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miércoles, 29 de junio de 2016

Aquel lugar que llaman Conciencia.

Tu silueta está fundida en la oscuridad del balcón de noche, con un perfil fino recortado por las furtivas luces de alguna casa y el resplandor de la llama de tu cigarrillo. Sientes una tristeza grande.

Ahora no puedes dejar de pensar en que tenías deudas pendientes con Ana, con esa ex novia que te hizo perder el norte en tu adolescencia, con la que habías hecho el amor en cada rincón de la casa de tus padres. Era muy tierno y sensual a su manera. Por eso cuando la volviste a ver, años después, decidiste remediar como acabaron las cosas. Ella te dejó por un cantante de un grupo amateur de música rock y acabasteis muy mal.
Era mejor perjudicar tu presente por arreglar un pasado al que solo querías regresar tú, no Ana. Dejaste a tu novia en casa y te decidiste a acompañar a Ana a su casa solo por el egoísta regocijo de pedirle perdón, pero Ana ya no era Ana. No era tú Ana.

Esa noche al volver a casa, tu novia te dijo que tú dormías en el sofá. Nunca la viste tan enfadada. Pensaste que era una rabieta estúpida que se arreglaría con un ramo de flores y un peluche. Nunca tuviste mucha clase, pero ¿Qué esperaban? Tú siempre viste eso de la familia, de la lealtad a los hermanos y a los padres como algo cercano a una secta y así, delante de la prima de tu novia, le soltaste eso a tu mejor amigo.

-Deberías desprenderte de esa secta que te chupa el seso, Álvaro.

Cecilia, la prima de tu novia, miró a tu amigo con una mezcla de compasión y lástima y a ti, aunque no te diste cuenta, con odio y asco. No entendías porque, desde ese día, Cecilia fue más distante contigo y nadie se molestó en explicártelo.

Exhalas el humo de tu cigarro y notas un extraño picor en la garganta. Intentas reprimir ese recuerdo que muchas veces te vuelve a visitar. Lara. Lara era la mujer de tu vida. Lara cometió el insultante atrevimiento de casarse con un joven informático francés. Aun te duele eso. No porque se casase, sino porque no se casó contigo, que hubieras dado todo por ella. De eso se aprovechó Claudia, la hermana de Lara. La llevabas a todos sitios y le prestabas dinero porque ella fuera tu alcahueta y creías ciegamente que Lara volvería a ti, pensando que esa estúpida filosofía sobre la lealtad familiar que tenías y que hacía que te ganases el odio y el desprecio, germinaría en Claudia. Pero no. ¡Qué sandez! ¿Qué era la familia, los lazos de sangre, frente a tus sentimientos?

Y ya puestos, ¿Dónde estaban los sentimientos de las diversas chicas a las que prometiste fidelidad para poder saciar tus instintos físicos? ¿Dónde quedan las artimañas para ligar que leíste en una revista? Pues donde deben estar, en tu historial personal, mordiéndote el trasero como un sabueso sin dientes. Tú lo hacías porque estaba en tu naturaleza. Siempre te quisiste asemejar a un lobo, a un depredador, a un cazador… y lo eras. Pero para combatir a los lobos la gente usó cepos. Cepos que cuando tú los veías, huías. ¡Ah, qué malos cazadores son los demás! Solo buscan una presa y cuando la tienen no la sueltan en busca de otra como tú hacías.

De pronto recuerdas a Blanca, esa chica con la que saliste solo cuatro meses y que tú, por todos los medios, querías que te presentase a sus padres y ella se negaba. Se negaba porque presentarte a sus padres significaba algo distinto al miedo al compromiso que tú concluiste. Era porque nadie mete a un lobo en un corral, ni presenta a alguien como tú a sus padres y familiares. Las sectas tienen normas bastante estrictas ¿No lo sabías? Al final Blanca te dejó por un neo nazi, o eso es lo que te dices y les dices a quien se molesta a oírte. No era un neo nazi, era un chico formal y que nunca se quiso comparar con un depredador con mala fama.

¡Ah, la fama! La tuya era de un conquistador, de un hombre que deseaba tocar cuantos más palos mejor y nunca te paraste en ninguno el tiempo suficiente para llamarte aprendiz de… Otros objetivos, otras presas, otros palos que tocar. Quisiste ser músico porque Ana amó a uno, quisiste ser poeta, porque el actual marido francés de Lara escribía poesía, querías ser actor, porque… porque alguien en algún momento lo quiso ser. Olvidaste que uno en la vida debe ser maestro de algo y no puede ser eternamente aprendiz momentáneo de todo, pero claro, no entendiste de qué iba eso de la constancia.

Oyes un perro ladrar a lo lejos y apuras tu cigarrillo. ¿Dónde se torció la cosa? Todos debían adorarte, pero es todo lo contrario. Eras simpático, pero cometiste el terrible error de olvidarte del nombre de la gente que mostraba un repentino interés en ti. Ellos no son tú, claro. Tú puedes llamar a la familia secta, catalogar a las chicas por el culo y las tetas que tienen y como has encontrado a Santiago que actúa como tú…

-¡Mira que culos!
-Yo el otro día soñé que me lo montaba con la vecina de mi bloque, la del 2ºE.
-No me extraña, está que se rompe por los cuatro costados. Como en el País Vasco, que las tías están buenísimas. Estuve los ocho días de un salido…
-¿Qué tal tu novia, Santiago?
-¡Joder, que corta rollos eres, Álvaro!

 Sí, es así como un hombre sano actúa, los demás están errados. Santiago y tú, por lo tanto, sois unos tipos que sabéis disfrutar de la vida.

Y sin embargo, Ana ya no está, ni Lara, ni Blanca… ni ya puestos la vecina del 2ºE. Tu novia sí, o mejor dicho, aún está, pero no sabes ni quieres saber hasta cuándo, porque eso te agobia y te hace pensar en todos tus verdaderos fallos. ¿Importa mucho? No la quieres pero eso solo lo ves tú, los demás no poseen esa intuición que les dice que las cosas no fluyen como deben, pero claro, nadie pensaría eso de un hombre sano como tú.


Notas un escalofrío y decides meterte ya en casa. No sabes porque pero sientes una tristeza grande. ¿O solamente es que estás cansado? No te vas a parar a averiguarlo.                      

miércoles, 27 de abril de 2016

La caja de cartón



-¿Qué sentido tiene la Vida? ¿Qué es de verdad la Vida?

-¿Para qué sirve una caja de cartón?

-No te entiendo…

-Una caja de cartón sirve para guardar cosas, con un cometido. Una mudanza, ordenar un cuarto, etc. Pero mira a los niños las usan para todo: Cascos espaciales, coches, bases secretas para sus figuras de acción, casas de sus muñecas… La caja de cartón funciona para lo que nosotros queramos. Claro que tiene sus límites: no puedes meterla en el agua, pues se deshace, no puede llevar mucho peso, no se debe comer…

La vida es eso.

Uno puede ser convencional y seguir lo marcado para una vida: Crecer, estudiar, trabajar en una oficina, tener una mujer, hijos, una casa… Si te vale con eso, bien. Tu caja guardará tus cosas.

Uno puede intentar desmarcarse de los demás y ser lo que le plazca: Actor, misionero, domesticador de perros, programador de videojuegos, escritor, médico, etc. Tu caja puede recrear ese casco espacial, esos coches, esa base o casa, etc.

Aunque los límites están. Uno no puede decidir que vivirá donde no está cómodo. Sería como meter esa caja en el agua, convirtiéndose en una pasta de cartón. No se puede vivir por los demás, porque entonces el peso de nuestra caja hará que se rompa.

Hoy día te van a decir mucho que la caja no sirve para ser casco espacial, coche o cama para tu gato. Esos te lo dirán porque creen que su caja funciona para lo que ellos han determinado. No les hagas caso. Tu vida, tu caja de cartón, es la tuya. Píntala de colores, ponle pegatinas, úsala hoy para guardar cosas y mañana como una carita sonriente para adornar tu cuarto o, si eres muy hábil, como marco de fotos, ¡para lo que se te ocurra! Es tu caja, no la de otros. Y si mañana puedes volverla a usar para guardar cosas, bien. Es tuya. No mía.

La Vida es como esa caja de cartón. No sabrás usarla como quieras o esperan otros, se terminará rompiendo y gastando, y, hasta que eso pase, es tu deber usarla. Es tu derecho equivocarte y acertar cuando la uses.



lunes, 29 de febrero de 2016

Silencio


Si quieres que un secreto se sepa, escríbelo. Nadie lo sabrá jamás.

Álvaro González, escritor español.

Todo gran amor no es posible sin pena.

Proverbio italiano


Hoy también se ha vuelto a ir. Esta vez no me dijo nada de que se marchaba, y eso que lo acordamos al poco de empezar a vivir juntos en este piso.

-Yo necesito irme. Evadirme y no deseo que me preguntes nada.
-Está bien… solo te pido que me digas que te vas. No deseo preocuparme.
-Lo intentaré.

Cuando regresa, se acerca a mí y sin decir nada, o me besa en la mejilla o se me queda mirando, como un extraño y yo observo sus ojos pardos. Su padre era japonés, su madre creo que era mejicana. Era muy exótica a mi juicio, y la mujer más inteligente que conozco. Fue en un viaje a México cuando la conocí y pasaron meses, creo yo, hasta que nos dijimos que lo nuestro no podía ser solo una mera amistad. No era raro en mí pensar eso, puesto que era proclive al enamoramiento, que no significa para nada ser mujeriego.
Pero fue ella la que me besó y quien me contó algunas cosas de su vida, antes incluso de que yo lo hiciera. En las mujeres que me había cruzado, ninguna era así. Era yo quien se abría en canal ante ellas. Pero… Paola era Paola.

Así, en uno de sus ataques de sinceridad, me relató que hizo algo terrible. Casi asesina a un compañero de trabajo, allá, en México. Carlota, una amiga suya, me explicó muy bien todo, Pero Paola no podía. Solamente se centraba en que era malvada, que casi mata a ese hombre, que no pudo controlarse.

Según Paola:

-¿Sabes cuándo el Demonio te indica que debes defenderte? No creo en Dios. No puede haber creado gente como yo. Ya lo decía mi madre y su esposo. Yo debo estar escuchando al Demonio, porque dejé en coma a ese tipo. Lo dejé medio muerto y fue cuando mi madre y todos me dijeron que era una mala persona. Y abracé esa idea. Soy mala… pero no… no contigo. Perdóname si te asusté.
-No, tranquila…

Según Carlota:

-Claro que lo hizo… Pero el otro era un pinche cabrón Intentó forzarla en la oficina. La empujó hasta los baños y por suerte, entró un compañero y no hubo más… pero ella… Paola tenía rabia. No quería ser más una víctima. Usó el café de él… bueno, te imaginas el resto. Y claro, ¿Denunciar en este país? Imposible. Hubieran dicho que algo habría hecho ella, ya sabes…

Nunca le dije a Paola lo que Carlota me explicó… no creí que la ayudase remover aquello, pero algo me dijo que ella intuía que yo supe la verdad.  

Por eso, tal vez, no le ponía barreras a que se fuera y no me dijera nada más. Era un silencio necesario.

-¿Otra vez se fue? ¡Tío, de verdad!
-Volverá. Siempre regresa. Es así.
-¡Ponle claras las cosas! Esta tía no te quiere. Es muy rara y no lo quieres ver. ¡Tu madre te hubiera dicho lo mismo que te digo yo!

Mi madre… Al poco de morir mi madre, apareció Paola. Mi madre me hubiera dicho otra cosa a lo que Roberto argumentaba.

-¿Eres feliz?
-Sí, mamá.
-Pues entonces, adelante.

Mi madre… ¡Qué mal lo pasó! Me prometí escribir su vida. Me compré un cuaderno para ello y, en la cama de su hospital, un domingo, sonreí y mostré el cuaderno.

-Estoy listo para que me cuentes tu vida, mamá. Así pues… ¿empezamos?
-Yo… estoy muy cansada, hijo. No tengo ganas.

Mi madre…

Observé a Roberto. Era el amigo más antiguo que tenía. Desde los ocho años que nos conocíamos… Conocía a todas sus novias y algunas me agradaban… Tenía una filosofía muy extraña de las relaciones que, imagino, fue ampliando y mutando, pero supongo que alguien que tiene frases como cuando dicen que no, es que sí, debe entender las relaciones como algo muy retorcido y poco sano.

Acababa de tener un hijo con su pareja porque era lo que los demás esperaban de él…. Y él, pese a ser tan grande, tan aparentemente feliz siempre… teme la soledad y abraza el espejismo que ha creado con Carmen. No sé bien quién me dijo que cuando uno se pasa la vida haciendo bromas e intentando agradar a todos, algo oculta. Algo no funciona bien en su vida. Roberto puede ser un ejemplo claro si me importase una santa mierda lo que dijera. Sus consejos hace tiempo que no tienen una utilidad en mi día a día.

-¿Has visto el culo de esa?
-No. La verdad es que no…
-Ese es tu problema. Es por eso que las tías te toman el pelo.

Sí, mi problema con Paola está en no decir que una mujer tiene una buena delantera o si me la follaría o no… Es de cajón, vamos.

-Yo no quiero tener hijos.-Me dijo una vez Paola.- ¿Quién soy yo para dar ejemplo a nadie? Tendría niños malcriados. Es una responsabilidad que no quiero tener. ¿Te molesta eso?
-No. Puede que con el tiempo…
-Con el tiempo pensaré lo mismo. El tiempo es una variante sobrevalorada.

Así que lo más posible es que fuéramos solo ella y yo, lo cual no me parece tan mal… pero tener una hija… no sé, me ilusionaba eso…

-Yo puedo ser toda la niña que desees. ¿Me hago coletas? Quieres eso. No me importa. Por ti, lo que quieras. Eres tan bueno conmigo…  
-¿Y no eres tú buena conmigo?

Entonces… silencio. Me mira con cierta extrañeza, a mi juicio, y me habla de los últimos estudios de cálculo que leyó. Eso me alejaba un poco de ella…. Eso y que al decirla que la quería, me diera las gracias, pero entendía que siempre quiere cambiar de tema cuando el foco de una conversación se pone sobre ella. En Morelia hacía igual, cuando me pidió que nos fuéramos lo más lejos de su madre y de su pareja, de sus hermanastros… de ese ambiente.

Al poco de mudarnos al piso, hicimos una especie de recorrido por todos los restaurantes de comida japonesa de la ciudad. Por suerte, yo era de esos que les agrada el Sushi, porque ya conocía yo gente que lo odiaba con todo su ser, que ya ves…

Era muy tierno que Paola hablase a los camareros en japonés… parecía una niña tímida y sonreía ampliamente… pero también lo hacía cuando fuimos hace tres semanas a un restaurante chino y el camarero la miraba como si eso formase parte de una broma que no alcanzaba a entender.

-Cariño, es chino, no japonés…
-Oh… Pues debería aprender japonés…
-Bastante tener yo con aprender español, señorita.-Replicó el camarero soltando una risa amigable.

Y suena el teléfono.

-Sí, Dígame 
-¿Es usted el marido de Paola Mariko Morales?
-Eh… Sí soy su pareja, pero no su ma…
-Le llamo de la comisaría.

Al parecer, Paola se sintió agredida por un comentario de esos que tanto le gusta usar a gente como Roberto y actuó de un modo desmedido, según dijo el policía que me acompañó hasta la habitación donde estaba Paola.

Tenía la mirada perdida y cuando se dio cuenta de mi presencia, me abrazó. El hombre no presentó cargos puesto que, ¡Casualidades de la vida!, era un ratero de tres al cuarto que la policía conocía muy bien.

No hubo un regreso a casa más tenso que aquel.

-¿Estás enfadado conmigo?-Preguntó tras llegar, junto conmigo, al salón de la casa.
-No…
-Ya te dije que soy mala persona y…
-Paola… No. No eres mala persona, sólo que… no te entiendo algunas veces.
-Ya, me lo dices mucho cuando hablo de cálculo y de…
-No. No te entiendo cuando te vas, cuando te obligas a decirte que eres mala…
-¡Lo soy!
-No lo eres. Tienes miedo.
-¿De ti?
-De todos.

Silencio.

-Estoy cansada. Me voy a la cama ¿Te importa?
-¿Por qué te torturas así?
-¡Porque es lo que muchos esperan! ¡Esperan que caiga y tengan que recogerme del suelo! ¡Por eso! ¿¡Eso es lo que deseas oír!? ¡No soporto que la gente sea condescendiente conmigo! ¡No soporto que no seas capaz de enfadarte conmigo! ¡Soy mala para ti!
-¿¡Quieres que me enfade contigo porque un gilipollas te intentó violar!? ¡No lo hare! ¡Te adoro! ¿Entiendes eso? ¡Te-Adoro!

El gesto de Paola era el de alguien que acabase de descubrirse una profunda herida tras un accidente.

Se fue del salón y oí como la puerta del dormitorio se cerraba y después… silencio.

Me quedé dormido en el sofá. No recuerdo bien cuando fue. Al despertarme era de día y me dirigí al dormitorio. La puerta estaba abierta y la cama hecha. Paola no estaba. La busqué en las demás habitaciones y vi un sobre en la mesa de té de nuestro salón de la que antes no me di cuenta. Lo abrí.

Te desgajas alma mía
Sobre un foso de torpeza
Oquedad sin compañía
Un sagrario de tristeza

¿Cómo vuelvo a edificarte?
Si eres polvo y finos granos
Y por más quiera juntarte
Te me escapas de las manos

Y tú, llanto traicionero
Que a mis ojos te caucionas
Si te alojo pasajero
Sin aviso me abandonas

¿Cómo impido este tormento?
¿Cómo suspendo la aflicción?
Si me quedo sin aliento
Al tener roto el corazón

Y el amor que tanto afano
Y que no existe en un lugar
A mi mente hago el engaño
Y no le dejo de soñar

Sin fortuna y abatida
O un anhelo que obtener
Sin su amor vago perdida
Y me sustento del ayer

Del fracaso que es mi vida
Que entre versos veo abjurar
Fragmentada, adolorida
La quisiera terminar…

Y así se volvió a ir... y no regresó. Se llevó su ropa, un par de libros y poco más. Se fue, seguramente, en plena madrugada y pese a que la busqué, no la encontré. No quiso que la encontrase esta vez. Posiblemente vuelva, pero nunca se sabe con Paola.

-Lo bueno es que ya por fin eres libre.-Señaló Roberto con un gesto burlón.

Yo preferí guardar silencio.

-¡Va! ¡Anímate! Seguro que esto te sirve para aprender. ¿Qué sueles decir tú? Que lo que sucede, conviene.

¿Por qué sigo viendo a este idiota? ¿Qué tiene que ver conmigo? Somos dos extraños. Parece que sepa más de Paola que de este tipo que prefiere esconderse de sus temores tras una máscara de falsa felicidad… y pocas veces lo logra.

Llego a casa y noto que todas las puertas siguen cerradas, como las dejé desde que ella no estaba. Todo está en orden, envuelto en una quietud ciega.

Hoy también espero que alguien se acerque a mí y sin decir nada me bese en la mejilla o se me quede mirando, como un extraño y yo observo sus ojos pardos.

Pero solo recibo una cosa.


Silencio.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Un recuerdo


Me ronda un recuerdo borroso. Es como un par de fotogramas donde las caras están confusas. Sé que estuve en esa escena, no es ajena a mí y me preocupa el que no pueda recordar esto como me pasa con todo lo importante. De pronto, me asalta esta escena vista desde detrás de una mampara.

Soy capaz de recordar el primer jardín que tuve y el olor de las rosas en una infancia donde el techo era de parras, conviviendo a cuatro pasos con una calle donde uno podía tomar esos magníficos autobuses rojos. Subiendo por aquella calle estaban las grises y frías calles que llevan a un colegio de monjas donde mi madre me dejaba a aprender a pintar, escribir y leer. ¿No lo sabéis? La a era una reina y su esposo era la u, cuyos hijos eran el príncipe e, la llorona princesa i y la simpática princesa o.

Soy capaz de recordar a un niño delgado con una gorra con la visera subida y una sonrisa pícara que preguntó si quería salir a jugar con él y el sabor de los refrescos sin burbujas y los bocadillos bien hechos y de tardes donde rara vez dejaba de brillar el sol mientras la gente cantaba canciones de Pop español. Madrugaba entonces y me lamentaba de que la tarde estuviera tan lejos de las seis de la mañana. ¿Cómo se llamaban mis compañeros? Daniel, Javier, Raquel, Federico, Alberto, Sandra, Marta, Silvia, Luis, Marina… ¡Cuantas chicas tenía yo en clase!

Soy capaz de recordar el trayecto de una excursión metropolitana, ya fuera a una gran superficie o al cine y las imágenes de aquellas películas que no importaba las veces que viera. En un cajón de mi cuarto tenía el primer álbum que leí de Mafalda y no lo entendí hasta pasados los años. Nadé en una piscina pública de una urbanización. Nunca era tarde o eso me quiero decir. ¿Qué te parece? Viajé a Estados Unidos cuando era un niño y no sé si volvería a repetirlo.

Soy capaz de recordar el nombre de cada chica que me robó un trocito del corazón y oír cada frase que fue casi una pedrada en plena cabeza mientras creo mentalmente una galería de la fama de paredes de luz apagada. No volví a verme nunca en un escenario teatral como en esos momentos y sin embargo le debo tanto a un hombre con chalecos de vestir y cabello color humo y como humo se fue pronto. ¿Quién me lo iba a decir? De no saber hacer bien un simple dictado a empezar a gatear a la hora de crear historias y escenas.

Soy capaz de recordar momentos terribles, graciosos, de pérdidas que dejan cicatriz y el suave cosquilleo de unos labios, de una caricia, de una mano que encaja en otra. Tuve ilusiones que fueron como el hielo en un día de verano y di pasos en la soledad de la multitud. Hay tantas despedidas sordas que me da un poco igual si vuelvo a ver a cada persona que alguna vez recuerdo. ¿Cuál era el detonante? El recuerdo borroso… sí.

Soy capaz de recordar un recuerdo para ese recuerdo, y sé que tal vez mañana mi cerebro deseche la molesta sensación que hoy tuve como sé que recordaré el día que conoceré a mi esposa, a la que va a ser la mejor amiga de mi hija mayor, el número de mi despacho, a qué hora saldrá el avión que me lleve por primera vez a Argentina…

Posiblemente si no tuviera tanto corazón sería muy fácil olvidar todo, el jardín, las letras monárquicas, el muchacho delgado con gorra, los compañeros, Estados Unidos, las chicas con un trocito de mi corazón, el escenario… ¿Y Por qué tanto problema? Si ese recuerdo está borroso, por algo será.


domingo, 30 de marzo de 2014

¿Qué sería de mí sin vosotras?


Ya que me preguntas eso, debo confesarte algo. Hace poco un necio me llamó machista. Increible, ¿No? Se nota que no conoce mi escueta obra, ni a mí ya puestos, aunque no tendría porque hacerlo.

He de reconocer que adoro a las mujeres. Mi mitología particular esta dominada por las mujeres. Ellas manejan el barco de mi imaginación. El mapa de mi mundo tiene siluetas de chica, y las ciudades tienen nombres de mujeres, fatales o no.

Las mentes preclaras ya lo dijeron. Las niñas son más inteligentes que los niños, las mujeres, más astutas que los bobos y noblotes hombres y la sensibilidad florece en la mayoría de las veces en los jardines de las mujeres.

Ahora, cada cosa en su lugar. Sois la cosa más bella del mundo, pero, en algunos momentos y ejemplos, lo más toxico para nosotros. Una mujer puede llevar a un hombre al infierno, al igual que puede ser la más perfecta aliada y compañera de vivencias que se puede tener. No todo tiene su lado bueno a secas, todo tiene dos lados.

Da la casualidad que encontré en mi joven vida más mujeres benévolas que perversas o manipuladoras. Encontré mujeres pequeñas como guisantes, pero con almas tan grandes como una torre, mujeres limpias pero con almas de alquitrán, mujeres que parecen tener luz propia y que solo las mueve el que las puedas quemar con un resplandor dorado y luego, se consumen como una cerilla. Mujeres que son lo que parecen, dulzura, amor, cariño e ilusión, que no tienen mascaras para nadie. Mujeres necias que se creen geniales. Mujeres que pueden darte su energía vital con una sonrisa y mujeres que desprecian que les regales el corazón en bandeja, para ellas eso es poco.

Pobres las que son débiles de espíritu, las que buscan ser lo que no son a través de los oropeles de latón, que primero lucen como soles y luego, son solo papel de estaño sucio. Necias que no pueden apreciar los diamantes confundiéndolos con simples pisapapeles. Las que consumen el néctar de los hombres para saciar su hambre de insatisfacción.

Benditas aquellas mujeres que ven las formas de las almas de los que somos imperfectos. Mujeres que pueden y quieren sacar lo mejor de los demás y así, lograr encontrar su camino a los lugares donde sentir feliz con el viento que les sopla, sea o no favorable. Las que pueden recoger tus pedazos solo porque aprecian lo que antes de ser un guiñapo, eran un hombre bueno y sensible, o simplemente, un hombre digno de seguir luchando.

Sin vosotras yo no soy nadie. Sois mis mujeres, todas. Sois mis musas, para bien o mal. Mi amor desinteresado, o no, por vosotras es lo que me sirve para levantarme cada mañana.

No somos enemigos, ni vosotras ni nosotros. Somos aliados, padres, madres, hermanos, hermanas, amantes, amigos. Ni el hombre os gobierna ni la mujer debe beber de la venganza. Somos Seres Humanos.

Ahora, retornando al tema principal, las mujeres sois lo más bello que conozco y en todos los lugares de este mundo, vosotras sois lo que nos ha dado un motivo para ser, a todos los Seres Humanos. Sois las guardianas de la especie. Sin madres, nunca hubiera surgido el Ser Humano. Sin esposas, nunca hubiera surgido el amor. Sin musas, nunca hubiera existido el Arte. Al igual que sin nosotros, los hombres, vosotras no podéis tener una vida completa. Es reciproco ese sentir, a mi parecer.
Por ello, mi amor es único por vosotras, pues sé que significáis para mi vida, mi obra, mi amor. Por eso no sé ni quiero saber que sería de mí sin vosotras.

Milo Manara: Hay autores que se complacen en condimentar historias con monstruos, otros que prefieren los investigadores; a mí me gustan las mujeres, eso es todo.

domingo, 26 de enero de 2014

El impostor



"Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos lúcidos la refutaran fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas cosas a la vez."
- Jorge Luis Borges, escritor argentino

"La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano."
- Friedrich Nietzsche, filósofo alemán  

 Lo que debería hacer es dormirme. Estoy cansado. El caso es que debería dormir, estoy cansado pero no logro dejar de dar vueltas a la almohada. La abrazo, la sobo, la aprieto, la pongo bajo mi costado derecho. Nada. Solo me resta pensar en cosas y tarde o temprano me quedaré frito. Recordar, crear historias en mi cabeza...

Hay veces que un recuerdo es como esas entradas de cine que dejas durante años en la cartera. La tinta ya es solo un fantasma de lo que allí estaba, dejando un trozo de papel que una vez fue un buen momento de nuestras asiduas vidas ociosas. Sabemos que estuvo allí, pero no sabemos bien que era exactamente lo que allí había. ¿Vi la última de ese director que expone tanta violencia? ¿Aquella de esa actriz que idolatro tanto y que debe decidirse entre uno u otro pretendiente? ¿De veras se fue sin siquiera decirme adiós? ¿Tantos años de aguantarnos y se ha ido? ¿Ella y cuantas? ¿Por qué lloro si lo tengo superado?

Guardaba su foto en aquel cajón, en la mesa de estudio, bajo un montón de hojas con apuntes sobre historias que no he llegado a terminar y a dar forma. La quité del marco en el que antes la puse. Yo con mi gran S de Superman en esa camiseta que ahora ya solo es un trapo para limpiar el polvo. La abrazaba y ella, con su cabello oscuro, negro como la oscuridad donde ahora me tumbo a intentar dormirme, con esa pequeña naricilla, con esos ojos de pupila llena de vida, me sonríe con cierto sarcasmo, como lo hacía ella.

¿De verdad la vi hoy caminando por la calle de la mano de un chico y  no me reconoció? ¿Tanto he cambiado desde ese Me encanta tu nombre?

Tal vez el problema es que nunca he dejado de ser lo que se esperaba de mí. Si me levantase de esta cama mañana sería lo que los demás desean que sea.

El lunes seré un hombre viajado, que tiene millones de fotos haciendo cosas interesantes con su pareja en Nueva York, en Venecia, en Praga, en Francia, en Inglaterra…

El martes seré un informático que vive en el extrarradio, o tal vez en Lavapiés, que se consuela de su vida sabiendo que hay quien está peor.

El miércoles seré un ilustrador que hace tiempo que pierde horas de sueño para ganar cuatro duros y pagar el alquiler de su pequeño piso que comparte con una novia que le ignora siempre que le es necesario.

El jueves seré el más leído y más estudioso de los jóvenes eruditos, que usa los sentimientos que tiene como marca páginas de frases interesantes y con aliento de ser profusas.

El viernes finalmente me dejarán ser ella. No tenerla, no vivir con ella, no regalarle un gato, no irme de viaje con ella. Ser ella y no por un deseo freudiano de homosexualidad reprimida, si no como gesto absoluto de amor, de empatía, de comprensión única. Mi cuerpo cambiará místicamente, sin romperse ni mancharse y seré ella. Mi perilla se irá, mi cabello se tornará más oscuro y copioso, mis labios serán más finos, mi voz más delicada, mi madurez e inteligencia emocional más notable…

Seré ella hasta el domingo cuando me levante y sea yo. No más mascaras. Yo, el tipo que tiene un montón de ropa sucia en el suelo, un vaso en su mesa de estudio con restos de coca cola en el fondo, junto a bolígrafos, lápices, gomas, un papel con la frase se me resiste el monologo interior. Trabajarlo más.

Seré yo, el que la única vez que viajó a otro continente fue en la niñez, a Estados Unidos para no aprender casi nada. El que solo con pensar en arreglar un problema en su Pc se pone histérico, el que dibuja con trazos inconstantes figuras poco reales y que creé que las capas son para cuando a uno le cortan el pelo. El que ha leído a muchos menos autores de los que se creen los demás y no ha pretendido entender muchos de los símbolos, figuras ni profundidades por respeto a que yo no soy ellos. Tal vez lo sea un sábado impar. Sí, el próximo sábado tal vez sea Cervantes, el siguiente Bécquer, al otro Jonathan Swift, el siguiente a ese Alas Clarín, al mes que sigue Lewis Carroll…

Mi vida y mis relaciones entonces serían como una obrita que alguien se molestará en ojear y en releer aquel párrafo que reza:

 Tal vez sí vi que en el colegio anterior no se me enseñó a los nueve años a multiplicar ni a dividir, a ser alguien con una evolución perfectamente coherente para mi edad, época, país, mundo y momento histórico pues yo era el niño cuyos algodones en los que me tenían hasta la fecha están ya sucios y no lo entenderán esto los que vivieron los cambios de vida como si se abriera una ventana para que el aire moviera sus alas sin hacer esfuerzo.

Y ese alguien asentirá despacio y anotará esa idea para él, para el futuro, para ejemplificar lo que es la cobardía en los tiempos que no se vivieron en directo.   

Un resquicio de luz da silueta a mi cuarto. ¿Me dormí? ¿Cuándo? ¿En qué pregunta o en que reflexión?

Suelto un quejido de desgana al despertarme, me destapo y rompo mi crisálida de sabanas revueltas y mantas arrugadas con mayor agilidad que antes. Un impulso y ya me siento en la cama. Me froto la cara y noto la piel suave. Un estiramiento, me pongo de pie y me deshago las coletas en las que recogí mi cabello oscuro para dormir. Un día más en la vida. Hoy es viernes y por tanto, no puede ser un mal día del todo.