cae esta tarde de marzo con añadida diligencia
Más la tímida luz que solicita mi sorda audiencia
hace que recuerde que la inocencia del lugar
vestirá tu bello cuerpo y tus pasos al llegar

Me muero por verte sonreír en este rincón
Serás bienvenida a esta casa tuya, corazón
Será alto el precio de esperar tu figura
Feroz huella que me marca y me fulgura

Me hablarás del jadeo del viejo pavimento
Y de cómo y cuándo te fue tan y tan lento
tu día lejos de este hogar y cuatro paredes
y las formas de olvidar sucias maldades

Dan las ocho de la lenta tarde de espera
Contándote cómo puse, como prometiera,
lavadoras y me duché con los juramentos
para poder abandonar el olor de lamentos

Bailaba el agua a lo que debía ser y no parece
Amo de mi castillo en el aire que se desvanece
Es pequeña y humilde esta ilusión de esplendor
donde el polvo de hadas duerme a mí alrededor

Nadie osó jamás pararse a pensar en este hecho
Nadie preguntó nunca sí bajo el prestado techo
extraño lo que no tuve y que ya no conquiste

que es saber que ese hogar al que llegas existe  

viernes, 30 de diciembre de 2016

EL IDIOTA QUE SE PUSO A ESCRIBIR ESTO

QUERIDA TÚ:

No espero que esta carta te llegue, puesto que ni te la estoy mandando en verdad. Es un vomito en un papel. Eso es.

Hace mucho que no sé nada de ti y la verdad es que eso es así porque pusiste muros alrededor de lo que es tu propia vida, tu ciudad de esmeraldas.

Yo por mi parte, aquí estoy. Me sigo preguntando muchas cosas, no como antes. No con un tono de deseo de ser aceptado por alguien que ya ni conozco. Es así. Antes te conocí un poco, solo un poco y ahora somos las sombras de dos extraños.

Quise por todos los medios enamorarme de ti y logre enemistarme contigo. Enemistarme no por mi parte, porque ya ves tú… no te deseo mal alguno, ni propio ni ajeno. Enemistados porque es lo que pensaste que podía salvarte de mí y de mis sobrecargados actos de cariño. Sí, fui cargante y ahora soy lo que hoy soy.

No me extraña el hecho de que nos hubiéramos visto en algún lugar. Yo no paro quieto de un punto a otro de Madrid explorando, viendo, conociendo. Seguro que o bien me has visto y me has evitado y yo no te he visto porque estaba en mi proceso eterno de reconstruirme después de los golpes recibidos por eso o aquello, o bien ni te has percatado que debajo de esa gorra de color verde amarronado (Pongamos que ese color existe), no me has reconocido. En ambos casos, mejor es, pues lo violento que sería darme cuenta de tu presencia sería como perderme en dos aguas: la del yo pasado que deseaba hablar siempre que podía contigo, y la del yo actual que no desea mucho de nadie porque no desea mucho de sí mismo.

Sé bastante bien (o lo quiero creer así) que tuviste hartazgo de mí y no te culpo. Era muy cargante siempre y a todas horas y más contigo que venías de paso. No hice bien nada en lo que se refería a tratarte adecuadamente. Sí te apoyé, sí creí en ti, pero ya eso lo pueden hacer y lo hacen otros.

Me hubiera gustado que las cosas no hubieran terminado así, te lo juro. Que hubiera sido menos inteligente y más listo, que hoy vieras lo que estoy creando y fueras mi fan incondicional con tus propias condiciones al respecto, como sólo tú sabes hacerlo.

¿Y por qué te escribo esto? Porque no te lo puedo hacer llegar y no quiero que ahora, en este momento en que no hay ni un puto puente de cristal que pueda atravesar, lo leas y pienses que otra vez he regresado a ser tu incordio de costumbre.

He cimentado muchas cosas en mentiras burdas y satisfactorias para un ego de juguete que era el que tengo, pero bueno, hecho lo hecho, echemos las redes y veamos que sale de todo esta verborrea escrita que se asemeja cada vez más a cuando uno prueba un bolígrafo nuevo para saber cómo escribe o uno viejo para ver si escribe algo más.

En esta soledad en la que me estoy recomponiendo me doy cuenta que el horizonte que mirábamos era este y no otro. Que sí, que te he dedicado páginas y páginas de amor, alegría, sueños y fantasías, ¿pero para qué? Era un Quijote sin caballo ni lanza. Esto es lo que yo era y ni así logré enfrentar a los molinos de tu indiferencia, porque ni los vi ni los esperaba.

En fin… divago y no quiero.

Sólo quiero que esto conste en el acta de mis gestos perdidos y me sienta mañana un nuevo hombre, cosa que entre nosotros, no es cierto ni lo será. Sólo decirte, para acabar, que tenías razón, no conmigo, conmigo no acertaste ya que una vez me dijiste que no era tan especial y eso, a las pruebas me remito, es un hecho que, para bien y para mal, lo soy.
Tenías razón, querida mía, en que de algún modo somos y seremos el día y la noche pero si Dios o la Fortuna, nos hacen cruzarnos en algún momento, deseo de corazón que no me veas como antes ni yo como después, porque si ahora somos extraños, de la extrañeza puede surgir un conocimiento moderado, pero de lo otro, de lo otro poco surge ni resurge.

Tuyo siempre:


El idiota que se puso a escribir esto.  

martes, 31 de mayo de 2016

¿Y ahora qué te cuento?

Bien, prepárate…

Venga, dale

*Carraspeo* Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.

Entre la primera y la última vez que la vi llorar parece que…

Eso ya lo has contado.

¿De verdad?

Sí, de verdad.

Vale, vale, espera, ahora sí que sí… *Suspiro*

Mírame, fíjate, obsérvame en silencio
Esta vez te voy a abrir la puerta
Cálmate, pues tú también…

Perdona. ¡Eh! ¡Oye, para!

¿Qué?

Poesía no que eres muy mal poeta.

Va, como quieras… Es cierto que no soy un gran bailarín. Bailo igual que vivo: Improviso.

Soy de los que bailan en bodas, como creo que muchos, no obstante creo que bailar es un modo más de estar en armonía con otros.

Eh… Eso ya me lo dijiste hace un par de años.

Pues me estoy quedando sin ideas ¿Y una nueva aventura de Inés Molina?

Paso.

¿Súper héroes?

No, me aburren mucho. Tenían su gracia cuando lo de El otro traje. Eso fue muy divertido. Desnúdate.

¿Qué me desnude?

Claro. Cuéntame algo que nadie sepa.

¿Es acaso una entrevista?

Todos tus relatos lo son en algún momento y más tú, que llegas a ser un poco exhibicionista.

No sé cómo tomarme eso.

Como quieras, pero venga, que se nos hace tarde ya.

¿Tienes prisa?

Sí y no.

Pues, en fin… yo de pequeño quería ser policía.

Seguro que la gente hubiera pensado que querías ser dibujante.

Sí, y mira que me pasé mi adolescencia haciendo comics y ya ves donde están. Ahí, abandonados.

Ah, sí, leí esos de una chica rebelde de una sola página. No estaban del todo mal.

Pero un día perdí el interés y la ilusión por crear cómics. Ahora los veo y pienso en que ese era otro. Otro que tomaba una regla, hacía márgenes, viñetas, bocetaba… y ahora me da una pereza el solo pensar en hacer una sola página de un cómic...

Pero ilustraciones y dibujos sí que haces, que te vi hace poco hacer uno sobre… ¿Sobre qué era? ¡Ay, Dios! No lo recuerdo ahora.

Pues si no lo sabes tú, yo menos, que ya dibujo por dibujar, sobretodo garabatos y…

¡Ah, ya! ¡Un cowboy en una puesta de sol, era un dibujito pequeño, sin mucho misterio!

Así es como yo dibujo. Sin más. Cuando tengo el lápiz en la mano, pues me pongo a hacer monigotes, como cuando la gente habla por teléfono. ¿Aún hay gente que hace eso cuando habla por teléfono?

Yo creo que no. En los ochenta y en los noventa sí porque había libretas cerca de los teléfonos, pero ahora con los móviles y demás, somos más sosos, se nos seca la creatividad.

Cuando asimilé que no era buen dibujante, fue cuando conocí a Manuel. Hace poco analicé su poemario ¿sabes?

Ah, mira que bien. ¿Ese era el que te dio teatro en el instituto?

Pues sí, ese mismo. Yo creo que desde chaval escribí mucho, pero no lo reconocía o no lo vi como algo que se hace por necesidad ¿sabes cómo te digo?

Perfectamente.

Pues eso, que al final…

Sueles usar mucho la coletilla pues eso, pues sí, pues… mucho pues y poco contenido.

No me doy cuenta. Lo intentaré evitar. Antes era bueno o bien.

Tal vez bueno y bien sean cosas que involuntariamente estaban en ti. Te sobraba el bien y el bueno.

Es muy irónico eso.

Para nada. Pero prosigue, que te me dispersas, pierdes hilo y luego te queda todo sin explicar.

En fin… que al estar solo muchas veces, cultivé mi mundo personal, mi mundo interior. Por eso no comprendo a la gente que no sabe estar sola. ¡Estate sola y mira quién eres!

Ya, pero al final, aquí estás, hablando conmigo.

Tú no eres como los demás. Siempre, desde mi niñez y mi adolescencia, he intentado tener un igual. El otro día cuando salía a correr, hará cosa de un mes o así, me di cuenta que yo no tengo un igual. Siempre quise que mi mejor amigo se asemejase a mí, pero ahora ya tengo asumido que no iba a ser así. Me dejaron solo y ahora también lo estoy y… no pasa nada.

Y aún hay quien no te conoce y dice que eres un tipo duro y frío…

Yo antes no era así, bien lo sabes. Yo antes era cariñoso, pero se ve que, como a la gente que no tiene un bolígrafo y un block al lado del teléfono, se me seca algo, pero en mi caso no es la creatividad, si no el cariño. Antes me costaba mucho menos decir que quiero a la gente.  Es más, ahora que me distancio de la gente que antes me trataba a patadas, más me aprecian. Mundo de locos.

¿Por qué dejaste de querer ser policía?

Porque un vecino me dijo que a lo mejor algún maleante me pegaba un tiro y me mataba. Que podía pasar. Por eso desistí.

Preferí como dejaste de querer ser dibujante, la verdad.

Por eso no cuento estás cosas.

Pero oye, que es muy tierno eso, no te equivoques.

Hay gente que cuenta mejor las cosas que yo. Yo me bloqueo, me pongo nervioso y en vez de tartamudear, desordeno las palabras al hablar. Por eso casi no me dedico a hablar de verdad con nadie.

Y hay gente que es idiota perdida. Mucho contar cosas y no se creen ni quienes son ni lo que dicen. Llenan el aire de palabras pero no se las creen, no las asimilan. Leen y oyen sin saber nada.

Ahora te dispersas tú.

Puede ser. Venga, veamos, ¿Cómo ese poema que ibas a recitar?


No lo recuerdo, la verdad… creo que he perdido el hilo. 

sábado, 2 de abril de 2016

Esta es mi verdad de hoy

¿Era epílogo o prólogo?

Estoy trabajando estos días sobre algo que no suelo contar a nadie, no por pudor, sino porque no encuentro el contexto en el que sea propio decirlo.

La reinterpretación de la viudedad.

Es un tema tabú cuanto menos. Nadie desea hablar de la muerte, porque se interpreta como la antítesis de la vida, cuando no se ve como la anulación de esta. Pero es que es necesario enfrentarlo, como lo hace Rosa Montero o como, en el momento que lo escribo, lo hace Joyce Carol Oates… o en ello está en mi lectura. 

Tal vez así sea el modo en que por fin, de una vez por todas, deje atrás esa sensación de alma que arrastra cadenas y se lamenta muchas veces, tanto oralmente como por escrito, por la pérdida de una persona que ha sido el centro de una vida.

Tal vez así pueda resolver, de una vez por todas, las grandes cuestiones de mi vida actual, porque sí, hay un antes y un después cuando la muerte susurra al oído y deja un agujero negro donde antes no lo hubo.

Tal vez…

Estoy bien dentro de mi gravedad

Tras la muerte de alguien que te ha enseñado a vivir, muchas son las cosas que te van pasando mientras sobrevives a los cambios.

Aprendes que el Odio solo afecta a una persona: al que lo siente.

Entiendes que los demás no están para entender esos cambios de humor o esa actitud taciturna tuya donde antes estaba la broma fácil y la actitud ingenua que raya hasta hacer sangre en la necedad inconsciente.

Descubres que el tiempo y el espacio ya no son lo que fueron, porque la historia ya no es la que era hace unos cuantos capítulos.

Abrazas la máscara que ahora se te ha pegado a tu piel y es difícil de quitarte como antes, pero es que es tu mejor papel, el mejor que interpretaste en tu vida, fruto de la bendita improvisación-¡Qué razón tenías Manuel Camarero! ¡Qué razón!-y es entonces cuando sale esa coletilla tan tuya y que algunos ya también repiten, porque es, con diferencia, tu mejor obra:

Estoy bien dentro de mi gravedad.

¡Sublime! Has logrado hacer de tu malestar, de tu reconstruirte cada día, de tu seguir adelante, una frase tan lapidaría y profética como el Cuan largo me lo fiais de Don Juan.

Pero, claro, vivimos tiempos de queja y re queja y esta frase se pierde entre el aluvión de malestares y descontentos de un tiempo extraño que, raudos y con cierto aire de sapiencia fatua, se han llamado un tiempo nuevo.

Sí, nueva es la situación en la que uno debe entonar esta coletilla. Un tiempo que promete acabarse, porque el tiempo de duelo, que lo es también y lo sé bien, dará paso a un horizonte de cosas por descubrir, puesto que no llueve eternamente… pero tampoco veo yo que escampe.

El sol de invierno

Hubo alguien- y si no lo hubo, seré yo.- que dijo que no te puedes fiar del sol de invierno, pues aunque la luz sea poderosa y las calles parezcan estar viviendo una preciosa primavera, el frío estará ahí.

Pues eso pasa con la gente. No puedes pretender que sean como esperas a simple vista, porque son de otro modo y es lo que debe ser.

El otro día, comiendo en la facultad con unas antiguas compañeras de carrera, una de ellas me dijo que no tenía claro si, unos dos o tres días después de morir mi madre, que es cuando regresé a mis clases tras el puente de mayo, me dio el pésame o no. En ese momento- y ahora mismo.-tuve la sensación de que así fue y no le di importancia a sí lo hizo o no. No obstante, tengo en mi mente a dos personas que no lo hicieron y tuvieron la oportunidad. Recuerdo eso y ahora pienso que quizás fueran ellos los primeros de muchos otros que me dieron la espalda, con o sin razón pues no voy a juzgar tal cosa.

En cierto modo, cuando mi madre murió viví por inercia y es ahora cuando comienzo a darme cuenta de muchas cosas. Era como estar anestesiado. Me movía- y todavía lo hago.- con cierta inercia, con cierta idea de que debo vivir y que es lo que toca ahora.

Un ser solitario

Cuando era niño, me pasaba mucho tiempo sólo en los recreos en el colegio, ese colegio donde muchos de mis compañeros me consideraban un retrasado. Eran niños y no entendían que retrasado no es en sí lo que yo era, pero, hará cosa de unos siete u ocho, en Facebook, apareció una foto de que guardaba un viejo amigo de la infancia y se me etiquetó en ella. La gente no paraba de comentar cosas y se hacían preguntas de si uno se acordaba de este o del otro…

Y alguien puso:

¿Y de Bubu? ¿Os acordáis de Bubu? Era retrasado ¿No?

Bien… Bubu era yo. Ese apodo me lo pusieron de niño y lo odié con todo mi ser. Y el que puso ese comentario era Daniel, el chico que más detestaba de todos. Éramos adultos ya y ahí seguía esa idea infantil.

Así que era obvio que muchas veces buscase la soledad y en esa soledad, empecé a leer y a inventar historias.

Así pues, el ser solitario fue la base del escritor que hoy intuyo que soy, porque, esa es otra, ¿Soy un escritor? ¿Escritor debe ser el que escribe o el que vive de escribir? Porque, sí, yo escribo pero no vivo de escribir, vivo para escribir, porque lo necesito, porque es simbiótico el vivir y el escribir.

Y hay gente que no entiende que uno es escritor por necesidad vital, no porque sea parte de su personalidad.

Siempre me encuentro con aquel que te dice: Eres escritor, deberían salirte las frases poéticas en fila.

El último que me hizo eso fue un antiguo amigo del que me he distanciado. Me soltó una patochada de ese calibre con una sonrisa de hiena estúpida y yo entonces saqué un trozo de papel y un portaminas que llevaba en mi bolsa de colgar.

-Eres dibujante. Pues hazme un dibujo. Debes hacerlo. Eres dibujante las veinticuatro horas del día ¿No?
-¿Aquí en la calle?
-Claro.
-No compares.
-Pues no me pidas a mí que sea escritor a tiempo completo igual que yo no te pido que seas dibujante a tiempo completo.

Hay veces que me hubiera gustado no ser un ser solitario, pero ahora es lo que soy, por encima de sí sé escribir o no.

Lo más importante de una vida

Hace unos meses, preguntaba a alguien porque pintaba cuadros tan oscuros, que sí eso tenía que ver, de algún modo, con su estado de ánimo.

El pintor se indignó un poco y me dijo que estaba equivocado.

Muchos pueden trasladar eso a mi escritura. ¿Por qué tanta muerte y ausencia de la madre? Y, la verdad, le dije hace un tiempo a una profesora de mi facultad que estaba harto de eso, que era un autor de principios, que si en principio algo me ronda la cabeza lo pongo siempre en el papel.

Ella me habló de un director de cine que siempre ponía una silla vacía en una escena de su película, que simbolizaba la conversación que siempre quedó pendiente entre su padre, ya difunto, y él.

Yo no quiero eso para mí y sin quererlo, me asustó una idea.

Mi padre tenía una tía que era muy desagradable conmigo, que era muy clasista y que me llamaba Gustavo pese a que la corrigiera. Siempre pensaba en la Guerra Civil. Cada vez que podía, sacaba el tema y su rostro tomaba un aspecto algo demente.

Mi madre y yo concluimos algo: La Guerra Civil fue lo más importante de su vida, y eso que llegó a vivir hasta los noventa y dos años.

¿Y si la muerte de mi madre era lo más importante de mi vida?

Lo es comparable, claro, pero ambas pueden marcar a una persona muy profundamente.

La diferencia más clara es que tras la Guerra Civil nadie dijo a la gente lo que mi madre me dijo muchos meses antes de morir.

Cuando yo me vaya, no quiero que te hundas.

No seré el mejor, pero sí el más constante

Dicen de los Capricornio que cuando se encuentran con un muro o lo logran tirar o se rompen la cabeza contra ese muro.

Mi filosofía es otra: rodear o saltar ese muro.

Así pues, saqué una conclusión:

No seré el mejor, pero sí el más constante.

Seguro que si preguntas a alguna gente, te dirá que miento. Que miento y que deberían quemarme en la hoguera. Que miento, que deberían quemarme en la hoguera y luego mearse en mis cenizas para que aprenda.

A lo mejor que me nieguen esta frase es por culpa de la máscara que llevo, puesto que soy un tremendo cobarde y veo que los demás leen y devoran pilares de libros y con aire de complacencia jactanciosa sacan conclusiones atrevidas y sentenciosas sobre autores, obras, movimientos y, si me apuran, pasos a seguir para realizar una correcta cocción al dente de morales y éticas.

Yo, por ende, soy un engreído de pantomima, puesto que aprendí una lección que aún hoy habita en mi mente-que muchos catalogarán de absoluto y tremendo caos no sin darle a ese juicio un valor de jurídico-humanístico-:

En la vida actúa de farol, como en el póker. Sonrisa de ganador pese a que pierdas.

Puede que no sea así la lección, pero sí hay un elemento que me ha salvado más de una vez. No caeré sin luchar. Mucho o poco, pero no caeré sin luchar.

Me vas a perdonar, pero me reclaman en otro sitio.

Esto es parte de mi leyenda y de la de Manuel Camarero, así que puedo ser como el dios Loki o como Salomón. Sea como fuere, esto es lo que digo yo que pasó:

Hacía un mes que Manuel Camarero había muerto y le di hace un año una copia de mi primera obra de teatro, pues mi carrera literaria comenzó con una burda e infantil obra teatral.

Olga, una de las profesoras del instituto María Guerrero- donde estudiaba y donde daba clases Manuel.-, me indicó que Manuel dejó algo en su mesa para mí.

Era la copia de mi obra de teatro en una carpetilla transparente y dentro una nota para mí, que por desgracia tiré a la basura pero que rezaba así:

Gonzalo:

Me vas a perdonar, pero me reclaman en otro sitio y no me va a ser posible dirigir tu obra de teatro.

Cuídate:

Manuel Camarero

Sonrisa de ganador pese a que pierdas. Hizo honor hasta el final a su lección.
Creo que fue entonces cuando entendí que la muerte es irse y no regresar. Irse y dimitir de ser mentor, maestro, amigo, padre, esposo, dueño del tiempo prestado…

Manuel dejó el primer vacío, más modesto que el que dejaría mi madre, y haría que yo intentase buscar un mentor cuando mi mentor al final debía ser yo, con mis fallos y aciertos, con mis triunfos y fracasos, pues hay que tratar a estos dos últimos como impostores, como dos buenos jugadores de póker de la vida.

Y entonces, te paras un momento a pensar y lo ves…


Esta es mi verdad de hoy, mañana será otra

domingo, 14 de febrero de 2016

Sin valentía

Estimado tú:

No tengo ni idea del motivo por el que escribo esto, pero será que necesito hacerlo.
Contigo he pasado del amor al odio, y del odio a la apatía sobre todo lo que forma parte de ti.
Has estado más de veinte años manipulando, con éxito o no, mis pasos. Ahora que me he logrado alejar de ti lo tengo claro: no pienso en volver.

Ahora que he(mos) llegado a este punto, en el fondo nada va a cambiar ya. Irá a peor si acaso, pero por fin estoy libre de tu influjo. Libre de tus inseguridades y miedos estúpidos que acorazabas con bromas absurdas y juicios de valor que minaban mis actos, fueran grandes o pequeños.

"¿Qué haces en Madrid? Ven a verme que te quiero mucho"

"¿Tú has visto las pintas que llevas? Vistes de un modo muy desfasado.

"Hazme caso, eso no te conviene para nada"

Has querido controlar mi vida y yo te dejado. No niego mi parte de culpa en esta situación. Debí haberme dado cuenta antes de lo que estabas haciendo conmigo. En el fondo eres una víctima de ti mismo y cometes los mismos errores que has aprendido de otros pero eso no te da la bula (¿conoces ese término? porque nunca te has molestado en conocer mis creencias ni siquiera en leer más de un libro o dos por gusto) para actuar como has actuado conmigo.

En el fondo eres cruel y ruin a tu manera. Sé que no lo pretendías en muchos casos. Sé que lo hacías porque creías que era lo justo pero un hombre qué cree que cuando una mujer dice no quiere decir que sí, tendría que haber activado todas mis alarmas y haber visto lo que ibas a hacer en adelante (ya cuando dijiste eso llevábamos conociendo ocho años)

Y ahora que se ha caído la venda que tenía en los ojos y que tu control, que veías que se iba debilitando, se ha disipado, puedo decir que no eres ya nadie para mí.

Así es. Ese que se enfadó conmigo porque me iba a una feria con mis amigos y no con él, ese que se mofaba de mí cuando quise dedicarme a la actuación, ese que intenté dejar unas cuatro o cinco veces, ese que siempre quería la atención mía para contar cómo le había ido el día pero que, curiosamente, nunca preguntaba por mi día, ese que me presento a una compañera suya diciendo que era una calientapollas, justamente ese, ya no es nadie.

Por supuesto que tú podrías hacer la réplica y decir que yo he cometido este o aquel error, que yo he hecho aquello o lo de más allá, pero ya te encargabas constantemente de afearme todo lo que yo hacía, así que para mí estás desautorizado para intentar siquiera tener una defensa de los actos que acabo de relatar sin ningún ápice de odio y algunos que no he relatado por pudor más que otra cosa.

Puede que te parezca injusto, pero simplemente hago esto con el fin de sacármelo de dentro de las entrañas, porque ahora que estoy lejos de ti soy consciente de la gran verdad y es que lo que tú has tocado, de algún modo, se ha convertido en mierda pese a tu filosofía maniquea en la que solamente unos pocos se salvan, aquellos que te querían incondicionalmente, aquellos que te soportaban todas las tonterías y ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está esa gente?
Sé que me queda un gran recorrido hasta poder llegar al punto en el que yo vuelva a valorarme como me merezco pero lo voy a lograr porque valgo más de lo que tú nunca has creído. Porque cuando me despedí ti aquella vez dijiste que tú me habías apoyado a la hora escoger mi carrera y no es verdad. Es una idea qué te has esforzado en hacer verdad en tu cabeza. Te miraba entonces que miraba entonces y no te saque de su error porque ya empezó en ese momento a surgir la indiferencia hacia ti y era gastar energías como había hecho anteriormente para ser lo que tú esperabas y que tú en algún momento fue así lo que yo esperaba pero no éramos ninguno de los dos las personas que pensábamos.

Sé que de alguna manera enfermiza tú me has querido y yo te he querido pero, ya te he dicho que ahora ya no siento ningún tipo de cariño. No te deseo ningún mal pero queda un gran recorridos hasta poder llegar al punto en que seas consciente del mal que te haces a ti y a los demás, si es que algún día haces ese examen de conciencia y eres capaz de comprender que no se debe insultar a alguien porque no te quiere Cómo y cuándo quieres.

Soy consciente de que nunca leerás esto pero si en algún momento lo haces quiero desde lo más profundo de mi corazón que entiendas que esto no es en ningún momento un ataque hacia ti solo un modo de decirte No cuando tú entendías que sí.

Allá donde vayas espero que nuestros caminos no se lleguen a cruzar por el bien de ambos.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

¡LÁNZATE!


Querida Gloria, Clara, Maite, Inés, Lorena, Joana, Marina, Helena, Lola y Laura tú:

No me conoces, pero quiero pensar que yo algo te conozco, pero a decir verdad, conforme pasa el tiempo, menos conozco a nadie.

Puede que te preguntes porque te escribo justo a ti… Y es que he visto tu foto varias veces en el día de hoy y he pensado que tal vez tú me fueras a entender un poco, aunque, cada vez que he escrito una carta a alguien no he recibido la respuesta deseada… y hay veces que ninguna respuesta posible.

Hoy he sido víctima de esa sensación que sé que es pasajera. Es como una especie de fiebre que nace como una alegría desmedida, un ímpetu de felicidad, un sentimiento de poder desbordado, de creatividad brutal, de planes, de ideas, de potenciales modos de demostrarme y demostrar a los demás que valgo algo.

Luego se me pasa… en unas horas a decir verdad y empiezan a venir los fantasmas de navidades pasadas a susurrarme cosas.

No vales ni para dar por culo.
No llegarás a esas cosas pues son absurdas.
¡Eres un caradura! ¡Te aprovechas del trabajo de los demás compañeros!

Y desde dentro grito NO. No. Esto no me pasaría si alguien me dijera una sola palabra: Lánzate.

Aquí puede que te encuentres perdida y ese, en el fondo, es uno de los diversos motivos por los que creo que la gente no me llega a entender cuando reciben cartas mías y ya va siendo hora de hacer caso a ese grito. Me debo lanzar. Primero a decirte a ti quien soy.

Una vez fui el futuro de un país que aplaudía el descaro y la genialidad. Nací en 1983 y me críe con hombres disfrazados de mujeres, de creaciones e ideas estrambóticas, con que la realidad era solo una voluta de humo que mis tíos cuando venían de visita a nuestra casa echaban al fumar y al reírse. Yo una vez fui el futuro… y ahora mírame.

Reconozco que hay momentos, años de mi vida que no recuerdo nada más que como una película de esas que pasan por la televisión y ves sin mucho interés. Recuerdo que, desde niño, no era un alumno muy aplicado. Tenía carencias. No era rápido ni con los pies no con las manos, no era hábil y de pronto mis padres hablaban sobre mí cuando traía un dictado con un montón de correcciones en rojo y palabras descorazonadoras que presagiaban lo que pudo ser.  

-Ay, Jose… el niño tiene sus límites.
-No, lo que pasa es que le mimamos demasiado. Si fueras más dura con él. Si no le mimases tanto.

¿Cómo no hacerlo? Era el futuro. El futuro debe ser siempre cuidado.

Al final, enfadados todos porque no tuviera algún tipo de retraso, me exigieron el doble de lo que podía y sabía. Los malos hábitos no se van.

Tal vez las lagunas en mis recuerdos sean un modo de protegerme, como cuando alguien fallecido desaparece, sin quererlo, de los recuerdos que has compartido con esa persona.

El futuro… entonces de niño, el futuro era tener éxito, ser feliz, tener hijos… y no tengo ya nada de eso y voy a cumplir un año más. El futuro. Me rio yo de eso.

 Pero en este viaje hasta aquí, he hecho muchas cosas. Tú seguramente más, muchas más y más reseñables. Cuando uno es torpe, o con problemas de coordinación, pues se basta con poco.

Siempre me gustó el mito de Ícaro. Lo conoces, ¿Verdad? Pues hay gente, yo entre ellos, que lo veía como una lección de humildad: uno vuela hasta donde puede y debe. Pero no. No. La moraleja no es esa. La moraleja es Chaval, no vueles o te quemarás. Volar. Ícaro voló y se rompió todos los huesos en la caída, pero lo logró. Voló. ¿Es por eso que tengo miedo? Una vez me rompieron todos los huesos. No. Una vez no. Muchas. Los huesos y el corazón.

Dicen que los huesos, una vez rotos, se sanan pero los músculos se llegan a entumecer un poco. Con el corazón, ay, es otra cosa. Hace unos pocos años se me hizo una masa de sangre y dolor. Un dolor como una punzada sorda y que te cambia. Ese día, Dios, ¡Qué orgulloso estaría mi padre! Ese día solo lloré una vez y con permiso.

La mujer que más amé. La mujer del chubasquero rojo, la mujer que hacía que la realidad fuera un invento de los mayores, también se rompió. Una y otra vez. Una y otra vez… hasta que no se pudo romper más. Ese día no lloré. La vi convertida en un trozo amarillento de carne, con la lengua fuera como un perro apaleado… y no lloré.

Leí unas palabras y me atropellé, pero… no lloré. Mis hermanos estaban asombrados, puede que asustados, pero estaba frío. Inerte ante los envites de ese día. Ni el nudo de la corbata me molestaba. Solo ante su ataúd, cuando deposité un beso en su helada frente… pude pedir permiso.

-Voy a llorar. Llevo esperando este momento y espero que me lo permitáis.
-Hazlo. No pidas permiso.

Y lloré. Lloré sin poder desfogarme. No como esa vez que lloré de rodillas en la nieve ¿Sabes qué es eso? No lo creo. Lloré… y no tenía motivo real. Y cuando lo tenía… no pude.

Pero, como te dije, me rompieron los huesos muchas veces y con ellos, algunas veces, el alma. No pude recuperarme mucho de eso. Aun hoy renqueo y me doy cuenta que de mí se hizo una mentira. Solamente sé que veré pasar el cadáver de mis enemigos ante mi puerta y entonces, como cuando deposité ese beso en la frente de la mujer que era mi todo, pediré permiso para alegrarme… pero no me lograré desfogar.

¿Es eso? ¿Es el miedo a caer, a que se me vuelvan a romper los huesos y el alma, lo que me impide lanzarme? ¿Es, por otro lado, que no hay nadie que sepa fehacientemente que me ayudará a levantarme y me diga, con la misma sonrisa que he visto hoy en una de tus fotos, No salió como pensamos. Lo volverás a intentar mañana? ¿Qué es?

Porque, posiblemente, pido entelequias, pero creo que es tan humano como intentar volar. Querer llegar a cotas donde antes no estuvieron… pero me da miedo la caída. Sé que es un riesgo que se debe correr… y es duro. Me llevo cayendo mucho…

¿Conoces esa historia de un escritor que le dijo a su mujer que estaba cansado de hacer lo que otros esperaban de él y que su mujer le dijo ¿Vas a dejar que los demás decidan? ¡Lánzate!?  Por hacer caso a su mujer, el mundo cambió y nacieron el primer comic de héroes que marcaría un antes y un después: Fantastic Four. Sí, los mismos de esas terribles y absurdas películas. Ese hombre era Stan Lee.

Tal vez es sólo eso. Necesito alguien a quien contarle todo lo que pienso y siento…

-¡Quiero hacer una nueva novela en donde...!
-¡Lánzate!
-He pensado en escribir y dibujar un comic de…
-¡Lánzate!

Aunque… no te conté algo más. Te dije que pasa cuando uno se sana los huesos pero cuando a uno le licuan el corazón, ese corazón se recubre de un callo extraño, de una coraza, de una armadura. Tanto dolor puede volver loco a alguien ¿Sabes? Aquí estoy, aparentando ser normal cuando desearía gritar al mundo que yo era el futuro, que yo pude volar,  que no es una pose ser como soy, tan despegado, tan frío, tan indiferente, tan tosco, tan crítico,  pues tengo miedo a que me rompan otra vez el corazón pese a que esa coraza callosa está ahí… y, quizás por eso, renuncié a escribir un tiempo porque me creía incapaz de poder escribir con coherencia y algo de acierto… y casi pierdo esto. La capacidad, la fuerza y el arrojo de escribir. Que, como dije una vez, no seré el mejor, pero si el más trabajador. Pero tengo miedo y no tengo ese empuje. Ese empuje de un ¡Lánzate! dicho con el cariño justo y necesario, con la sonrisa, con el cariño, sin pedirme que sea así o asá. Sé bien quien no me dará eso. De ellos no espero nada, pero he cerrado la puerta a muchos para decirme eso. Para decirme ese ¡Lánzate! que necesito que me digan cuando me vean.

¿Pido un imposible? Porque, entre nosotros, odio sentirme muchas veces como lo hago y cuando hoy vi tu foto, ahí, sonriente pensé, necio de mí, Es preciosa. Ojala pudiera conocerla y demostrarle de lo que soy capaz. Y entonces aparece ese miedo, esos fantasmas que te dije. Todo lo que oí sobre mi persona y mis capacidades. Siempre estoy equivocado, pensando que mañana… mañana algo hará que todo cambie… y los cambios son lentos. Solo los necios creen que los cambios son instantáneos.

Y ahora me paro a pensar que no sé porque te escribí a ti todo esto. Lo necesitaba. Eso lo sé. Lo necesitaba.

Aun así, gracias. Gracias por tu tiempo.

Recibe mi cariño, aunque no te conozca bien:

GAA

Querido tú:

¡Lánzate!


lunes, 13 de julio de 2015

Lo mejor de lo peor: Aquellos tebeos que alguien llamó "De niña a mujer"

Hace unos doce años, ideé un tebeo para una revista de un centro donde yo estudiaba. La verdad, no era un gran tebeo y yo pretendía que constase de una sola hoja donde apareciera  el crecimiento de una niña hasta su llegada a la adolescencia. 

 

Pero el que era mi editor, Alejandro Valero,  además de tener el atrevimiento de titular ese tebeo como De niña a mujer exigía que en el siguiente número, volviera a aparecer los susodichos personajes: la chica (de la que nunca se dice su nombre) y sus padres, mostrando algunos de lo9s problemas que la protagonista tenía con el mundo.



Ya pasado el tiempo, intenté plantear probar cosas nuevas y sacar a la chica de la casa. Así es como integré a un par de amigas. La técnica del dibujo mejoró ligeramente, pero todos sabemos que soy mejor escritor que dibujante de tebeos. 



Y al final... acabó todo en este último chiste publicado en 2004, pero mi carpeta de dibujo aun guarda los intentos de otras páginas en donde iban a aparecer nuevos personajes como una hermana menor de la chica o el por qué decidió tirarlo todo por la borda y ser como es... pero así es nuestra amiga E... Ups! Casi se me escapa el nombre.

lunes, 23 de marzo de 2015

La musa. Un relato para lectores y para informáticos.

INTRODUCCIÓN


Esto lo escribió alguien que antes creo que vivía en donde yo vivo, en el mismo tiempo, en el mismo país, la misma ciudad, la misma casa y el mismo cuarto, pero que ahora no soy exactamente yo. Tal vez fuera una mera invención de mí o yo sea una invención de él.

Hace unos años este texto me fue robado por gente que no tenía ni idea de literatura y distribuido por las redes de una pequeña clase que me robaba la ilusión y la alegría, si eso era posible que yo poco sé ya de eso. Fue distribuido, según supe, para hacer burla y mofa de mí, imagino que por querer plasmar mis sentimientos en un escrito, que ya se ve que es un delito muy ruin y cruel, más incluso que no saber quién era Rasputín o de donde viene eso de Ay, mísero de mí!, ay infelice… Porque, otra cosa que no les dije a ustedes, mis lectores, es yo pretendí ser informático y por no saber programar como muchos de mis “compañeros”, era considerado un ser horrible y necio.

Por ello, este texto de esa persona que una vez fue, va dedicado a ustedes y no a los primeros lectores que fueron primigenios en muchas cosas y que aún hoy, creo yo, programan con herramientas de la edad moderna y no de bronce y que me juzgaron con gran acierto desde el primer momento, pues es algo demostrado que por escribir tolerablemente se es un terrible criminal y un paria.

Solo espero que los que me van a leer sean más indulgentes que aquellos especialistas, tan similares a los que Friedrich Wilhelm Nietzsche retrato en Also sprach Zarathustra, pues de este texto a hoy han pasado unos seis años, si no me falla la memoria.

Gracias.
  

Las mayores obras de la humanidad las han inspirado personas de a pie. Eso es un hecho irrefutable.

Pero, ¿Cuántos pueden decir que casi su vida es otra gracias a una persona en particular? Sí, ya, completar la existencia con otra persona que quieres a tu lado en la cama es un placer que pone un antes o después en tu vida, pero me refiero a que la vida tome otro tono gracias a una persona y que cuando deje su huella en su lado de tu colchón, sigan notándose esos colores, esa luz que parece haber convertido una ciudad gris y triste en el maldito país de nunca jamás o el de las maravillas.

Creo que es ahí, en ese mismo punto donde la gente piensa que hay una historia que recordar, escribir, narrar

Y es ahí donde empezaría mi historia, aunque es más la historia de ella.

En aquella sala de usos múltiples, donde ahora adornaba la entrada una plaquita de metal en recuerdo a aquel excelente profesor, y que se usaba eventualmente para representar obras

Allí me senté, bromeando con los colegas, sin mucha conversación inteligente, pero era lo que había.

Y de repente, ella. Sí, ella. Cabello oscuro, ojos limpios, labios que parecían dibujados en un lienzo...
Allí estaba, en el escenario, como un espíritu luminoso. Como la musa para mis sueños. Era Ofelia, Wendy, Julieta, Dulcinea, Rosana, Artemisa...

-Es preciosa- Comenté a mis amigos.
-No está mal. Para mi gusto le falta tetas.-Respondió uno de ellos.
Tenía que conocerla. Hubiera dado mi alma al Diablo por ello.

Y la conocí, sin dar mi alma, claro.

Fue gracias a una tonta obra que hice. Decidí que uno de los papeles protagonistas fuera para ella. Así fue como nos conocimos y comenzamos una bella amistad. Era un principio.

Hicimos muy buenas migas, pero, no solo de migas come el corazón.

Aún recuerdo aquel día de Diciembre, con las compras de navidad por hacer, ella se ofreció a acompañarme para comprar las últimas cosas que me quedaban. Alicia- Que así se llamaba.- me hablaba de cómo desde muy joven quiso ser algo artístico. Un hombre del metro le dijo que tenía manos de violinista según me contó.

Nunca fui más feliz en mi vida que aquel día, y tal vez fue entonces cuando vi de verdad ese país de Nunca Jamás.

Pleno Julio. Estaba decidido a decirle a Alicia que la amaba con todo mí ser. Pero ella tenía otros planes. Había pasado tantas cosas malas en su casa que decidió irse sin mirar atrás. Irse a vivir con un cualquiera a otro lugar. Nunca supe bien dónde.

Así me quedé. Solo, sin musa pero con ese brillo casi manchado por la desilusión. No estaba triste. Lloré, claro, y maldije, también, pero nunca me rendí. Siempre pensé que ella volvería a mi vida, a fin de cuentas, ella la había transformado en algo. Volví a creer en mí gracias a ella y volví a escribir y a soñar gracias a ella ¿Se fue? Buen viaje. Ya regresarás.

Y sí, regresó, cuatro años después la volví a ver, y eso es hace unos meses.

Justo en el mismo lugar donde aquellas navidades pasé el mejor día de mi vida. Seguía siendo preciosa. Nunca dejó de serlo.

Me vio, la vi y sonreí.

-Hola, Alicia.- Le dije.
-Hola, señor escritor.- Me contestó ella tras un largo silencio.

Y allí nos quedamos, en silencio, mirándonos en mitad de la multitud que iba y venía.

Es increíble. Sería el perfecto final de cualquier obra. Un final abierto a todo los niveles, pero yo ya sé el principio y el final de nuestra historia. Siempre lo supe.


lunes, 23 de febrero de 2015

¿Cómo se chasquea una novela?

Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.

Entre la primera y la última vez que la vi llorar parece que han pasado un par de líneas de un libro, y tal vez así fue. Es más que posible que exista una cuarta pared, pero de lo que estoy seguro es que hay una ventana en la cafetería y ella sonríe. Pasa un hombre con bigote negro y maletín. Se está mojando y la gabardina que lleva me recuerda a las bolsas moteadas de grasa de las churrerías que portan churros y porras los domingos. Se lo digo y ella se ríe ante la ocurrencia. Esperamos a que escampe un poco.

Caminamos hasta la Calle de Costanilla de Los Ángeles, bajando por la calle de las conchas.

-A lo mejor lo que te pasa es que estás sufriendo un bloqueo.-Me dice con cierta tranquilidad.

Sé que no sabe empíricamente lo que es un bloqueo del que escribe. Ella no lo hace como yo. Me pregunto si alguien lo hará como yo o si hasta en eso soy un rara avis, un perro verde.

-No lo sé, Clara, no lo sé…
-No te preocupes. Todo pasa.

Me toma de la mano con sus dedos finos y suaves.

No tardamos en llegar a casa a pesar de habernos parado en mil lugares.

Ella se pone cómoda, yo me siento frente al PC y me propongo escribir. La hoja en blanco se llena de frases y descripciones diversas en cuestión de tres cuartos de horas. Ninguna me convence.

Oigo que Clara ha puesto música y reconozco ese tema.

Vivo en un escenario del tamaño de dos lunas,
voy cuesta abajo por tu cuerpo y ya no tengo cura.
Soy músico de guardia desde la cuna a la tumba,
plantado como una farola al norte, al norte de mis dudas

Prefiero la seguridad que da lo incierto
saber que el tiempo no será jamás mi amigo,
y no me fío de los que a pecho descubierto me vacilan
con una lista de consejos aprendidos.[1]

Me giro y la veo bailando frente a mi puerta. Sé porque lo hace. Intenta animarme. Me vio triste.

-Venga, que estoy toda buena y no lo sabes aprovechar.

Es inevitable que me ría. Me acerco y la beso.

-Habrá días mejores que hoy.

Cuando despierto a la mañana siguiente, la oigo respirar cerca de mí. Aun duerme tan plácidamente que casi me da pena moverme, pero lo hago. Salió el sol entre las negras nubes de un sábado plomizo. Me preparo un café y un par de tostadas. Tengo un Wasap de Roberto. Me pregunta cómo me va y si le acompaño a comprar tabaco al estanco que hay cerca de casa.
Hace cinco meses que terminó con Carolina. La pérdida del bebé que esperaban les marcó mucho. Antes hacían vidas separadas aun viviendo en la misma casa y antes de estar ella embarazada. Antes me rompía la cabeza intentando entenderlo. Hoy no. Hoy intento vivir mi vida como me place y tener la relación que me plazca con mi pareja. Carolina regresó a Valencia con sus padres y él, incapaz de seguir viviendo en el piso donde estaban, regresó a casa de sus padres.

Le respondo que lo más posiblemente es que sí le acompañe pero que hablaremos.

Ni me molesto en encender el PC. No tengo ganas ni fuerzas para escribir. Me pongo a repasar las mujeres que han pasado por mi vida y la relación que tuve con algunos de mis amigos. Imagino que Daniel seguirá enganchado a la mariguana. Casi me involucra en sus asuntos la última vez que lo vi, hace cosa de ocho años. No pasé más miedo en mi vida pese a que a Clara se lo cuento con un tono de humor y ella se ríe a carcajadas y algunas veces me pide que se lo cuente. Se lo habrá contado unas cuarenta veces y siempre cambio algo de mi relato, cosas que ella me corrige en forma de pregunta.

¿Pero no fuisteis al cine? ¿Pero no estaba también Pedro, el amigo de Daniel? ¿Pero al tipo que te reconoció no le llamaban el pelos? ¿Pero la policía no buscaba a un hombre que había matado a su mujer y a su amante? ¿Pero tú no tenías que tomar un tren a las doce de la mañana?

Clara se levanta y en mitad de un bostezo disimulado me da los buenos días y me pregunta que voy a hacer.

-Iré a ver a Roberto.
-Pues si sales compra pan y leche. Nos queda para ahora pero poco más.
-A la tarde hemos quedado con mis hermanos.
-Lo sé, lo sé. Te mueres por ver a tus sobrinos. Yo he quedado con mi alto y apuesto amante para comer y para lo que se nos presente.
-Muy graciosa, Clarita.

Me da un beso en la mejilla.

Cuando llego al estanco, Roberto ya está allí. Habla con alguien por el móvil y por el tono me imagino con quien.

-Perdona. Es que…
-Ni te preocupes. ¿Entramos a por tu tabaco?

Asiente y tras haber sido atendidos, me explica que no tiene muy claro quién es, que tiene una crisis de identidad pronunciada. Que todo se le ha desmoronado en poco tiempo. Yo solo le miro y me doy cuenta que él y yo, pese a habernos conocido desde la niñez, nunca hemos hablado de literatura. Sé bien que él lee poco o nada.

-La echo mucho de menos, tío.
-Lo sé.
-Me hubiera casado con ella…

Eso lo dijo con otras mujeres de su vida. Con Ángeles, con Lucia, con Natalia… 

-Lo sé.

No tardamos en despedirnos a la altura de Galileo y de regreso a casa, me propongo a describir lo que va pasando en mi paseo. Un señor mayor con bastón y gafas ahumadas, unas chicas jóvenes riéndose de alguna ocurrencia, un hombre que huele a alcohol y grita al hablar, un coche de policía que tiene la sirena puesta por la calle San Leonardo…

Entro en el portal de mi casa y noto que empieza a llover.

-Usted siempre llegando a tiempo.-Bromea Crispín, el portero.
-Se ve que sí.

Como con Clara y a media tarde, ya estamos en un autobús camino a casa de mi hermana.

-Lástima que llovió. Me hubiera gustado ir en moto.
 -Siempre te niegas a conducirla y optas por ir de paquete.
-Copiloto. Paquete suena tan feo…

Escoger bien las palabras. Un misterio si esa lección te la daba el Doctor Guillermo Sarmiento, uno de mis profesores en la facultad. Siempre decía que los autores del Cid y el Lazarillo sabían usar con detalle el lenguaje y después nos decía que nosotros no sabíamos redactar como Dios mandaba.

-Ahora voy a tener que ser leísta y loísta porque este tío imbécil no sabe escribir.-Clamaba algún compañero.  

Llegamos a casa de mi hermano. Sabemos que lo más seguro es que terminemos quedándonos a cenar. Mis cuatro sobrinos me abordan de un modo desordenado y les veo correr y soltar risas y gritos, cada poco tiempo, inventando juegos que yo no entiendo. Arturo, uno de mis sobrinos, tira de la manga de Clara y le muestra un dibujo para ella. Le explica que es y Clara lo abraza y le dice lo mucho que le gusta.

Hace menos de dos meses les enseñé a él y a su hermano Alfonso como se chasquean los dedos.

-Usando tu mano dominante, presiona la yema del dedo pulgar firmemente contra la yema del dedo medio. Debe haber suficiente presión como para hacer que las puntas de tus dedos se pongan un poco rojas.
-¿Y luego?
-Desliza tu pulgar hacia tu dedo índice y al mismo tiempo desliza tu dedo medio hacia la palma de la mano, manteniendo la misma cantidad de presión hasta que tu dedo medio se deslice rápidamente pasando por todo el pulgar y choque con la palma de la mano produciendo el sonido del chasquido. El dedo medio deberá golpear la base carnosa del pulgar. Entonces suena.

¿Y cómo se escribe una novela?

La verdad es que eso, como chasquear los dedos, lo aprendí casi por instinto. Lo aprendí con la práctica, con la lectura, con la investigación. Aun hoy me deben corregir cosas de estilo y de construcción.

-Pones un guion al empezar un dialogo, no al final a no ser que hagas una aclaración, cosa que es muy común en los textos de literatura infantil o juvenil.
-Y más si vienes del cómic.
-A yo de eso poco sé. Soy experta en literatura femenina, ya sabes…
-Pero algún cómic leíste, ¿no?
-Sí, sí, el Maus.
-Yo ese me lo leí en una tarde.
-¡Vaya empacho!
-Odiaba mi módulo de informática y deseaba retos intelectuales. No sé, programar en C++ es tan tedioso… y más cuando te lo da una profesora odiosa.
-¿Esa que quedó tocada al romperse la cadera en un accidente doméstico?
-Sí, esa misma. ¿Te he hablado alguna vez de mis teorías sobre el karma?

Allí, cursando ese módulo, gané un concurso de relatos y empecé una primitiva versión de mi segunda novela, que no la primera, la primera como primera que es, duerme la siesta en un cajón.  Traicioné mis deseos conviviendo con aquellos compañeros que, de un modo irónico, se asemejaban a los yahoo de Swift. Traicioné mis ideales intelectuales por no aceptar la verdad. Tal vez fuera porque al morir Manuel todo cambió. Era un aprendiz sin maestro y olvidé que yo estaba en la vida para ser algún día maestro de alguien.

En el autobús de regreso, Clara se duerme. Yo ni me molesto en ver a los viajeros y describirlos como diversión. No. Me dedico a mirar el paisaje nocturno de ese Madrid olvidado para muchos. Es una mujer. La cuidad es una mujer. Era mi novia antes de mis novias. Ella era diferente a cada hora de los días, cada día de la semana, cada mes del año… Ha refrescado.

Noto un vuelco en el corazón cuando el domingo me entero de algo que Clara nunca me dijo. Escribió una novela. Una novela… Ahora sí me he caído de mi caballo, señores.

-Me tomaste por tonta todo este tiempo y ya ves.
-Pero…
-No haces algo tan difícil, corazón.
-Pero… Me has mentido.
-¿Ah, sí? ¿Me has preguntado si escribí novelas? Hola, soy escritor y me molas. ¿Quieres salir conmigo? Ah, por cierto… ¿Has escrito novelas que yo no sepa?
-Pero…

Me siento extrañamente dolido. ¿Qué soy yo ahora? Lo peor es que deseo leer su novela. Una parte de mí desea leerla pero… ¡Clara ha escrito una novela! 

Digo que debo salir y tomar el aire.

-¿Ahora?
-Ahora.
-No, no, no. ¡No huyas ahora así como así!
-No huyo… solo…
-Sí lo sé me lo callo.

Acabo vagabundeando por Opera. Veo las tiendas llenas de turistas y es como si todos fueran a cámara lenta. Clara… estoy acostumbrado a que otros me superen. Félix, Vicente, Julio, Almudena… Pero Clara no. Clara es Clara. Clara es el papel de mi pluma, no a la inversa. La miraba y era la inspiración. Sabía que era sentir, sabía que era ser humano, sabía… que no siempre era un bueno para nada.

Sé que pasará cuando llegue a casa.

Entraré y ella saldrá de donde esté al pasillo, me mirará y le devolveré la mirada.

-No me pienso disculpar. No hice nada malo.
-Lo sé, pero me has robado mi identidad.
-Ese es tu problema. Mira, no soporto tus bajadas y subidas. Me agotas. Supera tus inseguridades. Cuando lo hagas, me llamas.
-¿A dónde te vas?
-Te vas tú, yo me quedo aquí.
-Clara…
-¡Qué te vayas! ¡Encima debo sentirme mal por tu culpa! ¡Anda ya! ¡Vete a donde te apetezca pero olvídate de mí!

Sí… Eso es muy probable.

¿Y sí es como lo que Roberto me dijo un día? ¿Y si Clara, como él, quiso intentar a escribir la novela que llevaba dentro? Aunque imagino que la de Clara no hablará de un futuro extraño y con naves interestelares.

Entro en el portal. El portero no se asoma. Seguro que estará en la sierra con su familia.

Meto la llave en mi cerradura, abro despacio y dejó mis llaves en el platillo que porta ese Goofy de cartón piedra de tamaño real y vestido de mayordomo.

Clara me mira desde el umbral de la puerta del salón. Parece haber llorado. Bien, aquí viene la tormenta…

No dice nada, me abraza y noto el perfume de su champú en su cabello. La estrecho contra mí.

Chasqueo la lengua al hablar.

-No importa. Ya sabes como soy. Perdóname. No has hecho nada malo, soy yo que soy imbécil. Soy un desastre que escribe y si no puedo ni hacer eso bien…

Alza la mirada y su gesto es de aquel que ve algo sin entenderlo.

-¿De verdad crees que solo eres líneas y páginas? Yo no estoy contigo por eso. Estoy contigo porque de todo lo que hay suelto por el mundo, eres de lo mejor. No eres perfecto, pero mírame. Soy bajita, tengo escoliosis y alergia a los gatos. Soy como cualquiera y tú igual, pero hoy día no te cambio por nada.

Me propone ir al Rastro. Aún es pronto. Son las 12.46. Estará atestado pero quedándonos por la Puerta de Toledo no pasará nada. A la tarde estamos tranquilos en casa.

Como no, Clara se duerme en el sofá, con la manta enredada entre las piernas. Hace mucho que terminó la película que pusimos y apagué la tele. Anochece y yo me dirijo a mi PC, lo enciendo y comienzo a escribir sin saber bien a donde me llevará lo que haga.

Mira la ciudad por la ventana de la cafetería y sonríe.





[1] Músico De Guardia de Quique González canción incluida dentro de su disco de música titulado Personal