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viernes, 13 de enero de 2017

Querida mía

Cada año desde que empecé este blog, he escrito algo para mi cumpleaños, por eso hoy os traigo algo que encontré en una estación de metro de Madrid[1],  dentro un sobre, esta carta que guardé durante mucho tiempo en una de mis carpetas. Hoy la encontré y me pareció tan bonita, que decidí transcribirla:   






Querida mía:

Sé que no te escribo desde… nunca. Nunca te he escrito. Es así. No te escribí nunca pero veo el montón de papeles de distinto tamaño y color en mi lado derecho de la mesa de estudio y me acuerdo de las veces que me prometí comenzar una novela o un cuento incluso, y sin embargo, te estoy escribiendo esta carta.

¿Te dije que hoy paseé por Madrid? No, sé que no. Pues lo hice, pero ¿Y eso que importa? Tal vez para decirte que hoy vi atardecer en plena Plaza de España y me pareció algo bello. Mírame, siendo cursi cuando no soy nada natural. ¿Te acuerdas cuando me pasaba la vida sonriendo? Pues ya no lo hago y lo sé por como la gente observa mi gesto. Mi rostro debe transmitir esa inconformidad. La inconformidad de alguien que ve poco viable que hoy día alguien me vea de otro modo que como un transeúnte que pasa por una calle.

Y es acojonante increíble, pero aún recuerdo aquel día gris donde el frio se nos metía hasta el tuétano, y te prometí que no te pensaba dejar sola. Fue antes de Sofía. Recuerdo bien que no parabas de hablarme y de decirme las cosas más dispares que se te pasaban por la cabeza. Sigo pensando que tú estabas más enamorada de mí que yo de ti… y pese a eso, has sido tú la que te fuiste, tal vez harta de mí, tal vez harta de Sofía.

Con que claridad te veo discutiendo conmigo en la cama sobre la educación de Sofía.  Tú me reprendías sobre lo duro que era con ella, que solo tenía siete años, que yo no veía normal que escuchase música que hablaba de felaciones, de sodomía, de violencia… Tú reías y decías que ella no entendía nada más que las palabrotas, pero eso no me calmaba…. Y hoy no estás.

Me costó mucho explicar a Sofía – y a mí también.- que una buena mañana habías vaciado tus cajones y te fuiste. ¿Era culpa mía? Sofía estaba convencida de que era culpa de ella y me juró que nunca más me disgustaría para que yo tampoco me fuera. Me quedé con ella siempre. Siempre que me necesitó. No la dejé cuando la pillaron robando en un centro comercial, no la dejé cuando le tuve que explicar que le pasaba cada cierto tiempo y que eso era parte de ser mujer, no la dejé cuando llegaba tarde a casa tarde y sin avisarme. No la dejé, la eduqué.

¿Y sabes qué es lo que peor llevo? Que se parezca tanto físicamente a ti, que algunas veces no pare de hablar y de decirme las cosas más dispares que se le pasaban por la cabeza.

Dentro de muy poco, nuestra Sofía va a terminar su carrera. Este ha sido uno de sus peores años a nivel personal, pues ha roto con ese novio tan chulito que se echó hace cosa de tres años. La dejó por otra chica, según sé. Para postre, vino llorando hace cosa de tres meses, jurándome que te vio en pleno Antón Martín, que se acercó a ti y te dijo quién era… y tú dijiste que no conocías a ninguna Sofía. Tal vez no fueras tú o tal vez seas una cobarde que niega las cosas cuando son muy evidentes. Me dijo que era como si le hubieran arrancado el corazón de golpe, que se volvía a replantear si de verdad no te fuiste por su culpa. Yo no le dije nada, solo la abracé. Fue después cuando hablamos hasta altas horas de la noche, sobre ella, sobre mí, sobre ti, sobre la vida misma…

Y mira que cosas, el tipo duro, el que no estaba tan enamorado, el que mira de mala manera a la gente en la calle, pierde el culo se desvive por Sofía. Es lo que me queda de ti. Desde el primer llanto hasta aquí, hay una vida que he visto poco a poco.

Ella es mi obra. Nuestra obra si lo prefieres.

Allí donde estés, sea Antón Martín, Franco Rodríguez o Reina Victoria, sea donde sea… espero que estés bien y seas feliz, porque yo ya lo soy.

Tuyo siempre:
Tu esposo y padre de Sofía.  

[1] Yo siempre pensé que la encontré en la estación de metro de Puerta de Toledo, pero como la carta habla de Antón Martín o Reina Victoria, he de suponer que debí encontrarla en alguna de las estaciones de línea 1, 2 o la circular.      

lunes, 23 de marzo de 2015

La musa. Un relato para lectores y para informáticos.

INTRODUCCIÓN


Esto lo escribió alguien que antes creo que vivía en donde yo vivo, en el mismo tiempo, en el mismo país, la misma ciudad, la misma casa y el mismo cuarto, pero que ahora no soy exactamente yo. Tal vez fuera una mera invención de mí o yo sea una invención de él.

Hace unos años este texto me fue robado por gente que no tenía ni idea de literatura y distribuido por las redes de una pequeña clase que me robaba la ilusión y la alegría, si eso era posible que yo poco sé ya de eso. Fue distribuido, según supe, para hacer burla y mofa de mí, imagino que por querer plasmar mis sentimientos en un escrito, que ya se ve que es un delito muy ruin y cruel, más incluso que no saber quién era Rasputín o de donde viene eso de Ay, mísero de mí!, ay infelice… Porque, otra cosa que no les dije a ustedes, mis lectores, es yo pretendí ser informático y por no saber programar como muchos de mis “compañeros”, era considerado un ser horrible y necio.

Por ello, este texto de esa persona que una vez fue, va dedicado a ustedes y no a los primeros lectores que fueron primigenios en muchas cosas y que aún hoy, creo yo, programan con herramientas de la edad moderna y no de bronce y que me juzgaron con gran acierto desde el primer momento, pues es algo demostrado que por escribir tolerablemente se es un terrible criminal y un paria.

Solo espero que los que me van a leer sean más indulgentes que aquellos especialistas, tan similares a los que Friedrich Wilhelm Nietzsche retrato en Also sprach Zarathustra, pues de este texto a hoy han pasado unos seis años, si no me falla la memoria.

Gracias.
  

Las mayores obras de la humanidad las han inspirado personas de a pie. Eso es un hecho irrefutable.

Pero, ¿Cuántos pueden decir que casi su vida es otra gracias a una persona en particular? Sí, ya, completar la existencia con otra persona que quieres a tu lado en la cama es un placer que pone un antes o después en tu vida, pero me refiero a que la vida tome otro tono gracias a una persona y que cuando deje su huella en su lado de tu colchón, sigan notándose esos colores, esa luz que parece haber convertido una ciudad gris y triste en el maldito país de nunca jamás o el de las maravillas.

Creo que es ahí, en ese mismo punto donde la gente piensa que hay una historia que recordar, escribir, narrar

Y es ahí donde empezaría mi historia, aunque es más la historia de ella.

En aquella sala de usos múltiples, donde ahora adornaba la entrada una plaquita de metal en recuerdo a aquel excelente profesor, y que se usaba eventualmente para representar obras

Allí me senté, bromeando con los colegas, sin mucha conversación inteligente, pero era lo que había.

Y de repente, ella. Sí, ella. Cabello oscuro, ojos limpios, labios que parecían dibujados en un lienzo...
Allí estaba, en el escenario, como un espíritu luminoso. Como la musa para mis sueños. Era Ofelia, Wendy, Julieta, Dulcinea, Rosana, Artemisa...

-Es preciosa- Comenté a mis amigos.
-No está mal. Para mi gusto le falta tetas.-Respondió uno de ellos.
Tenía que conocerla. Hubiera dado mi alma al Diablo por ello.

Y la conocí, sin dar mi alma, claro.

Fue gracias a una tonta obra que hice. Decidí que uno de los papeles protagonistas fuera para ella. Así fue como nos conocimos y comenzamos una bella amistad. Era un principio.

Hicimos muy buenas migas, pero, no solo de migas come el corazón.

Aún recuerdo aquel día de Diciembre, con las compras de navidad por hacer, ella se ofreció a acompañarme para comprar las últimas cosas que me quedaban. Alicia- Que así se llamaba.- me hablaba de cómo desde muy joven quiso ser algo artístico. Un hombre del metro le dijo que tenía manos de violinista según me contó.

Nunca fui más feliz en mi vida que aquel día, y tal vez fue entonces cuando vi de verdad ese país de Nunca Jamás.

Pleno Julio. Estaba decidido a decirle a Alicia que la amaba con todo mí ser. Pero ella tenía otros planes. Había pasado tantas cosas malas en su casa que decidió irse sin mirar atrás. Irse a vivir con un cualquiera a otro lugar. Nunca supe bien dónde.

Así me quedé. Solo, sin musa pero con ese brillo casi manchado por la desilusión. No estaba triste. Lloré, claro, y maldije, también, pero nunca me rendí. Siempre pensé que ella volvería a mi vida, a fin de cuentas, ella la había transformado en algo. Volví a creer en mí gracias a ella y volví a escribir y a soñar gracias a ella ¿Se fue? Buen viaje. Ya regresarás.

Y sí, regresó, cuatro años después la volví a ver, y eso es hace unos meses.

Justo en el mismo lugar donde aquellas navidades pasé el mejor día de mi vida. Seguía siendo preciosa. Nunca dejó de serlo.

Me vio, la vi y sonreí.

-Hola, Alicia.- Le dije.
-Hola, señor escritor.- Me contestó ella tras un largo silencio.

Y allí nos quedamos, en silencio, mirándonos en mitad de la multitud que iba y venía.

Es increíble. Sería el perfecto final de cualquier obra. Un final abierto a todo los niveles, pero yo ya sé el principio y el final de nuestra historia. Siempre lo supe.


jueves, 22 de enero de 2015

Un mal perdedor

Presentador: Los nominados a mejor actor de reparto son… José Berrocal por  Sin sangre, Raúl Redondo por Semillas de verano, Daniel Casanovas por Un cuento roto y Aitor Ruin también por Un cuento roto. Y el ganador es… ¡Daniel Casanovas por Un cuento roto!  (Aplausos)  Recoge el premio su compañero de reparto Aitor Ruin.

A. Ruin: Gracias… En fin (mirando el premio) ¡Vaya! ¡Os habrá costado mucho encontrar este adefesio en el todo a cien! (mirando al público) Bueno, yo debería decir unas palabras. Es un honor recoger este premio en nombre de mi muy estimado y allegado… conocido Daniel Casanovas. Daniel no pudo estar hoy aquí porque está trabajando en una película con Isabel de la Orden… Como ven yo no obtuve un papel en una cinta tan aburrida y pretenciosa. El caso es que el encantador Daniel Casanovas ganó este premio, cosa que tiene su mérito ya que solamente posee dos registros: Galán de polígono y patoso sin gracia. Pero, siendo justos, ¿Qué es lo que le diferencia de otros actores de su generación? Pienso que todos aquí tenemos la respuesta ¿No?: Estar hasta en la sopa y tener las rodillas peladas.

Recibir un premio siempre es un honor, pero recibirlo aquí en este lugar de Madrid, frente a gente como ustedes… Disminuye ese honor.
Estoy contento de que le den este premio a Daniel en vez de a mí, que he dedicado mucho esfuerzo y años a ser actor, como también estoy contento de anunciarles a todos ustedes mi retirada del mundo de la interpretación para dedicarme a la atención y el cuidado de personas con trastornos mentales, entre las que seguramente encontraré a los miembros del jurado de este festival. Buenas noches y gracias.

martes, 26 de marzo de 2013

Desmontando a Gonzalo


Creo que no nos han presentado…

Tal vez si te preguntan sobre que soy o como soy, te dirán que soy el tipo más prepotente, borde y maquinador que conocen. Otros dirán que soy amable, cordial, educado y algo cándido. Ninguno tiene razón y ninguno se equivoca.

Soy como me quieren ver, pero la mayoría de las veces siento miedo al salir de mi cama, que ya no confío en nadie, que no me siento cómodo con ninguna persona del mundo, que ya no me enamora nadie, pues no siento ya nauseas, ni pienso moriría por ella y no dedico dibujos en mis folios a una persona en especial.

Y en verdad, lamento que no me vieran como soy y que mi cariño y amabilidad cayesen en un saco roto.

Me he pasado esta vida dando gracias por lo que muchos debieron hacer por naturaleza, he dado homenajes a quien me miraban con recelo y hoy dispararían todo el cargador de su veneno sobre mí.

No eres tan especial como te crees

De niño siempre pensé que de mayor sería importante, tendría una novia que me valorase, una mujer que me daría el apoyo para saltar los abismos, hijos que adoraría como nunca adoré nada...

Luego crecí y vi que ni soy importante, ni tengo esa novia que luego podría ser mi  mujer, que incluso pienso algunas veces que eso de casarse no es para mí, y lo de los hijos ni hablo...

He perdido esperanzas, sueños, ánimos y alegrías.

Y me da ya lo mismo.

Ya no hago planes, ya no me voy a preocupar porque me quieran o no y  a cuanto está el kilo. Para vosotros el cariño y la adoración, porque estoy a años luz de ser alguien que marque un antes y un después en la vida de los demás, aunque, ¿Qué demás?

Nadie es de nadie

El mundo se mueve muy deprisa cuando yo doy un solo paso. La gente estaba ahí, lo juro. Estaba ahí hace una… ¿Hora? ¿Semana? ¿Quincena? ¿Etapa? ¿A dónde fueron todos? ¿Se acabó la fiesta ya?

Y si lo pienso bien, lo más bonito que me han dicho os lo que se han callado y que lo más fácil sería si me diesen un abrazo, pero ya eso no me curará mis males.

Aunque, siempre que la gente me decepciona, pienso que yo he decepcionado a los demás alguna vez. Así es la vida.

¿Y quién soy yo para juzgar a los demás?

Un día de estos tomo la puerta y ahí os quedáis

Ya no importa si me quieren o se sienten culpables sin querer, si aparecen  las Diosas de la caza, del absurdo o de la noche en mis líneas, si me doble cuando soplan malos  vientos, si se me trató como un rey o como el último mendigo, si me engaño otra vez, si las cosas van tan rápido que no las veo, si confieso como soy en verdad, si volveré a enamorarme, si señalo mi dolor o mi placer, pero, sinceramente, ¿A quién le puede importar?  

¡Clic!

ZZZZZZZ…

lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Por qué tomar la pluma?


¡Me alegra que me lo preguntes!

Escribo porque el niño que aun habita en mi piel, aunque le duela algunas veces y tiemble ante la idea del adulto que acabó siendo, me lo pide. Ese niño que conoció a los hermanos Grimm, a Andersen, a Perrault, a Anónimo, gracias a esas ediciones adaptadas de su mente y su corazón. Ese monstruito que devoraba y cocinaba imaginación.   

Escribo porque así espanto mis penas, pues es muy perra la realidad que ayer, hoy y, tal vez, mañana me tocó en suerte.  Y no creas tú que no me duele vivir con creces, pero de algún modo debo tirar piedras contra las fronteras de la simpleza desde mi castillo en el cielo ¿No lo crees?

Escribo porque he conocido cosas, pocas o muchas, gente de corazón negro como el vacío que nos muerde, de almas transparentes y limpias, con nombres y apellidos que se graban en mi mente por motivos que desconozco, así como los momentos que me hacen sonreír o enjuagarme la frente en lágrimas.

Así que, sí, escribo por esa chica de cabello rizado que no era tan especial, pero me dejó persiguiendo conejos blancos, por esa muchacha que no sonreía por costumbre, pero que dio a la chaqueta blanca unas connotaciones etéreas en mí, por aquella violinista fotográfica que bebía té de vainilla, que me hizo naufragar en mil mares… Todas ellas me han hecho ver que querer es dolerse algunas veces, haciendo que apriete y evoque las letras

Escribo también por aquella mujer de los ojos grises y el encanto súbito de noches de brisa fresca, por esa muchacha de bucles oscuros que sirve de brújula cuando nadie más puede,  por esa pequeña hada amiga y cotidiana que deja rastros de colores y picapicas de fresa… Todas ellas me hicieron apreciar los instantes de un sincero cariño desde las trincheras de este gris horizonte.

Escribo porque me hace pensar que el aire de mis pulmones merece ser gastados en algo más o menos bien hecho, por algo que me lleva a ser cada día un poco menos necio, más loco, menos cuerdo y más experimentado. Ofrecer más de mí mismo cuando antes no pude.

Escribo porque soy hijo de mis padres, hermano de mis hermanos, tío de mis sobrinos, enemigo de mis miedos, amigo de pocos, derrochador de ilusiones y aprendiz de la genialidad con canas. Soy esto, no aquello. Soy lo que escribo y como yo lo quiero escribir, desmembrando así el anterior mal concepto que de mí tenía.   Así creo que debe ser, pues de lo contrario estaría solo y desnudo frente a los demás en muchos sentidos.  Soy alguien que el mundo necesita, como otros que pueden cambiar su mundo como mejor saben.

Es por ello que tomé, tomo y tomaré la pluma ¿He contestado a tu pregunta?   
               

domingo, 25 de noviembre de 2012

Cuando ella me sonrió


Escondía, en una timidez extraña, su sonrisa, pero aun así, pasa como con los gatitos callejeros: sabes que muerden y arañan, pero no puedes evitar sentir una cierta ternura por ese ser.

A lo mejor quería creer eso, pero pensaba que no me podía equivocar siempre, aunque es algo normal en mí. No soy perfecto ¿Quién diantres lo es?

No la conocía bien ni ella a mí, que soy un desastre, pero me hubiera encantado que me hubiera regalado una de sus sonrisas, escondidas en esa neblina de inseguridad.
No era solo yo, era con muchos, con gente que decía ser importante.

Ella nunca regala las sonrisas alegremente, las mide, calcula, pesa y, después de eso, tal vez sí, tal vez no, te las regala… pero este último paso se da contadísimas veces.
Yo quería esa sonrisa para poder colgarla en una pared o ponérmela en una solapa de mi ajada chaqueta vaquera.
Nunca la obtuve, recordaría que me la otorgase. Sí me llevé un abrazo, unas palabras escritas, un Gracias, pero no una sonrisa. Algo tan sencillo y a la par tan difícil de conseguir.

Y por esa sonrisa, sigo anclado, clavado en momentos de chaval-adulto, buscando crear estatuas de barro de algo que intenta emularla. No siempre se puede estar anclado por un premio que ya ni de lejos conseguiré, pues hace mucho que apagaron las luces y la gente se fue a casa, que el escenario está vacío y, lo que creo que son los pasos de alguien que se dio cuenta que me dejó olvidado, no son otra cosa que mis propios pasos en un escenario con el telón echado.

Siempre me quedará ese teatro donde, vaporosamente, vi su encanto por primera vez, donde esa sonrisa saludaba a los presentes aun siendo cautiva. Siempre me quedarán esos campos de fresas por recorrer, siempre me quedará alguien esperándome para decirme Gran actuación ¿Verdad?

Ayer sentí esa sonrisa y se abrazó con la mía, pero solo fue un espejismo. Una ilusión, pues no recuerdo cuando ella me sonrió.