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sábado, 2 de abril de 2016

Esta es mi verdad de hoy

¿Era epílogo o prólogo?

Estoy trabajando estos días sobre algo que no suelo contar a nadie, no por pudor, sino porque no encuentro el contexto en el que sea propio decirlo.

La reinterpretación de la viudedad.

Es un tema tabú cuanto menos. Nadie desea hablar de la muerte, porque se interpreta como la antítesis de la vida, cuando no se ve como la anulación de esta. Pero es que es necesario enfrentarlo, como lo hace Rosa Montero o como, en el momento que lo escribo, lo hace Joyce Carol Oates… o en ello está en mi lectura. 

Tal vez así sea el modo en que por fin, de una vez por todas, deje atrás esa sensación de alma que arrastra cadenas y se lamenta muchas veces, tanto oralmente como por escrito, por la pérdida de una persona que ha sido el centro de una vida.

Tal vez así pueda resolver, de una vez por todas, las grandes cuestiones de mi vida actual, porque sí, hay un antes y un después cuando la muerte susurra al oído y deja un agujero negro donde antes no lo hubo.

Tal vez…

Estoy bien dentro de mi gravedad

Tras la muerte de alguien que te ha enseñado a vivir, muchas son las cosas que te van pasando mientras sobrevives a los cambios.

Aprendes que el Odio solo afecta a una persona: al que lo siente.

Entiendes que los demás no están para entender esos cambios de humor o esa actitud taciturna tuya donde antes estaba la broma fácil y la actitud ingenua que raya hasta hacer sangre en la necedad inconsciente.

Descubres que el tiempo y el espacio ya no son lo que fueron, porque la historia ya no es la que era hace unos cuantos capítulos.

Abrazas la máscara que ahora se te ha pegado a tu piel y es difícil de quitarte como antes, pero es que es tu mejor papel, el mejor que interpretaste en tu vida, fruto de la bendita improvisación-¡Qué razón tenías Manuel Camarero! ¡Qué razón!-y es entonces cuando sale esa coletilla tan tuya y que algunos ya también repiten, porque es, con diferencia, tu mejor obra:

Estoy bien dentro de mi gravedad.

¡Sublime! Has logrado hacer de tu malestar, de tu reconstruirte cada día, de tu seguir adelante, una frase tan lapidaría y profética como el Cuan largo me lo fiais de Don Juan.

Pero, claro, vivimos tiempos de queja y re queja y esta frase se pierde entre el aluvión de malestares y descontentos de un tiempo extraño que, raudos y con cierto aire de sapiencia fatua, se han llamado un tiempo nuevo.

Sí, nueva es la situación en la que uno debe entonar esta coletilla. Un tiempo que promete acabarse, porque el tiempo de duelo, que lo es también y lo sé bien, dará paso a un horizonte de cosas por descubrir, puesto que no llueve eternamente… pero tampoco veo yo que escampe.

El sol de invierno

Hubo alguien- y si no lo hubo, seré yo.- que dijo que no te puedes fiar del sol de invierno, pues aunque la luz sea poderosa y las calles parezcan estar viviendo una preciosa primavera, el frío estará ahí.

Pues eso pasa con la gente. No puedes pretender que sean como esperas a simple vista, porque son de otro modo y es lo que debe ser.

El otro día, comiendo en la facultad con unas antiguas compañeras de carrera, una de ellas me dijo que no tenía claro si, unos dos o tres días después de morir mi madre, que es cuando regresé a mis clases tras el puente de mayo, me dio el pésame o no. En ese momento- y ahora mismo.-tuve la sensación de que así fue y no le di importancia a sí lo hizo o no. No obstante, tengo en mi mente a dos personas que no lo hicieron y tuvieron la oportunidad. Recuerdo eso y ahora pienso que quizás fueran ellos los primeros de muchos otros que me dieron la espalda, con o sin razón pues no voy a juzgar tal cosa.

En cierto modo, cuando mi madre murió viví por inercia y es ahora cuando comienzo a darme cuenta de muchas cosas. Era como estar anestesiado. Me movía- y todavía lo hago.- con cierta inercia, con cierta idea de que debo vivir y que es lo que toca ahora.

Un ser solitario

Cuando era niño, me pasaba mucho tiempo sólo en los recreos en el colegio, ese colegio donde muchos de mis compañeros me consideraban un retrasado. Eran niños y no entendían que retrasado no es en sí lo que yo era, pero, hará cosa de unos siete u ocho, en Facebook, apareció una foto de que guardaba un viejo amigo de la infancia y se me etiquetó en ella. La gente no paraba de comentar cosas y se hacían preguntas de si uno se acordaba de este o del otro…

Y alguien puso:

¿Y de Bubu? ¿Os acordáis de Bubu? Era retrasado ¿No?

Bien… Bubu era yo. Ese apodo me lo pusieron de niño y lo odié con todo mi ser. Y el que puso ese comentario era Daniel, el chico que más detestaba de todos. Éramos adultos ya y ahí seguía esa idea infantil.

Así que era obvio que muchas veces buscase la soledad y en esa soledad, empecé a leer y a inventar historias.

Así pues, el ser solitario fue la base del escritor que hoy intuyo que soy, porque, esa es otra, ¿Soy un escritor? ¿Escritor debe ser el que escribe o el que vive de escribir? Porque, sí, yo escribo pero no vivo de escribir, vivo para escribir, porque lo necesito, porque es simbiótico el vivir y el escribir.

Y hay gente que no entiende que uno es escritor por necesidad vital, no porque sea parte de su personalidad.

Siempre me encuentro con aquel que te dice: Eres escritor, deberían salirte las frases poéticas en fila.

El último que me hizo eso fue un antiguo amigo del que me he distanciado. Me soltó una patochada de ese calibre con una sonrisa de hiena estúpida y yo entonces saqué un trozo de papel y un portaminas que llevaba en mi bolsa de colgar.

-Eres dibujante. Pues hazme un dibujo. Debes hacerlo. Eres dibujante las veinticuatro horas del día ¿No?
-¿Aquí en la calle?
-Claro.
-No compares.
-Pues no me pidas a mí que sea escritor a tiempo completo igual que yo no te pido que seas dibujante a tiempo completo.

Hay veces que me hubiera gustado no ser un ser solitario, pero ahora es lo que soy, por encima de sí sé escribir o no.

Lo más importante de una vida

Hace unos meses, preguntaba a alguien porque pintaba cuadros tan oscuros, que sí eso tenía que ver, de algún modo, con su estado de ánimo.

El pintor se indignó un poco y me dijo que estaba equivocado.

Muchos pueden trasladar eso a mi escritura. ¿Por qué tanta muerte y ausencia de la madre? Y, la verdad, le dije hace un tiempo a una profesora de mi facultad que estaba harto de eso, que era un autor de principios, que si en principio algo me ronda la cabeza lo pongo siempre en el papel.

Ella me habló de un director de cine que siempre ponía una silla vacía en una escena de su película, que simbolizaba la conversación que siempre quedó pendiente entre su padre, ya difunto, y él.

Yo no quiero eso para mí y sin quererlo, me asustó una idea.

Mi padre tenía una tía que era muy desagradable conmigo, que era muy clasista y que me llamaba Gustavo pese a que la corrigiera. Siempre pensaba en la Guerra Civil. Cada vez que podía, sacaba el tema y su rostro tomaba un aspecto algo demente.

Mi madre y yo concluimos algo: La Guerra Civil fue lo más importante de su vida, y eso que llegó a vivir hasta los noventa y dos años.

¿Y si la muerte de mi madre era lo más importante de mi vida?

Lo es comparable, claro, pero ambas pueden marcar a una persona muy profundamente.

La diferencia más clara es que tras la Guerra Civil nadie dijo a la gente lo que mi madre me dijo muchos meses antes de morir.

Cuando yo me vaya, no quiero que te hundas.

No seré el mejor, pero sí el más constante

Dicen de los Capricornio que cuando se encuentran con un muro o lo logran tirar o se rompen la cabeza contra ese muro.

Mi filosofía es otra: rodear o saltar ese muro.

Así pues, saqué una conclusión:

No seré el mejor, pero sí el más constante.

Seguro que si preguntas a alguna gente, te dirá que miento. Que miento y que deberían quemarme en la hoguera. Que miento, que deberían quemarme en la hoguera y luego mearse en mis cenizas para que aprenda.

A lo mejor que me nieguen esta frase es por culpa de la máscara que llevo, puesto que soy un tremendo cobarde y veo que los demás leen y devoran pilares de libros y con aire de complacencia jactanciosa sacan conclusiones atrevidas y sentenciosas sobre autores, obras, movimientos y, si me apuran, pasos a seguir para realizar una correcta cocción al dente de morales y éticas.

Yo, por ende, soy un engreído de pantomima, puesto que aprendí una lección que aún hoy habita en mi mente-que muchos catalogarán de absoluto y tremendo caos no sin darle a ese juicio un valor de jurídico-humanístico-:

En la vida actúa de farol, como en el póker. Sonrisa de ganador pese a que pierdas.

Puede que no sea así la lección, pero sí hay un elemento que me ha salvado más de una vez. No caeré sin luchar. Mucho o poco, pero no caeré sin luchar.

Me vas a perdonar, pero me reclaman en otro sitio.

Esto es parte de mi leyenda y de la de Manuel Camarero, así que puedo ser como el dios Loki o como Salomón. Sea como fuere, esto es lo que digo yo que pasó:

Hacía un mes que Manuel Camarero había muerto y le di hace un año una copia de mi primera obra de teatro, pues mi carrera literaria comenzó con una burda e infantil obra teatral.

Olga, una de las profesoras del instituto María Guerrero- donde estudiaba y donde daba clases Manuel.-, me indicó que Manuel dejó algo en su mesa para mí.

Era la copia de mi obra de teatro en una carpetilla transparente y dentro una nota para mí, que por desgracia tiré a la basura pero que rezaba así:

Gonzalo:

Me vas a perdonar, pero me reclaman en otro sitio y no me va a ser posible dirigir tu obra de teatro.

Cuídate:

Manuel Camarero

Sonrisa de ganador pese a que pierdas. Hizo honor hasta el final a su lección.
Creo que fue entonces cuando entendí que la muerte es irse y no regresar. Irse y dimitir de ser mentor, maestro, amigo, padre, esposo, dueño del tiempo prestado…

Manuel dejó el primer vacío, más modesto que el que dejaría mi madre, y haría que yo intentase buscar un mentor cuando mi mentor al final debía ser yo, con mis fallos y aciertos, con mis triunfos y fracasos, pues hay que tratar a estos dos últimos como impostores, como dos buenos jugadores de póker de la vida.

Y entonces, te paras un momento a pensar y lo ves…


Esta es mi verdad de hoy, mañana será otra

miércoles, 24 de junio de 2015

Un discurso perdido

Este viaje que hoy termina, nos ha permitido ser testigos de muchas cosas.

Cuando el Cid Campeador Con sus ojos  muy grandemente llorando, en silencio por ser un curtido guerrero que no debía mostrar su debilidad,  tornaba la cabeza, nosotros estuvimos allí.

Cuando Lázaro daba noticia de su vida y de los amos a los que tuvo que servir, nosotros estuvimos allí.

Cuando Jorge Manrique se animó a tomar la pluma para escribir Recuerde el alma dormida,/ avive el seso e despierte/contemplando/cómo se passa la vida,/cómo se viene la muerte/tan callando, nosotros estuvimos allí.

Cuando Fray Bartolomé de las Casas pensó siquiera en la situación de los Indios y que de este hecho debía quedar constancia, nosotros estuvimos allí.

Cuando en el Corral del Príncipe se estrenaron las obras de Lope de Vega y la gente se reunía para ver lo que el fénix de los ingenios les tenía preparado, nosotros estuvimos allí.

Cuando Cervantes ideó, sin saberlo, la obra que marcaría un antes y un después en las letras castellanas, nosotros estuvimos allí.

Cuando Feijoo reflexionó sobre la España y el siglo que le tocaban vivir, nosotros estuvimos allí.

Cuando Pérez Galdós leyó la novela que su amigo Leopoldo García-Alas le envió para que le diera su opinión, nosotros estuvimos allí.

Cuando todo esto y muchas otras cosas sucedieron, todos nosotros estuvimos allí. Y estuvimos juntos.

Pero el final de este trayecto ha llegado.

Me encantaría mencionar a cada uno de vosotros, pero el tiempo que me han otorgado es un tiempo prestado, como lo son todos. Muchos habéis sido aliados y rivales en diversos momentos de estos cuatro años que ha durado este viaje y, seáis de unos o de los otros, tenéis mi aprecio por haber estado ahí, pues soy lo que hoy soy gracias a vosotros, y en definitiva vosotros sois hoy lo que sois porque cada uno ha desempeñado un papel en vuestras vidas.

Cuando llegué a esta universidad era un aprendiz y ahora… soy dos aprendices.

El primero aprendió que si cuatro niños se comen tres bollos, o uno de ellos se queda sin bollo o los cuatro se han comido en total doce, que la g es una consonante oclusiva velar sonora y que la literatura es todo aquello que los lectores, en su conjunto, determinan como tal. Estas cosas y otras fueron las que ese aprendiz asimiló.

El otro aprendiz supo quién era en verdad, tras años de estar perdido. Aprendió a miraros, como ahora yo lo hago, y ver al próximo Ignacio Bosque, al próximo Dámaso Alonso, al próximo Goytisolo, al próximo Adolfo Marshillach, o tal vez  estemos aquí ante los nuevos nombres que harán que este país pueda tener esperanza, alejándonos de la selva y de la jauría. También ve a aquellos que han soñado con algo que les aleja de este sendero y a los que respeto y quiero por eso mismo, porque saben que existen otros caminos donde pueden ser felices y dar a conocerse como son a través de distintas manifestaciones del arte, de los sentidos, de la cotidianidad que se puede rasgar como un papel.

 Han sido años duros dentro y fuera de estos muros. Años de barricadas de fuego. Años de cuervos negros que nos graznaban furiosos. Años de incomprensión, de miedo, de ausencias y de pérdidas. En este camino hemos perdido mucho y hemos ganado bastante, hemos llorado en los hombros de los que nos han querido escuchar, hemos reído ante lo absurda que han sido nuestras vidas muchas veces, hemos reflexionado sobre nuestro papel como individuos en este mundo que se nos abre ante nuestros ojos y en el que, en mayor o menor medida, vamos a estar a la deriva, pero como dice una canción, hay esperanza en la deriva. 

Hace años, alguien escribió el siguiente poema:

He visto como crece tu mirada
Abriéndose camino al horizonte.
Oía tantas veces tus palabras
Que he levantado claustro para su onda.
Hoy me paro y contemplo tu carrera:
Veloz, henchida de aire,
anhelante, gozosa,
única.


Eso han sido estos cuatro años. Se abren camino al horizonte, un horizonte en el que se nos espera y que esperamos, pues muchas de nuestras palabras se oirán en los claustros que hoy han empezado a edificarse con este último gesto de nuestra carrera, de nuestro caminar. Y aquí congregados, mi pecho se llena de gozo, porque puedo deciros hoy lo que llevo tiempo queriendo decir. Por fin puedo gritaros:


Buenos días, jóvenes filólogos. 

lunes, 23 de marzo de 2015

La musa. Un relato para lectores y para informáticos.

INTRODUCCIÓN


Esto lo escribió alguien que antes creo que vivía en donde yo vivo, en el mismo tiempo, en el mismo país, la misma ciudad, la misma casa y el mismo cuarto, pero que ahora no soy exactamente yo. Tal vez fuera una mera invención de mí o yo sea una invención de él.

Hace unos años este texto me fue robado por gente que no tenía ni idea de literatura y distribuido por las redes de una pequeña clase que me robaba la ilusión y la alegría, si eso era posible que yo poco sé ya de eso. Fue distribuido, según supe, para hacer burla y mofa de mí, imagino que por querer plasmar mis sentimientos en un escrito, que ya se ve que es un delito muy ruin y cruel, más incluso que no saber quién era Rasputín o de donde viene eso de Ay, mísero de mí!, ay infelice… Porque, otra cosa que no les dije a ustedes, mis lectores, es yo pretendí ser informático y por no saber programar como muchos de mis “compañeros”, era considerado un ser horrible y necio.

Por ello, este texto de esa persona que una vez fue, va dedicado a ustedes y no a los primeros lectores que fueron primigenios en muchas cosas y que aún hoy, creo yo, programan con herramientas de la edad moderna y no de bronce y que me juzgaron con gran acierto desde el primer momento, pues es algo demostrado que por escribir tolerablemente se es un terrible criminal y un paria.

Solo espero que los que me van a leer sean más indulgentes que aquellos especialistas, tan similares a los que Friedrich Wilhelm Nietzsche retrato en Also sprach Zarathustra, pues de este texto a hoy han pasado unos seis años, si no me falla la memoria.

Gracias.
  

Las mayores obras de la humanidad las han inspirado personas de a pie. Eso es un hecho irrefutable.

Pero, ¿Cuántos pueden decir que casi su vida es otra gracias a una persona en particular? Sí, ya, completar la existencia con otra persona que quieres a tu lado en la cama es un placer que pone un antes o después en tu vida, pero me refiero a que la vida tome otro tono gracias a una persona y que cuando deje su huella en su lado de tu colchón, sigan notándose esos colores, esa luz que parece haber convertido una ciudad gris y triste en el maldito país de nunca jamás o el de las maravillas.

Creo que es ahí, en ese mismo punto donde la gente piensa que hay una historia que recordar, escribir, narrar

Y es ahí donde empezaría mi historia, aunque es más la historia de ella.

En aquella sala de usos múltiples, donde ahora adornaba la entrada una plaquita de metal en recuerdo a aquel excelente profesor, y que se usaba eventualmente para representar obras

Allí me senté, bromeando con los colegas, sin mucha conversación inteligente, pero era lo que había.

Y de repente, ella. Sí, ella. Cabello oscuro, ojos limpios, labios que parecían dibujados en un lienzo...
Allí estaba, en el escenario, como un espíritu luminoso. Como la musa para mis sueños. Era Ofelia, Wendy, Julieta, Dulcinea, Rosana, Artemisa...

-Es preciosa- Comenté a mis amigos.
-No está mal. Para mi gusto le falta tetas.-Respondió uno de ellos.
Tenía que conocerla. Hubiera dado mi alma al Diablo por ello.

Y la conocí, sin dar mi alma, claro.

Fue gracias a una tonta obra que hice. Decidí que uno de los papeles protagonistas fuera para ella. Así fue como nos conocimos y comenzamos una bella amistad. Era un principio.

Hicimos muy buenas migas, pero, no solo de migas come el corazón.

Aún recuerdo aquel día de Diciembre, con las compras de navidad por hacer, ella se ofreció a acompañarme para comprar las últimas cosas que me quedaban. Alicia- Que así se llamaba.- me hablaba de cómo desde muy joven quiso ser algo artístico. Un hombre del metro le dijo que tenía manos de violinista según me contó.

Nunca fui más feliz en mi vida que aquel día, y tal vez fue entonces cuando vi de verdad ese país de Nunca Jamás.

Pleno Julio. Estaba decidido a decirle a Alicia que la amaba con todo mí ser. Pero ella tenía otros planes. Había pasado tantas cosas malas en su casa que decidió irse sin mirar atrás. Irse a vivir con un cualquiera a otro lugar. Nunca supe bien dónde.

Así me quedé. Solo, sin musa pero con ese brillo casi manchado por la desilusión. No estaba triste. Lloré, claro, y maldije, también, pero nunca me rendí. Siempre pensé que ella volvería a mi vida, a fin de cuentas, ella la había transformado en algo. Volví a creer en mí gracias a ella y volví a escribir y a soñar gracias a ella ¿Se fue? Buen viaje. Ya regresarás.

Y sí, regresó, cuatro años después la volví a ver, y eso es hace unos meses.

Justo en el mismo lugar donde aquellas navidades pasé el mejor día de mi vida. Seguía siendo preciosa. Nunca dejó de serlo.

Me vio, la vi y sonreí.

-Hola, Alicia.- Le dije.
-Hola, señor escritor.- Me contestó ella tras un largo silencio.

Y allí nos quedamos, en silencio, mirándonos en mitad de la multitud que iba y venía.

Es increíble. Sería el perfecto final de cualquier obra. Un final abierto a todo los niveles, pero yo ya sé el principio y el final de nuestra historia. Siempre lo supe.


jueves, 22 de enero de 2015

Un mal perdedor

Presentador: Los nominados a mejor actor de reparto son… José Berrocal por  Sin sangre, Raúl Redondo por Semillas de verano, Daniel Casanovas por Un cuento roto y Aitor Ruin también por Un cuento roto. Y el ganador es… ¡Daniel Casanovas por Un cuento roto!  (Aplausos)  Recoge el premio su compañero de reparto Aitor Ruin.

A. Ruin: Gracias… En fin (mirando el premio) ¡Vaya! ¡Os habrá costado mucho encontrar este adefesio en el todo a cien! (mirando al público) Bueno, yo debería decir unas palabras. Es un honor recoger este premio en nombre de mi muy estimado y allegado… conocido Daniel Casanovas. Daniel no pudo estar hoy aquí porque está trabajando en una película con Isabel de la Orden… Como ven yo no obtuve un papel en una cinta tan aburrida y pretenciosa. El caso es que el encantador Daniel Casanovas ganó este premio, cosa que tiene su mérito ya que solamente posee dos registros: Galán de polígono y patoso sin gracia. Pero, siendo justos, ¿Qué es lo que le diferencia de otros actores de su generación? Pienso que todos aquí tenemos la respuesta ¿No?: Estar hasta en la sopa y tener las rodillas peladas.

Recibir un premio siempre es un honor, pero recibirlo aquí en este lugar de Madrid, frente a gente como ustedes… Disminuye ese honor.
Estoy contento de que le den este premio a Daniel en vez de a mí, que he dedicado mucho esfuerzo y años a ser actor, como también estoy contento de anunciarles a todos ustedes mi retirada del mundo de la interpretación para dedicarme a la atención y el cuidado de personas con trastornos mentales, entre las que seguramente encontraré a los miembros del jurado de este festival. Buenas noches y gracias.

martes, 19 de agosto de 2014

Y que ahora no pueda escribir…

El cuarto en tenue penumbra. Echo la cabeza atrás y me reclino en mi silla. Miro el techo y desde esa posición contemplo el cuarto. Es un curioso lugar para escribir, con muebles que simulan un camarote. Muebles de color cálido, de marrón pardo, con libros dejados en los estantes… No tengo yo uno de esos estudios que tanto me gustaría y que siempre se dicen que posee un buen escritor.
No es como aquel  despacho que visité trabajando como informático/ chico de los recados. Ese despacho en el piso en plena calle Princesa, con portero de esos que a la noche sacan los cubos de basura con paso pausado y ascensor viejo y elegante.

-Es el despacho de un cardiólogo.-Me explicó Pepón, aquel conductor de autobuses convertido en repartidor para la empresa.- Y es un cardiólogo de los buenos, con consulta en Arturo Soria.

No. Yo no tengo uno de esos despachos, pero al menos no es como el de otra gente que tiene esos muebles blancos que hacen que te sientas en una consultora. Si a ellos les sirve…

Debería escribir algo, pero de un tiempo a esta parte, no escribo nada y lo achaco al calor, pero no sé hasta qué punto es verdad.

Tengo desgana y parece que no llego a empatizar con nadie. Sin ir más lejos, ayer visité a mi amigo Héctor. Me contó que hoy venían unos amigos de Barcelona a estar con él y con su novia. Lo decía con cierta pesadez, como con la sensación de que aquello era un incordio ¿De verdad era feliz así? ¿Acatando las cosas que no le placen? Dice que se casará pronto y el pronto dio paso al año, y luego ese año a otro… Y también lo dice con pesadez.

Apuro el vaso de refresco y me pongo frente al cuaderno pues hoy no me apetece ni usar el PC.
Me paro ante la hoja en blanco y resoplo. ¿Y se me rompió la imaginación? Imposible.

Siempre que no sé qué escribir y me da por pensar que hay veces que parece que ni siento ni padezco, recuerdo a mi compañero David, quien busca el no sentir para escribir con objetividad. Lee, lee y lee pesados tomos y parece que esté buscando el modo de no sentir nada al escribir. Solamente exactitudes, solamente verdades… ¡Escribir no es decir la verdad! ¡Escribir es relatar, es crear! Si uno crea sin sentir nada lo que hace es tratados huecos sobre como se ve la calle en agosto a las siete de la tarde en un pueblecito donde a nadie se le ha perdido nada.

Creo que las musas están de cañas hoy. Seguro que es eso.

Cuando pasa eso, también divago. Miro a un punto y, de pronto, estoy en algún lugar del pasado próximo o lejano. Hay veces que recuerdo el viaje en tren de hace dos días a Getafe. Una hora y media de viaje para ver ancianos pasear y encontrarse con sus nietos, o los policías que vigilan el paseo peatonal con `paraguas a modo de techo.

Y vuelvo a mi cuarto y ya no oigo, en mi recuerdo, las risas animadas de los niños ni los gritos de la gente.

La última vez que me animé a escribir en un cuaderno  fue por consejo médico.

-Deberías escribir tu día a día. Me vendría bien ver lo que piensas y sientes.

A las dos páginas, el psicólogo deshecho esa medida y dijo que todos mis males eran culpa mía.

¿De verdad no comprendió nada? ¿Tan mal escribía entonces?

Siempre hay alguien que no te comprende y que ve el mal en todo gesto. Siempre hay quien se viste de blanca armadura y no se llega a percatar que el blanco termina por ensuciarse, por eso es blanco.

Luces y sombras. Luces y sombras en cada personaje. Esa es una de mis claves al escribir. Puedo crear personajes y darles forma, pero si ni ellos saben que me quieren contar ni yo a ellos…

Hace poco escribía hojas y más hojas. Me levantaba con ganas de escribir temprano, aunque solo fuera para escribir bobadas… y que ahora no pueda escribir…

Seguro que muchos de mis iguales escriben todos los días y muchas de sus páginas y cuartillas están salpicadas de reflexiones tan interesantes, tan eruditas, tan bellas… y que ahora no pueda escribir…

No os muestro mis páginas, pues os llegaríais a enamorar.

Me digo que esa frase es obra de la edad, como la de Yo sé que viviré de la literatura. Yo a esas edades era igual que ellos. Creía, al principio, que lo que yo hacía podía hacerlo cualquiera, pero luego pensé que cuando escribía creaba arte. Ni lo uno ni lo otro son cierto. Escribo porque algo me lo exige. Yo por los demás no lo hago, pero si gusta, bien está.

…os llegaríais a enamorar.

¡Ojala! El amor instantáneo es lo que es. Hoy sí, mañana puede, la semana siguiente no sé y el mes que viene, nada de nada. Muchos parecen no entender que Siempre se va y que Te quiero y eres mi alma gemela lleva años de forjado. Mañana aquella persona que estaba sentada en el césped, o montando una tienda de campaña o tomando un tren para visitarte y darse un baño en tu piscina puede volver a ser un extraño… y no pasa nada porque así sea. Los amores instantáneos, instantáneamente se disuelven.

Y que ahora no pueda escribir…

No sería mala idea quitarme el tedio dándome un paseo. Sí, pasear, caminar sin prisa y con cierto rumbo esbozado a lápiz en mi mente. Tal vez a la noche pueda escribir… ¿a quién quiero engañar? No tengo ganas de escribir ni de contar nada. Ya conozco todos mis trucos y por mucho que ponga un cuaderno, no logro escribir porque nada interesante pasa en agosto, a las siete de la tarde, en un pueblecito donde a nadie se le ha perdido nada.
Lo mejor es hacer como mis musas y marcharme de cañas (o de refrescos, que el alcohol y yo no somos viejos amigos y no me interesa a estas alturas que lo seamos)


Y que ahora no pueda escribir…

sábado, 12 de julio de 2014

La historia de los penúltimos súper villanos a mano izquierda


 
Ildefonso cerró la puerta del piso donde vivía. No llevaba esa noche su traje de súper villano. Tampoco le iba a servir mucho ir por la calle con él. En el barrio todos sabían que era Desconectador,  un villano de penúltima fila. No era el único.

En el bar a donde se dirigía no era el único. Era un bar para los de su clase. Los penúltimos súper villanos del mundillo.

-Buenas noches, Fausto.-Saludó al camarero y dueño de aquel local.
-¿Qué hay, Idel? Eres el primero en llegar. ¿Qué te pongo?
-Una Coca-Cola. No le pongas mucho hielo.
-Como quieras.

Fausto, en los ochenta, fue un villano y no era de los mejores, pero tampoco se le dio tan mal. El Renegado. Solo estuvo en activo cuatro años. Pasó un tiempito entre rejas al ser derrotado por hombre galopante. Eran los ochenta. Los héroes y villanos buscaban nombres cuanto más chocantes y bizarros mejor.

-¡Lo que te dije, tío! ¡Un mega casco por 6,95 en el catálogo del coleccionista Villano!-Clamó un hombre menudo, algo fondón, de cabello oscuro corto a otro tipo, este desgarbado, de barba frondosa y cabello castaño claro y largo.
-No sé, Alex. Por ese precio, no creo yo que sea muy bueno.
-¡Bobadas! ¡Un mega casco se amortiza! ¡Tiene visión nocturna, luz auxiliar y GPS!
-Eh, Alex, Manu.
-Ildefonso, ¿Cómo te va?
-Tirando.

Alex era ni más ni menos que El hombre antiaéreo… o lo fue hasta que su armadura le dio problemas y… estuvo dos meses en la UCI de un hospital tras su fallido intento de derrotar al Héroe Melodramático. El cañón que llevaba cerca de su hombro derecho se atascó.

Manu, por su parte, era Mr. Oblicuo. Tenía un curioso aparato que disparaba gases de todo tipo. Unos para crear vértigo y otros para crear sensaciones diversas. Hizo dúo con Capitán Corrompedor, pero la cosa no cuajó y ahora ni se hablan. Ildefonso oyó que el tal Capitán Corrompedor se casó y es vendedor de coches de ocasión en otra ciudad.

-¿Qué os pongo?
-A mí una cervecita de barril.
-Yo un whisky con cola. ¿Os habéis enterado de lo de ese tal Maestro Reductor?
-No, ¿Qué?
-Pues el tío es un sonado. Era biólogo o algo así.
-¿Y?
-Creó una rayo o algo por el estilo que reduce la materia.
-Sí, por eso se llama Maestro Reductor.-Intervino Alex.
-Pues bien, el tío iba con una mujercita diminuta en uno de los bolsillos de su cinturón multiusos ¿sabes cómo te digo?
 -Sí, creo que sé lo que dices.
-Pues la tía… ¡Era su esposa! ¡El muy @&$%ta probó su rayo o lo que sea con su esposa!
-¡Venga ya!
-¡Te lo juro!
-Pues sí que hay que ser un sonado.

Una mujer cabello castaño rojizo, de cara alargada y sonrisa tímida llegó.

-Hola, chicos.
-Hola, Raquel.-Respondió Ildefonso.
-¿De qué hablabais?
-Del Maestro Reductor.
-¡Ostras, ese tipo es un sonado!
-Justo eso decíamos.
-Fausto, ponme un vino blanco, por favor. ¿Y Tony?
-No creo que tarde en venir.

Raquel era conocida como la mujer pájaro. Tenía unas curiosas alas mecánicas que le hizo un novio que tuvo, Bala rápida. Él sí tuvo éxito. Llegó a enfrentarse más de una treintena de veces con la línea de defensa, Míster perfecto o el Héroe Melodramático, ya fuera solo o formando parte de La alianza mortífera.
Raquel no tuvo tanta suerte.

-¡Hay que j%&$#se!-Exclamó Alex.-De un tiempo a esta parte, no paran de aparecer tipos con ganas de hacer justicia y la vida imposible a nosotros…
-Cierto.

Por fin llegó Tony. Era esbelto, de ojos oscuros, cabeza rapada, gesto de tipo duro… Él era el Pringador. Tenía una mochila con un cañón que disparaba una especie de mezcla de cola plástica y silicona caliente. Estaba bien pensado.

-Siento el retraso. Tenía que acostar a mis hijos.
-Al menos has venido.-Indicó Alex.
-¿Qué te pongo, Tony?
-Una cerveza bien tirada.
-Pues aquí estamos…- Señaló lo obvio Manu tras un largo silencio.
-¿De verdad pensabais que esta sería nuestra vida cuando nos hicimos súper villanos?-Preguntó Ildefonso.
-No, pero no todos podemos ser Amenaza.
Amenaza! ¡Ese ca#$&% logró matar a nuestro peor enemigo!
-No, Alex, luego se descubrió que era un error…[1]
-¿Y cómo sabes que el de ahora es no es un impostor, Raquel?
-Porque creo que sabemos bien como se mueve el de verdad.
-Es igual.
-Deberíamos unirnos los cuatro y darle su merecido.-Propuso Tony.-Un grupo de rivales que juntos le den la paliza de su vida.
-¡Sí! He visto en el catálogo del coleccionista Villano una armadura potenciadora que se puede pagar en 20 meses y unas botas del calibre.50 por 20,95. Podría ser el  hombre antiaéreo 2.0.
-Deberíamos llamar a más gente…-Opinó Ildefonso.- ¿Alguien tiene el número de teléfono o el correo electrónico de Deshielo? Tú tal vez tengas el de  Bala rápida, Raquel.
-Paso de llamarle. Es un cretino.
-Pero, chicos, pensad un momento: ¿Uniros? ¿Para darle una paliza a un héroe? ¿Y luego qué? ¿Robar bancos? ¿Raptar a una famosa para que os den una recompensa?
-¡Es que tienes razón, Fausto!- Gruñó Manu.-Esta época es el ocaso de los penúltimos villanos. Ahora los verdaderos criminales van con corbata y maletín.
-¡Qué redicho te vuelves cuando quieres, Manu!
-¿Os acodáis del tipo que se dedicó a copiar nuestros equipos?
 -¡Sí, Copiador!-Recordó Tony.- ¡Menudo @&$%ta!
-Pues luego hablas con él y es un tipo muy majo.-Indicó Manu.-Coincidimos una temporada en prisión y la verdad es que tiene un sentido del humor tremendo.
-Pero no siguió un código que es que no se roba a los compañeros.
-¿Qué código es ese?
-El código no escrito de educación cívica entre súper Villanos.
-¡Qué absurdo!
-Ildefonso, tío, que tú has arreglado el equipo de muchos súper villanos, incluido el de algunos de nosotros, y sabes que entre bomberos no nos pisamos la manguera.
-¿Cuál es para vosotros la mejor lucha que habéis tenido?- Se interesó en saber Raquel.
-¡Buf, hace un montón!-Sonrió Ildefonso. 

Fue hace más o menos ocho años. Yo había intentado robar un diamante que exponían en una galería de joyas… ya me vais entendiendo. Logré burlar las alarmas y los guardias y cuando estaba a punto de robar esa joya cuando… ¡Él apareció! ¡El Héroe Melodramático de las narices estaba allí!

-¿Sabes, Desco? Deberías llevarme a sitios más bonitos. Ya apenas vamos a cenar y tampoco me llevas a bailar.

Se reía de mí, como siempre lo hacía.

 Le disparé con un arma de vibraciones que me cree… ya sabéis que siempre se me dio bien la mecánica. Él esquivó cada disparo hasta que uno le alcanzó. De lleno. Ahí estaba, en el suelo, a mis pies. Solo era alargar mi brazo y desenmascarar a ese grano en el culo, pero preferí llevarme el diamante e irme. Llamadme cobarde, pero era a lo que iba.

Dos días después, cuando casi tenía un comprador para ese diamante, él apareció en mi guarida. Esta vez se le veía muy furioso. Tal vez no esperaba que le venciera de esa manera tan tosca.

Usé esa vez mi arma de vibraciones, unos discos voladores con cuchillas de titanio y bombas de luz blanca…. Pero guardaba mi mejor recurso aun.

-Eres muy hábil, Héroe, pero no sabes que aún tengo una sorpresa. ¿Ves estos guanteletes enormes? Yo los llamo puños demoledores. Un solo puñetazo con esto y serás historia.
-Para eso debes alcanzarme, amigo.

Nos batimos como un par de titanes, lo juro. Hasta que usó una de mis propios discos voladores contra mí y estropeó mis guanteletes. Luego recuerdo un puñetazo en la cara y todo en negro. Cuando desperté estaba en un furgón de la policía.

-Luego mejoré mi equipo, pero nunca tuve una pelea tan intensa como aquella.

-La mía no fue mucho mejor…-Recordó Manu.

Creo que fue hace seis años. Ya trabajaba solo y eran pocas las veces que me ponía mi traje de Mr. Oblicuo. Cuando lo diseñé pensé que las capas y los guantes de metal dorado eran los más… El caso es que aun sentía mucho rencor contra mi antigua jefa. Me despidió de mi trabajo como Químico de malas mareras, humillándome incluso. Ya había pospuesto mucho mi venganza contra ella. Así que asalté el lugar donde trabajaba y usé mi gas del odio contra mis antiguos compañeros para que ellos fueran quienes dieran su merecido a mi ex jefa.   

-Espero que cuando esto acabe seas el primero en animarte a recoger todo, humitos.
-Ah, Héroe Melodramático, no te esperaba tan pronto.
-No quería que te quejases de mí y me llamases tardón. Ahora es cuando te rindes y detienes todo esto.
-¡Cuan equivocado estás, ídolo de masas! ¡Este será mi gran triunfo!

Ordené a la horda de gente que atacasen al héroe. Subestimé a mi rival que logró deshacerse de la multitud… bueno, multitud no… serían como unas nueve personas y se libró de ellas. Yo no fui testigo de eso pues me dediqué a perseguir a mi antigua jefa que huía como un conejo asustado, y eso sin usar mi gas del pánico.

La tenía acorralada, pero él apareció otra vez. ¡Siempre lo hace!


Usé mi gas alucinógeno contra él. No sé qué vio o a qué demonios se enfrentó, pero le dejé tocado. La @&$%ta de mi jefa, para huir de mí, se lanzó desde el segundo piso donde estábamos al vacío. Lástima que la policía apareciera entonces y tuviera que marcharme. No me pudo atrapar entonces y luego supe que mi jefa solo se rompió la cadera.


-Bien está lo que bien acaba. Meses después me atrapó, pero eso es otra historia y prefiero ni recordarla.
-¿Y a eso lo llamas tú una buena pelea?-Se indignó Alex.- ¡Sí no os disteis ni un mal puñetazo!
-Hay peleas más intelectuales que físicas.
-Bobadas.

-¿Sabéis que yo sí estuve a punto de matar al Héroe Melodramático?
-¡Cuenta eso, Tony!-Animó Ildefonso.

Era el otoño de hace cuatro años. Estaba más que harto  con que mi mujer me dijera que  debía dar un último golpe de efecto contra mi némesis, que es el vuestro también. Planeé como tenderle una trampa y cayó de lleno. Le envolví en mi mezcla especial y le dejé sin sentido.
Luego me lo llevé al crematorio de un amigo mío y lo dejé inmóvil dentro de un ataúd mientras accionaba la máquina que le iba a convertir en un montón de cenizas. Hasta que… ella apareció. La chica enciclopedia, la tía esa que forma parte de la Línea de Defensa. Me dio tal somanta de golpes y patadas que no me di cuenta que torció el cañón de mi mochila de mezcla y… ¡Zas! Quedé atrapado por mi propio pringue. Ella rescató al héroe y yo pasé un par de años en prisión. ¡Malditos sean ambos dos! ¡Como odio a ese héroe y a la maldita chica enciclopedia! ¡Si no hubiera sido por ella…!

-¡Ostras, estuviste cerca de verdad!-Exclamó Raquel.-Mi historia puede que no sea como las vuestras, pero…

Era verano de hace dos años. ¿Quién iba a defender en verano la ciudad? Hasta los héroes se toman vacaciones. Era un momento perfecto para robar el furgón blindado de un banco y luego tomarme un heladito.

No fue muy difícil asaltar y abrir el furgón si tienes garras de diamante en tu traje, pero… hubo un error de cálculos. No todos los héroes se van de vacaciones. El Héroe Melodramático no tomó vacaciones.

-Me parece haber visto a una linda ladrona. Ah, no, espera. Es el pajarito quien decía eso. Va, repitamos todo desde el principio.

Volé con el botín, pero él se agarró a mi tobillo con fuerza. Lo llevé hasta el interior de un restaurante, rompiendo escaparate y haciendo que nuestro enemigo común se golpease duramente, pero no se soltaba.

-¿Te apetece cenar a toda prisa, guapetón? ¡Por mí bien!
-Me… Auch! halagas pero… Uh! Tengo pareja.
-Aun así, podemos bailar. Yo marcaré el ritmo.

Atenta como estaba a él, no me di cuenta que al salir del restaurante, me aproximaba a una enorme valla publicitaria contra la que no tardé en estrellarme. Tras eso, ya podéis imaginar el resto.

-¡Vaya marrón!-Rio Tony.-Pero para marrón el que tuviste tú hace unos meses, ¿No, Alex?
-No quiero hablar de ello.
-Nosotros te hemos contado nuestras historias y queremos oír la tuya.-Atacó Manu.
-¡Pero vosotros sois unos ca@#&&% y os vais a burlar de mí!
-Ninguno se burló de los demás.
-Pues que os cuente Fausto la suya.
-Yo no tengo anécdota interesante. Cuenta lo que queremos oír todos.
-Está bien… 

Me había unido a otros villanos. Junto con Triceratops, Vatio, Bandido y Duplo, formé parte de La alianza mortífera, sustituyendo a tu Ex, Raquel, que al parecer sigue entre rejas.

Nos había contratado el gran jefazo, señor del crimen, con la intención de terminar de una vez con el Héroe Melodramático. Esta vez iba a ser la definitiva, pero la coordinación no debía ser nuestro fuerte y por eso volvimos a perder.

Vatio lanzó una descarga de electricidad al maldito santurrón y fue a dar en mi cañón. Se sobrecalentó y, de un modo muy similar a ti, Tony, al disparar, el único herido fui yo… Bueno, miento, la explosión también afecto a Duplo. Él solo tuvo un par de costillas rotas y diversas quemaduras. Yo tuve que hacer rehabilitación durante cinco semanas y aún estoy con calmantes y antiinflamatorios varios. Y mi armadura quedó inutilizada…

-Por eso creo que voy a comprarme esa armadura potenciadora y…
-No empieces otra vez…
-Algún día dejaremos de estar en el penúltimo lugar entre los villanos.
- Ildefonso, eso siempre lo hemos dicho y aquí estamos.
-Esta vez es distinto, Raquel. Juro que tarde o temprano averiguaré quien es ese metomentodo de Héroe Melodramático y le haré pagar lo que nos ha hecho.
-Pues mientras tanto, disfrutemos de este momento.-Aconsejó Tony.-Al menos estamos vivos, no como Hombre de nieve o el Barón Funesto.
-Brindo por ello.-Alzó Manu su vaso.-Por los Súper villanos de penúltima fila.
-Por los Súper villanos de penúltima fila.-Repitieron todos, incluido Fausto, alzando sus vasos.  

¡Desconectador! ¡El hombre antiaéreo! ¡Mr. Oblicuo! ¡Mujer pájaro! ¡Pringador! Juntos son... los penúltimos Súper Villanos que un Súper Héroe tendría en consideración... ¿O no?
  
        


[1] Esto pasó en El otro traje, publicado en este foro. ¿Por qué no lo lees? Tal vez te guste.( http://milpaginasxescribir.blogspot.com.es/2014/02/el-otro-traje.html )